Bailando en la escuela: desafíos de la danza como materia curricular

A mitad de agosto de 2015, Brasil sorprendió con una iniciativa clave para el desarrollo infantil: incluir la danza en la curricula de las escuelas primarias. En Argentina, algunas propuestas siguen estos pasos. Especialistas y maestros creen que es un esfuerzo de enormes beneficios.

lunes, 07 de septiembre de 2015 | Por Estefanía Lisi

«No sé… Me siento muy bien. Al principio estoy agarrotado, pero cuando empiezo a moverme lo olvido todo. Y… es como si desapareciera, como si desapareciera y todo mi cuerpo cambiara. Como si tuviera fuego dentro y me veo volando, como un pájaro. Siento como electricidad. Sí, como electricidad.» –

«Billy Elliot«, en el famoso film, durante la prueba de admisión del Royal Ballet School, cuando responde a un miembro del jurado qué siente al bailar.

 

Desde hace tiempo, la danza ocupa un lugar privilegiado en la vida de muchas personas que la eligen día a día. Y con la inclusión de la disciplina y sus diferentes estilos en instituciones de nivel secundario especializadas -como las escuelas públicas Aída V. Mastrazzi o Jorge Donn, en la Ciudad de Buenos Aires-, ha surgido –para algunos de manera implícita y para otros, no tanto- la posibilidad de implementar la danza y el movimiento como materias formales en colegios primarios.

Siguiendo el ejemplo de países vecinos como Brasil, en donde hacia mitad de agosto de 2015 se aprobó en la Cámara de Diputados un proyecto de ley que solicita que la danza y el teatro sean concebidas como asignaturas obligatorias en la escuela primaria, podríamos augurar que Argentina se prepara para un especial cambio de paradigma en la manera de pensar la enseñanza del movimiento para los más jóvenes. En julio de este año también el brillante coreógrafo británico Wayne McGregor lanzó, junto al gobernador de Londres, Boris Johnson, un nuevo módulo sobre danza para la currícula oficial de las escuelas de la ciudad. Desarrollado combinación con Sadler’s Wells, el programa de danza está dedicado a chicos de entre 11 y 14 años e incluye visitas a organizaciones miembro de la comunidad dancísitica -como el Royal Opera House-, así como también workshops y clases con artistas y coreógrafos.  

En este aspecto, vale la pena destacar algunas iniciativas puntuales con las que Revol ha tomado contacto, y que permiten repensar el papel de la danza y su influencia cognitiva en los primeros años de formación de las personas. Fue la historia de Florencia Larrosa (26) que operó como puntapie inicial. Ella, bailarina y profesora de danzas, logró instaurar un taller de danzas formal en una escuela de integración de Concepción del Uruguay (Entre Ríos).

La danza, a través del movimiento, ayuda a pensar con el cuerpo. Crea un espacio de sensibilización y transformación de uno mismo y en relación al prójimo. Foto: Gentileza Florencia Larrosa.

La danza, a través del movimiento, ayuda a pensar con el cuerpo. Crea un espacio de sensibilización y transformación de uno mismo y en relación al prójimo. Foto: Gentileza Florencia Larrosa. Ph: Clara Chauvin

La danza y su doble función: como un juego y, a la vez, una herramienta

“Una de las cosas más destacables de este taller es que se brinda en el marco de la implementación de escuelas Nina, que son instituciones en las cuales las jornadas escolares se extienden desde las 8 hasta las 16 horas. El nombre alude a una docente universitaria fallecida, Nélida Nina Landreani, y la función de estas escuelas es insertar a niños de situaciones marginales lo mejor posible, evitar la deserción y cuidarlos desde un lugar de contención primordial”, explica Florencia sobre el curso de danza y expresión corporal que dicta desde abril.

Respecto de las características del taller, la joven hace hincapié en su carácter divertido y, a la vez, formador. “El taller es muy dinámico, ya que no solo está enfocado en la danza, sino también en los juegos, la improvisación y otras técnicas como los malabares, ideales para el aprendizaje de las dimensiones del espacio. El trabajo en grupos es esencial, porque de esa manera se crea sentimiento de identidad y confianza en el grupo de pares. Los chicos aprenden a trabajar juntos, sin que las limitaciones físicas sean un problema y respetando los tiempos de sus compañeros.

Esto, llevado a la complementación de la educación formal, hace que la timidez se vaya esfumando, que el alumno se gane confianza y se enriquezca su lenguaje y uso de la mímica más ampliamente”, sostiene.

En relación a los indicadores que más influyeron a la hora de pensar en la danza como una materia más en la escuela, Florencia nos cuenta: “Básicamente, que funciona como una alternativa a la educación física y que es una disciplina sumamente integral, ya que logra la conexión entre cuerpo y mente y te posiciona en otro lugar. Los niños que conocen su cuerpo, pueden enfrentar la realidad desde un espacio diferente, se paran frente a la vida de otra manera, sobre todo los niños que vienen de realidades crudas y situaciones extremas. Además, la danza enriquece el desarrollo cognitivo -a través del juego y la memorización-, y se postula como un ejercicio clave en el desarrollo psicomotriz del infante”.

Sobre la danza como materia formal en la educación primaria

“Sabemos que el movimiento estimula, entre otras cosas, el crecimiento sano de nuestro cuerpo en general y el buen funcionamiento de nuestros órganos y glándulas, así como la buena oxigenación. También sabemos que el arte incentiva a la creación y a expresión. La danza conjuga estos elementos y es una herramienta para la comunicación con nosotros y con el entorno”, nos comparte Elena Tato, creadora de la Tecnicatura Superior en Artes Comunitarias del Movimiento junto a Carolina Fontenla, Magali Canosa,Edgar Narvaez y Roberto Tamburrini, una especialización profesional independiente de la Universidad Nacional de las Artes (UNA). “La inclusión en la educación primaria permitirá a los niños tener una mejor percepción de su cuerpo y del espacio que ocupa. Al bailar y compartir el espacio en movimiento, comprenderá la importancia de tener en cuenta el entorno. Deberá tomar conciencia del cuidado que hay que tener con nuestro cuerpo y el del otro. A partir de varias técnicas de movimiento se agudiza la comunicación y la escucha. Se trabaja en conjunto. En la época en la que nos encontramos, lo más importante es crear redes de comunicación, de respeto y de cuidado. A partir de trabajar el cuerpo y la expresión artística llegamos a valorarnos y a escuchar la necesidad del otro, además de la nuestra”, señala Elena.

Por otro lado, para Mariel La Salvia, profesora de la escuela de danzas Aída V. Mastrazzi, “uno de los objetivos de la escuela es la socialización de las personas, lograr que el alumno pueda comunicarse con los otros y a partir de allí conocer y establecer reglas y códigos para la vida en comunidad. Para esta comunicación, la escuela se ocupa del lenguaje escrito, el oral y también debería ocuparse del lenguaje corporal. Este trabajo debe estar dictado por un especialista en danza, no por la maestra del curso, el profesor de música o el de educación física”.

Mariel enseña danza clásica y contemporánea en aquella institución formal, donde todos los días se enfrenta “al desafío de que más allá de la enseñanza de conocimientos técnicos a los alumnos, se logre un verdadero intercambio de experiencias cognitivas, emocionales y relacionales, que posibiliten la construcción de personas libres y creativas, con capacidades para tomar decisiones y adaptarse a las diferentes circunstancias”.

“La danza, con el cuerpo como instrumento, es uno de los lenguajes más honestos. El cuerpo no miente; dejando a la vista problemáticas que de otro modo son más difíciles de descubrir”, sostiene Mariel. “En la comunicación corporal se aprende el respeto por las diferencias. Además, la danza posibilita un conocimiento del tiempo, el cuerpo y el espacio distinto que el mero discurrir teórico. Es la llave de acceso a un mundo creativo en tres dimensiones y con múltiples actores”, añade.

También recurrimos a la opinión de Gabriela Demonte, bailarina, docente y coreógrafa involucrada en la idea de la danza como agente social en procesos de educación y salud. “No creo que sea posible insertar a la danza como materia en un sentido meramente académico. Me parece que en la escuela pública sería hermoso y riquísimo que los chicos pudieran tener un espacio para la danza concebida desde su característica más natural: la que traen los chicos, no sólo a nivel social la que bailan, conocen y disfrutan, sino la que producen o pueden producir por el placer del movimiento, su composición y su exploración. Sumado a esto, la diversidad cultural que permite conocer, valorar y enriquecerse con lo que el otro trae. Una danza que permita vivenciar diferentes lenguajes expresivos, auténticos, no estereotipados, que sea capaz de dejar ver la singularidad de todos y cada uno”, nos sugiere Gabriela, que hoy brinda clases de Expresión Corporal en el ámbito hospitalario.

Acerca de su experiencia como docente de talleres corporales en escuelas públicas, Gabriela admite que el trabajo es muy diferente al de cualquier instituto de danzas. “Los grupos suelen ser muy numerosos y la actividad está pautada para 50 minutos de clase, aproximadamente. Pienso que la escuela también puede funcionar como un primer acercamiento a la danza y luego, quien quiera, puede estudiarla más intensamente».

Y agrega: «Considero que la danza, entendida como lenguaje, es una herramienta más de expresión y aprendizaje, de encuentro con uno mismo y los otros. Y puede ser un agente de inclusión maravilloso. Siempre y cuando lo importante no sea adquirir tales o cuales técnicas, sino permitirse decir, disfrutar y conocer a través de este lenguaje. Tampoco desvalorizando lo técnico que es un recurso más, no un fin. Incluso pueden trabajarse los temas relativos a la conducta, a los roles o a la competencia por los lugares, logrando en los alumnos una mayor flexibilidad”, indica Gabriela.

Gabriela Demonte, con alumnos de la escuela IRTE. Foto: Gentileza Gabriela Demonte.

Gabriela Demonte, con alumnos de la escuela IRTE. Foto: Gentileza Gabriela Demonte.

Las posibilidades de transformación e inclusión de la danza

Al ser consultada por la importancia de que los chicos reciban una educación del movimiento a través de la danza en sus primeros pasos, Florencia nos explica: “La danza muestra otra forma de concebir los espacios, la música y el cuerpo en sí. Cuando los niños toman real conciencia de las posibilidades que el cuerpo tiene, de que es nuestro aliado y de que nos permite hacer muchísimas cosas, es genial. Y además, de alguna manera, erradicamos el mito de que la danza es sólo ‘una cuestión de chicas’, apoyando a la inclusión de actividades en el género, sabiendo con total seguridad que la danza es cosa de todos. De hecho, algunos de mis mejores estudiantes son varones, con una apertura mental increíble, y el apoyo de sus compañeros es muy grande”.

“El arte, de por sí, es transformador. Si el niño puede crear, investigar y jugar con toda la comunidad de la escuela, le permitirá conocer, aceptar y valorar a todos por igual. Creo que la danza no debería quedarse nunca como una simple disciplina en donde acondicionamos nuestro cuerpo para realizar hermosos movimientos. Si podemos compartir nuestras vivencias con todos los miembros de la comunidad en la cual nos encontramos, nuestra creación será mucho más rica y beneficiosa. Al incorporar la materia de danza en la escuela primaria y aprovechar sus herramientas de comunicación, se debería contemplar también la posibilidad de crear un espacio en donde distintos niveles trabajen conjuntamente para promover la participación de la comunidad escolar, dando entonces lugar a una educación con mayor inclusión”, asegura Elena.

Cualidades claves de la danza para el aprendizaje

“El hombre, desde que es hombre, se mueve y baila. Antes de la palabra, estuvo el movimiento. La danza permite el conocimiento de uno mismo y del otro, posibilita la experimentación del espacio que ocupa uno y ocupa el otro, cómo es el encuentro, cómo se comparte o reparte ese espacio y cuáles son los límites. El movimiento colabora en la construcción del esquema corporal y su apreciación, posibilita vínculos y permite expresar temas o cuestiones que tal vez desde el lenguaje oral o escrito no se manifestarían”, menciona Mariel. “También, en la danza se libera energía y a su vez se aprende a dosificarla”, añade.

Por su lado, Gabriela coincide. “Si sentimos a la danza como un lenguaje que descubrimos y establecemos con la singularidad de cada uno, podemos vivir la libertad de crear y disfrutar, conociéndonos a nosotros y a los otros, valorándonos mutuamente. Podemos integrar las partes, tomar conciencia de que somos nuestro cuerpo y en nuestro cuerpo se mueve la vida, lo que sentimos y expresamos, lo que nos une y nos diferencia.

También podemos mejorar nuestras habilidades motrices, nuestro lenguaje verbal, nuestra percepción del espacio, los límites de los otros y los límites que nos establecen. Podemos mejorar otros aprendizajes, la relación con los otros, y con el espacio. Podemos apreciar la música y su belleza, también. Podemos integrar saberes y distintas miradas sobre el arte”, desarrolla Gabriela.

Elena aporta su concepción a este tema, en línea con la de sus colegas. “La danza nos ayuda a conocernos y a aceptarnos. El movimiento, que es el signo de la danza, permite poner en manifiesto todo nuestro cuerpo y desarrollar sus capacidades. A partir de la danza y el movimiento empezamos a relacionarnos con el cuerpo de una forma armónica y agradable, conociendo nuestras limitaciones y, sobre todo, reconociendo nuestras cualidades. Bailando, encontrando nuestra propia danza, satisfacemos nuestra necesidad de expresión y creación. Esto nos ayuda a transitar un camino a la inclusión real y a la aceptación de la diversidad en la comunidad”, menciona.

Florencia Larrosa, con sus alumnos. Foto: Gentileza Florencia Larrosa.

Florencia Larrosa, con sus alumnos. Foto: Gentileza Florencia Larrosa.

Un proyecto con final feliz

El camino que recorrió Florencia hasta la creación del taller fue largo, pero sin duda dio sus frutos. “Conté con muchísimo apoyo para poder hacerlo. La comunidad educativa es muy solidaria y abierta. El taller funciona muy bien y he recibido el afecto y aliento de mis compañeras desde el momento en que comenzamos con la iniciativa”, asegura.

“En cuanto a los chicos, están encantados, muy entusiasmados y aman bailar. El cariño en cada clase y la dedicación por parte de cada uno de ellos, hacen que todos los días de mi vida elija la docencia y la danza como profesión, por sobre cualquier cosa. El amor y la danza son los motores que mueven mi mundo”, concluye Florencia.

<La educación artística, una clave para el futuro>

En 1993, Howard Gardner desarrolló la teoría de las inteligencias múltiples, que define a la inteligencia de manera expansiva, tanto como la capacidad de crear un producto eficaz y ofrecer un servicio valorado en una cultura, como el conjunto de habilidades que hacen posible que una persona pueda resolver problemas en la vida. En este sentido, lo que se plantea es que muchas de estas inteligencias múltiples (entre ellas, la artística) no son ejercitadas en las escuelas tradicionales.

“El cuerpo de la danza no es un cuerpo adiestrado con un fin, sino un cuerpo sensible, emotivo, que acciona y reacciona, que toma decisiones y participa de forma individual y grupal. En un momento donde está tan de moda hablar de inteligencias múltiples, seguir negando el lugar de la danza en la educación primaria es una antigüedad”, aporta Mariel La Salvia sobre esta cuestión.

<PS Dance, un movimiento por la educación neoyorkina>

En abril de 2015, cinco escuelas públicas de la ciudad de Nueva York abrieron sus puertas para la filmación del documental PS Dance, que logra capturar lo que sucede cuando los jóvenes estudiantes tienen incluida la danza en su plan de estudios. Con el lema “La danza es para todos”, este proyecto busca instalar la educación de la danza en todas las instituciones públicas.