Gustavo Zajac: «Hoy voy más allá de mis propias metas»

Gustavo Zajac es referente del jazz y el teatro musical en Argentina. Docente, coreógrafo, director, actualmente está por volver a residir en Nueva York, la cuna de sus pasiones.

martes, 29 de abril de 2014 | Por Estefanía Lisi

Gustavo Zajac es simpático, versátil. Licenciado en Relaciones Internacionales. Sí, y es incluso cómico pensar en su paso exageradamente fugaz por una gran empresa. Pero él se sabía artista. Es que este coreógrafo, director de musicales y docente supo explotar al máximo las oportunidades en su vida y convertirse en uno de los exponentes más fuertes del Jazz y el teatro musical no sólo en Argentina, sino también alrededor del mundo.  Bailarín discípulo de Adolfo Colque y Manuel Vallejos, Gustavo se abrió paso en el terreno artístico junto a figuras del nivel de Maximiliano Guerra, Mora Godoy, Raúl Lavié, Valeria Lynch, Patricia Sosa, Laura Fidalgo, Maximiliano Guerra y Eleonora Wexler.

Desde hace 15 años viaja por todo el mundo de la mano de la danza, trabajando en importantes obras de Broadway como “Nine” con Sam Mendes (director de Belleza Americana en cine) y el actor español Antonio Banderas, mientras que en la zona oriental, sobre todo en Japón y Corea, también cuenta con un público que lo aclama y con productores que lo convocan permanentemente en proyectos que constituyen interesantes cruces culturales: tiene en su haber, por ejemplo, la puesta de «Yerma», de García Lorca, en Yokohama (Japón).

Por otro lado, tiene una carrera consolidada en el ámbito de la docencia, y dicta seminarios y cursos en distintas partes del mundo, otorgando becas de estudio para la Universidad de Pittsburgh. Recientemente lo hizo en la Argentina durante el mes febrero, en el estudio de ballet de Olga Ferri y Enrique Lommi, dirigido hoy por Marisa Ferri, y en junio volverá al país a dictar cursos en Formosa, Río Negro, Villa Regina y Bariloche.

Gustavo Zajac, maestro y coreógrafo argentino, referente en jazz y teatro musical. Foto: Gentileza Gustavo Zajac.

Gustavo Zajac, maestro y coreógrafo argentino, referente en jazz y teatro musical. Foto: Gentileza Gustavo Zajac.

 Hasta 2013, fue director artístico y coreógrafo del programa «Tu cara me suena«, el programa televisivo de canto transmitido por Telefé, Gustavo se acaba de trasladar para vivir en la ciudad de Nueva York. Es que va siempre por más, levantando como bandera su interminable sonrisa, que hoy ya es una marca registrada:

R: ¿Cómo fue tu primer contacto con la danza?

G: Lo primero que hice en mi vida es ir a una escuela donde se bailaba como expresión artística el folclore israelí, a partir de los 9 años. Bailé mucho tiempo ese tipo de danza que, en sí misma, abarca muchas culturas -como danzas árabes, rusas y del medio oriente, entre otras-. También hice algo del folclore nacional. Y gracias a mi participación en festivales empecé a viajar, a tener ganas de perfeccionarme y a conocer la danza profesional. Entonces empecé a tomar clases de técnica, y mi primera formación estuvo relacionada  con el contemporáneo:  yo tomaba clases de barre a terre con Liliana Cepeda y después estudié con Ana Kamien. Luego, incursioné en muchos seminarios brindados en el Taller del Teatro San Martín y cuando terminé el secundario, ingresé al taller. Al mismo tiempo, empecé a indagar en el jazz, que era lo que más me interesaba. Entonces empecé a tomar clases con el maestro Adolfo Colque, que tenía en su momento una compañía con Manuel Vallejos, de la que yo formé parte. De aquella compañía salimos muchos profesionales que hoy nos dedicamos a esto.  Mis compañeros eran personalidades como Marcelo Iripino, Gabriela Pardo, Silvina “La Colo” Barañao, Paula Anselmi y Lorena Portillo, entre otros. Es decir,  mucha gente que hoy está abocada a la danza con alma y vida formaba parte de este grupo, y para mí fue un honor haber trabajado con ellos y hecho mis primeros pasos juntos.

R: También estudiaste Relaciones Internacionales en la universidad…

G:  Sí, así es, mientras bailaba también estudiaba esa carrera en la Universidad del Salvador (USAL). Existió un programa de intercambio con una institución en el estado de Arkansas y me interesó hacerlo. Primero viajé a modo de intercambio y después decidí quedarme a vivir ahí hasta terminar la carrera. Me gradué en Arkansas y tengo un título revalidado en la Argentina. Quise hacerlo para ampliar un poco mis conocimientos en política y economía internacional, idiomas y en religiones globales. A través de esa carrera también me gané una beca y me fui a estudiar a europa un año para realizar una investigación independiente.

De todas maneras, siempre seguí conectado con el arte y con la danza. Por ejemplo, en la universidad también cursé materias optativas que tienen que ver con el teatro. Si la universidad hacía una puesta, yo tomaba las riendas de la coreografía. Y en mi viaje a Europa aproveché para ver todos los musicales que pude, sobre todo en Londres. Iba a ver ballet y ópera en París, Hungría, Polonia. A cualquier sitio donde viajara no podía dejar de lado mi amor por el arte escénico.

R: ¿Cómo fue volver a Buenos Aires luego de esa experiencia?

Bueno, cuando volví entré a trabajar a una empresa exportadora en la que duré, literalmente, un día. A las 24 horas estaba de nuevo tomando mis clases de danza. Antes de viajar ya había ganado experiencia en el escenario, con el musical «Gypsy«, en donde trabajé con un elenco del cual también salieron muchas personas que hoy se dedican a esto. Fue  un musical que en Estados Unidos es como una marca registrada. Todo el mundo lo conoce, pero en la Argentina se hizo esa sola vez. «Gypsy» también es mi película favorita, y yo tuve la suerte de interpretar un rol protagónico en mi primer trabajo en la puesta en teatro, así que resultó una experiencia impactante para mí. Entre mis compañeros de elenco se encontraban Fabio Posca, Diego Reinhold y Eleonora Wexler, que hasta el día de hoy es una de mis mejores amigas -y estamos hablando de 25 años atrás-. Así que esa historia me marcó muy fuertemente. También había trabajado con Susana en la tele. Al vovler de mis estudios en el exterior retomé mi trabajo en el programa de Susana y audicioné para bailar con Eleonora Cassano. En ese momento ella estaba haciendo espectáculos de Music Hall, y yo fui su partenaire en el teatro.

R: Y en medio de estos trabajos, ganaste una beca para estudiar en New York…

G: Claro, yo siempre fui un adicto a tomar clases. Tomaba clases de clásico y jazz todos los días. A la tarde hacía televisión y a la noche hacía teatro. Vivía en forma completa mi actividad artística. Y en 1998 surgió la posibilidad de aplicar a esta beca, la Fullbright. Ahora no existe más, pero en ese momento se había asociado con el Fondo Nacional de las Artes, y constaba de la selección de un artista de cada área para que viaje a Nueva York por un año a perfeccionarse. Yo salí elegido en danza y teatro musical y me vine a la ciudad en la que ahora vivo.

R: ¿Y cómo comenzaste a trabajar internacionalmente?

G: Bueno, antes de irme con la Fullbright, el director y coreógrafo de «Nine» en Londres llegó a la Argentina, y  yo me desempeñé como su traductor primero y como su director residente después. Mientras estuve viviendo en Estados Unidos continué en contacto con ellos, y cuando terminé mi beca el coreógrafo me contrató para mi primer trabajo en Broadway, “Wise Guys”. ¡Para mí fue una experiencia masiva! El director era nada más ni nada menos que Sam Mendes (N. de la R.: En cine dirigió «Belleza Americana», «Cabaret» y «Charly y la fábrica de chocolate», entre otras películas). Trabajé dos veces con él, la segunda fue para unos comerciales que salieron en televisión en Estados Unidos, “E-bay on Broadway”, que tenía tres números musicales. Para mi trabajar con él significó un aprendizaje enorme.

Después de esto volví a la Argentina y empecé a trabajar como director residente. Hice “La tiendita del horror”, “Aplausos”,  cuatro espectáculos de tango -en los que trabajé con Mora Godoy,  Raúl Lavié, Valeria Lynch, Patricia Sosa, Laura Fidalgo, Maximiliano Guerra-,  y también musicales propios como “El hombre de la mancha”, “Víctor Victoria” y “Nativo”.

Después me volvieron a llamar los productores de «Nine» para trabajar en Estados Unidos en una versión con Antonio Banderas y Conchita Rivera. Y luego, este mismo equipo de trabajo fue convocado para hacer “El violinista sobre el tejado”, con Alfred Molina. Aquella fue mi tercera producción en Broadway. Al mismo tiempo, empezaron a surgir opciones de trabajo en el resto del mundo, como Japón y México… Hasta que finalmente,  el año pasado, cuando volví a Buenos Aires me convocaron para ser el director artístico y coreógrafo del programa “Tu cara me suena”.

R: Por otro lado, tenés una carrera docente. ¿Cómo es tu trabajo con la Universidad de Pittsburgh?

G: Bueno, hace 15 años que formo parte del cuerpo docente de la universidad, y a medida en que avanzó mi experiencia de trabajo pude gestionar unas becas para que alumnos de otras partes del mundo pudieran venir a estudiar a Estados Unidos. Tienen dos meses de duración y son para estudiar en un programa intensivo de verano. Los chicos toman clases todos los días, 6 clases por día y 6 días por semana. Me honra ser parte de este programa porque forma a alumnos del calibre de los que en el futuro irán a trabajar a Broadway.

R: ¿Cuán útil pensás que es esta posibilidad para un estudiante de danza? ¿Y cuán valioso fue para vos haber tenido también una beca extranjera?

G: Mi proceso de formación en el exterior fue muy importante para poder abrir los ojos, aprender otras técnicas y ver cómo se trabaja en otros países. En especial para el jazz, haber vivido en Estados Unidos fue muy valioso, porque mucha de la música de nuestro arte es creada acá. Entonces, me pareció que sería muy útil poder abrirle la puerta a las nuevas generaciones a lo que había sido mi oportunidad en otro momento. Fue casi como una obligación que yo tenía para con mis alumnos. La primera gestión que hice me permitió becar a tres alumnos. Después fueron cinco, después siete, y hoy estoy brindando 13 becas y el programa se expandió a Sudamérica, ya que también lo abrí para poder convocar alumnos de Brasil. Hace dos años se sumó Ecuador y también tengo planeado hacerlo en Paraguay.

En cuanto a nuestro país, en general ocurre que de los ganadores se forman grupos muy heterogéneos que terminan casi estableciendo lo que es el nivel del programa, porque la exigencia para poder ganar la beca conmigo es muy alta: tienen que participar un mes entero de un curso con 24 clases. Viene una enorme cantidad de gente que está interesada en poder viajar y de la cual finalmente quedan seleccionados los alumnos que yo creo que más pueden aprovechar el programa y beneficiarse de esta oportunidad tan grande y tan importante que nos da la universidad de Pittsburgh.

Puesta de "Sweet Come to me Stealthily", de 2013, en Seúl. Foto: Gentileza Gustavo Zajac.

Puesta de «Sweet Come to me Stealthily», de 2013, en Seúl. Foto: Gentileza Gustavo Zajac.

R: ¿Qué es lo que más valorás en un bailarín?

G: A mí me parece muy importante la concepción integral del bailarín, creo que tiene que ser artista, y por sobre todo tiene que ser apasionado. Considero que a veces se intelectualiza un poco sobre lo que es la danza, y nos aleja un poco de la pasión. Lo que más quiero ver en un bailarín es su pasión por la danza.

Después, por supuesto que hay otras características fundamentales que tienen que ver con la formación técnica, la cual es esencial. Yo creo que es inevitable atravesar el proceso de formación en danza clásica, porque si no se practica hay formas de expresión que nunca van a poder ser alcanzadas por otros caminos. Me parece que la formación clásica es como el alfabeto. Después, cada uno empieza a escribir con su propio estilo, pero primero hay que aprender eso.

También me parece importante que el alumno pueda generar un concepto integral de formación y aunar la pasión con la disciplina, con la formación, con la expresión y con hacer de la danza su forma de vida. Yo recuerdo que cuando estaba en proceso de formación probaba hacer relevés en el ascensor y cuando llegaba a mi casa, mientras estudiaba para la escuela me sentaba en segunda posición para poder elongar. Me parece que es algo que requiere de mucho más que de cursar una o dos clases por semana. Para mí la danza es una forma de vida. Creo que uno la tiene o no la tiene. Pero tampoco tiene que ser algo para lo que uno sienta un esfuerzo. Creo que cada clase que uno toma es importante y hay que dedicarse a fondo en todas y cada una. Cada maestro tiene algo para dar. Creo que nada puede ser menor a la formación diaria y cotidiana en la danza. La carrera requiere de una pasión y dedicación incondicional, sino uno se cae enseguida. Y yo vi a mucha gente caerse en proceso de aguas tibias.

Los numerosos participantes de los cursos de Gustavo Zajac, en el Estudio de Olga Ferri y Enrique Lommi, dirigido por Marisa Ferri, en Buenos Aires. Foto: Ballet Estudio Olga Ferri y Enrique Lommi.

Los numerosos participantes de los cursos de Gustavo Zajac, en el Estudio de Olga Ferri y Enrique Lommi, dirigido por Marisa Ferri, en Buenos Aires. Foto: Ballet Estudio Olga Ferri y Enrique Lommi.

R: ¿Qué planes tenés para este año?

G: Bueno, lo más importante es que mi base de trabajo se movió de Buenos Aires a Nueva York, porque en este lugar  la oferta de trabajo es más amplia y cualquier oportunidad laboral en otros continentes es más fácil de gestionar desde esta ciudad. Voy a dictar muchos cursos y seminarios. En junio viajaré a Formosa, Río Negro, Villa Regina y me acaban de invitar a Bariloche. Y en septiembre voy a estar en Uruguay, Paraguay y Ecuador. Así que, a nivel docencia estoy con la agenda completa para este año.

Y en relación a mi trabajo de director teatral, tengo dos proyectos inmensos frente a mí. Uno es que logré dar un paso muy impactante, porque voy a coreografiar una compañía en Japón que se llama “Takarazuka”. Es la compañía que más teatro musical produce en Japón, con una formación y un talento impactantes. Y en forma muy poco habitual me contrataron a mí, que soy un director/coreógrafo occidental. Por suerte me han abierto las puertas y este año coreografiaré un musical llamado “The Lost Glory”, que es una versión de Otelo de Shakespeare, ubicada en Nueva York de los años 20, así que vamos a trabajar con el jazz, el charleston y otros ritmos que son muy cercanos a mi estilo coreográfico.

Y después de estar trabajando un mes y medio con esta compañía me voy a quedar en Japón por otros 45 días para trabajar en un espectáculo que se llama “Argentango”. Se trata de un show en el que estoy trabajando en la idea hace un año porque hice un workshop en Japón con las cinco bailarinas que van a formar parte del espectáculo. Y los cinco bailarines hombres son argentinos. Va a ser una experiencia muy llamativa, porque aparte del tango y la puesta, creo que la unión de culturas va a ser impactante para el publico japonés. Mi idea es tratar de acercarles la concepción de Buenos Aires lo más que se pueda, para lo cual voy a usar sillas y mesas auténticas, faroles para la escenografía y otros elementos bien porteños.

R: ¿Sentís hoy en día que pudiste cumplir los sueños que tenías de joven?

G: La verdad es que yo viví cada uno de los sueños que tenía e incluso viví más que lo que tenía planeado para mí. Cuando empecé mi carrera artística, mi meta exclusiva y más elevada era bailar en la calle Corrientes, y nunca imaginé que terminaría coreografiando en Broadway o dirigiendo en Japón. Ahora lo que estoy haciendo con mi trabajo y con mi vida es ir más allá de mis propias metas. Y creo que el secreto para acercar los sueños a uno es jugarse, arriesgarse, intentarlo todos los días: siempre se puede hacer un poco más.

"Lovers in Paris", puesta que realizó en Seúl, Corea. Foto: Gentileza Gustavo Zajac.

«Lovers in Paris», puesta que realizó en Seúl, Corea, en 2012. Foto: Gentileza Gustavo Zajac.