BELÉN PASQUALINI: LA ACTRIZ QUE DANZA

Cuando ella sonríe, uno sonríe. No por algo en particular, sino que es cálida e histriónica. Su calidad como artista se transmite casi por ósmosis, sólo al conversar un rato con ella. Belén Pasqualini es actriz, cantante y bailarina y una de las más promisorias figuras del teatro musical argentino actual. Ganadora del Premio ACE 2011 como “Revelación Femenina” por su actuación […]

jueves, 07 de febrero de 2013 |

Cuando ella sonríe, uno sonríe. No por algo en particular, sino que es cálida e histriónica. Su calidad como artista se transmite casi por ósmosis, sólo al conversar un rato con ella. Belén Pasqualini es actriz, cantante y bailarina y una de las más promisorias figuras del teatro musical argentino actual.

Ganadora del Premio ACE 2011 como “Revelación Femenina” por su actuación junto a Julio Chávez en “Sweeney Todd”, trabajó junto a los más grandes en algunos de los musicales más renombrados de los últimos tiempos: “Frustrados en Baires”, “Noche de Reyes”, “Despertar de Primavera”, “Eva, el gran musical argentino”, sólo por nombrar algunos. Y, además, es cantautora. En 2011 lanzó su primer disco – “Rulera”- y actualmente prepara el segundo, cuyas canciones serán presentadas este fin de semana –domingo 10/02 – en La Oreja Negra (Uriarte 1271, CABA), en el ciclo de cantautoras «Con nombre propio», que comparte con otras grandes actrices y cantantes de la escena porteña: Vanesa Butera, Stella Maris Faggiano, Carolina Gómez y Laura González.

Y Belén nos contó qué relaciones tiene la danza en el teatro musical y compartió con REVOL algunas ideas novedosas: todo personaje baila siempre; sus ritmos vitales son movimientos  artísticos, son danzas…

R: Sos actriz, sos cantante, pero en esta disciplina, en comedia musical, también se baila: ¿cómo sentís la danza en tu vida como artista?

Me considero bailarina. No soy exclusivamente bailarina: me puedo incorporar bien en obras donde el baile está incorporado, sea desde un personaje que baila su parte o un personaje que baila dentro de un ensamble, y que pueda tener su versión de la coreografía, en una expresión más libre. Siento que el baile es muy importante para el desarrollo de la actuación. De hecho, en mi caso traté de que mi relación con la danza siempre existiera.

R: ¿Qué tipos de danzas estudiaste?

Empecé con danza jazz, danza clásica –que estudié casi cinco años con Luis Baldasarre- y después seguí con el jazz: mi primera profesora fue Marcela Criquet, pero pasé por Sandy Brandauer, Margarita Fernández y Sandra Roata, también con Gustavo Zajac. También hice tango en el IUNA: en el Conservatorio de Teatro teníamos un seminario opcional, así que hice dos años. Hice un poco de tap, también.

R: Te fuiste nutriendo de distintos lados, que fueran un buen sostén para tu carrera como actriz…

La verdad que si no fuese por una limitación de tiempos, me encantaría estudiar más áreas: danza contemporánea, folclore… Pasa que uno tiene en algún momento que tomar una dirección y hacer foco en algo. Como te decía, yo creo de todos modos que también el actor tiene algo de bailarín: cuando uno encarna un personaje, creo que lo baila también.

R: ¿Cómo sería eso?

Porque la danza yo la pienso desde una perspectiva más amplia que sólo literalmente bailar. Yo creo que uno baila, cuando le impone a un personaje un ritmo, una forma de moverse, dinámicas: ¿es un personaje que agarra las cosas rápido o lento?; ¿camina con el peso en los talones o en el metatarso?; ¿es más etéreo o más a tierra?. Esas cosas hablan de una danza: una danza en un sentido más amplio. La danza vista en términos de dinámicas del movimiento. Es más, creo que incluso hay una musicalidad. Está bueno pensar que cada personaje tiene un tempo, un ritmo, una canción que lo mueve, que quizás no suena, pero es como el corazón: como si el latido de un personaje se pudiera sintetizar en una música y ese personaje se moviera al compás de esa música. Pienso en las tres áreas –el teatro, el canto y la danza- como siempre integradas, aunque haya alguna que sea protagonista en un determinado momento. Cuando actúo, nunca olvido que mi personaje está haciendo su danza y que está cantando sus versos. Siempre se retroalimentan las tres. Allí está la sutileza.

R: Cuando cantás en tu propio espectáculo, ¿cómo se filtra esto que me estás diciendo?

Y, uno en ese momento está con una coraza menos, estás sin la máscara. Igualmente, como que el estado de éxtasis se alcanza en los mínimos momentos en que uno termina de sacar la máscara social, la de uno mismo. Canto y hago ese show con el objetivo de que en algún momento se asome por la grieta el verdadero yo, que es cuando la máscara social se cae, porque te tenés que olvidar de todo absolutamente. En ese caso, es tu danza, tu cuerpo exponiéndose en toda su expresión. En este sentido, para el espectador también es movilizante. Me gusta pensar que las canciones abren puertas, que dibujan posibles respuestas a preguntas que, a veces, angustian.

De repente, entendemos todo. Belén baila cuando habla, cuando observa su vaso, piensa la respuesta y la dice con su tono pausado, dulce y grave; baila cuando mueve la cabeza y cuenta su reciente encuentro en Nueva York con Elena Roger y la anécdota de su encuentro fortuito con Al Pacino. Simplemente baila en todo momento. Interpela a la danza en su dimensión poética. Y eso es, quizás, lo que la convierte en aquella artista que no se debe perder de vista.

 

Por María José Lavandera

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