“Danzar con María”: la experiencia de la posibilidad

El 21 de abril de 2016 se estrena en Buenos Aires, en el Cine Gaumont, el film «Danzar con María», que repasa la actividad en la danzaterapia y la vida de la bailarina argentina María Fux. Martina Serban, en entrevista, alumna e ideóloga del film junto a su marido, el cineasta italiano Iván Gergolet, nos cuenta el significado de esta película, que fue elegida entre los mejores cinco documentales de 2015 en los European Movie Awards.

jueves, 21 de abril de 2016 | Por Maria José Lavandera

Una luz parece bajar desde el cielo sobre la cúpula del Congreso, en una Buenos Aires nocturna, aunque no soñolienta, sino más bien llena de bocinas y sirenas.

“Yo comienzo”, dice una voz femenina y madura, que prosigue del andar pausado de una mujer pequeña de vestido violeta, con perfecto tocado al tono en un rodete almidonado. El pasillo por el que camina florece de voces movedizas. Aplaude como para poner un poco de orden. Y comienza. Aparece -se asoma, apenas- a un salón colmado: “Hola”, saluda. Dos exclamaciones de sorpresa. Largas, claras, sostenidas. “¿Quién sos? ¿Por qué te apurás? ¿Quién sos? Te estoy escuchando. ¿Me decís tu nombre? Esperá. ¿Cuánto tiempo? Esperá. ¿Quién sos? Oh, lo que escucho. Me parece que es un sonido. Qué misterio”. Sus palabras son calmas y casi místicas. Mientras habla al son de una música acampanada, María Fux avanza hacia el salón con movimientos leves. El grupo de alumnos la observa entre sonrisas tímidas, plenas de respeto, y concentración extrema.

Así se presenta el documental “Danzar con María”, que representa un extracto de la actividad de la gran María Fux, su método de danzaterapia y repasa su vida dedicada a la danza. Se trata de un film sensible, de belleza profunda y conmovedora, en el que la construcción de la figura de María se oficia a través de las distintas historias de personas que han pasado por su estudio y de su propio relato. En última instancia, el valor fundamental es el discurso acerca del límite y la posibilidad: la danza como un espacio de conexión con el cuerpo, el cuerpo que es identidad y auto-conocimiento.

Danzar con María – trailer from Ivan Gergolet on Vimeo.

Iván Gergolet, director de cine italiano, fue su hacedor. La idea de documentar algo de la vida, la experiencia y la actividad de María Fux surgieron a partir de su esposa, Martina Serban, psicóloga y bailarina también italiana, quien se entrenó en el método de Fux en el Triennial Training “Risvegli – Maria Fux” en Milán y luego, en Buenos Aires. La filmación del material duró cuatro años. Fue, al decir de Martina, “un proyecto familiar” que demandó ir y venir entre Italia y Argentina sendas veces. “Es un fragmento de nuestra vida. Es un encuentro de mi marido con la danza de María y con mi mundo, porque yo amo la danza en todas sus formas, y me enamoré de la danzaterapia de María. La conocí en Italia. Ella viajaba mucho. Luego decidí viajar a Argentina, para tener la posibilidad de conocer su estudio y el punto de inicio, el comienzo de todo; quería verla en su ambiente, escucharla en castellano, en su lengua, y conocer todo lo que está a su alrededor. Cuando viajé por primera vez, fue sólo un comienzo porque luego decidí viajar muchas otras veces y seguir tomando sus clases”, explica Martina, quien también está representada en el film.

El 21 de abril de 2016 se estrena por primera vez en Argentina en el Cine Gaumont (Buenos Aires), luego de haber pasado ya por numerosos festivales internacionales -entre los que se cuentan el Festival de Venecia, de Guadalajara, El Cairo y el de Mar del Plata- y de haber sido seleccionado como uno de los mejores cinco documentales del European Film Awards 2015.  “Yo pienso que la danza, una vez hecha, desaparece en el aire. El hecho de la filmación me dio la pauta de que alguna cosa va a quedar. El film me pareció que está sobre la verdad y me alegro enormemente de que Iván haya podido realizarlo”, indicó a REVOL la propia María Fux.

Maria Fux antigua

Gentileza.

Martina nos cuenta los comienzos de esta empresa, que fue tan titánica como dedicada y gratificante: “En una de las oportunidades en que viajé a Buenos Aires, hicimos una entrevista filmada y tomamos algunas fotos con María, algo que yo consideré como un regalo de ella hacia mí. Fue tener la posibilidad de pasar un tiempo con ella, conocerla un poquito más. Hay mucha gente que viene al estudio y ella cuida muchísimo su tiempo y su espacio. Después el productor de Iván vio el material y se dio cuenta que María es muy especial y que se merecía una película. Allí hay cuatro años de vida y de experiencia con ella, en Buenos Aires. Son años muy queridos para nosotros”.

R: ¿Cómo llegaste a María y su método?

MS: Yo estudiaba danza contemporánea y moderna. Soy psicóloga y cuando terminé la facultad, pensé que de cualquier forma mi deseo era dar continuidad al estudio de danza. Quería dar más espacio a la danza en mi vida. Encontré la Fondazione Eris, en Milán, donde enseñaban la metodología de María Fux. Su fundador, Pietro Farneti, es alumno de María y aún está muy cerca de ella. Me diplomé allí después de tres años. Fue ahí que la encontré por primera vez. Ella venía todos los años.

María Fux, en clase. Foto: Gentileza.

María Fux, en clase. Foto: Gentileza.

R: ¿Cómo fue el trabajo de filmación?

MS: Tomó un tiempo para observar, vivir el estudio. Iván tomó clases para entender más de qué se trata la danzaterapia, para acercarse a María, para sentir la danza en su cuerpo y vivir la experiencia. Eso transformó su mirada respecto de los grupos y de la propia María. Cambió la relación de ella con él, porque claramente él se puso a disposición con toda su curiosidad y su persona para encontrar la danzaterapia y a ella. De alguna forma se transformó su manera de grabar y su mirada. Eso fue muy importante.

R: ¿Cómo definirías el trabajo de María Fux?

MS: Ella encuentra a las personas en el movimiento, en la danza. Hay mucha gente, que viene de afuera, de Buenos Aires, que viaja desde lejos para sus seminarios. Toda la relación que ella tiene está en el movimiento, en la danza, a través de su propuesta. Es su forma para encontrar al otro. La película es muy verdadera; es la realidad que uno encuentra cuando llega al estudio.

Foto: Gentileza.

Foto: Gentileza.

R: Decías que esta película constituyó cuatro años de tu vida… Imagino que debe ser fuerte la conexión que sobrevive luego de este trabajo, tanto con ella, como con tu concepto de la danzaterapia…

MS: María es toda poesía. Es un tiempo que se va a quedar en mi corazón, en mi vida. Me dio mucho más que una técnica de aprendizaje. Me dio la profundidad que la danza puede tener. Me permitió un contacto profundo con mi cuerpo; me guió a una forma para escucharse y escuchar y sentir al otro. Yo empecé y tampoco sabía hablar castellano. Realmente no sabía en ese momento si lo que entendía era correcto, pero de alguna forma era pura vivencia, pura experiencia del cuerpo y la creatividad. A mí me marcó muchísimo vivir toda esta experiencia de formación propia con grupos integrados, que es la gran diferencia de la formación en Italia. O sea, así pude aprender realmente del límite del otro y de todas las posibilidades que descubren otros que tienen también muchas más dificultades que uno. Todos tenemos límites y oportunidades, y a veces nos olvidamos de cuánto se puede hacer. Aprendí mucho sobre las dificultades y cómo se puede probar y buscar y encontrar nuevos caminos de movimiento no sólo en la danza, sino también en la vida. Estar en grupos integrados fue algo muy fuerte. Va más allá de la danza o de aprender una técnica. Es compartir, es dar al otro.

R: ¿Qué significa María para vos hoy?

MS: María es una persona que siento muy cerca y que es más que una maestra. Es un faro que ilumina caminos y me hizo también comprender cómo avanzar en mi camino, en mi trabajo de danza. Yo empecé a trabajar con la danzaterapia en 2007 y la formación que recibí de ella acompañó mis primeros años de trabajo con la danza. Realmente ella me dio mucha fuerza y confianza en mí misma, en mi posibilidad. Iluminó mi camino y me dio fuerza para sostener y desarrollar mi camino profesional. Sí, es de las personas más queridas de mi vida. Es como familia para mí en la profundidad del vínculo.

Iván Gergolet trabaja en el film en Buenos Aires, en el barrio de Congreso. Foto: Gentileza.

Iván Gergolet trabaja en el film en Buenos Aires, en el barrio de Congreso. Foto: Gentileza.

R: ¿Qué es lo que hace tan especial a la danzaterapia en el método de María Fux?

MS: La danzaterapia da una nueva confianza en la persona. Ella siente que puede hacer, que tiene todavía capacidad. Cada uno tiene su propia dificultad en algo. El primer impacto en el tiempo es la nueva confianza y alegría que da el movimiento, el placer de poder expresarse a través del movimiento, expresar la música y vivirla con todo el cuerpo. Da un placer enorme a todos y después el hecho de que el cuerpo va cambiando. Los movimientos cambian y también lo hace la forma en que uno vive su propia danza. Eso acompaña después a lo largo del tiempo a la persona, porque te cambia la manera de percibir el mundo alrededor y en tu interior. Uno se re-contacta con sí mismo y también con los otros. A mí me cambió la percepción de la vida, la manera de vivir, de escuchar mi cuerpo en la vida, cuando tomo decisiones, en la relación con los otros, en todo. Es como un ritmo interno nuevo que se relaciona con un ritmo externo. Se desarrolla la conciencia de saber cuál es tu propio ritmo y cómo va cambiando.  También aprendí sobre el amor que uno puede sentir frente a su propio cuerpo a través de la posibilidad de danzar. No siempre amamos nuestro cuerpo; de alguna forma estamos luchando y yo creo que en la danzaterapia con el tiempo uno va amando su propia posibilidad y la posibilidad del otro.

R: ¿Cómo es tu trabajo actual como terapeuta?

MS: Yo justo este año trabajo en una fundación para la cual hago proyectos de danzaterapia en lugares para adultos mayores y en otro para demencia severa. Allí hay personas con dificultades enormes. Di clase a un grupo especial de adultos mayores que no pueden hablar y están en silla de ruedas, con una demencia severa y una gran desconexión con la realidad. Tuve la misión de trabajar desde el movimiento más mínimo, es decir, dando valor al cambio de cada puntito mínimo del cuerpo. A veces es simplemente la mirada que cambia, que danza. Un día logramos que se mueva apenitas un dedo, otro día una mano. Asimismo, era casi obligatorio buscar la relación a través del cuerpo, porque no podían utilizar la palabra. Yo les hablaba un poco, pero no sabía cuánto ellos entendían mis palabras. Entonces, toda la relación fue dándose dentro de la música y de la corporalidad en la danza. Pude experimentar como un logro que mantuvieran la atención a lo que hacíamos. Después, ver cómo empezaban a sonreír, a entrar en la danza de a poquito, a cambiar, a esperarme, a reconocerme.  Poquito a poquito fueron cambiando y eso fue muy fuerte. Te sorprende porque nunca se sabe cuándo o cómo o si efectivamente va a suceder algo. Experimentar eso cuando estas con personas con estas dificultades, que no te pueden explicar o racionalmente decir lo que piensan, lo que sienten, es muy fuerte. Fue una experiencia enorme de relación a través del arte, de la danza en este caso. Es tan gradual y tan pequeño el cambio que nunca se sabe cuándo se producirá. De a poquito los cuerpos se sueltan. La danzaterapia permite ese retorno al cuerpo, que es nuestra vía original de comunicación. Los niños, antes de adquirir la palabra, sólo tienen su cuerpo para expresarse. Todos volvemos a este lenguaje que nos pertenece, pero lo olvidamos.

Gentileza.

Gentileza.

Para finalizar, la propia María Fux nos regaló algunas palabras que resumen bien su concepción: “Aprendí que a través de la danza, dando y recibiendo lo que la gente hace, uno va cambiando. Si cambiamos, algo tiene que suceder. Y lo que sucede es la danzaterapia. La danza me ha sanado a mí también dándome la posibilidad de poder hacer. A mi madre, cuando ella y su familia vinieron del pogrom desde Rusia, ella era muy chica y le sacaron la rótula de lugar. Quiere decir que mi mamá caminaba de una manera especial. Yo soy la pierna de mi madre que danza y le doy a ella también la vida. Es la manifestación de que sí se puede. El movimiento nos hace cambiar. Tiene esa fuerza de transformación, porque recibimos y hacemos lo que somos, y a través del movimiento mostramos realmente cómo amamos la vida”.