«Chéri», la agonía de la pérdida

Alessandra Ferri, Herman Cornejo y Norma Aleandro hacen un combo de lujo para esta versión de la obra de Colette, a cargo de la directora estadounidense Martha Clarke.

lunes, 10 de noviembre de 2014 | Por Maria José Lavandera

Una atmósfera claroscura encierra a Lea y Chéri, que se encuentran y desencuentran entre una cama, un espejo, una ventana y una puerta. Un espacio pequeño que se siente íntimo, al tiempo que clausurado, como si el espectador fuera testigo de algo que no debiera estar observando. El escenario parece convertirse en una especie de mirilla, por la que es posible penetrar al mundo tan solemne e hipócrita como arrebatado que rodeaba la habitación de una cortesana de la alta sociedad, la propia Léa, a comienzos del siglo XX, en plena Belle Époque francesa, relatada por Colette en “Chéri” y “El fin de Chéri”.

Herman Cornejo y Alessandra Ferri, dos bailarines de excpeción, que proponen una interpretación bella y profunda. Foto: Gentileza Raquel Flotta Prensa.

Herman Cornejo y Alessandra Ferri, dos bailarines de excpeción, que proponen una interpretación bella y profunda. Foto: Gentileza Raquel Flotta Prensa.

La felicidad supina de dos amantes que se desean y se tienen se opaca pronto. Las primeras contradicciones aparecen con la voz –la única en la pieza- de la madre de Chéri, Charlotte, quien digita la vida de su hijo como si se tratara de un experimento. La tragedia va tomando forma en la densidad de las contrariedades entre Léa y Chéri, que se van develando en una danza sensual y desesperada. El movimiento desgarra el silencio, al tiempo que lo hace más evidente, más intenso, agobiante. Charlotte, irónica y burlesca, con sus intervenciones parece recoger, con altanería, los despojos de dos almas que se van destruyendo con una elegancia devastadora.

Alessandra Ferri y Herman Cornejo, como Léa y Chéri. Foto: Gentileza Raquel Flotta Prensa.

Alessandra Ferri y Herman Cornejo, como Léa y Chéri. Foto: Gentileza Raquel Flotta Prensa.

La directora de “Chéri”, la multifacética estadounidense Martha Clarke, creó su versión a partir de los artistas convocados: dos bailarines de calidad artística incuestionable, Herman Cornejo y Alessandra Ferri, con quienes desarrolló los roles en colaboración y diálogo. Para ella, una admiradora de la obra de Colette, fue construir una experiencia que para sí misma fue emocionalmente demandante en torno a los temas que convoca: “Mi interés en esta novela residió en que retrata fundamentalmente a una mujer mayor y cómo ella administra la pérdida, el desapego”, comentó en conferencia de prensa en Buenos Aires. En esta ocasión el elenco se completó con Norma Aleandro, como Charlotte, y Polly Ferman, al piano.

Uno de los puntos fundamentales de su arte es la intersección de lenguajes en función de la historia: “Por muchos años hice trabajo multidisciplinario.  Es lo que me gusta hacer. Combinar coreografía, música y grandes actuaciones. Contar una historia con hermosos movimientos”, agregó. En este caso, la escena tiene los colores de una pintura renacentista, provocando una atmósfera turbia: la iluminación ámbar desgasta los bordes de la escena, que, difuminados, envuelven la voz, algo terrorista, de Charlotte, que introduce de a ratos una desventura que parece anticipar y quizás, hasta disfrutar un poco, frente a sus protagonistas, quienes, a veces ausentes, a veces hiperpresentes frente a esa voz que los desdeña, se odian y se aman exactamente en el mismo abrazo.

De tal modo, como parte de la teatralidad que la abarca, la danza se va construyendo como metáfora del enamoramiento desfasado –y por eso doloroso- entre Léa y Chéri y del desgarro que implica una pérdida inexpugnable. La danza se erige en representación del protagonista fundamental de la obra: el cuerpo. Un cuerpo en mutación, ese mismo cuerpo a través del cual los protagonistas se desean y se rechazan: es el deterioro físico de Léa que en última instancia lleva a Chéri a una desilusión de la que no logra recobrarse. En este sentido, el movimiento, como lenguaje, en la piel de Léa y Chéri se permite ser en sí mismo la esperanza y la tristeza casi al mismo tiempo, y se construye despojado de artificio. Es su modo de existir en la obra. Como comentó Alessandra Ferri, artista icónica si las hay, en conferencia: “Para mí la danza es una actividad de expresión. Transformar el movimiento en lenguaje. Creo que el arte no se puede catalogar. Todo es expresión de una interioridad”.

Con interpretaciones sutiles e intensas, el trabajo de creación se llevó a cabo sobre la indagación del texto de Colette y trabajando el movimiento a partir de los sentimientos y emociones que éste provocara, en busca de lograr verosimilitud en el abordaje: “Nos juntábamos en el estudio, con el libro y leíamos frases, y de esas frases intentábamos crear a partir de la emoción y de las sensaciones que nos generaba. El ballet clásico es creado más a través de los pasos, no como aquí. Eso me abrió otras puertas para demostrar la parte interpretativa, que es lo que yo siempre hice hincapié. Poder trabajar en ‘Chéri’ tan meticulosamente con sensaciones reales, fue un trabajo muy especial”, agregó el bailarín Herman Cornejo, en el marco de la mencionada conferencia.

Norma Aleandro, como Charlotte, la madre de Chéri. Foto: Gentileza Raquel Flotta Prensa.

Norma Aleandro, como Charlotte, la madre de Chéri. Foto: Gentileza Raquel Flotta Prensa.

La música, encarnada en el piano, oscila entre Ravel y Poulenc, Wagner, Federico Mompou y Morton Feldman y completa el cuadro, que respira a la par de la pareja protagónica: “El piano es sentir, emocionarse, sufrir a través de la historia”, agregó la pianista Polly Ferman en ese marco.

Es así que “Chéri” se desarrolla como una poesía breve y melancólica – como indicó Norma Aleandro sobre su Charlotte: “Es un personaje que no está trabajado realísticamente, sino como un hecho poético”-, que con sólo algunas frases representativas, logra sintetizar el dolor de un anhelo frustrado, algo de los dobleces contradictorios y sarcásticos que a veces parece tener el amor, que tanto padece, como parece demostrar Colette, de artilugio, tan inescapable de las lógicas sociales como cualquier otra terrena condición.

Cuándo y Dónde

Teatro Maipo Esmeralda 443 | Restan 7 funciones: 11, 12, 13, 14 de noviembre, a las 20.30, sábado 15 a las 19 y a las 22 y domingo 16 a las 19. | Entradas: Plateanet