Gerardo Hochman: Soy, parezco, me parezco

Gerardo Hochman presentó “ADN: algo de nosotros”, una propuesta nacida en el seno del Instituto de Artes de la Universidad Nacional de San Martín, que lleva a reflexionar sobre lo constitutivo de cada uno y su vínculo con los demás a través de la acrobacia, la palabra y la danza.

lunes, 17 de agosto de 2015 | Por Paloma Portnoy

De mayo a julio Gerardo Hochman desarrolló en el Galpón de Guevara su segunda obra creada en el marco del Instituto de Artes de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), donde coordina el Área de Artes Circenses. Fue «ADN, algo de nosotros», un espectáculo que fusiona distintas disciplinas para plantear un gran interrogante: qué somos.

Cuando escuchamos el nombre del director inmediatamente pensamos en el circo. Las imágenes que acuden a nuestra mente y que recordamos se vinculan con este género y sus múltiples variantes -trapecio, acrobacia, malabares, aros, fuerza, equilibrio, elasticidad-. Si hacemos un poco más de memoria sobre lo que vimos – o buscamos videos en YouTube– se nos abrirá un panorama distinto, más rico. Propuestas en las que efectivamente el circo siempre está presente pero nunca de la misma forma, lo complementan la dinámica del cine, del tango, de la música en vivo, entre otros recursos. En realidad, en la trayectoria de Hochman la única constante es circo con un plus, con una vuelta de tuerca agregada.

«ADN…» no es la excepción. En este caso es la danza la que viene incorporarse a esta línea de trabajo. Aparece el cuerpo del otro, el de los demás, como posibilidad de creación y exploración pero también como límite y contención para lo que cada uno puede hacer.

Doce personas circulan por el escenario y a través de distintas pautas de trabajo corporal y un despliegue acrobático excepcional reflexionan sobre algo de ellos, algo de los espectadores, algo de nosotros. En un primer momento los movimientos se asemejan a los de animales que reptan, saltan y se cruzan entre sí para luego evolucionar progresivamente hasta el hombre que conocemos hoy. De a uno, en dúos, con varios, con todos; con una mirada cómica o más inquisitiva; más coreografiados o más improvisados, todos investigan sobre ese ser humano, ese cuerpo que es algo en sí y al mismo tiempo en relación a las acciones de los demás. Los intérpretes se cuestionan desde la palabra y desde el propio organismo: ¿qué soy? ¿qué parezco? ¿qué me altera? ¿qué me marca? Por medio de las diversas respuestas que se suceden durante la obra, se percibe una pregunta más grande y más difícil de contestar: ¿hay algo que me constituya por fuera de mis interacciones? ¿existe ser o crear solo? Si dialogo con otros y al encadenar mis movimientos con los suyos s modifican los míos, ¿soy algo por fuera de esos intercambios?

El interrogante permanece abierto. Recorriendo distintas consignas y manteniendo durante toda la función la chispa y la tensión de la acrobacia, los intérpretes llevan sus posibilidades corporales al máximo y los espectadores sólo tenemos que disfrutar los modos de ser que encontró el equipo de Hochman y, si aparecen, reflexionar sobre los propios.

R: ¿Cómo se generó la idea de esta obra?

GH: Surgió en el ámbito de la Universidad de San Martín. El elenco actual está conformado por quienes eran alumnos de la última camada de la diplomatura en artes circenses y se agregaron algunos artistas que no hicieron la formación de la UNSAM. A estos alumnos les propuse hacer un montaje como tesis de ese proceso de tres años. Uno de los trabajos que habíamos transitado era una antropología personal, un viaje hacia los antepasados y hacia lo que a uno lo constituye. Y eso podía ser cualquier cosa: experiencias familiares, psicológicas, la información que uno tiene de sus ancestros. Tomando un poquito ese nudo, busqué trabajar con esta idea fuerza del ADN y agarrarlo de diferentes lados.

R: ¿Cómo fue el proceso creativo?

GH: Todos los trabajos que hago tienen un componente de investigación. Me imagino algo pero las respuestas de los intérpretes cuando se ponen a jugar es superior a lo que yo me había imaginado. Lo primero que apareció fue ese manifiesto que se va desarrollando a lo largo de la obra que es la poetización de una definición científica de ADN. Después llevé premisas muy simples a los ensayos para improvisar, fuimos generando un material y yo me encargué de seleccionar y ver qué iba teniendo fuerza. Hay una mirada mía pero también ellos están invitados a dar respuestas y a elegir lo que es propio de nuestro lenguaje escénico, desmalezando lo que puede tener que ver con el teatro o la danza pura.

ADN, de Gerardo Hochman. Foto: Hernán Paulos.

ADN, de Gerardo Hochman. Foto: Hernán Paulos.

R: ¿Cuál sería ese lenguaje?

GH: Llegamos a un lugar que tiene que ver con la coreografía y con el movimiento puro pero nos acercamos desde nuestro saber más profundo que es la acrobacia. Esta es nuestra versión del movimiento, sabemos muy bien la diferencia con la danza y con los bailarines, en el expertise y en cómo se trabaja. Podría decirse que es un espectáculo de acrobacia coreografiada: un híbrido. No lo siento como una elección de “lo otro quedó atrás y no lo voy a volver a hacer nunca más” sino que a mí me gusta ir y volver, y dialogar. A veces me gusta trabajar un concepto y romperme la cabeza para que se materialice en escena y a veces me gusta jugar con el circo en su versión más popular y más libre.

R: ¿Cómo se vincula esta obra con otros proyectos?

GH: En perspectiva lo veo como el segundo trabajo parido dentro de la usina creativa que es la UNSAM. El primero fue ‘Leonardo’, el trabajo que hice sobre Leonardo Da Vinci que se llama “Leonardo: trabajo práctico N°1”. Fue abordado este personaje que mezcla arte y ciencia que es lo que la universidad está proponiendo.

Después apareció “ADN” que está basado en un concepto biológico. Me doy cuenta de que es un espectáculo que no me se hubiera ocurrido por fuera de la universidad. Para llegar a nuestra carpa pasamos por el instituto de biotecnología todos los días. Un poco hay algo que se va contagiando entre las temáticas que tienen que ver con otras ramas del conocimiento.

Una investigación física sobre la materia que construye las identidades. Foto: Hernán Paulos.

Una investigación física sobre la materia que construye las identidades. Foto: Hernán Paulos.

R: ¿Cómo es trabajar con el circo en una universidad?

GH: La universidad es lo que permite acercarse a una formación de excelencia sin que el que la esté pagando sea el bolsillo de cada uno de los alumnos sino en este caso el Estado. ¡Para mí es como si se hubiera abierto el techo del Planetario! La formación que ofrecemos por supuesto que es perfectible pero es exquisita porque son cuatro años de formación, todos los días, cinco horas por día con materias teóricas y prácticas. En relación a crear, una diferencia es que el ambiente contagia. La Compañía de Teatro Acrobático de la UNSAM que yo dirijo funciona ahí y todo eso te empapa. Además, una cosa que es muy distintiva es que yo siento que la universidad me pide que produzca arte, no un producto vendible. Por supuesto que la idea es que lo que investigo y lo que produzco tenga salida y se vea, pero me pide arte y a cambio me da tiempo y condiciones -un lugar, le paga a mis artistas- para hacerlo. Es como una beca.

R: Volviendo a ADN, ¿qué pensás que agrega abordar un proyecto corporal desde el circo y la acrobacia?

GH: El circo tiene adrenalina, la danza rara vez la visita. El cuerpo se usa de una manera más extrema, coquetea con el riesgo de que algo le salga mal a la persona que lo ejecuta, no a la obra en general. Esto genera otro vínculo con el espectador porque está en tensión. Además el circo tiene otra posibilidad.

Adrenalina. Foto: Hernán Paulos.

Adrenalina. Foto: Hernán Paulos.

R: En una obra, ¿cuál sería esa ‘otra posibilidad’ del circo?

GH: Por más que el espectáculo encierre un concepto y tenga un grado de elaboración, yo pretendo que no pierda lo que el circo tiene de popular, de ser para todo el mundo. No hace falta que el espectador tenga una contraseña para entrar a la sala, sino que cualquiera que se sienta pueda disfrutar. Si además de disfrutar con los sentidos, puede comprender y decodificar con el intelecto, bienvenido también. Pero no hace falta una formacióna académica previa para recibirlo y eso el circo lo tiene: por más que ADN no sea un espectáculo de circo puro me interesa que esa médula no se pierda.