Demis Volpi: Entre Stuttgart y Nueva York

Por María José Lavandera – Tw: @majolavandera Demis Volpi comenzó a coreografiar en 2006. En un crecimiento exponencial de su carrera, en pocos años se convirtió en el coreógrafo residente del Ballet de Stuttgart. Hoy es invitado para cada temporada del Ballet del Teatro Municipal de Santiago de Chile, dirigido por la gran Maestra brasileña Marcia […]

sábado, 28 de diciembre de 2013 |

Por María José Lavandera – Tw: @majolavandera

Demis Volpi comenzó a coreografiar en 2006. En un crecimiento exponencial de su carrera, en pocos años se convirtió en el coreógrafo residente del Ballet de Stuttgart. Hoy es invitado para cada temporada del Ballet del Teatro Municipal de Santiago de Chile, dirigido por la gran Maestra brasileña Marcia Haydée. Le fueron comisionadas obras del American Ballet Theater, el Teatro Estatal de Karlsruhe y de Augusburg, en Alemania. Fue ganador del Premio Erik Bruhn en su 9° edición (2011) a la Mejor Coreografía Nueva por su obra “Little Monsters”, estrenada en 2011 por Daniel Camargo y Elisa Badenes, Primeros Bailarines del Ballet de Stuttgart.

Aquí, un bonus track que no queríamos ahorrarnos de la entrevista que hicimos con él. Algo que nos contó sobre sus obras más exitosas y sus procesos creativos…

R: En Latinoamérica ya tenés tradición de trabajo en Chile, quizás por la hermandad de Stuttgart con el Ballet del Teatro Municipal de Santiago a través de Cranko. Tu primera obra para ellos fue “Spaceman”, estrenada en 2012, que estrenó Luis Ortigoza y por la que ganaste el Premio del Círculo de Críticos de Arte de Chile…

D: Cuando Marcia [Haydeé] estuvo acá con Luis para el aniversario 50 de la compañía, se enteró que yo hacía coreografías y hubo curiosidad. Ella había estado tratando de que Luis se animara a algo más contemporáneo. Él dijo que quería trabajar conmigo, así que me invitaron a Chile. Empecé a buscar formas de romper lo que uno está esperando de un bailarín de impronta tan clásica, así como también de la escena y el escenario. Por eso, por ejemplo, él cae del cielo. Quise romper con las entradas habituales y transportar a Luis y al público a otro lugar. Esto del “hombre espacial” ya era llamativo y distinto. Creo que funcionó: creamos una estética muy especial para esa obra y fuimos trabajando en distintos movimientos. La idea era jugar con la problemática del movimiento bajo otras leyes. Hacer una preparación yendo hacia adelante, pero el salto, hacia atrás. Experimentar un poco en contra de las fuerzas físicas.

Luis Ortigoza en la obra "Spaceman", de Demis Volpi, por el cual ganó el Premio de la Asociación de Críticos de Chile 2012. Foto: Patricio Melo.

Luis Ortigoza en la obra «Spaceman», de Demis Volpi, por el cual ganó el Premio de la Asociación de Críticos de Chile 2012. Foto: Patricio Melo.

R: También realizaste una obra hermosa – “Private Light”-, comisionada nada menos que por el American Ballet Theater…

D: Fue muy importante. Una vez más una de esas cosas que se dieron muy orgánicamente. Tuve suerte, a lo mejor, no sé. En Stuttgart hubo un encuentro de directores de compañías muy similar  al que hubo en Toronto. Yo hice una pieza para los chicos de la Escuela de John Cranko, basada en la música de Saint-Saëns, “El Carnaval de los Animales”. Fue una interpretación que yo hice de esta música para algo más de 50 bailarines, de todas las edades, y la idea era que los chicos hicieran una clase y mostraran esta obra en el marco de ese evento, en uno de los teatros más chiquitos que corresponden a la ópera de Stuttgart, para 120 personas.

Demis Volpi con su "Karneval der Tiere" (Carnaval de los Animales). Aquarium. Foto: Stuttgarter Ballett.

Demis Volpi con su «Karneval der Tiere» (Carnaval de los Animales). Aquarium. Foto: Stuttgarter Ballett.

La compañía había hecho una gala muy importante la noche anterior a mi presentación. Yo pensé que como habían estado todos festejando no iba a aparecer nadie (risas). Al día siguiente, sin embargo, estaban sentados para ver a los chicos Kevin McKenzie –director del ABT-, Monica Mason –ex directora del Royal Ballet-, John Neumeier, Kylián. Una locura. Fue lindo porque la obra suscitó muchas interpretaciones. Está hecha de tal forma que la pueden entender niños, pero también juego mucho con los clichés de la música y la trato con un poco de ironía. Tenía un público de lujo que entendía todo lo que yo había hecho, realmente en detalle. E imagináte tener a todas estas personas esperando para saludarme al final. Fue un momento muy especial. Ahí conocí a McKenzie. A los pocos meses, en marzo de 2011, fue la 9° edición de la competencia Erik Bruhn, donde llevé una obra -“Little Monsters”- y gané. A la semana me llamó McKenzie por teléfono y me invitó para hacer algo.

R: ¿Cómo fue trabajar como coreógrafo en el ABT?

D: Cuando llegué a Nueva York, fue primero ver la compañía: era para ver bailarines. La seguí a Paloma [Herrera] por todos lados (risas). Decidí igual trabajar con gente que no era la más obvia, para tener más libertad también. En lugar de crear algo con gente que ya tiene idea de cómo tiene que verse, yo quería trabajar con la personalidad de los bailarines. Fue un reparto muy joven. Me llamó la atención el grado de curiosidad de su parte. Ahí no están muy acostumbrados a tener coreógrafos fuera de los clásicos. Tienen un repertorio bastante cerrado en realidad, muy variado y muy armado con obras maestras, pero es muy raro que tengan una obra completamente nueva, a menos que sea de Alexei Ratmansky, que es su coreógrafo residente, quien igualmente tiene un estilo entre clásico y neoclásico.

Con los bailarines te involucrás mucho y descubrí una bailarina llamada Simone Messmer [actualmente en el Ballet de San Francisco], que tiene una personalidad muy fuerte. Quise usar esa fuerza y crear algo con ella. Había planeado crear un Pas de Deux muy cortito, con Cory Stearns como su partenaire. Pero empezó a surgir tanto que cambié toda la estructura de la obra para poder darles más aire a ellos. Fue un proceso increíble. Bailarines muy inteligentes, que entendían el movimiento de un modo muy visceral. Entendían la intención de los pasos y el proceso creativo en el que yo estaba sumido. Fue una gran experiencia.

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