Elsa Agras, directora del Ballet 40/90: “Es un espacio de camar

Por Estefanía Lisi Son las 8 de la noche del viernes 15 de noviembre, una hora antes del exitoso “A más hechos, más pechos”, un espectáculo del ballet 40/90 de Elsa Agras, y aun así ya hay mucha gente esperando y tomando algo en el bar para obtener los mejores lugares de la sala. Busco […]

miércoles, 20 de noviembre de 2013 |

Por Estefanía Lisi

Son las 8 de la noche del viernes 15 de noviembre, una hora antes del exitoso “A más hechos, más pechos”, un espectáculo del ballet 40/90 de Elsa Agras, y aun así ya hay mucha gente esperando y tomando algo en el bar para obtener los mejores lugares de la sala. Busco a Elsa con la mirada y la distingo enseguida: una señora de 89 años que irradia una luz muy bella, difícil de explicar. Cuando me encuentro con ella y nos sentamos en una mesa en medio del tumulto y la excitación que se está gestando en el hall del teatro, sé que nuestra charla va a ser interesante.

Ella es la directora de un grupo de danza que se caracteriza, entre muchas otras cosas valiosas, por tener actualmente 54 integrantes (mujeres) de entre 40 y 90 años de edad que nunca antes habían bailado, pero siempre quisieron hacerlo con todas sus ganas. Y todo ese deseo y esa pasión que las unifica se hacen visibles en el escenario, al que dominan por completo en cuerpo y alma. Realmente les ponen “los pechos a los hechos”, y con mucho orgullo.

Por su parte, Elsa las dirige y al mismo tiempo las hace jugar. Propone en sus clases un espacio en el que las mujeres puedan liberarse y vivir experiencias únicas.

Elsa Agras: una inspiración. Foto: Gentileza Débora Lachter.

Elsa Agras: una inspiración. Foto: Gentileza Débora Lachter.

Admiradora de la coreógrafa Pina Bausch, desde los 8 años empezó a incursionar en la danza por motus propio, tomando clases e inmiscuyéndose en los camarines de importantes figuras que años más tarde cobrarían un reconocimiento mundial. Y a los 16 ya se había convertido en docente, asistiendo a sus profesores.

Pero es muy amiga de la modestia, y por eso asegura que nunca fue bailarina. Sin embargo su historia la muestra como una gran visionaria que quiso hacer la diferencia y, sin dudas, lo logró.

Y así comienza nuestra charla. A pesar de encontrarme frente a una señora mayor, se me ocurre consultarle: “¿Te puedo tutear?”, a lo que Elsa responde con total naturalidad: “¡Pero claro!”

R: ¿Cómo fueron tus inicios en la danza?

E: Mirá, yo tengo 89 años, si te cuento mi historia con la danza voy a tener que estar hablando dos horas, así que voy a intentar ser breve. Yo creo que empieza en el momento en el que le daba mucho trabajo a mi mamá cuando era una bebé, por lo que me movía. Concretamente a los 8 años empecé a bailar por motus propio, a pararme en puntas de pie con zapatos de goma. Y bueno, tanto insistí que me mandaron a estudiar, y comencé con un profesor de mi barrio a hacer danza clásica.

Después fui creciendo y continué formándome, pero nunca fui a la escuela nacional de danzas, porque al ser poco seria y convencional esa carrera, mis papás no la aprobaban. Pero de alguna manera mi formación viene por ese lado, ya que estudié con profesores de esa escuela.

También he sido muy callejera y de andar metida en los teatros y los camarines. Me inmiscuía en los ensayos, y así pude ver… pude ver un mundo maravilloso, muy distinto al que vería si me siento en una butaca.

Pude ver a Alicia Alonso cuando estuvo por primera vez en Buenos Aires, que en ese momento era nadie. Y el salto lo pegó acá, se fue a la cúspide, convirtiéndose en una de las mejores bailarinas del mundo, por no decir la mejor. Estuvo un mes, y yo fui a verla todos los días. Presencié su belleza y perfección 29 veces en los diversos teatros en los que se presentó (entre ellos el Astral y el Casino). Incluso me regaló sus zapatillas de danza.

Y por otro lado me gustaba mucho estudiar con la gente que venía al país. Cuando los ballets se acercaban para dar talleres yo era la primera en anotarme.

Pero nunca tuve la oportunidad de ser bailarina. No pude, no me dejaron, no llegué a eso. Pero me gustaba la docencia, siendo muy joven, y me empezó a apasionar cuando tenía 16 años, en el momento en que empecé a asistir a mis propios profesores.

Incansable y divertida, Elsa Agras nunca para de aprender. Foto: Gentileza Débora Lachter.

Incansable y divertida, Elsa Agras nunca para de aprender. Foto: Gentileza Débora Lachter.

R: Claro. Quizás no fuiste bailarina en el sentido convencional, pero lo fuiste a tu manera…

E: Mirá, yo descubrí hace algunos años, alrededor de diez, que en realidad mi vocación siempre fue ser docente, más que bailarina. Docente y coreógrafa también, porque todas las cosas que yo hago en el espacio del ballet, sentada en una silla, o parada como puedo, es obra mía.

R: ¿Y cómo comenzó a formarse este grupo?

E: Yo enseño danza, como te dije, desde los 16 años, y tenía chicos jovencitos. Más tarde, en una etapa de mi vida dejé de enseñar pero continué mis estudios, aproveché para nutrirme profundamente de conocimientos teóricos. He leído mucho sobre la danza, y me dediqué a aprender también otras técnicas corporales, como eutonía. Viajé a Dinamarca y me formé en Feldenkrais. De esta manera me fui alejando un poquito de la danza clásica.

También empecé a estudiar danza española, que no es lo mismo que el flamenco. Finalmente me terminó interesando también el teatro y me puse a estudiar con Carlos Ginés, entre otros maestros. Me llamó la atención esta disciplina porque sentía que formaba parte de lo que a mí me gustaba. Y no podía explicar lo que me gustaba.

Así llegó un día, en el que yo ya había cumplido más de 70 años, y me propuse crear un ballet de gente que nunca hubiera bailado. Que siempre hubiera querido bailar y nunca hubiera podido, o nunca se hubiera animado.

Un amigo, que era dueño de un café que se llamaba “El taller”, bastante conocido, donde ahora está ese barrio, “Palermo Hollywood” -que antes se llamaba “Palermo viejo”-, me prestó un lugar, en el que arranqué con dos personas este ballet. En ese momento me invadía la incertidumbre: no sabía qué iba a hacer. Me metí en una jungla.

"Y esto es también un mensaje a la sociedad en la que uno vive, porque a cierta edad, y sobre todo en la danza, las mujeres no suelen hacer este tipo de actividades", indica Elsa. Foto: Gentileza Débora Lachter.

«Y esto es también un mensaje a la sociedad en la que uno vive, porque a cierta edad, y sobre todo en la danza, las mujeres no suelen hacer este tipo de actividades», indica Elsa. Foto: Gentileza Débora Lachter.

R: Claro, porque quizás era muy innovador para la época…

E: Exactamente. Por eso yo siempre digo que en realidad yo no creé el ballet, él me creó a mí. Yo siento que él me fue llevando, como si fuera un vals, de acá para allá.

También aprendí tap. Tuve la suerte de que mi maestra fuera una inglesa que vino a dar clases por 6 meses a la Argentina, y que había sido alumna de Fred Astaire. Ella me enseñó a bailar el tap desde un punto de vista diferente, porque acá en el país se suele hacer de la cintura para abajo. En cambio, ella me enseñó a bailar con todo el cuerpo, incluso con la cara.

Y bueno, empecé a aplicar todo este bagaje en el ballet. A los pocos meses de su creación ya tenía 20 personas y ahora son 54. Son todas mujeres, salvo un señor que se había puesto tan contento con el grupo que le propuse unirse y que ahora forma parte del elenco de “A más pechos…”. Él aceptó encantado.

En general siempre han venido mujeres, aunque algún que otro hombre probó, pero lamentablemente el machismo no les permitió aprender. No toleran que una mujer les enseñe, sobre todo cuando se trata de baile.

Elsa y "sus chicas". Foto: Gentileza Débora Lachter.

Elsa y «sus chicas». Foto: Gentileza Débora Lachter.

R: ¿Y cómo se manejan en la performance las 54 integrantes del ballet?

E: El ballet tiene una característica, una filosofía: la idea de grupo. No existen individualismos, y si alguna quiere manejarse de esa forma o cambia, se tiene que ir. Y todas tienen una conexión, se nota en el espectáculo, son muy compañeras. Y bueno, ellas fueron aprendiendo más y más con el paso de los años, y yo también fui aprendiendo más y más.

Nos interrumpe un señor con una bolsa que, por el aroma que desprende, lleva facturas. Elsa le indica que es suya, al tiempo en que el hombre la deja en la mesa, y luego me explica con una sonrisa: “Es mi regalo para el iluminador. En cada función que tenemos le regalo medialunas”.

Luego, continúa con su relato:

A los dos o tres años de empezar el ballet les propuse “hacer una temporadita” a las chicas. Porque bueno, esa era la idea de esto también, que existan proyectos, que se pudiera materializar en una obra lo visto en clase. Vos no te podés imaginar cómo se les mete en la sangre la pasión por lo que hacen, y a mí también.

Por ejemplo ayer, que tuvimos clase, yo les pregunté: “¿Y ustedes cómo se sienten acá?”. Me contestaron: “Artistas”. Yo les dije: “Eso es lo que son”.

En plena función, el Ballet 40/90. Foto: Gentileza Débora Lachter.

En plena función, el Ballet 40/90. Foto: Gentileza Débora Lachter.

R: Claro, por supuesto. ¿Y cuál sería el estilo que te definiría como bailarina y a tu ballet?

E: Bueno, nosotras hacemos todo, pero después de haber explorado muchos rincones de la danza, finalmente me terminé orientándome al estilo de baile de Pina Bausch, la creadora del teatro-danza. El año pasado se filmó una película extranjera sobre ella, llamada “Pina” [el film de Wim Wenders], pero a mí no me gustó, porque no representaba lo que era, lo que realmente fue.

Hace 9 años viajé a Alemania, a la ciudad donde ella tenía su teatro, y le llevé una rosa y una carta -yo sabía que ella hablaba castellano-, contándole lo que hacía, con mi dirección de mail. Al poco tiempo me contestó y pudimos conversar por esa vía. Yo le contaba, muy contenta y entusiasmada, que iba a volver a viajar para verla. Y cuando retorné a su país me hizo pasar a su camarín, que fue como el regalo de mi vida. Yo la adoraba. Tengo unos 12 DVDS de ella que conseguí, y que no están a la venta. Ella era mi ídola.

Y bueno, por otro lado seguí adelante con el ballet, haciendo cada vez más lo que yo quería. Hace 14 años empecé con clown también, y eso me fue marcando la vida muchísimo. Yo estudio con Marcelo Katz. Junto a él pude descubrir un universo que me inundó. Yo aplico mucho de esto a las obras: lo alegre, lo humorístico, lo simpático, lo sincero. Sobre todo lo sincero, porque yo les digo siempre a las chicas que si un actor no es sincero, no es buen actor. Así fue que me incliné mucho hacia esta forma: el ballet es muy clownesco y muy bauschiniano. Cuando Pina creaba una danza, no le interesaba que al público le gustara o no. Y bueno, ese esa es mi misma concepción. Ella creaba mirando a la gente. Y yo, con toda la modestia del mundo, hago lo mismo. De repente, cuando estamos ensayando y veo que alguna de las chicas hace algo que está mejor que lo que yo planteo, lo tomo y lo implemento en el trabajo. Me gusta la libertad, y ellas bailan lo que a mí me parece que es lindo, no lo que creo que el público quiere ver.

Por ejemplo, ellas bailan “Rubias de New York” en “A más pechos…”. Hay que tener en cuenta que se trata de mujeres muy grandes. Entre las integrantes del ballet hay una de 84 años que no puede bailar demasiado, pero es una diosa, es pura sensualidad, pura coquetería. Yo creo que es una especie de milagro.

Tenemos mucho de camaradería, de cariño, de compañerismo. Si a alguien le falta algo todas van a ayudarla. Eso es muy lindo.

Fuerza y vitalidad. Mujeres con mucho pecho. Foto: Gentileza Débora Lachter.

Fuerza y vitalidad. Mujeres con mucho pecho. Foto: Gentileza Débora Lachter.

R: ¿Cómo se desarrollan las coreografías, tienen todo estipulado?

Tenemos una coreografía estipulada, pero a veces las dejo jugar un poco, e incluso me gusta más lo que veo cuando juegan que lo que yo les había marcado. Estos métodos vienen del clown. También tenemos un humor muy irónico, muy escondido. Lo que bailan las chicas es bastante desconcertante, y muy alegre.

El año pasado le llamé la atención a una de las chicas, de más de 70 años, porque siempre parecía “una abuelita”, con anteojos y con el pelo atado. Ella me respondió diciendo que había tenido problemas de salud, a lo que yo le repliqué: “Bueno, pero ya no los tenés”. Y si ahora vieras en lo que se convirtió esa mujer…

R: Claro, porque quizás hacer esto las ayuda a desinhibirse también…

E: Yo creo que las ayuda a ser más libres, las ayuda a descubrir un mundo en el que ellas caben. Y esto es también un mensaje a la sociedad en la que uno vive, porque a cierta edad, y sobre todo en la danza, las mujeres no suelen hacer este tipo de actividades.

De todas las mujeres una fue bailarina profesional, en el Colón. Y baila muy bien, pero es a la que más le cuesta entender el espíritu de este ballet. Y yo creo que el ballet, más que un hecho teatral, es un hecho socio-cultural.

R: ¿Y por qué considerás que tanta gente viene a ver el ballet?

E: Yo creo que vienen porque sienten que lo que están viendo lo podrían hacer. Es una inspiración para ellos. La gente llora, se emociona, se levanta para aplaudir. Es una recepción muy linda.

R: ¿Han querido sumarse personas luego de ver la obra?

E: Cada año tengo un tsunami de gente que me pide ingresar al grupo, pero a veces sucede que somos muchas y cuesta organizar las clases y las obras. Pero obviamente la gente es bienvenida para consultar lo que quiera.

«Elsa y su Ballet»

El cineasta Darío Doria elaboró en 2011 un hermoso documental que representa la tarea de Elsa y su iniciativa. Les dejamos el trailer: 

CUÁNDO Y DÓNDE

“A más hechos, más pechos”

Viernes de noviembre, 3 y 10 de diciembre a las 21 | Teatro Garrick, Av. Avellaneda 1359 (CABA) | Entrada general: $90 | 2x: $150 | Jubilados y estudiantes: $70 | Duración: 80 minutos

FICHA TÉCNICA

Idea original: Elsa Agras | Autor letras: Elsa Agras | Asistentes de producción: Floris Choihed, Laura Bruno, Agueda Escalada, Grace Jacquemoud, Martha Goldberg | Arreglos musicales: Andrés Bonino | Diseño de vestuario: Elsa Agras | Asesora y asistente de vestuario: Elsa Barletta | Iluminación y sonido: Garrick Arte-Cultura | Asistente de dirección: Cecilia Scardamaglia | Dirección y coreografía: Elsa Agras