Jason Warley, invitado a la Vortex Convention: «Siempre es bueno tener diversidad de habilidades para nutrir la carrera»

Es uno de los discípulos del gran maestro de jazz Frank Hatchett. Lleva más de 20 años de carrera como docente y coreógrafo en grandes producciones de Broadway. En esta nota, nos deja historias de vida y consejos, desde la Gran Manzana, donde vive. Visitará Argentina este julio por segunda vez.

jueves, 23 de junio de 2016 | Por Maria José Lavandera

Jason Warley es, ante todo, maestro. Maestro de danza, especializado en jazz. Así define él mismo un título que ha construido con más de 20 años de trayectoria. Y qué maestro. Jason fue discípulo del legendario Frank Hatchett, a quien se considera el padre del estilo americano de jazz –el VOP style-, fue creador del famoso Broadway Dance Center de Nueva York y tutor de estrellas como Madonna y Olivia Newton-John. Jason, además de formarse allí con él, pasó por Alvin Ailey School y por el programa de Danza de Lehman College.

Jason Warley, en la tapa de "Dance Teacher's" Magazine, en agosto de 2014.

Jason Warley, en la tapa de «Dance Teacher» Magazine, en agosto de 2014.

Ha trabajado con reconocidos coreógrafos, como Jerry Mitchell, mimado de los Premios Tony y considerado un “hit-maker” (creador de hits) de la industria del musical estadounidense. Jason ha participado como coreógrafo en grandes obras de la escena teatral neoyorquina, como “Dreamgirls” y “Singing in the rain”. También es creador y director de la organización Man in Motion, con base en Nueva York, red de más de 50 coreógrafos y maestros de danza varones que ofrecen entrenamiento especializado para competencias, seminarios y talleres específicos dentro y fuera de Estados Unidos.

Y Jason traerá su simpatía a Argentina a la Vortex International Dance Convention, que se realizará 29, 30 y 31 de julio de 2016 en Buenos Aires y también tendrá como invitadas de lujo a  Tara-Jean Popowich, para contemporáneo, a Karina Terán para técnica clásica y a Kaelynn Harris, «diva» del hip hop.

Conversando con Revol desde Nueva York, nos comentó algunas de las historias personales que recopiló a lo largo de su extensa carrera:

R: ¿Cómo definirías estos más de 20 años de carrera?

J: Es mucho tiempo y creo que lo que me siento es realmente orgulloso, porque sé que puse mucho trabajo en la danza y, más que nada, en la educación de danza. Así que mirando hacia atrás en mi camino, me siento mayormente feliz. La mayor parte de mi carrera tuvo que ver con la enseñanza y mi pasión estuvo muy canalizada en ese aspecto.

R: ¿Cómo fue que te iniciaste en esta disciplina? ¿Siempre sentiste ganas de dedicarte a esto?

J: Hay dos historias diferentes (risas). Mi tía coordinaba un programa de danza extra-curricular para chicos de mi escuela. Yo tenía 10 años más o menos y ella solía cuidarme durante el verano. Yo me sentaba a mirarla mientras enseñaba tap. Luego me empezó a instar a que aprendiera con los demás chicos. Hice eso por más o menos un año, pero no continué. Cuando llegué a la secundaria, como parte de educación física, estaba la posibilidad de que te asignaran danza. A todos los otros chicos, les ofrecían fútbol, natación y por alguna razón, a mí me dieron danza (risas). Lo odiaba. Imagináte: tenía 14 años, era el único varón de la clase. Lo odiaba absolutamente. Así que me negué rotundamente a bailar e iba a las clases a sentarme y nada más. Entonces la maestra me dijo: “Podés sentarte ahí todo lo que quieras durante el año, pero tenés que aprenderte estos pasos para fin de curso, porque hay un examen que aprobar y si no pasás, lo vas a tener que tomar todo otra vez”. En ese momento, dije: “Sí, whatever”. Me quedé sentado ahí todo el año, mirando. Y el día del examen, subí al escenario y lo hice (risas). La maestra y todas las chicas de la clase estaban en shock. Nadie podía creerlo. Yo tampoco lo podía creer. Así me gané que me prestaran mucha atención. Atención de la maestra, de mis compañeras y con tanto alarde, me acuerdo que dije: ‘Me parece que me gusta esto’ (risas). Ahí es cuando realmente empecé a pensar en la danza más seriamente. Gracias a esta experiencia de hecho me transferí a un departamento especial en la escuela en el que ofrecían más clases de danza para chicos con cierto talento y que deseaban ser bailarines profesionales.

Y fue a partir de eso también que, a lo largo de los años, pude comprender el valor de esa habilidad que tenía para ver algo e imitarlo con el cuerpo. Eso me ha servido mucho luego en mi carrera. Todos aprendemos diferente: hay quienes aprender escuchando, otros haciendo, otros mirando… Eso como maestro es bueno también identificarlo en los alumnos para ayudarlos mejor.

R: Como maestro, además de la técnica y los pasos, ¿qué te gustaría que la gente se lleve de tus clases? ¿Qué tipo de experiencia te gusta transmitirles?

J: Cuando estoy enseñando, siempre tengo algo para cada quien. Me gusta que cada uno de mis alumnos se vaya de la clase con algo. Creo que hay maestros que sólo gravitan alrededor de un chico o chica, al que consideran ‘el mejor de la clase’ o los que están haciendo las coreografías ‘tan bien’. A mí también me gusta eso, pero también es muy importante la persona que está atrás, que se siente un poco insegura de sí misma, y a veces yo gravito más alrededor de esa persona. Trato de ser motivador de esas personas. Trato de darles confianza para equivocarse y fortalecerse a partir de eso. Cuando ven que al maestro les importa lo que están haciendo, empiezan a mejorar. Empiezan a sonreír, ves como abren sus ojos y que ganan confianza en sus cuerpos. Es en este sentido que me gusta que cada uno se vaya con algo de mi parte. A mí mismo muchas veces me ha pasado de estar en una clase pensando que todos son mejores que yo y uno entra en un espiral de desmotivación. Y me ha pasado también que el maestro me haga una pequeña corrección y me diga: ‘Ahora sí, ya está, dale’. Darme cuenta de que ellos también me estaban mirando y buscaban ayudarme me devolvía la energía.

Jason Warley, en su New York natal. Gentileza.

Jason Warley, en su New York natal. Gentileza.

R: Has hecho una carrera larga y exitosa en un polo para las artes escénicas como es Nueva York ¿Qué dirías que es importante para insertarse laboralmente como bailarín en el ambiente tan exigente de esta ciudad?

J: Yo diría que si venís a Nueva York y estás entrenando para ser bailarín, es bueno mentalizarse para tomar todo tipo de clases. Y, aunque a veces no les guste a los bailarines, tomar clases de canto y, tanto para chicos como para chicas, tomar clases de acrobacia o gimnasia artística y tap. La razón por la que digo esto: me ha pasado que al final de una audición, algún director dijera: ‘¿Quién sabe hacer medialunas?’ (risas). Particularmente para los varones, a quienes siempre se les pide que puedan hacer algún tipo de salto grande, es muy importante este tipo de habilidad. Yo no sabía hacerlo, así que siempre recuerdo salir diciendo: ‘¡Si hubiera tomado clases de gimnasia!’, aunque fuera para aprender algunos trucos. Algunas veces eso hace la diferencia. Cantar es otro tema: practicar, aunque sea un poquito, abre las puertas de Broadway cuando llegan aquí. Y hoy en día, incluso si se quiere ser bailarín de ballet, es siempre bueno tener diversidad de habilidades para nutrir la propia carrera.

R: Has trabajado en producciones importantes en Broadway, como la mega-famosa “Dreamgirls”… ¿Cómo es trabajar para estas grandes producciones teatrales como coreógrafo?

J: “Dreamgirls”… ¡mi show favorito! (risas) La verdad que esas son las experiencias de las que más he aprendido y la razón de ello es porque estás lidiando con muchas otras instancias de la obra. Yo era el coreógrafo, pero también tenía que ponerme de acuerdo con el director, que tiene una visión muy específica; también tenía que estar muy en comunión con la orquesta, el compositor, el director musical. De este modo, cuando se trabaja en estas producciones, nunca la cosa se restringe a uno, sino que la gracia está en cómo nos relacionamos con todas las otras áreas. De hacer eso, uno aprende muchísimo, porque cada uno tiene especificidades y objetivos propios respecto de lo que quiere lograr y, al final, todo eso tiene que tener coherencia. Es poder dar lo que vos das -la coreografía-, pero también hacer que la visión del director general cobre vida. También, llevando el tema más allá, habitualmente en estos musicales uno cuenta con grandes cantantes, que no tienen tanta experiencia con la danza, y uno debe poder producir algo para que ellos puedan moverse, que les funcione en el escenario y se vean bien. Encontrar el equilibrio perfecto, trabajar con sus miedos incluso -vienen a ensayar con muchas inseguridades a veces-, hacer que confíen en vos, hacerlos sentir bien sobre lo que están haciendo, es todo un trabajo aparte. Eso ya es una habilidad por sí misma: tratar con cantantes o actores que no son primariamente bailarines.

R: Sé que has venido a Argentina el año pasado a Vortex. ¿Qué te has llevado y qué esperás traer para esta ocasión?

J: He estado el año pasado en la convención con Karina [Teran] y con Tara-Jean [Popowich]. Sé que los bailarines allí tienen ‘hambre de aprender’. Son muy agradecidos, tienen muchas ganas, son humildes y sobre todo, quieren aprender. Yo sentí eso de inmediato la vez pasada. Sé que cuando regrese, voy a entrar en un estudio con gente que realmente quieren aprender. Estoy muy contento de volver. Por mi experiencia anterior, estoy planificando algo que quiero que sea genial, a la altura de sus ganas. No los voy a desilusionar (risas), porque se que están esperando y que están ansiosos. Quiero crear algo que se puedan llevar y con lo que se sientan felices. Eso hará que mi viaje valga la pena.

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