Analía González, coreógrafa de «El Choque Urbano»: «Creo fervie

Por María José Lavandera Analía González tiene carrera ecléctica y estimulante. Comprender su historia lo trasporta a uno a múltiples escenarios y posibilidades. Te dan ganas de ponerte a bailar. Una niña inquieta que se convirtió una bailarina trabajadora y creativa. Y desde los dieciséis años, docente. Y se formó sin parar desde los tres, […]

viernes, 26 de julio de 2013 |

Por María José Lavandera

Analía González tiene carrera ecléctica y estimulante. Comprender su historia lo trasporta a uno a múltiples escenarios y posibilidades. Te dan ganas de ponerte a bailar. Una niña inquieta que se convirtió una bailarina trabajadora y creativa. Y desde los dieciséis años, docente. Y se formó sin parar desde los tres, edad en que la danza entró en su vida.

Creadora de su propia compañía, el C.E.M, Analía también es la directora coreográfica de “El Choque Urbano”, la exitosísima compañía que indaga en el movimiento a partir de música percusiva realizada con diversos objetos.

Actualmente se están presentando en Tecnópolis, con talleres para chicos –la Fábrica de Sonidosy espectáculos con entrada libre y gratuita. Y ya nos promete un cuarto espectáculo.

R: ¿Cómo te acercaste a la danza? ¿Qué edad tenías y cuál era tu motivación de entonces?

A: Empecé a tomar clases de danza a los tres años y a partir de ahí nunca abandoné. Era una nena demasiado inquieta y con muchísima energía. Mi mamá consultó con el pediatra porque ya no sabía qué hacer conmigo y el médico le dijo: “Mándela a danza”, y así fue cómo empecé….por prescripción médica.

R: Tuviste una carrera ecléctica: pasaste por diversos estilos y además, distintos tipos de trabajo con el movimiento: en la TV, en comedias musicales y además, sos coreógrafa y docente: ¿qué momentos de tu carrera fueron claves para definirte?

A: Hasta hace unos años viví en Tigre. Cuando era más chica no era fácil mantener una carrera estable en alguna institución oficial, las distancias no eran compatibles, con una familia trabajadora y con una madre con más hijos. Lo intentamos pero no pudimos sostenerlo, por lo tanto mis primeros años de formación fueron con maestros de zona norte, y también conociendo otras disciplinas que te ofrecen en los estudios de danza. El ballet y el jazz fueron mis pilares de pequeña.

Cuando cumplí 13 años empecé a viajar sola y ahí mi carrera empezó a tomar otro camino. Siempre fui muy ansiosa y trabajadora, entonces tomaba clases de todo lo que podía.

Mi primer momento significativo fue cuando mi maestra de Tigre me anotó para hacer un curso anual en el Teatro San Martín, el integral de danzas, donde tenía cinco disciplinas y excelentísimos maestros. Y, además, tomaba clases todos los días en Capital. Cuando iba a rendir el examen para el Taller, me gané una beca a Brasil y no lo dudé, me fui. Ese fue otro momento revelador: conocer a Roselie Rodriguez, descubrir la danza contemporánea en Brasil y encontrar claramente lo que yo quería hacer como bailarina, encontrar el lenguaje con el que podía ser libre y feliz.

A partir de ahí, Brasil fue como mi segundo hogar. Toda esa época, la de bailarina y estudiante, bailé en teatro musical, tv, compañías, cruceros, hice cosas horribles y hermosas, hice todo lo que el cuerpo y el espíritu me permitieron, de todo aprendí, de nada me arrepentí. Uno se construye en la vivencia, por eso creo fervientemente en el HACER, somos obreros del arte. Fui una estudiante nómade y eso me permitió con el tiempo crear mi lenguaje como docente, gracias a los enormes maestros que tuve: Adolfo Colque, Roselie Rodriguez, Liliana Cepeda, Wasil Tupin, Fredy Romero, Mabel Spert, entre otros.

Por otra parte comencé a dar clases desde muy chica, a los 16 y nunca dejé. La docencia, para mí, es mi refugio, es mi eje, es el lugar donde más segura y feliz me siento. Los alumnos me generan adrenalina, compromiso, responsabilidad, exigencia y gratificación. La docencia me salva. Y el rol de coreógrafa y/o directora es el desafío, la creación, el corazón en las manos, es el lugar donde me encuentro con el arte, cara a cara.

Creo que  escucharse a tiempo te permite vivir esta carrera con dignidad, que es lo fundamental. En mi caso fue muy claro: cuando me bajé del escenario, sentí la necesidad de dirigir. Y en la dirección encontré lo que ya no encontraba bailando, me volví a sentir plena.

"Pies para volar", C.E.M. Compañia de Danza. Foto: Nicolás Foong.

«Pies para volar», C.E.M. Compañia de Danza. Foto: Nicolás Foong.

R: Como docente, ¿qué es lo más importante que creés que tus alumnos deben entender de la danza?

A: Como docente intento que el alumno encuentre en la clase el escenario, que viva ese momento como único, que además de entrenar y aprender un lenguaje, ¡baile! Trato de que descubran sus herramientas y las aprendan a usar, y creo que lo fundamental para eso es la confianza. Intento que no vean en la técnica al enemigo ni al mejor amigo, sino la que les permita llegar a determinados lugares, la que les haga el camino más fácil. Y que se busquen, que se escuchen, que se permitan, porque entonces así podrán llegar a un estado y entonces veremos a la persona que baila y no sólo al bailarín. Si uno encuentra la dicha bailando, no hay que entender mucho, simplemente pasa…Un bailarín no debería sentir que su carrera es sacrificada, que muchas veces pasa, ni tampoco aferrarse a lo elitista que es esta rama del arte. Por eso como docente, acompañar, contener y dar confianza es fundamental.

"Después del sol", la obra que fue elegida por Mauricio Wainrot para el programa tripartito que presentó para el Ballet del Teatro San Martín, junto a Anabella Tuliano y Juan Onofri Barbarto. Foto: Carolina Vitta.

«Después del sol», la obra que fue elegida por Mauricio Wainrot para el programa tripartito que presentó para el Ballet del Teatro San Martín, junto a Anabella Tuliano y Juan Onofri Barbato. Foto: Carolina Vitta.

R: Como coreógrafa, ¿qué imágenes te movilizan? ¿Cómo comenzás tu trabajo creativo?

A: La plástica es muy importante en mis procesos creativos. Me acompaña, me dispara, me guía. Cada proceso tiene su particularidad, pero por lo general me gusta empezar escuchando la música y escribiendo, de ahí inmediatamente aparecen las imágenes y a partir de ellas el desarrollo del movimiento. Con mi compañía, la C.E.M., tenemos un código de trabajo excelente, los procesos suelen ser bellísimos. Los conozco como personas y además como bailarines, entonces la creación es muy a flor de piel, siempre. Cuando me toca trabajar con otras compañías donde no se cómo son los bailarines, qué los mueve, cómo se mueven, me genera un abismo total. Me es imprescindible conocer a las personas con las que voy a trabajar, llegar a ellas, así que ese es mi primer paso, conocerlas, luego viene la incorporación y apropiación del lenguaje y, por último, la creación.

Egon Schielle, coreografía para el Ballet Argentino de Julio Bocca.

Egon Schielle, coreografía para el Ballet Argentino de Julio Bocca.

R: Hablando de «El Choque Urbano», ¿cómo es el trabajo de una nueva obra, siendo que integran diversas disciplinas, en términos teatrales y musicales, y en este sentido, objetos diversos?

A: El equipo creativo de «El Choque…» es el mismo desde hace once años, Santiago [Ablín] en la dirección musical, Manuel [Ablín] en la dirección general y yo, en la coreográfica. Después, según lo que la obra amerite, se incorporan escenógrafos, asistentes de dirección, vestuaristas, realizadores, etc. En el proceso que vivimos como equipo hemos aprendido muchísimo, cambiado, mutado. Generalmente partimos de una idea que la baja Manuel y a partir de ahí cada uno empieza a trabajar en su área de manera individual. Luego  empiezan las reuniones creativas, en las que  proponemos  y trabajamos en equipo. Después viene el trabajo con el grupo, casi de la misma manera, primero las áreas por separado, y después el ensamble, que es lo más difícil. Son procesos arduos e intensos pero de mucho aprendizaje.

Baila! de El Choque Urbano. Foto: Bauty Torres

Baila! de El Choque Urbano. Foto: Bauty Torres

R: ¿Cómo fue el proceso de asentamiento y descubrimiento de la identidad de «El Choque…»?

A: «El Choque…» se formó en plena crisis del 2001, cuando estábamos casi sin trabajo, desorientados política y artísticamente. Un momento difícil. Generamos este espacio por dos necesidades: la de tener  un lugar de investigación y creación y trabajo. Nunca pensamos que «El Choque…» iba a ser lo que es hoy. Todo se dio de manera natural, fue creciendo, nos fuimos desprendiendo de nuestro disparador –Stomp, empezamos a querer contar más, apareció el teatro, la posibilidad de traer maestros a la compañía para formarnos en áreas desconocidas, la incorporación de nuevos artistas que venían de otros palos  y que generaban un enriquecimiento tremendo para el grupo, los ciclos, las obras, los viajes… ¡Uh! ¡Un montón! Pero creo que lo fundamental fue siempre el trabajo, nunca paramos, y hemos vivido momentos mágicos e intensas crisis, pero el motor nunca se paró. Manuel y Santiago son los pilares de la compañía, los que nunca bajan los brazos y laburan sin parar. Hoy el grupo esta fuerte, consolidado, con la camiseta puestísima. Siento que hay Choque para rato… (risas)

El Choque Urbano, en Tecnopolis, donde este año repiten la experiencia. Foto: Gentileza Analía González.

El Choque Urbano, en Tecnópolis, donde este año repiten la experiencia. Foto: Gentileza Analía González.

R: ¿Qué desafíos presenta a los cuerpos y al movimiento, desde tu perspectiva como coreógrafa, el tipo de propuesta de «El Choque…»?

A: Como coreógrafa me costó muchísimo encontrar el lenguaje que encajara para el tipo de propuesta de «El Choque…» y, ante todo, el tipo de música. La primera obra, Fabricando Sonidos, tuvo un trabajo de puesta coreográfica efectista y prolija, costó muchísimo porque los artistas eran en su mayoría músicos y no tenían mucha data de movimiento, pero se trabajó muy bien. Para la segunda, La Nave, nos asociamos con Luciano Rosso, también bailarín e integrante en ese momento del grupo e hicimos una investigación súper interesante con al compañía, encarando un  trabajo físico muy intenso y la improvisación. Para Baila! incorporamos a la C.E.M., la compañía que dirijo. Manuel quería incorporar bailarines para esta obra y para mí fue una gran oportunidad. Siento que en esta  apareció la danza en «El Choque…» de una manera más palpable y real. Y la fusión fue increíble. Con los bailarines estamos convencidos de que «El Choque…» tiene su propio lenguaje: no bailan contemporáneo, jazz, hip hop, folklore, sino que fusionan un poco todo. El movimiento es como la música del grupo, explosivo, feliz. Recién ahora estoy conforme con los resultados en esta búsqueda de lo que fue encontrar un lenguaje coreográfico para «El Choque…».

Baila! de El Choque Urbano, un querido espectáculo por Analía, en el que se incluyó la C.E.M, su compañía. Foto: Bauty Torres.

Baila! de El Choque Urbano, un querido espectáculo por Analía, en el que se incluyó la C.E.M, su compañía. Foto: Bauty Torres.

R: De todos los espectáculos que han presentado, ¿cuál es el que más te ha llegado? ¿Hay alguno que te haya constituido un desafío particular?

A: Baila! sin duda fue muy especial para mí. Más allá de que tuve mucha libertad y posibilidad para poder crear la coreografía, el espectáculo en sí tiene una propuesta tremendamente noble como la niñez, los recuerdos, la infancia, la celebración de la vida. Fue mi primera creación como madre, ¡con mis hijos gateando por la sala de ensayo! Y fue aquel que me dio la oportunidad, como ya dije, de que aparezca con claridad la danza en la compañía. Y el desafío de integrarla a las otras áreas que tan bien maneja «El Choque…», y que no sea el ballet y la orquesta.

Baila! de El Choque Urbano. Foto: Bauty Torres.

Baila! de El Choque Urbano. Foto: Bauty Torres.

R: ¿Cómo es la experiencia actual en Tecnópolis, donde la gente tiene tanta interacción con ustedes?

A: Tecnópolis es un lugar increíble, realmente. Y lo interesante además es que ofrece la posibilidad de brindar el espectáculo gratis para la gente, que no es poco. Es maravillosa la respuesta, respetuosa, festiva, emocionante. El predio en el que estamos, se inauguró este año y es para 7000 personas. Está lleno todos los días. Eso es una posibilidad inmejorable para nosotros y para la gente acceder a espectáculos de manera gratuita. Muchos no tienen idea de lo que es Tecnópolis, pero deberían tener la curiosidad de conocerlo, porque realmente es sorprendente y emocionante tener en nuestro país un lugar así.

El Choque Urbano, en Tecnopolis. Foto: Gentileza Analía González.

El Choque Urbano, en Tecnópolis. Foto: Gentileza Analía González.

R: ¿Qué se viene para Analía, como coreógrafa? ¿Y para el Choque?

A: Estoy trabajando con mi compañía, la C.E.M. en una nueva obra, Rayuela, que pensamos estrenar antes de fin de año. Además, sigo dando clases en el estudio de Olga Ferri y seminarios en el interior, y con «El Choque…», después de cumplir con algunos compromisos laborales y fechas que tenemos, estos meses vamos a empezar a gestar nuestra cuarta obra…¡Qué bien!