Carolina Agüero y Darío Franconi: Trayendo Neumeier a Buenos Aires

Ella es Principal y él solista en el Ballet de Hamburgo, donde pasaron casi una década trabajando junto a un mito viviente: el coreógrafo estadounidense John Neumeier. Trajeron dos de sus piezas a la IV Gala de Ballet de Buenos Aires, evento que los reunió con algunas de las más grandes estrellas de la danza internacional.

miércoles, 10 de septiembre de 2014 | Por Maria José Lavandera

Carolina Agüero, Principal, y Darío Franconi, solista, en el Ballet de Hamburgo de John Neumeier, llegaron en agosto de 2014 a Argentina con un grupo de estrellas, como Herman Cornejo, María Kochetkova, Joaquín de Luz, Jason Reilly y Alicia Amitriain, para bailar en su país luego de más de una década, en la IV Gala Internacional de Ballet de Buenos Aires«Nunca nos habían invitado a bailar», asegura Carolina. El, su marido, completa: «Un desafío grande porque hay mucha gente que no nos conoce. El público argentino se debe preguntar ‘¿y estos chicos quiénes son?’ (risas). Fue también la posibilidad de bailar para nuestra familia, amigos, un desafío».

En esta ocasión presentaron dos Pas de Deux de Neumeier, representando aquello que hacen habitualmente en la compañía: por un lado, «Sylvia«, una obra que montó para la Opera de París en 1997 y luego estrenó con su compañía ese mismo año, que elaboró una versión moderna de la mítica ninfa griega enamorada de Aminta, el pastor, y «Adagietto«, elaborada con el adagietto de la Sinfonía N° 5 de Gustav Mahler, una pieza abstracta y minimalista pieza neoclásica. «Hablamos con Neumeier y él creyó que estas dos piezas serían muy lindas de hacer y que nos van bien a nosotros como pareja. Y obviamente quisimos hacer algo suyo porque es lo que bailamos siempre. Es lo que nos gusta hacer en este momento y lo que venimos haciendo desde hace tiempo. También es bueno para que la gente aquí conozca el trabajo de este coreógrafo«, asegura Carolina.

"Adagietto", de John Neumeier. Foto: Agustín Mangialavori para REVOL.

«Adagietto», de John Neumeier. Foto: Agustín Mangialavori para REVOL.

El Ballet de Hamburgo: una usina creativa

Carolina y Darío cuentan que esta usina de constante trabajo es obra de Neumeier, quien es «incansable» a pesar de sus 72 años. Actualmente, si bien tiene su contrato hasta 2019, ya prepara a su sucesor, Lloyd Riggins, que será, en la próxima temporada ya nombrado co-director de la compañía. «Es una etapa de transición. John Neumeier es director desde hace 40 años. Lo tiene que ir formando en distintos aspectos, como la parte administrativa, la parte social. Todo lo que los bailarines no sabemos (risas)», explica Carolina.

«Es importante que sea un director que conozca mucho el repertorio y el estilo. Y él ha bailado todos los ballets, distintos roles. Él puede reponer toda la coreografía sin ningún problema. Y es una persona muy inteligente. Sabe muy bien. No es una tarea fácil suplir a John Neumeier. La compañía de Hamburgo va a heredar todos los ballets, como en su momento lo hizo el New York City Ballet, con los de Balanchine. Entonces es muy importante que quede alguien que sepa. Es preservar un legado de más de 180 ballets. Tiene suficientes como para dejar un bagaje importante. El crea porque es lo que ama hacer y lo que lo mantiene joven, vivo e inspirado», asegura Darío.

Al tratarse de una compañía relativamente pequeña, de 60 bailarines, en general bailan en cada una de las producciones, con lo cual su actividad es extremadamente exigente, no sólo a nivel artístico, sino también técnico y físico: «A veces más que otras veces, pero siempre como dice John, somos una pequeña gran compañía. Por la cantidad de funciones y producciones que bailamos al año, normalmente lo hace un teatro como el Bolshoi, de 120 bailarines. Nosotros somos 60, y hacemos 120 espectáculos al año de promedio», cuenta Carolina. «No quedás libre muchas veces, porque al ser pocos con tanto trabajo, siempre estás. A veces te toca como principal, solista y en el grupo. No tanto, pero pasa. No hay tiempo para deprimirse de que te tocó un rol o no (risas)», agrega el bailarín.

Cierta fama tiene ya su rigurosidad a la hora de trabajar: «El siempre pide más. Es que inclusive, ensayando,  no podés ir al 70%. Dice: ‘Lo hacemos tranquilos, al 95%’. Lo hacemos con música 100% y la próxima vez que lo hagamos, 150%. El bailarín tiene que por lo menos tomar seis clases semanales. Hemos bailado mucho. No es normal. No todos los bailarines han podido bailar tanto. Muchos países, muchos teatros, a un nivel tan alto», explica Darío.

Pero ellos, concientes de que trabajar con Neumeier a esta altura es tener a disposición un mito viviente de quien aprender, valoran cada momento que pasan con él, cuya creatividad está en constante ebullición… incluso antes de salir a escena: «Cada función no es lo que hice ayer o hace dos días en el mismo ballet. Siempre se encuentra alguna cosita diferente. Es un coreógrafo vivo. Uno como bailarín siempre quiere mejorar. El como director y coreógrafo también: hay obras que tienen 30 o 40 años de creadas, pero siempre va haciendo distintos cambios. Cuando entrás a la compañía es como un shock, porque estás calentando para entrar en la función y viene John y te dice ‘me gustaría que cuando hacés este giro, lo hagas fuera de balance’. Y vos te agarran unos nervios, pero le decís ‘ok, lo voy a probar’. O te dice quiero que repitas esta combinación dos veces al doble de tiempo, más rápido. Y hay que hacerlas. Son desafíos que aparecen todos los días y te lo dice antes que salgas a escena. No pasa siempre, pero puede pasar. Quizás resulta muy bueno o quizás no y te dice ‘no, volvamos a lo anterior’ (risas)», relata Carolina.

"Sylvia", de Neumeier, en Buenos Aires. Foto: Agustín Mangialavori para REVOL.

«Sylvia», de Neumeier, en Buenos Aires. Foto: Agustín Mangialavori para REVOL.

Compartir los procesos creativos es otra de las magníficas posibilidades que les brinda poder trabajar con Neumeier, un lujo que se da esta pareja de bailarines que junto a él, aseguran, han podido desarrollar la mayor parte de su potencia artística como bailarines: «La gran diferencia es que en 20 o 30 años va a haber alguien con un video de algo que hice yo. El crea algo para vos y le das tu sello. Tu manera de moverte, tu manera de bailar. El te da cierto margen. Hay una libertad. Uno puede poner algo suyo. Te hace formar parte, te involucrás en la creación», asegura Darío.

Por su parte, así como él se entrega a cada una de sus obras, el público hamburgués es igualmente apasionado por el ballet de su ciudad y el coreógrafo que le da vida, algo particular en la sociedad de Hamburgo: «Lo que pasa es que John lleva 40 años ‘educando’ a la audiencia y es hoy que lo aman, lo admiran. El nunca buscó amoldarse a lo que supuestamente ‘pide’ la sociedad o se pretende popular. Él tenía una idea y se preocupó de contar de qué se trata lo que estaba haciendo artísticamente, mediante la organización de talleres en los que explica su obra -por qué eligió tal o cuál música, en qué se inspiró, sus trajes, sus historias-. Entonces la gente va, lo conoce, aprende y lo aprecia. No es que él dice: ‘Ah bueno, como hoy se escucha rock, hagamos rock, así traemos audiencia’. Él se preocupa por mostrar algo distinto. Y después de 40 años, la gente hace cola de cuadras para comprar las entradas». Carolina comenta: «El público es increíble con la compañía. Estamos 10 minutos saludando. Y salís y están los fans afuera y que a veces te traen chocolates, regalitos, te dicen cuánto les gustó la función. Uno está cansado, pero de cierta manera es muy gratificante. Es muy lindo que te reconozcan».

Carolina y Darío le dieron el gusto al público argentino, en Buenos Aires, con una honestidad sublime en sus interpretaciones de Neumeier, en un estilo que aquí es poco habitual. «Lo que hacés en el escenario es lo que normalmente sos. Es tu transparencia. Te das cuenta de cómo es una persona cuando baila. Se trasluce de alguna forma», concluye la bella bailarina.