«El otro»: la palabra en movimiento

El lenguaje es un virus del espacio exterior. ¿Quién habló? William Burroughs, en este caso. El lenguaje y el otro: dos ejes que atraviesan esta obra de Gustavo Friedenberg, inspirada en la novela de Alicia Steimberg Cuando digo Magdalena, en que la otredad enunciativa y la palabra también tienen su protagónico.

lunes, 02 de junio de 2014 | Por María José Rubin

-¿Hablaste vos o hablé yo?
-Hablé yo.

Alicia Steimberg, Cuando digo Magdalena.

Un paisaje silvestre, una vida apacible apenas empujada por la brisa. Hasta que aparece ella, la palabra, y con ella empieza el cambio; los movimientos se agitan, el contacto con el otro parece tomar tintes de objetivación: dominar, apresar, nombrar es poseer el mundo.

El lenguaje es un virus del espacio exterior o tal vez un milagro divino. Cabe pensarlo, porque Dios también entra en escena. El ser humano, de pie, puede mirar al cielo y, con la palabra, nombrar y crear la divinidad.

Es infinito lo que se puede decir de El otro, porque la palabra es así, insaciable, interminable, ya imposible de erradicar una vez que se instala. Creativa, creadora, estuvo en el origen de esta obra de Gustavo Friedenberg, de la que él también nos habla.

R: La literatura de Alicia Steimberg inspiró tu obra anterior, Consideraciones acerca del animal doméstico, y la que está en cartel en el Teatro del Abasto ahora, El otro. ¿Cuál es tu relación con el trabajo de la autora?

GF: Yo leo a Alicia desde los 16 años y desde el principio me conmovió un montón. Después de hacer mi primera obra, inspirada en La loca 101, tuve que escribir mi tesis de graduación en el IUNA, y en ese proceso de escritura salió El otro. En la obra anterior trabajaba sobre la animalidad, especialmente en relación con las personas: ese animal cotidiano, doméstico. Ahí apareció la idea del otro, pensando cómo nos vinculamos con estos seres que están alrededor, que son y no son pares, y empezó a circular la propuesta para la segunda obra.

El otro, obra de Friedenberg, que indaga "cómo nos vinculamos con estos seres que están alrededor, que son y no son pares", comenta el autor. Foto: Gentileza Prensa Carolina Alfonso.

El otro, obra de Friedenberg, que indaga «cómo nos vinculamos con estos seres que están alrededor, que son y no son pares», comenta el autor. Foto: Gentileza Prensa Carolina Alfonso.

R: Frank Zappa dijo que “escribir sobre música es como bailar sobre arquitectura”. La palabra en relación con la danza revela el problema de lo intraducible, pero también nos es necesaria: hablar de las obras, transmitir las ideas. En el caso de El otro, la palabra ingresa directamente en la escena.

GF: A mí me interesa mucho la palabra en escena aunque, curiosamente, resisto cada vez menos el teatro de texto. Empecé mi carrera artística como actor, mucho antes de bailar, y en algún punto, no veo que danza y teatro sean distintos en el hecho escénico. Me interesa el lugar donde se entretejen, el lenguaje que se construye entre palabra y movimiento, esa zona de vecindad. En mi trabajo se empieza a construir esto como una manera de decir, es uno de mis intereses mayores.

Palabra y movimiento, una vecindad en "El Otro". Foto: Gentileza Prensa Carolina Alfonso.

Palabra y movimiento, una vecindad en «El Otro». Foto: Gentileza Prensa Carolina Alfonso.

R: Para eso, hay que contar con un elenco que tenga formación en ambas disciplinas, ¿cuál fue el caso de El otro?

GF: En esta obra las intérpretes son todas bailarinas, y algunas de ellas tienen formación actoral muy sólida, como Débora Longobardi. El trabajo para El otro fue de búsqueda e investigación, entonces el elenco se fue entrenando en el lenguaje mismo de la obra.

El humor también es fundamental: en algún momento me crucé con el clown y me di cuenta de que uno está para divertirse, también. Alicia tiene un humor súper fuerte y ácido, y eso no podría no estar presente en la obra. Además, no soportaría una obra demasiado solemne.

El humor ácido, ingrediente fundamental. Foto: Gentileza Prensa Carolina Alfonso.

El humor ácido, ingrediente fundamental. Foto: Gentileza Prensa Carolina Alfonso.

R: ¿Cómo es el trabajo con la obra de Alicia y la relación de su literatura con tu obra?

GF: Alicia hablaba de la visibilidad en los textos: como escritora, quería permitirle al lector que pudiera imaginar, construirse un universo. Yo trabajé sobre esa premisa: en el teatro, vos estás viendo una escena pero podés imaginar sobre eso, y es para mí casi una exigencia en mi trabajo: el espectador tiene que poder imaginar sobre lo que está viendo, que la obra no cierre; al contrario, es para abrir, te tiene que llenar de preguntas y de imágenes.

En Cuando digo Magdalena había imágenes que, casi sin proponérmelo, me planteaban algo concreto sobre el escenario. A partir de eso, hubo un trabajo para encontrar sentido entre esos momentos y también respecto del material de movimiento que empezaba a surgir: yo llevaba determinadas escenas para trabajar con las chicas, en algunos casos les mandaba el texto para estudiar, para improvisar, o a veces para montar directamente escenas que yo ya tenía muy claras. Por momentos me interesaba más que el texto apareciera contundente y en primer plano, algo que respetar, y en otros momentos me parecía más sólido lo que surgía en imágenes, en movimiento.

Ante nada, la intención no es de transposición, no busco adaptar la obra de Alicia al teatro. De hecho, El otro no pretende llevar una historia de principio a fin, como la novela. Sin embargo, cuando creo una obra pienso en el público: no para gustar, sino para que haya un lugar de identificación. No me interesa que la gente salga del teatro y diga “no entendí nada”. Me gusta crear lazos, puentes para que cualquier espectador pueda engancharse con algo.

A veces los lenguajes son muy herméticos, y me parece que eso le juega en contra a la danza, porque termina siendo una danza sólo para bailarines. Esto es una búsqueda que tengo, no sé si lo logro, pero es un interés muy conciente. La obra es para el otro, salirse de ese autismo: uno es por y para el otro; el otro casi como una necesidad. ¿Podríamos ser nosotros mismos si no hubiera un otro? ¿Cómo uno construye construye su identidad?

Esta también es la idea de El otro y está presente en la teatralidad: está manifiesto de manera conciente que la platea me está mirando. Yo soy para ese otro y ese otro es para mí. ¿Seríamos capaces de hablar, habríamos desarrollado un lenguaje si no hubiese un otro? Somos seres parlanchines, parece que hablar es nuestra esencia, y no sé si es así. Esto es lo que me interesa de la danza, en algún punto. En la obra también, hay un personaje que no habla y que guarda una verdad relacionada con otra cosa: con el movimiento. Esa sería mi firma como director: la palabra me encanta, mi obra nace de una novela, pero la palabra es tan capaz de construir maravillas como de destruir, construye verdades y mentiras. El movimiento es lo que es, y es para cada uno.

Friedenberg busca tejer lazos con la audiencia. No pretende lo que llama "una danza sólo para bailarines". Foto: Gentileza Carolina Alfonso.

Friedenberg busca tejer lazos con la audiencia. No pretende lo que llama «una danza sólo para bailarines». Foto: Gentileza Carolina Alfonso.

Cuándo y dónde  –> Funciones: jueves de junio 2014 a las 21 hs. | Duración: 50 minutos | Teatro del Abasto (Humahuaca 3549, CABA)

Ficha técnica

Intérpretes: Lucía Lacabana, Debora Longobardi, Paula Botana, Mariana Ferreiro, Paula Lena, Marian Moretti | Dirección general y coreográfica: Gustavo Friedenberg | Banda Sonora: Federico Estévez | Diseño de luces: Ricardo Sica | Diseño de vestuario y Escenografía: Paula Molina | Diseño Gráfico: Martín Calderón | Prensa: Carolina Alfonso.