«El Cascanueces» y una reflexión de fin de año

Reflexión hacia el 2016.

miércoles, 23 de diciembre de 2015 | Por Maria José Lavandera

Se acerca fin de año y ya la última de las cinco -escasas- funciones de cierre de temporada del Ballet Estable del Teatro Colón. Desde la oficina de prensa informan que el día 27 de diciembre, a las 17 horas, podrá verse la versión de «El Cascanueces» de Maximiliano Guerra en la pantalla gigante de la Plaza del Vaticano, ubicada al lado del Teatro Colón, con entrada libre y gratuita. También se transmitirá online en vivo: se debe ingresar a la web www.teatrocolon.org.ar y cliquear en la solapa que indica «en vivo». Edgardo Trabalón y Karina Olmedo encarnarán los roles principales. La Orquesta Estable gozará de la dirección musical de Emmanuel Sieffert.

Un ambiente agridulce y enrarecido rodea este final de año. No deja de resonar que el cierre del ballet cuente con sólo -sólo- cinco funciones. El American Ballet Theatre cierra su temporada con 15 funciones del mismo ballet, en versión de Alexei Ratmansky. El New York City Ballet cierra con 45 funciones de «El Cascanueces» en versión de George Balanchine. El Boston Ballet cierra su temporada con 42 funciones de «El Cascanueces», en versión de su director, Mikko Nissinen. El ballet de la Opera de Paris cierra diciembre con 40 funciones en dos programas: «La Bayadera», de Nureyev, y uno contemporáneo con obras de Christopher Wheeldon, Wayne McGregor y Pina Bausch. El Royal Ballet de Londres cierra su diciembre con 23 funciones con distintas obras: «Romeo y Julieta», de MacMillan, un programa mixto con dos obras de Frederick Ashton – «Monotones I and II» y «The two Pigeons»- y de nuevo el ineludible «The Nutcracker», en la versión de Peter Wright. Pero tampoco hace falta irse tan lejos para continuar contextualizándonos. El Ballet de Santiago de Chile cierra diciembre con 16 funciones y programas diversos: «Zorba, el griego», de Lorca Massine, «Coppelius, el Mago», en versión Haydée/Delibes, una Suite de «La Bella Durmiente», en versión de Marcia Haydée y, nuevamente, «El Cascanueces», del coreógrafo chileno Jaime Pinto. Finalmente, y para terminar este escueto racconto de «cierres de temporada» y cantidad de funciones, este diciembre el Ballet del SODRE, dirigido por Julio Bocca, cierra el año con 14 funciones de «Romeo y Julieta», en la versión de Kenneth MacMillan, con localidades absolutamente agotadas. Elocuente, ¿no? No hace falta decir mucho más…

Vale comentar, para ir cerrando, que el hermano Ballet del SODRE cumplió este 2015 80 años, mientras que el Ballet del Teatro Colón, tuvo su 90 aniversario. Y vale ponerse a reflexionar sobre el estado de situación no sólo del ballet, sino de todos los cuerpos estables, a un paso de cumplir el centenario. La reflexión no amerita fórmulas muy complejas: si los bailarines no bailan, si los músicos no tocan, si los cantantes, no cantan en el mismísimo Teatro Colón, ¿cómo esperamos que sean tratados los artistas en el resto de las instituciones oficiales? Y, por qué no, ¿en las instituciones «no oficiales»? Si el Estado no respeta el trabajo de los artistas que de él dependen, finalmente cabe preguntarse qué lugar le queda al arte y, ampliando el espectro, a la cultura en nuestro país… Viene a mí también la reivindicación que vienen llevando a cabo los coreógrafos independientes en términos del intercambio artístico y laboral que esperan con el Teatro San Martín, en tanto es una de las entidades que supieron ser epicentro de la vanguardia artística en Latinoamérica. También pienso que el Ballet del Teatro Argentino de La Plata no baila desde octubre, cuando tuvieron cinco funciones de «El Lago de los Cisnes» (y una el 1° de noviembre), sumado a que sólo hubo tres producciones en el año: la ya mencionada, «La Cenicienta», de Nebrada, y «Don Quijote», de Petipa. En septiembre, se suspendió sin mayores explicaciones el espectáculo «Interfase», un programa mixto que incluiría «Estrofas al viento», de Ricardo Alfonso, «Suite de Angeles», de Omar Saravia y la participación de Daniel Proietto, en su famosa obra «Sinnerman», de Alan Lucien Oyen. Pero también parece que nos vamos acostumbrando a las suspensiones y cambios sin previo aviso.

En este relato, que pretende dar cuenta de algunos de los problemas que han asaltado este fin de año en la zona metropolitana de Buenos Aires y puntualmente a estas instituciones históricamente paradigmáticas en el desarrollo artístico de nuestro país, muchas son las preguntas que quedan para pensar hacia adelante. Y realmente estallan las preguntas, dado el bajo profesionalismo con que se han llevado a cabo las temporadas de danza y ballet. Y no hablo de los bailarines, que finalmente son los que salen al escenario y ponen el cuerpo, como los hemos visto a lo largo del año, con lo mejor que tienen. Lo cierto es que, como sea, se ponen las funciones al hombro y las sacan adelante: con ensayo, sin ensayo, con más tiempo, con menos tiempo, con certidumbres e incertidumbres de todo tipo y color. Todo esto lleva quizás a pensar en términos más generales: ¿qué queda a las carreras de los artistas en Argentina? ¿Hace falta estar en constante huida hacia el exterior para poder hacer una carrera en el arte? 

Quizás nos queda, como espectadores, como periodistas, demandar más y hacerlo sentir.

Sí, queremos ver más arte. Queremos más funciones. Queremos muchos artistas en los escenarios. Sí, muchos. En todos los escenarios. Los «convencionales» y los «no convecionales». Queremos interdisciplinariedad. Queremos creatividad. Queremos bailarines y coreógrafos disfrutando sus carreras en Argentina. Queremos esas colaboraciones mágicas que pasan cuando artistas de distintos ámbitos se juntan. Queremos un Argentino lleno de funciones y con los cuerpos a pleno. Queremos un Colón lleno y con los cuerpos a pleno. No queremos teatros vendidos al mejor postor. Queremos público de todo tipo disfrutando las funciones.

Porque a fin de cuentas la cultura -el acceso a la cultura- es un derecho humano. Y no lo digo yo: entre los instrumentos de América Latina se cuenta la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre (1948), cuyo artículo XIII indica: “Toda persona tiene el derecho de participar en la vida cultural de la comunidad, gozar de las artes y disfrutar de los beneficios que resulten de los progresos intelectuales y especialmente de los descubrimientos científicos. Tiene asimismo derecho a la protección de los intereses morales y materiales que le correspondan por razón de los inventos, obras literarias, científicas y artísticas de que sea autor”.

Hasta el 2016.