Herman Cornejo: «El arte es infinito»

Sin dudas, uno de los grandes prodigios que ha dado nuestro país. Pero además de bailarín consagrado, es un artista apasionado, en constante búsqueda de desafíos que empujen el desarrollo de una perspectiva propia a través de la danza. En su paso por Buenos Aires el pasado agosto de 2014, nos contó algunas de sus motivaciones y expectativas.

martes, 09 de septiembre de 2014 | Por Maria José Lavandera

Es uno de los prodigios argentinos de la danza, como varios que tan bien ha sabido dar nuestro país. Cultivado bajo la estela profesional de Julio Bocca, Herman Cornejo, hoy a sus 33 años, es más que un bailarín consagrado: es un artista que se busca y desafía continuamente, desde la comprensión de la profunda pasión que siente por la danza como modo de expresión. Si bien su técnica es asombrosa, logra que quede a merced de sus interpretaciones, plenas de sutilezas, intensidades, diversas coloraturas en el desarrollo del movimiento. Es que no simplemente baila, sino que se percibe en su danza la maduración de un punto de vista, que va develando en el escenario, respetando las especificidades y las intenciones de cada rol.

Si bien en 2013 fue convocado junto a Luciana Paris para protagonizar “La Bayadera” junto al Ballet del Conocimiento en Misiones, fue este 2014 que regresó a Buenos Aires luego de dos años a bailar – su última aparición fue en la despedida de Eleonora Cassano en la 9 de Julio en 2012- para ser el protagonista de la IV Gala de Ballet de Buenos Aires, realizada los pasados 22 y 23 de agosto de 2014, con dos potentes Pas de Deux: “Diana y Acteón”, que bailó junto a Lauren Lovette –solista en el New York City Ballet-, que declaró en honor a Maximiliano Guerra, y “Don Quijote”, como reconocimiento a Bocca, junto a Maria Kochetkova, la actual estrella del Ballet de San Francisco, a quien define como divertida y muy profesional: “A ella le gusta todo a la perfección y más, no solamente en su trabajo con su partenaire, sino la ambientación, el estudio, la música, todo tiene que estar al nivel de lo que uno necesita. Es muy difícil encontrar gente así que quiera moverse en esos niveles para lograr algo bueno”. Y es un año agitado por estos lares: el próximo noviembre -entre 5 y el 16 de noviembre de 2014 – llega «Chéri», la obra de la directora estadounidense Martha Clarke, junto a la magnánima bailarina italiana, Alessandra Ferri, en el Teatro Maipo.

Herman Cornejo, como Basilio. Foto: Agustín Mangialavori para REVOL.

Herman Cornejo, como Basilio. Foto: Agustín Mangialavori para REVOL.

Y fue casi que llegó para festejar con el público porteño. Es que este año, como bien se sabe ya, fue ganador del Premio Benois de la Danse, un galardón que llegó para reforzar un presente de por sí consagratorio para este artista, que desde hace once años es Principal en el American Ballet Theatre. “Volver a Argentina siempre son muchas emociones en realidad. Es nerviosismo porque de alguna forma viene la sensación de que tenés que mostrar lo que hiciste en el exterior, pero, por otro lado, volver y mostrar tu arte es como una recompensa de todo el esfuerzo que uno hizo”, comenta el artista, que en esta ocasión también puso en práctica su rol docente para los competidores de la Semi-final latinoamericana del Youth America Grand Prix y de Sexto Año y Perfeccionamiento del Instituto Superior de Arte del Teatro Colón, de donde él mismo fue alumno.

Herman Cornejo, junto a la joven Lauren Lovette, solista en el New York City Ballet. Foto: Agustín Mangialavori para REVOL.

Herman Cornejo, junto a la joven Lauren Lovette, solista en el New York City Ballet. Foto: Agustín Mangialavori para REVOL.

R: Desde la platea se siente la gran pasión por lo que hacés…

HC: Es que lo más lindo, no sé si de la vida de un bailarín, pero sí de un artista. Es que hacés lo que te gusta, hacés tu pasión, entonces no se siente como un trabajo. Creo que nosotros pensamos en qué vamos a trabajar después de dejar de bailar (risas). Siempre está en tu cabeza el qué harás. Creo que es una conexión muy directa. Pero hoy prefiero enfocar en los años que estoy viviendo, porque vivir en el futuro, perjudica. No disfrutás el momento. Y hacer lo que te gusta es lo mejor del mundo.

R: ¿Te gustaría pensarte como director de una compañía?

HC: Muchas veces ser director no significa tanto dirigir como tal, sino aportar y acompañar al resto del equipo. Me gustaría quizás en algún momento poner mis ideas en práctica y también mi forma de tratar a la gente.

R: Hay un compromiso interior en la preparación de tus roles, sean del repertorio que sean. ¿Cómo llevás adelante esta tarea?

HC: La preparación de un rol es casi tan hermoso como bailar en el escenario. Muchas veces cuando son los ballets clásicos de repertorio uno ya sabe técnicamente los pasos que tiene que hacer, pero donde hay que hacer mucho hincapié y pensar bien todos los detalles, es en la parte artística. Roles como ‘Romeo’, por ejemplo, que llegan a un nivel muy profundo de los sentimientos, son en los que uno tiene que poner más tiempo.

R: ¿Qué tipo de obras te quedan hoy por hacer o en las que aún te gustaría indagar más?

HC: Hay tantas cosas para hacer. Hay muchas obras que me faltan, que no están en mi repertorio y me gustaría hacer. Bailar más piezas de Jiří Kylián es una de ellas. Bailar Roland Petit, que por suerte me tocará el año que viene hacer “El Joven y la Muerte”. Ballets completos, como ‘Onieguin’. Pero son roles para los que uno a veces tiene que esperar y tomar precaución en cuándo hacerlo. A veces uno está preparado artísticamente pero la edad significa mucho. Es un rol que seguramente vendrá más adelante.

#Hermasha, como suele titular María Kochetkova las actuaciones junto a Herman. En "Don Quijote". Foto: Agustín Mangialavori para REVOL.

#Hermasha, como suele titular María Kochetkova las actuaciones junto a Herman. En «Don Quijote». Foto: Agustín Mangialavori para REVOL.

R: Hablás siempre del esfuerzo y el trabajo que conlleva lograr cada paso en la carrera, ¿qué pensás de aquello que a veces se dice de que algunos bailarines fueron ‘tocados por una varita mágica’?

HC: Hay muchísimo trabajo en la carrera del bailarín. No solamente físico, sino también mental. Es una carrera muy difícil. Yo entiendo cuando la gente dice ‘tocado por una varita mágica’ porque son muchos bailarines en el mundo, hay mucho talento, y cuando te toca la oportunidad, viendo que hay tantos bailarines que se presentan en compañías, sí te sentís privilegiado. Todos tenemos esas ganas y trabajamos fuerte para lograrlo. Hay muchos bailarines que pasan. Yo creo que uno tiene escrito en su camino lo que va a hacer, dónde va a llegar. Lo que está en las manos de uno, es cómo llegar a ello, por dónde pasar, qué hacer, las decisiones. Y eso es lo lindo.

R: Julio Bocca fue muy importante en tu carrera. Fue él quien te dio espacio desde muy pequeño en el Ballet Argentino y has comentado varias veces cuánto te ayudó crecer en su compañía. ¿Cómo fue este aprendizaje de un grande como él y cómo ha aportado a tu actualidad?

HC: Julio tiene una forma muy particular de enseñar. Él no se te va a acercar y decir algo. Yo creo que él enseña demostrando cómo hace las cosas. Eso es muy importante. A mí me ayudó muchísimo el tenerlo a él delante y ver qué es lo que hacía con su carrera y cómo trataba su cuerpo, su físico, qué decisiones tomaba. Y momentos con él que me quedan en el corazón son por situaciones de compartir momentos, más que la carrera en sí. Uno de ellos fue el hacer ‘Don Quijote’ por primera vez, mi debut, cuando Julio se despedía de este rol junto a ABT, en Japón. Fue muy emocionante, porque usé su misma chaqueta, el día después a su retiro. Hubo algo de una responsabilidad que sentí en la representación de ese lugar que él ocupaba. Y esos momentos son incomparables.

R: ¿Cómo te sentís hoy como artista?

HC: La pasión es tan grande que uno no siente que los años van pasando, como que ese límite que tiene el cuerpo uno intenta dejarlo de lado y sinceramente yo me siento, ahora a mis 30, más fuerte que cuando tenía 20, creo que porque a lo mejor la experiencia, la madurez y la edad llegan a un punto de encuentro. Se suma que todavía soy joven para bailar bien. Las metas para mí siempre son simplemente el próximo espectáculo, el próximo público, que se lleve una grata velada, que disfruten.

Rol docente

Asimismo, parte de su visita, implicó la puesta en práctica de su rol docente. El 19 de agosto, Herman ofreció, invitado por las autoridades del Instituto Superior de Arte del Teatro Colón (ISA), una clase magistral para Sexto Año y alumnos de Perfeccionamiento. También estuvieron presentes como oyentes chicos de niveles inferiores. En este contexto, luego de la clase, sentado en el suelo con los ellos, conversó durante casi una hora sobre sus perspectivas de la danza y su experiencia como bailarín profesional.

“Mis padres me llevaron a un club para elegir entre fútbol, karate… Soy un apasionado del fútbol. Me encanta. Pero de alguna forma sentí que tenía la necesidad de usar mi cuerpo, de tener movimientos con la música. Así que elegí patín artístico con seis años. Luego, la danza vino a mí porque iba a buscar a mi hermana al estudio de Wasil Tupin. Por dos años, vivía colgando de la ventana, mirando. No solamente porque estaba mi hermana [Erica Cornejo, actual Principal en el Ballet de Boston], con quien tenemos una conexión muy fuerte, sino que me encantaba el piano en el estudio, la gente bailando al ritmo de la música, me apasionaba simplemente con 8 años. Yo creo que a ustedes les pasa lo mismo. Empezaron en esto por una sensación, no porque alguien les dijo. Nacer con esas ganas y con ese arte dentro es lo que marca la diferencia”, indicó, relatando sus inicios.

Herman, en clase junto a los chicos del ISA. Foto: REVOL.

Herman, en clase junto a los chicos del ISA. Foto: REVOL.

A los 9 comenzó en la ISA. A los 14 años, luego de haber participado en el Curso Intensivo de Verano de la School of American Ballet, fue convocado personalmente por Julio Bocca para integrar el Ballet Argentino, donde ya bailaba su hermana, motivador fundamental de la decisión de integrarse.  “Así viajé por el mundo con Julio, a quien sinceramente creo que le debo no la mitad, sino todo lo que soy ahora, porque me dio esa oportunidad, no solamente de aprender teniéndolo a él delante, sino esa confianza que todos necesitamos por más de que tengamos esa técnica sólida y esa pasión. También necesitamos confianza, el estar en un estudio no es lo mismo que estar en el escenario. Y lo antes que se pueda estar en escenarios, mejor”, comentó.

Remarcó muy especialmente la importancia del trabajo arduo en su carrera y del respeto por las distintas etapas, por sus compañeros y los directores en cada momento: “Todo fue siempre a fuerza de trabajo, día tras día. Nunca hay un tiempo clave para que uno llegue a ese lugar. Tenemos marcado un final en nuestra carrera, lo que vale es cómo llegamos a ese punto. Quisiera remarcar que lo que yo aprendí en la compañía de Julio fue el respeto al compañero, al saber que es mi primer año, mi segundo año, mi tercer año, dónde uno se va colocando. La vida profesional no solamente depende de lo que uno pueda hacer como bailarín, sino como ser humano. Cuenta muchísimo. Es fundamental rodearse de gente interesante. Yo tuve el privilegio de estar al lado de Julio, que siempre me instó cada día a perfeccionarme cada vez más. Cuando uno se rodea de gente con conocimiento y mejor que uno, es cuando uno sigue para adelante y va aprendiendo”.

Luego de lograr la Medalla de Oro en Moscú, le ofrecieron un contrato con la Studio Company de ABT, que integró luego de saber que su hermana también aceptaría el contrato, luego de pasar un tiempo perfeccionándose en Nueva York. Y así fue como, luego de seis meses, pasaron a la compañía profesional y él, en el lapso de cuatro años, ascendido a Principal de la compañía, donde pudo aprender el oficio y ganar experiencia: “Pasé de estar parado en una esquina teniendo una bandera, por cuerpo de baile, solista, roles principales, modernos, clásicos. Me encantó pasar por todo. Sostener una bandera en una esquina, me enseñó a ver la danza desde el escenario, desde atrás, a ver errores que cometían mis compañeros y saber qué no tenía que hacer. Fue un aprendizaje en silencio, de cosas que no te pueden enseñar los maestros”.

Foto: REVOL.

Foto: REVOL.

Parte de la entrevista general, fueron sus consideraciones acerca de la danza en la actualidad, hoy en debate por el énfasis puesto cada vez más en las demandas físicas: “La danza evoluciona, nos vamos perfeccionando cada vez más, se van haciendo cosas más lindas, pero nunca hay que perder de vista por qué hacemos ballet y no gimnasia artística. Si bien la técnica evoluciona, y uno siempre puede empujar más el desafío físico, no hay que olvidar que hacemos danza. Es un arte. Sé que en muchas galas se hacen acrobacias, porque es lo que levanta al público, pero no tenemos que mal acostumbrar al público a que sólo te aplauda en esos momentos. El primer tendu es el más importante. Cómo se termina la variación, cada paso, de principio a fin. Es lo bonito de la danza. No es sólo cuando preparamos cuarta, o cuando hacemos sous-sus para hacer un doble tour o cualquier paso acrobático. Poner un pie en el escenario, eso ya es bonito. Eso es por lo que luchamos. Dar ese paso en el escenario. Traer a la audiencia a los sentimientos de uno es lo que cuenta, no traerla a que te mire si estás estirando el pie, sino que cuando termine el espectáculo, nada más tenga una sensación, no un recuerdo visual. Es lindo lo que entra por los ojos, pero lo que entra por el corazón no se olvida nunca. Simplemente recuerden eso. El arte es infinito”, dijo Herman.

Finalmente, también indicó lo importante que sería que el ISA volviera al predio del Teatro Colón: “Me gustaría que el Instituto vuelva al teatro. Es muy importante estar rodeado de los bailarines de la compañía, cruzarse en los pasillos. Me acuerdo cuando iba a la cantina y veía a Julio Bocca comiendo abajo. Lo único que quería era pasar para rozar su campera (risas). Son cosas lindas. Espero que vuelva el Instituto al Teatro Colón. Si puedo hacer lo que esté en mis manos para ayudar”, concluyó el bailarín.

Foto: REVOL.

Foto: REVOL.

Hacia el final, invitó a los estudiantes a hacerle algunas preguntas, que oscilaron fundamentalmente sobre las vicisitudes de llevar adelante una carrera en la danza. Así fue que remarcó la importancia de trabajar siempre, con humildad y respeto por quienes son los directores en cada momento de la carrera que elijan hacer. Relató su caso: “La altura no me ayudó muchísimo para llegar a donde estoy. Me costó más llegar a una compañía con 90 bailarines y demostrar que con mi altura sí se puede hacer un rol principal. Fui promovido en 2003, pero con mucha lucha con mi director. No verbal, sino de trabajo. Me costó demostrarle que con mi altura sí podía llevar una obra a mis hombros. Y a Dios gracias lo reconoció. Ese fue el momento de mi duda, si él lo iba a reconocer en algún momento o no, que fue cuando pensé si lograría mi objetivo. Entonces sí, siendo Principal y todo, muchas veces lo que se ve de afuera es hermoso, pero lo que hay dentro es mucho trabajo. A mí me pasaron las cosas rápidas, pero hubo mucho trabajo, lágrimas, sufrimiento, dolor y lo conseguí en cierta forma porque en ningún momento hice cara fea a que no me dieran ese lugar que yo quería. Simplemente demostré esa paciencia y ese respeto por el director. Yo decidía quedarme, demostrar mi arte y él habrá visto mi alma trabajar, no solamente mi cuerpo. Es lo que me llevó a sobrepasar esa barrera. Uno puede encontrarse con tantas personalidades, que lo único que puede hacer uno es confiar en uno mismo y no intentar fijarse en lo que otra persona está haciendo, sino en lo que uno como persona podría hacer cada vez mejor”.

Otra inquietud de los chicos tuvo que ver con el modo de sobrellevar las lesiones, un temor frecuente entre profesionales y estudiantes: “Es muy complicado, hay que prestarles mucha atención. Lo que sí hay que diferenciar es cuándo es dolor de lesión y cuándo es dolor porque estamos creciendo. La danza es completamente opuesta a lo que un ser humano puede hacer. Yo creo que no conozco a ningún bailarín que un día haya entrado al estudio y haya dicho: ‘Hoy no me duele nada’ (risas). Pero es necesario identificar los dolores, conocer el cuerpo de uno. Mis problemas de rodillas más que nada fueron tendinitis por saltar en suelos duros, por ejemplo”, comentó.

Asimismo, y relacionada, fue la consulta sobre cómo se cuida en el día a día: “Creo que el entrenamiento tiene que ser a full. Cuando uno tiene que estirar el pie, lo estira; cuando tiene que saltar, salta. Lo que sí hay que cuidar es el antes y el después del entrenamiento. Llegar a la clase, estirarse. Termina la clase, estirarse. Baños de agua con hielo, masajes. Obviamente cuando uno entra en una compañía es mucho más fácil porque está el terapista, que te sigue a todos lados, antes y después de los ensayos y de las funciones. A veces pasamos por alto eso: pasar por la terapia cuando termina un entrenamiento. Es saber que termina la función y por más que quieras ir con tus amigos a cenar, o a tu casa a descansar, debes tomarte 20 minutos, poner los pies en agua con hielo, estirarte, ponerte alguna crema que evite dolores. Esos cuidados son los que marcan a veces la diferencia”.

Herman Cornejo, en charla con los futuros bailarines del Teatro Colón. Foto: REVOL.

Herman Cornejo, en charla con los futuros bailarines del Teatro Colón. Foto: REVOL.

Finalmente, la charla concluyó con una pregunta desafiante: ¿cuál creería que es su rol en la sociedad como bailarín y como artista? Para él, incluso sobre la pasión que porta por su arte, lo más importante es lograr ser “ser un buen ser humano, simplemente”.

Estallaron los aplausos, tal como en el escenario, también debajo.