A.MO.VER: El cuerpo como tecnología

Maximiliano Wille, Adrián Salinas, Demián Basualdo, Araceli Márquez y Melina Masnatta, todos provenientes de disciplinas que suman la música, la danza y el audiovisual, fundaron este colectivo de trabajo e investigación del vínculo entre cuerpo, tecnología y movimiento. «Queremos transformar la percepción de la tecnología como un espacio de potencia, más que de pasividad», indican.

sábado, 29 de noviembre de 2014 | Por Maria José Lavandera

Con un nombre por demás elocuente, el grupo A.MO.VER, quizás una combinación entre las palabras «amo», «mover» y «ver» – será que el amor, el movimiento y el ver en tanto ejercicio de observación son una serie de facetas de lo mismo-. El caso es que Maximiliano Wille, Adrián Salinas, Demián Basualdo, Araceli Márquez y Melina Masnatta, todos provenientes de disciplinas que suman la música, la danza y el audiovisual, fundaron este colectivo de trabajo e investigación del vínculo entre cuerpo, tecnología y movimiento, a propósito de una residencia en el Festival Internacional de VideodanzaBA 2013, coordinada por Edgardo Mercado y Augusto Zanella.

«MOVIMIENTO E IMAGEN
dan
LUGAR

A mover es amar ver

mover es persuadir
dar paso a la alteración
para ocupar otro lugar
inducir, afectar, hacer.
andar, brotar, ocasionar cosas
el cuerpo facilita eso

amar es querer, es hacerlo, es sentir,
aficionarse, construir, ser afín
y al fin también
el cuerpo facilita eso

a mover
amo ver

amo hacer
y ser»

***

Maximiliano Wille, «el» músico del equipo y docente e investigador, miembro del equipo de investigación en Tecnología Aplicada a la Danza, donde experimenta con tecnología multimedia interactiva aplicadas a la escena, a través del software Isadora, cuenta que fue una forma de profundizar sobre marcos que ellos ya transitaban y combinarlos con la idea de recorrer los conceptos «memoria, cuerpo, imagen». Araceli, bailarina, comenta: “Lo interesante fue cómo cada uno desde su lugar pudo aportar y generar entre todos el cruce, que era la idea que tenía el festival. Fue así que se hizo un trabajo re interesante”. Al cabo de la residencia, cada equipo llevó a cabo una performance en el Centro Cultural Haroldo Conti. Melina, especialista en educación y tecnología y bailarina, cuenta que el resultado fue tan bueno que se quedaron con ganas de continuar el trabajo.

El resultado fue una proyección en las escaleras del hall de entrada del centro, en el que se vislumbran dos sombras proyectadas. Una de ellas, en tono potente, indica a su compañero qué debiera hacer en situaciones cotidianas: «paráte bien» o «¿podés bajar los pies de la mesa?». La proyección luego encuentra una figura que se adentra en un espacio abandonado. Los intérpretes se hacen presentes como buscando. Mientras figuras humanas lumínicas se pierden movedizas entre los escalones, que luego se transforman en un enrejado. Voces relentadas y deformes van oprimiendo la escena. Dos cuerpos presentes, se temen, escalan, parecen querer escapar. Se suman ruidos metálicos, potentes, que matizan un tono siniestro. Un hombre queda solo, él y su proyección, intentando un salto. Antes de que pueda hacerlo, un grito percusivo.

Parte de su investigación tiene que ver con el nexo entre danza y mediación tecnológica, y, en relación a ello, una reflexión sobre el mundo actual y su dependencia de los dispositivos como prótesis corporal para vivir nuevas experiencias.

Pensar el dispositivo

Adrián, artista multimedia y performer, explica su punto de vista: “El dispositivo tecnológico te permite posibilidades de creación que no podés hacer con el cuerpo simplemente» y suma Araceli: “Amplía las posibilidades que tiene el cuerpo en escena. La imagen permite como se puede llevar a otros horizontes. Tenía que ver con traer espacios, traer imágenes de otros lugares, tomar sonidos. Esos registros espaciales y sonoros servían para ampliar algo que en un solo lugar no se puede mostrar”.

Melina indaga, asimismo, en la responsabilidad de la tecnología en la construcción de una memoria tanto personal como colectiva, lo cual modifica la potencia perceptiva de los cuerpos: “Nos preocupa qué experiencias estamos teniendo nosotros desde lo sensorial y en relación a la realidad. En definitiva es intervenir algo de esa realidad. Hoy, le dejamos la memoria colectiva e individual a la tecnología. Depositamos ahí y dejamos de estar activos en el pensamiento de alguna manera. Nosotros pensamos mucho en cómo la memoria es una intervención activa y eso que recordás es resignificado todo el tiempo. En este sentido tenemos una mirada crítica. La tecnología protética tiene estas posibilidades de expansión y expresivas, de experimentación, pero no podemos dejar de recordar que también el cuerpo es una tecnología y, como tal, tenemos la emoción y un montón de historias, subjetividades interviniendo”.

Este 2014 llevaron adelante diversos proyectos. Participaron del Educaton, de FLACSO, una propuesta netamente virtual que indaga en el cruce entre educación y nuevas tecnologías: “Recuperamos mucho nuestras reflexiones y cómo trabajar nuevos lenguajes expresivos, como la palabra, la poesía”, cuenta Melina. Llevaron adelante una intervención virtual a través de la que buscaron, a partir de las tecnologías, recomponer un recuerdo universal. De tal modo, convocaron a quien deseara unirse  a plasmar sus recuerdos sensoriales sobre la escuela a través de diferentes formatos -textos, audios, videos-, material a partir del cual elaboraron una performance que problematizó el lugar del cuerpo y los sentidos en la escuela, en términos de identidad y memoria expandida. La hipótesis que barajaron rondaba en si es posible recomponer un recuerdo universal a través de las tecnologías. 

También contaron con la entrevista performática a Maida Withers, artista paradigmática en el cruce de danza y tecnología como medio expresivo. Araceli moderó el encuentro interactivo en que las respuestas de Maida no siempre fueron habladas, sino que danzadas y proyectadas a través del software Isadora: «Surgió algo re interesante, porque empezó a jugar con esta propuesta. Apareció un diálogo entre las dos, una improvisación entre ambas entre palabra y movimiento. Maxi hacía un loop del video en vivo y lo iba utilizando. Adrián filmaba y, a la vez, lo filmábamos a é y con Isadora lo proyectamos. De fondo estaba todo eso que sucedía en tiempo real. Había como una escenografía viva”.

A su vez, en la Bienal Kosice, realizada en septiembre en pos de estimular la realización de proyectos artístico-tecnológicos, se presentaron con el proyecto «GameOn!», un espacio en que se buscan analizar las distintas posibilidades de interacción que se pueden dar entre el arte tecnológico y los videojuegos:“Una de nuestras premisas es pensar un usuario/espectador activo y que esté participando en la obra. Otra es el cuerpo como tópico: que el público pueda manipular, a través de hilos, a un bailarín, y que aquello que se invisibiliza con la tecnología se visibilice con algo más rústico”.

Colectivo "A.MO.VER", Melina Masnatta, Maximiliano Wille y Adrián Salinas. En las pantallas, Araceli Márquez y Demián Basualdo. Foto: Revol.

Colectivo «A.MO.VER», Melina Masnatta, Maximiliano Wille y Adrián Salinas. En las pantallas, Araceli Márquez y Demián Basualdo. Foto: Revol.

A.MO.VER se plantea entonces como un espacio de reflexión respecto de la tecnología y su poder de interactuar con el cuerpo y sus posibilidades de movimiento de un modo activo. Dice Demián: «Pensamos cómo nos podemos imaginar un futuro desde un lugar activo en torno a las tecnologías y el cuerpo. Se está dando un cambio paradigmático en términos de la intervención del arte en la tecnología, la educación. Son los motores que disparan nuestro trabajo». Melina aporta: “El colectivo me aporta para entender que si en la cultura escolar el cuerpo estuvo siempre rezagado, la cultura digital trae otras formas de experimentación, de participación, la intersección es el cuerpo. Maida nos mostró una serie de dispositivos a través de los que entendemos que ya las interfaces, las tecnologías buscan el movimiento, más allá de Isadora que está dedicado a algo más performático, hay que pensar que todo fluye hacia la movilidad y ésta interpela el cuerpo de una manera diferente”.

En última instancia, la combinación entre danza y tecnología genera grietas que pueden transformar los conceptos de cuerpo, movimiento y de la tecnología misma. Proponen pensar la tecnología en clave de movimiento para resignificar su utilización y su futuro socio-cultural, desafiando la tesis de que las tecnologías parecerían hacer más pasivo al ser humano: la idea es, así como el cuerpo es tecnología en movimiento, es interesante comenzar a concebir aquellas como motores de acción que, al entrar en diálogo con cuerpos activos, los ponen en uso y control de esa herramienta. Se trata de transformar la percepción de la tecnología como un espacio de potencia, más que de pasividad. La danza como manifestación artística que la pone en uso y reorganiza sus usos y posibilidades puede ser un breakthrough, según Melina: “Se trata de vivir la experiencia de la tecnología como medio expresivo, ante todo. Es tratar de salir de esos usos comunes prefijados y seteados y usarla de otra manera para la que no estaría pensada. Y también es reinventar la danza. Es ofrecerle otras posibilidades de expresarse y replantear lo que significa el cuerpo como dispositivo generador de significado”.