3° Gala de Ballet de Buenos Aires: Impecable

Por María José Lavandera Realmente es una impresión muy grande cuando la magnificencia técnica, física y escénica va de la mano de un propósito artístico de interpretación y la transmisión honesta de una obra. Deja sin aliento. Esa fue la sensación que vivió la audiencia de la 3° Gala de Ballet de Buenos Aires el jueves […]

sábado, 31 de agosto de 2013 |

Por María José Lavandera

Realmente es una impresión muy grande cuando la magnificencia técnica, física y escénica va de la mano de un propósito artístico de interpretación y la transmisión honesta de una obra. Deja sin aliento. Esa fue la sensación que vivió la audiencia de la 3° Gala de Ballet de Buenos Aires el jueves 29 y el viernes 30 de agosto, aunque vale aclarar que esta reseña es realizada sobre la primera función. Y el resultado no sólo fue un espectáculo de un nivel absolutamente descollante, sino también conmovedor y, muy lejos de una impostada solemnidad que a veces el ballet tiene, muy divertido, mérito este último de la producción a cargo de Grupo ARS.

El programa en esta ocasión fue tan desafiante como interesante para la audiencia: más allá de un clásico que nunca falla –“Don Quijote”-, tuvo otras obras de estilo clásico no tan conocidas en la escena local actual, algunas neoclásicas y una mayoría de piezas contemporáneas. En este sentido, es importante dar cuenta de una curaduría avezada y con buen sentido artístico: se apostó a repertorio complejo y abstracto, pero administrado de tal modo que el espectáculo nunca perdió la atención de su público. Dado que pareciera ser más fácil programar a los conocidos de siempre, en ese sentido es de felicitar a sus productores en relación al compromiso de abrir la escena local a las nuevas producciones y coreógrafos de la escena internacional –muchos de ellos, vivos y en actividad-, no tan sonados ni repuestos por estos lares. En esta ocasión seis de once obras presentadas datan sólo de los últimos diez años.

Dicho esto, vale comentar la segunda parte del éxito. Los bailarines. Se trata de los mejores bailarines del mundo. Literalmente. Sus presentaciones gozan de la magia de quienes han preparado sus cuerpos no para bailar, sino para decir a través de la danza. Olga Ferri solía decir que un buen bailarín se notaba cuando parecía que la danza simplemente fluía a través de su cuerpo, sin que se note ningún esfuerzo. Y cuánta razón tenía Olga. En este caso, los cuerpos de estos artistas dieron letra a la danza, que los obedece sin ninguna restricción. No vinieron a mostrar movimientos bellos –que sin duda son excelsos-, sino que estos movimientos fueron la forma en que ellos nos contaron una idea, un proceso, una historia o un personaje. La naturalidad con que se expresan a través del movimiento es lo que conmociona y genera un chispazo de enamoramiento muy difícil de controlar… y de contar. Quizás el aura de la que hablaba el filósofo alemán Walter Benjamin: aquella “manifestación irrepetible de una lejanía”.

Ellos fueron: Carolina Mancuso, del Nederlands Dans Theater; Ekaterina Krysanova y Vladislav Lantratov, del Bolshoi; Kateryna Shalkina y Oscar Chacón, del Béjart Ballet Lausanne; Viengsay Valdés y Víctor Estéves, del Ballet Nacional de Cuba; Anna Osadcenko y Jason Reilly, del Stuttgart Ballett y la esperada estrella del Stanislavsky Ballet, Sergei Polunin. Pero no sólo se trató de artistas del firmamento internacional, sino que también fueron convocados algunos bailarines locales con fuerte impronta en nuestro país: en esta ocasión, participaron efectivamente Pablo Fermani, Primera Bailarín de la Compañía Nacional de Danza Contemporánea, y Luciana Barrirero, figura del Ballet del Teatro Colón. Iban a ser parte de la Gala Juan Pablo Ledo y Karina Olmedo, Primeros Bailarines del Colón, pero, según anunciaron en la función, lamentablemente no pudieron estar debido a una lesión.

Y una sorpresa que se coló en el medio…

El espectáculo

Inicialmente se presentó el extracto final de la casi recién estrenada obra “Trigger-Happy” (2013), del joven coreógrafo holandés Joeri Dubbe (1984), que está inspirada en la película de Stanley Kubrick «2001, odisea del espacio». Con una impronta futurista, en un escenario oscuro, sólo con una iluminación focal sobre ella, Carolina Mancuso dio lugar a una intensa interpretación, junto a Pablo Fermani, quien fue un compañero también excepcional. Con movimientos rápidos y cortos, de pronto interrumpidos por alguna segunda lenta y plástica, ambos personajes se fueron encontrando. La impresión enérgica e impersonal de la obra contrastó con la relación humana, muy emocional, que finalmente entablaron.

Siguiente fue el Pas de Deux de “La Hija del Faraón” (2000), en la versión coreográfica del francés Pierre Lacotte (1932), magistralmente interpretado por Ekaterina Krysanova y Vladislav Lantratov (Bolshoi). Se trata de una obra originalmente ideada por Marius Petipa, estrenada en 1862 y que, si bien no es tan conocida en nuestro país, es tradicional del repertorio clásico.  Muy a lo Petipa, los bailarines rusos hicieron gala de perfección técnica, ademanes pausados y elegantes y el sobrio virtuosismo que caracteriza la obra.

Ekaterina Krysanova y Vladislav Lantratov, perfectos en "La Hija del Faraón". Foto: Carlos Villamayor.

Ekaterina Krysanova y Vladislav Lantratov, perfectos en «La Hija del Faraón». Foto: Carlos Villamayor.

Ellos estuvieron luego también a cargo del Pas de Deux de “The Bright Stream” (2003), en versión renovada del famoso coreógrafo Alexei Ratmansky (1968), cuyas obras son muy resonantes últimamente. Con música de Shostakovich, este ballet se estrenó en Leningrado en 1935, y remonta a la historia de un grupo de bailarines enviados a la zona rural soviética para entretener a los campesinos. El extracto presentado da cuenta de una graciosa demostración de destrezas y competencia entre los miembros de la pareja.

Se presentaron la ucraniana Kateryna Shalkina y el colombiano Oscar Chacón (Béjart Ballet Lausanne), con el Dúo “Parsifal” (1980), de Maurice Béjart, con música de Wagner. Siempre es bueno volver a ver en vivo las obras de un genio como fue Béjart y la pareja hizo un fantástico homenaje al artista que da nombre a la compañía de la que provienen. Esta pieza de impronta neoclásica, ofrece una interpretación abstracta inspirada en el personaje wagneriano. También presentaron un dúo béjartiano y neoclásico al son de la canción “Quand on n’a que l’amour”, del mítico cantante belga Jacques Brel.

El Dúo “Parsifal” (1980), de Maurice Béjart. Esta pieza de impronta neoclásica, ofrece una interpretación abstracta inspirada en el personaje wagneriano. Foto: Carlos Villamayor.

El Dúo “Parsifal” (1980), de Maurice Béjart. Esta pieza de impronta neoclásica, ofrece una interpretación abstracta inspirada en el personaje wagneriano. Foto: Carlos Villamayor.

Un dúo béjartiano y neoclásico al son de la canción “Quand on n’a que l’amour”, del mítico cantante belga Jacques Brel. Foto: Carlos Villamayor

Un dúo béjartiano y neoclásico al son de la canción “Quand on n’a que l’amour”, del mítico cantante belga Jacques Brel. Foto: Carlos Villamayor

Ovacionados fueron los cubanos Viengsay Valdés y Víctor Estéves, quienes redundaron en la limpidez del clásico más clásico de todos: el famoso “Don Quijote” (1869) de Petipa, interpretado con todos los lujos de la variación de su Pas de Deux. Valdés fue una Kitri impresionante: sensual, carismática y técnicamente perfecta, en una de las piezas más exigentes del repertorio. Interpretaron luego el Pas de Deux del ballet “El Talismán” (1889), también de Petipa, con la solidez y espectacularidad que los caracterizó también previamente.

Los cubanos Viengsay Valdés y Víctor Estéves, quienes redundaron en la limpidez del clásico más clásico de todos: el famoso “Don Quijote” (1869) de Petipa. Foto: Carlos Villamayor.

Los cubanos Viengsay Valdés y Víctor Estéves, quienes redundaron en la limpidez del clásico más clásico de todos: el famoso “Don Quijote” (1869) de Petipa. Foto: Carlos Villamayor.

Viengsay Valdés, el Pas de Deux de "El Talisman". Foto: Carlos Villamayor.

Viengsay Valdés, el Pas de Deux de «El Talisman». Foto: Carlos Villamayor.

Del Stuttgart Ballett, el simpático canadiense Jason Reilly hizo reír a la audiencia con “101 Steps” una atractiva obra de Eric Gauthier (1977) que pone en cuestión los pasos y las estructuras de la danza clásica: ante de comenzar, una voz en off indicó que existen 101 pasos que deben respetarse. A lo largo de la obra, la voz fue dictando a Jason qué número de paso debía realizar, mientras la música iba tomando cada vez mayor velocidad. Fue divertida la interacción entre el bailarín y esa voz, que lo fue instando a esforzarse cada vez más hasta que el bailarín, magnífico y muy gracioso en su interpretación, cayó agotado en el piso, moviendo intermitentemente una mano, como si hubiera sido electrificado. “Ese, señoras y señores, fue el paso 101”, dijo la voz al final.

El simpático canadiense Jason Reilly, del Stuttgarter Ballett, hizo reír a la audiencia con “101 Steps”, una atractiva obra de Eric Gauthier (1977). Foto: Carlos Villamayor.

El simpático canadiense Jason Reilly, del Stuttgarter Ballett, hizo reír a la audiencia con “101 Steps”, una atractiva obra de Eric Gauthier (1977). Foto: Carlos Villamayor.

Luego, con su partenaire Anna Osadcenko interpretó el dúo de “Fanfare XL”, de 2009, del joven coreógrafo inglés Douglas Lee (1977). Con música de Michael Nyman (1944), se trató de una bella interpretación de una coreografía abstracta, de impronta neoclásica, con reminiscencias en algunos recursos de movimiento al estadounidense William Forsythe: más exactamente me remontó a su obra “In the Middle, Somewhat Elevated”, de 1987, que también se sustenta en una danza veloz y casi gimnástica, de figuras fuertes y enérgicas.

Jason Reilly con su partenaire Anna Osadcenko interpretó el dúo de “Fanfare XL”, de 2009, del joven coreógrafo inglés Douglas Lee (1977). Foto: Carlos Villamayor.

Jason Reilly con su partenaire, la impresionante Anna Osadcenko interpretó el dúo de “Fanfare XL”, de 2009, del joven coreógrafo inglés Douglas Lee (1977). Foto: Carlos Villamayor.

Y le llegó al turno a mi favorito, para qué negarlo. El tan mentado Sergei Polunin, hoy estrella del Stanislavsky Ballet de Moscú. Primero se abrió paso en el escenario en la variación masculina de “Coppelia”. Un Franz simpático y principesco, que bailó como cualquier mortal respira: sus saltos fueron monumentales; sus giros, destrezas distinguidas y rotundas. Todo en él fluyó como el agua de una cascada. El fluyó simplemente a través de la coreografía e hizo suyo un escenario que casi le quedó chico. Polunin es magnífico, pero diría yo, no tanto porque baila, sino porque parece olvidarse de que está bailando: es “esa-cosa-que-él-hace”, con una humildad y una imponencia que ponen la piel de gallina. Se retiró del escenario, cual galán, tirando un beso con una mano, que despertó hartos suspiros en la platea femenina.

Un Franz simpático y principesco, que baila como cualquier mortal respira. Así fue Polunin en la variación masculina de "Coppelia". Foto: Carlos Villamayor.

Un Franz simpático y principesco, que baila como cualquier mortal respira. Así fue Polunin en la variación masculina de «Coppelia». Foto: Carlos Villamayor.

Finalmente, interpretó el Pas de Deux de “Diana y Acteón”, una pieza coreografiada en 1886 por Marius Petipa para un ballet llamado “Esmeralda”, creado originalmente por Jules Perrot en 1844. En esta ocasión se interpretó la versión rusa, arreglada por Agrippina Vaganova en 1931, con música de Pugni. Su partenaire fue la deliciosa bailarina argentina Luciana Barrirero, quien, a pesar de algunos nervios que la traicionaron en su interpretación -verdaderamente, no todos los días se baila con Sergei Polunin-, salió adelante perfectamente airosa y ofreció una refinada versión de Diana. Luciana es una artista maravillosa a quien esperamos ver como protagonista cada vez en más puestas.

El Pas de Deux de “Diana y Acteón” (1931), a cargo de Sergei Polunin y la preciosa Luciana Barrirero, figura del teatro Colón y a quien esperamos seguir viendo en roles protagónicos. Foto: Carlos Villamayor.

El Pas de Deux de “Diana y Acteón” (1931), a cargo de Sergei Polunin y la preciosa Luciana Barrirero, figura del teatro Colón y a quien esperamos seguir viendo en roles protagónicos. Foto: Carlos Villamayor.

Polunin, como Actéon. Sin palabras. Foto: Carlos Villamayor

Polunin, como Actéon. Sin palabras. Foto: Carlos Villamayor

Luciana Barrirero, una estrella en ascenso. Foto: Carlos Villamayor.

Luciana Barrirero, una estrella en ascenso. Foto: Carlos Villamayor.

La sorpresa

Fue extremadamente corpóreo el anticipo del espectáculo “Kings of Dance” que traerá Grupo ARS para 2014. De pronto, en el intervalo aparecieron algunos videos en pantalla gigante de los maravillosos Iván Vasiliev, Marcelo Gomes, Daniil Simkin y Guillaume Côté. Y, finalmente, el anuncio de una mega-sorpresa. El propio Daniil apareció en el escenario y regaló al público dos obras: la variación masculina del Cisne Negro y de “Stars And Stripes”, una oda de Balanchine al espíritu estadounidense. Se viene para él el año que viene una nueva producción –“Intensio”, de la que seguramente pronto tendremos más novedades.

Imposible pedir más.

Daniil Simkin apareció en el escenario y regaló al público la variación masculina del Cisne Negro. Foto: Carlos Villamayor.

Daniil Simkin apareció en el escenario y regaló al público la variación masculina del Cisne Negro. Foto: Carlos Villamayor.