«Es un deber pasar mi experiencia»

Por María José Rubín Pablo Aharonian es hoy un prestigiado maestro… y uno de los únicos coreólogos de danza del mundo. ¿Un coreólogo? En efecto, esta rara disciplina dedicada a conservar obras de ballet tal como fueron concebidas que comienza a ganar cada vez más adeptos en el mundo del ballet, encuentra en Aharonian a uno […]

lunes, 27 de mayo de 2013 |

Por María José Rubín

Pablo Aharonian es hoy un prestigiado maestro… y uno de los únicos coreólogos de danza del mundo. ¿Un coreólogo? En efecto, esta rara disciplina dedicada a conservar obras de ballet tal como fueron concebidas que comienza a ganar cada vez más adeptos en el mundo del ballet, encuentra en Aharonian a uno de sus pocos expertos, el único en América Latina.

Este artista uruguayo fue Primer bailarín de la compañía del Sodre, solista de la Scala de Milan, primer bailarín invitado en la Compañía de Carla Fracci y Teatro Comunale de Bologna y del Ballet de Santiago y ha compartido el escenario con grandes figuras del siglo XX, pero en la actualidad se dedica a heredar todos sus conocimientos y experiencia a las nuevas generaciones, y a conservar intactas las creaciones coreográficas mediante el sistema Benesh:

Benesh Movement Notation, o la Notación de Movimiento de Benesh, es un sistema preciso y versátil que permite consignar por escrito y de manera eficiente todas las formas de movimiento humano. Es utilizado como forma de registro y reposición de obras de ballet, por lo que resulta sumamente valioso para la conservación del patrimonio artístico y como vía de estudio y análisis del movimiento, el ritmo, el fraseo y la estructura de obras de danza. A la actualidad, se han escrito más de 1750 partituras en el método Benesh, enseñado por la Royal Academy of Dance (Academia Real de Danza) de Londres.*
* “The Benesh Institute & Benesh Movement Notation”, artículo publicado en la web official de la Royal Academy of Dance.

Su labor como maestro y coreólogo del Ballet de Santiago, y su trabajo como invitado en compañías de todo el mundo -tales como el Australian Ballet, la Opera de Estocolmo, el Ballet Real de Flandes y nuestro Teatro Argentino de La Plata- contribuyen a perpetuar la danza por más de una vía, conservándola inmortal en papel y también en sus artistas.

R: Hablemos un poco de su historia. ¿Cómo fueron sus inicios en la danza y su carrera como bailarín, coreólogo y maestro de ballet?

P: Yo me crié en un ambiente donde se escuchaba muchísimo música clásica. Mis padres iban mucho al Sodre a ver ópera, ballet, conciertos. Pero en ese entonces yo no tenía ninguna inclinación por el ballet. Hasta que, en una oportunidad, acompañé a una tía, hermana menor de mi mamá, que era cantante en el coro del Sodre, a ver una función conjunta de ópera y ballet. Vimos el ballet El Combate, de William Dollar, y me enamoré; del ballet, de la música, del espectáculo en sí, y quise empezar enseguida con la danza, pero en mi familia esa decisión no fue muy bien vista. Yo iba al colegio alemán, siempre me había destacado en los estudios, y todos pensaban que yo iba a inclinarme por una carrera científica, como medicina. Nadie vislumbró que yo podía dedicarme a esto.

Finalmente después de mucho tiempo de insistir con mi familia, pude empezar a bailar. Comencé con Raúl Severo, un gran maestro y primer bailarín que había en Uruguay, y al poco tiempo entré al Sodre y llegué a primer bailarín a los dos años de estar allí. Una carrera muy rápida, de mucha dedicación y mucho trabajo.

Después me fui a la Scala de Milan, donde me contrataron como solista, y trabajé con gente maravillosa. Eso para mí fue lo más destacable de todo mi período en la Scala. Trabajé con Rudolf Nureyev, Carla Fracci, Erik Bruhn, Svetlana Beriosova, Glen Tetley: grandes maestros franceses, ingleses, norteamericanos, rusos. Eso fue un gran aporte.

Luego vine a Santiago, donde necesitaban un bailarín de mi tipo, y me quedé. En 1997, después de desempeñarme por muchos años en la compañía como primer bailarín, fui a estudiar coreología a Londres, en el sistema Benesh, que se puso en práctica en el año 55. Un músico y matemático, Rudolf Benesh, y su esposa, la bailarina Joan Benesh, crearon este sistema.

A partir de ese momento, empecé a trabajar en el Ballet de Santiago como maestro de baile y anotador de danza. He mantenido el repertorio de la compañía y, a partir de la llegada de Marcia Haydée por segunda vez, en el año 2004, soy el coreólogo y repositor de sus obras. Con ese motivo, ella me ha enviado a países como Bélgica, Suecia, Australia, Argentina, para reponer sus obras.

A la vez, me han convocado desde el extranjero para viajar a Estados Unidos, Europa, Australia, Nueva Zelanda, Argentina y Uruguay, como maestro de baile invitado, a dar clases y a enseñar repertorio.

Pablo Aharonian, hoy maestro y coreólogo de ballet, ha trabajado junto a las máximas estrellas de la danza mundial, como Rudolf Nureyev, Carla Fracci, Erik Bruhn, Svetlana Beriosova, Glen Tetley. Foto: Gentileza Pablo Aharonian.

Pablo Aharonian, hoy maestro y coreólogo de ballet, ha trabajado junto a las máximas estrellas de la danza mundial, como Rudolf Nureyev, Carla Fracci, Erik Bruhn, Svetlana Beriosova, Glen Tetley. Foto: Gentileza Pablo Aharonian.

R: Cuéntenos sobre su experiencia actual en el Ballet de Santiago. ¿Cómo es la compañía y cómo es el trabajo con sus bailarines?

P: El Ballet de Santiago es el ballet estable del Teatro Municipal, que desde ya más de 30 años tiene un desempeño muy sólido. Las temporadas están programadas con mucha anticipación, se respetan las fechas, es decir que está funcionando de forma muy profesional, lo que despierta tanto aquí como en el extranjero mucho respeto.

La compañía es muy versátil por la cantidad de nacionalidades que tiene. Está integrada por unos sesenta bailarines con un nivel que ha sido mantenido y acrecentado a través de los años, y tiene también un lado artístico muy desarrollado.

Por otra parte, el repertorio del Ballet de Santiago es muy vasto: dispone de obras de danza clásica, por supuesto, que es la base de todo repertorio de una compañía lírica; también tiene neoclásico, romántico, moderno; hay mucha variedad. Somos, por ejemplo, la segunda compañía después de Stuttgart que tiene el repertorio más grande de Cranko. Hay también obras de Glen Tetley, ballets de Marcia, de Ronald Hydn, de Ben Stevenson, entre otros.

R: ¿Cómo es el público de Chile? ¿Qué recepción tiene el ballet allá?

P: El público chileno es retraído, tímido. No es como el público de Argentina o Uruguay, que cuando quiere aplaudir y gritar “bravo” lo hace, y cuando se abre el telón ya están listos para aplaudir y recibir al artista en forma muy espontánea y demostrativa. Eso es algo maravilloso para un artista, porque te sientes bienvenido, apreciado, y sientes que lo que estás bailando es muy bien reconocido. El público de Chile tiene un comportamiento más apático. Las temporadas de ballet, ópera y conciertos siempre están vendidas, es decir que es un público ávido, pero es poco demostrativo.

R: ¿Y el público de la Scala?

P: La Scala tiene un gran público de ópera, porque es un teatro con una fama mundial en ese ámbito: tiene los mejores directores, régisseur,  cantantes y vestuaristas. Su público siente un inmenso orgullo por su teatro. En la Scala de Milan, cuando llegan a la función de ballet, van vestidos en forma particularmente elegante –aun cuando el milanés es muy elegante de por sí–. Es un público que se prepara para las funciones; es culto, ha mamado tradición desde hace siglos; es tremendamente exigente: si algo no le gusta, no importa que sea la cantante de ópera, el director o los bailarines más famosos, lo va a hacer notar. Es un público que quiere que todo lo que se represente esté a la altura de su teatro. Se debe tener un nivel muy alto para pertenecer a la Scala.

"Gran jeté" en el Sodre: fue Primer Bailarín de la compañía de este gran teatro montevideano. Hoy es un especialista muy requerido por distintas compañías del mundo. Foto: Gentileza Pablo Aharonian.

«Gran jeté» en el Sodre: fue Primer Bailarín de la compañía de este gran teatro montevideano. Hoy es un especialista muy requerido por distintas compañías del mundo. Foto: Gentileza Pablo Aharonian.

CONSERVAR EL BALLET

R: ¿En qué consiste la tarea de un coreólogo?

P: La tarea del coreólogo es escribir un ballet de la forma más fiel a lo que el coreógrafo quiso y archivarlo. Es un trabajo tremendamente acucioso, lleva mucho tiempo. Por ejemplo, escribir El lago de los cisnes puede llevar un año y medio, o dos. Y después, claro, reponer la obra.

Cuando Marcia Haydée creó Carmen, yo estaba al lado de ella trabajando con la partitura musical más la coreología, que es una cantidad de signos en la que puedes escribir todo lo que se te ocurra. Se empieza a escribir en un pentagrama musical, con los espacios ampliados para poder completarlos con un mayor número de signos. El coreógrafo, en este caso Marcia, crea el ballet, y el coreólogo puede escribirlo de forma totalmente fiel: lo que el coreógrafo quiso, lo que creó, cómo se basó en la música. En un DVD de una función, la obra puede no estar así, porque un bailarín tuvo un dolor y se cambió la coreografía, o alguien se atrasó en una variación respecto de la música. Es una herramienta que sirve mucho.

R: Tiene una ventaja evidente de que no depende de las limitaciones de lo que se puede captar en imagen y de los bailarines, que son seres humanos, y hay cosas que pueden salir mal o diferentes, y no hay manera de reponerlo.

P: Absolutamente, así es. Por ejemplo, yo monté La Bella Durmiente en Australia, Bélgica y Suecia, la versión de Marcia Haydée, y en los tres lugares es exactamente la misma, idéntica. Y si el coreógrafo llega y trabaja, por ejemplo, con bailarines que interpretan roles de carácter, donde la personalidad del artista es muy importante, y hace ciertos cambios, eso se escribe y también queda archivado.

Pas de Deux de Cascanueces, junto a la magnífica  bailarina uruguaya Sara Nieto. Foto: gentileza Pablo Aharonian.

Pas de Deux de Cascanueces, junto a la magnífica bailarina uruguaya Sara Nieto. Foto: Gentileza Pablo Aharonian.

R: ¿Cuántos coreólogos hay en el mundo?

P: La verdad es que son pocos. A mí me han hecho preguntas como “¿Para qué estudias coreología si existe el DVD?”. Pero el DVD no es tan fiel, porque siempre puede haber pasado algo en la función. En la coreología, una vez que está escrita, la coreografía es así.

Yo he trabajado con Monica Parker, del Royal Ballet, que fue coreóloga asistente de Kenneth MacMillan, he trabajado con Georgette Tsinguirides, que es la otra gran coreóloga que hay en el mundo, y que fue asistente de John Cranko. Es una maravilla cuando ves lo que ellos han escrito en las partituras. Coincide la partitura musical con la partitura de la coreografía, y además haces un diseño de todo lo que va pasando en el escenario, más toda la utilería, la tramoya, los cambios. Por ejemplo, yo en El lago de los cisnes tengo todos los cue de luces. Es muy útil.

El Maestro Aharonian en el montaje de ¨La Bella Durmiente  con Genovaeva Surur y Mikhail Kaniskin, para el Teatro Argentino de La Plata, en 2007.

El Maestro Aharonian en el montaje de ¨La Bella Durmiente» con Genovaeva Surur y Mikhail Kaniskin, para el Teatro Argentino de La Plata, en 2007.

R: En este momento, ¿qué presencia tiene esta disciplina en el mundo del ballet?

P: Bueno, hace poco cuando estuve en Suecia conocí gente que quería aprender, que ya había empezado a hacer el curso de Coreología. Yo creo que en las grandes compañías, donde hay un repertorio que archivar y reponer, es importante tener un coreólogo. De esa forma, queda un registro absolutamente fiel; cuando se monta una obra se puede empezar a trabajar con las partituras antes de que llegue el coreógrafo o su coreólogo, y se gana mucho tiempo. Por ejemplo, hace algunos años, cuando montamos la versión de Ronald Hynd de Coppelia, enviaron la partitura y yo pude empezar a trabajar antes de que llegara el coreólogo. Cuando hicimos Manon, el ballet de McMillan, Monica Parker trajo las tres partituras y me las dejó. Entonces, al reponer este ballet en la despedida de Julio Bocca, en el teatro Gran Rex, donde bailó con Alessandra Ferri, yo repuse el ballet acá y cuando llegamos allá estaba Monica Parker para dar los últimos toques. Es algo realmente muy útil.

R: Maestro, usted tiene una carrera realmente impresionante, ha hecho mucho y en las más altas esferas del ballet. Pero los artistas se caracterizan por querer siempre algo más, creo que es el gran valor que nos aportan, el que no haya una perfección, que todo sea perfectible y mejorable. ¿Qué objetivos o qué metas le quedan por delante?

P: Creo que siempre tenemos que tener la mirada en el futuro. Porque el creer que llegamos, que ya estamos de vuelta de todo, hace que nos vayamos para atrás. Yo soy un gran lector, me gusta muchísimo la música, y siempre estoy encontrando cómo colmar mis inquietudes. Cada vez que yo repongo una obra, me desafío a mí mismo, para que la reposición sea más correcta, más rápida, para ir grabando todo en mi cabeza. Respeto muchísimo mi profesión. Sé que tuve la suerte de trabajar con los más grandes del siglo XX, gente increíble como Nureyev, Erik Bruhn, Iván Nagy, Marcia Haydée, Richard Cragun. Pienso que es un deber para mí pasar toda esa experiencia, no solamente en danza, sino también experiencia de vida, anécdotas, historia del ballet, lo que aprendí de toda esta gente a las generaciones más jóvenes. Creo que es un deber que tengo y que espero poder cumplir. Y estoy abierto a lo que la vida me tenga reservado, que espero que sean desafíos, porque así uno sigue vivo, vigente. Yo agradezco mucho a Dios, porque empecé a bailar muy tarde, agradezco por todo lo que me puso en el camino, y creo en la modestia, en la humildad, porque es la única forma de seguir creciendo.