Hermann Heisig: Todo fluye

Por María José Lavandera – Tw: @majolavandera Hermann Heisig es considerado “la estrella naciente” de la escena de la danza berlinesa. Con 30 años, una sencillez a toda prueba, hoy también reciente padre de un niño, vino a la Argentina a presentar la obra “wir/nosotros/vi”, elaborada junto a la directora de teatro danesa Anne Zacho […]

lunes, 02 de diciembre de 2013 |

Por María José Lavandera – Tw: @majolavandera

Hermann Heisig es considerado “la estrella naciente” de la escena de la danza berlinesa. Con 30 años, una sencillez a toda prueba, hoy también reciente padre de un niño, vino a la Argentina a presentar la obra “wir/nosotros/vi”, elaborada junto a la directora de teatro danesa Anne Zacho Søgaard, su pareja, y la actriz, performer y directora argentina Marina Quesada. En esta obra indagan la potencia de la representación –la configuración social del sentido-, a través de material autobiográfico: cómo finalmente se van cruzando, plegando, impregnando, en distintos niveles, las definiciones políticas, culturales e incluso personales y cómo el cuerpo, finalmente, logra quizás ser nombrado y escapar a ese nombramiento, cada vez que reconfigura su campo de acción. Esta obra, tal lo indica su nombre, fue presentada en Alemania, Dinamarca y Argentina, siguiendo las nacionalidades de sus creadores, siendo ello, a su vez, un modo distinto de acercarse a la obra, lo cual también ha alimentado la conceptualización que persigue.

Parte de la obra, como decíamos, han sido sus trayectorias distintas. Los tres se conocieron hace más de diez años atrás, en Berlín, ciudad que eligieron para iniciarse profesionalmente como artistas; sus caminos luego bifurcaron para volver a encontrarse a través de esta pieza, que suma la teatralidad –el enunciado de sus participantes, muchas veces contrapuestos- y la corporalidad en movimiento, que se desarrolla en un devenir permanente.

Foto: Gentileza Marina Quesada.

Los protagonistas de wir/nosotros/vi. Foto: Gentileza Marina Quesada.

Y Hermann, justamente, para explicar su arte, habla de fluidez, de identidad, de cuerpo en movimiento, de comprensión de sus habilidades… e inhabilidades. La danza, para este hombre flaco y alto –mide 1.95-, es, muy en consonancia con lo que vino a mostrar junto a sus compañeras de ruta a través de su arte, es exactamente aquello que cada uno puede hacer con su cuerpo. Originario de Leipzig, se mudó a Berlín en el año 2000, persiguiendo una formación como bailarín. Entró en la escuela “Die Etage”, donde comenzó a crear. Por decir algo de su biografía, en 2007, participó en “ex.e.r.ce 07”, un programa de siete meses en el Centro Coreográfico de Montpellier con Mathilde Monnier y Xavier Le Roy. Ha participado en algunos de los festivales más importantes de Europa de danza contemporánea, como Tanz im August y el Spielart Festival in Munich.

Pero poco le importa a él el dato justo de ese CV elaborado a base de “selecciones” que tan bien parado lo hacen quedar a uno. Es que él se anima a pensarse sin estamentos, sin perderse en algunos puntos –así llamados- “altos” de su carrera. Y así es como devela el movimiento desde su perspectiva: un descubrimiento de sí mismo a través de su cuerpo, en una sinceridad absoluta consigo mismo y, en este sentido, la posibilidad de la expresión.

Gracioso y brillante, Hermann es, en última instancia, un intelectual que escribe bailando.

R: ¿Cómo es que empezaste a bailar?

H: (Risas) Empecé a bailar en 1997. Llegó una competencia a mi ciudad, Leipzig, llamada Euroscene y tenían la idea de exportar de Bélgica un concurso que coordinaba el coreógrafo Alain Platel. Se invitaba a realizar solos de danza de cinco minutos. No importaba el estilo o si tenías algo de entrenamiento para hacerlo. Tenía 15, 16 años. Recuerdo que leí el aviso para este concurso en el diario y pensé: “Bueno, voy a probar esto” (risas). Pero no tenía ninguna experiencia previa en la danza. Es más, nunca fui específicamente bueno en lo que a movimiento de mi cuerpo fuera o en los deportes; de chico era más una persona de tipo “intelectual”. Soñaba mucho, imaginaba, leía mucho. Se ve que al llegar a la adolescencia estaba con este ímpetu de experimentación (risas) y me presenté. En ese momento me encantaba un comediante alemán – Helge Schneider-, que trabaja mucho con el ridículo, usando trajes y disfraces, de modo que yo me puse uno (risas) y practiqué algunos movimientos: entre 5 y 6 movimientos. El resto era improvisado (risas). Igualmente tenía algunas referencias de performers que habían trabajado con mi padre [es un pintor alemán de enorme trayectoria y reconocimiento, Johannes Heisig, hijo, a su vez, de Bernhard Heisig, maestro de los integrantes de la Neuer Leipziger Schule, movimiento artístico alemán preponderante luego de la reunificación alemana] en los años 70; en la Escuela de Arte en Leipzig habían comenzado a experimentar con performances y había visto actuar a un amigo de mi padre, lo cual creo que fue una inspiración.

R: Entonces, al momento del concurso, saliste al escenario, hiciste lo tuyo y … ¿cómo salió?

H: ¡De veras salió bien! (risas)

R: ¿Ganaste el premio?

H: No, el premio no (risas). Pero hubo una reacción muy intensa del público. Les gustó. Me dieron algo así como un premio especial, que sirvió solamente para llegar a la final. Luego me empecé a contactar con gente que me vio ahí. El caso es que había un grupo de chicos que estaban comenzando con una banda de música y hacían fiestas en Leipzig. Había en aquel entonces un montón de espacios vacíos en la ciudad; también se presentaban en galerías, en la Escuela de Arte. Era algo a medias legal, digamos (risas). Y yo fui invitado en bastantes ocasiones para improvisar solos de danza en estas fiestas. Esto estuvo sucediendo durante dos o tres años, a fines de los ’90. De esta forma, gané una cierta regularidad en hacer performances de este tipo.

Foto: Gentileza Marina Quesada.

Foto: Gentileza Marina Quesada.

R: ¿Tomaste a este entonces clases de danza?

H: Había comenzado con algunas clases. Encontré una profesora que había sido bailarina en la Opera de Leipzig y ella estaba dando algunas danzas de estilo moderno, cercano a la técnica Cunningham y Limón. En ese instante fue que comencé a fantasear con la idea de cómo sería convertirme en bailarín. Yo estaba fascinado también con esta nueva forma que había encontrado para experimentar el cuerpo. A mí nunca me habían gustado los deportes realmente; estaba siempre esta situación de competencia que me desagradaba por completo y de reglas que había que respetar. Lo que me maravilló de la danza es que era abierta y permitía la improvisación. Creo que lo percibí como una forma de conocer mis posibilidades físicas. También me encantaba pensar que en la interpretación había algo que existía en ese solo momento. No hay trazas permanentes, en ese sentido. Empecé a mirar danza, en ese momento, lo cual también me inspiró.

Hoy miro para atrás y pienso que es muy lindo que haya un espacio como Euroscene, porque no sólo atrae a bailarines, sino a quienes están interesados y que no tienen entrenamiento. Es un campo abierto a la experimentación. En Leipzig, en tiempos de comunismo, poca gente podía acceder a espacios de arte como profesional. Estaba la Opera, el Ballet o el Teatro, en mayúsculas, como espacios estancos y separados. Fue muy importante para mí ver este otro tipo de trabajo. Esto me entusiasmó mucho y me dio el pie para saber que era algo que quería experimentar en carne propia. Igualmente una vez que empecé, quería adquirir técnica, pero más en términos de descubrir las posibilidades de mi cuerpo, no tanto para ser un bailarín clásico. Era como una misión encontrar esas habilidades de mí mismo.

R: Siendo que se trató de algo que apareció fuera de tus gustos tradicionales, ¿cómo reaccionó tu familia cuando te vieron haciendo esto?

H: (Risas) Creo que mi padre y mi madre estaban ambos sorprendidos. Era algo que no esperaban. Igualmente ellos me apoyaron mucho. Confiaban en que era algo que podía hacer. Creo que quizás al principio, siendo que era tan joven, estaba en la escuela, no les preocupó demasiado. Quizás pensaban algo como una experimentación normal de la edad, que todavía tenía tiempo de cambiar de parecer (risas). De mi padre creo que fue muy lindo que se interesara en lo que estaba haciendo. El me preguntaba bastante sobre mi nueva actividad y creo que sin duda esa sensación de que mis padres, por suerte, estaban de mi lado me ayudó a progresar. Distinto hubiera sido quizás si tenía que luchar un poco contra ellos para hacer eso que quería. Creo que no es descabellado pensar que podría haber sido así

R: Yendo a la presentación reciente en Buenos Aires, ¿cómo fue el proceso de trabajo para la obra wir/nosotros/vi?

H: Fue un largo proceso. Anne [directora teatral y su novia] y yo estuvimos en 2011 en Argentina por primera vez y comenzamos a concebir la posibilidad de hacer un trío con Marina Quesada. Surgió la pregunta respecto de cuál sería el punto a trabajar. Hubo muchas ideas diferentes; en aquel entonces fuimos a Iruya (Salta) y comenzamos con la idea de trabajar en la idea de representación política, porque vimos una inauguración a cargo de Cristina Kirchner. Vimos en una pequeña televisión en Iruya cómo ella llegaba con su comitiva y un cierto despliegue de símbolos que nos llamó la atención. A su vez, allí mismo hubo una inauguración con la representación del Intendente de Iruya y notamos que llevaba consigo los mismos signos patrios. Hubo una ceremonia, con empanadas para todos. Luego hubo una incursión de los indígenas y el intendente se unió al festejo de ellos. Todo esto nos inspiró a trabajar sobre este tema. Luego, se desarrolló a pensarla en relación a nosotros mismos y nuestras vidas, ya que de alguna forma nosotros también estamos proyectando lo que nos impacta a nivel significante. Nuestras memorias, decisiones, vida profesional.  Los tres empezamos a trabajar en Berlín y luego cada uno por su lado. Marina vino a Buenos Aires, yo quedé en Berlín y Anne fue a hacer un Master en Dirección Teatral en Dinamarca.

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R: ¿Cómo trabajaron las huellas del sentido, las representaciones que comporta el cuerpo y sus movimientos? Hay una intención constante de objetivizar cada movimiento…

H: Fuimos trabajando ejercicios. Tenemos uno que en alemán se llama “me paro aquí” (ich stehe hier); yo estaba fascinado con trabajar la idea de hablar y moverse al mismo tiempo. Por ejemplo, ¿qué podrías decir de tu brazo mientras se mueve? (risas). Y también hablamos sobre nosotros mismos, buscando las respuestas del cuerpo. Es indagar en cómo el cuerpo responde a aquello que es dicho sobre él. Y de esta forma pensar “las cajas”, socialmente hablando, en las que se nos pone. Para identificar a alguien, decís “él es la persona con la nariz larga”. Pero creo que lo lindo del cuerpo es que puede esquivar ese tipo de aserciones.

R: Me hacés recordar a Merlau-Ponty y su fenomenología de la existencia a través del cuerpo: la percepción es sólo a través de un cuerpo que crea el mundo a través de su existencia misma.

H: Creo que esto me recuerda a la razón por la que empecé a bailar. El cuerpo tiene una fluidez particular en la relación con el mundo que le permite conocerlo más allá del sentido socialmente construido.

R: ¿Y has llegado a alguna conclusión trabajando en tu obra respecto de los cruces de representaciones y sus uniones y des-uniones con el cuerpo?

H: (Risas) Creo que aún no está terminada. Lo que fue una pregunta para nosotros era si hablar en términos autobiográficos podía ser interesante para un público general. Que esto funcionara nos dio satisfacción, porque no estábamos seguros. Fue un proceso difícil también respecto de encontrar el equilibrio en la distancia entre nosotros. Queríamos ser sinceros respecto de lo que decíamos en el escenario, que el material que usáramos fuera verídico. La cuestión es que igualmente uno hace una selección y allí ya existe la ficción de un recorte. Ya la elección que tomes es una decisión. Estas decisiones predisponen el cuerpo. Para descubrir los recortes y esas autobiografías, trabajamos con preguntas que nos hacíamos mutuamente. Hay un poder en la nominación que se siente también físicamente. Parte del trabajo fue presentarla en los tres países –Alemania, Dinamarca y Argentina- en distintos idiomas.

En esta rememoración autobiográfica, la gente siempre se queda con una anécdota mía, respecto de todas las escuelas de danza en las que intenté entrar y no fui aceptado. Creo que esto los remonta a cómo uno se relaciona con su biografía: se nos requiere habitualmente que escribamos nuestros CVs con todo lo mejor que tenemos, las cosas que funcionaron, lo que podemos hacer. La idea es ser atractivos. En el IUNA [realizó el seminario “Lo involuntario como motor”], de hecho trabajamos con esta idea del “Cv negro”: las cosas que no lograste, lo que no podés hacer, en lo que no sos para nada bueno (risas). Para la obra tuvimos que pensar en un equilibrio entre estas cosas y cómo predisponen el cuerpo, el movimiento y, con ello, la identidad, la participación social. Hay varias partes en la obra en que hablamos de los distintos roles que cumplimos: pueden ser roles teatrales, funciones que tuvimos en la escuela, en la iglesia, el momento en que  representamos otras instituciones.  Nos preguntamos también qué implicancias tiene ese representar en cada país. Interviene también nuestro aspecto físico en esto.

La representación como tal es un tema tan grande que toca tantas partes de nuestra vida. Me gustaría que la obra creara algo de sensibilidad en cómo miramos nuestros cuerpos, aspectos, identidades. La identidad es algo tan fluido: es realmente lo que puedas decir aquí y ahora. Vas a un contexto diferente y volvés a cambiar. No es algo fijo. Quizás podemos llevar a los espectadores a pensar un poco sobre ello. Seleccionamos información todo el tiempo: cuando era adolescente y mi voz estaba cambiando, era muy distinto cómo me relacionaba con mi abuela que cómo me relacionaba con mis amigos (risas).

Incluso la obra se convirtió en una forma de encontrarnos y tomar en consideración todos los cambios que sucedieron a lo largo de la producción de la obra. Para nosotros fue muy interesante también cómo organizamos la puesta en cada país.

Foto: Gentileza Marina Quesada.

Foto: Gentileza Marina Quesada.

R: ¿Qué inspira el movimiento en tus obras?

H: Creo que ver artistas. Proceso mucha información de lo que veo. También situaciones de la vida, como ir a una fiesta y ver cómo la gente baila y se comporta allí con su cuerpo. Ahora me interesan los cuerpos que están involucrados en varias cosas al mismo tiempo; así creo que es como siento a mi cuerpo actualmente, quizás por esta tendencia al multitasking que parece sernos requerida cada vez más para sobrevivir. Configura un tipo de pensamiento también. Para mí es interesante trabajar el cuerpo no como unidad, sino como emplazado en distintos espacios que requieren distintas cosas. Esta situación de multiplicidad y capas me gusta para elaborar. También me divierte entender el cuerpo en su rareza: el cuerpo en relación a objetos, a espacios. En cierto modo, cómo el ser humano se sitúa en el espacio que lo rodea y cómo pueden crearse imágenes contradictorias con el cuerpo. El humor que interviene en ello también es motivo de indagación: por ejemplo, la risa que provoca la caída de alguien en la calle. Creo que hay una inhabilidad para lidiar con la fluidez del mundo.

Hay una multiplicidad para leer el cuerpo. Creo que eso es muy importante para el teatro que propicie una apertura general a pensar que las cosas pueden ser de una u otra forma. Creo que el arte tiene la posibilidad de ofrecer una alternativa en ese sentido. Esto no significa que las cosas no sean claras en las obras y haya una fluidez indecisa de modo constante (risas); de hecho para nosotros es muy importante que en un determinado momento haya pasajes muy puntuales y concisos.

R: ¿Qué estarás trabajando próximamente?

H: Realizaré una nueva pieza, también un trío, aunque no una colaboración, parte en Berlín y parte en Dresden, en un teatro llamado Hellerau, que era muy famoso algo así como 100 años atrás (risas). Era una fábrica de muebles modernos y se hicieron conocidos por ser exclusivos y el trato especial que daban a sus trabajadores. Sus dueños construyeron un teatro, el primero en que el escenario no estaba elevado, un nuevo concepto para comienzos de 1900. Luego fue mal utilizado durante el periodo nazi y ahora fue re-descubierto como espacio para las artes. Ofrecen residencias, así que estaré allí entre tres y cuatro semanas el año que viene para trabajar.

En esta nueva obra voy a estar también en el escenario. Trata sobre el eco, quizás (risas). Más bien, cómo de una acción que uno emana, recibe luego otra cosa, una consecuencia. En parte nace de mi investigación en el humor. Quiero trabajar esta cuestión de que cuando uno lanza algo con una intención, se devuelve de distintas formas. Y como hay tres personas, también tratará sobre el poder de amplificación. Uno hace algo, otro puede extender eso o desarrollarlo. Estoy fascinado con cosas como Facebook. Tenés a veces este enorme poder de amplificación. Me impacta cuán rápido algo se puede replicar y volverse inmenso. En la obra quizás aparecerá de un modo abstracto, pero la idea es elaborar esto de que uno tiene una cierta intención, otro lo amplifica, lo cambia y luego se vuelve monstruoso para vos mismo. No quiero decir que esto es enteramente negativo, sino que se trata de meterse en la dinámica y comprenderla, y ver qué significa en términos de control. Las redes sociales, por ejemplo, desataron rebeliones en el mundo árabe. En parte es fascinante y parece ser que las cosas pudieran ser más democráticas, en cierto modo. Claro que no todo es posible, pero las cosas parecieran ser un poco más igualitarias. Hay una serie de reacciones en cadena. Y quiero hacer una pieza más física.

R: Es cierto que existe, por lo menos, la sensación de que uno puede responder de algún modo e intervenir el espacio público, en esta intersección entre lo virtual y lo real…

H: Yo pienso que algo de eso hay. Por ejemplo, si hubieras querido hacer una revista hace 20 o 30 años, hubieras tenido que realizar una inversión enorme, o haberte incluido en una estructura ya armada a ver si a alguien convencías de que había un interés en información sobre danza (risas). De este modo, podés hacer esto de la manera que vos pensás que es mejor y llevarlo adelante.