Margarita Bali: la danza proyectada

Coreógrafa icónica de la escena dancística argentina. Una artista precursora en la mixtura de lenguajes, en ver en ella una posibilidad de intervención espacio-temporal que largamente excede los límites del cuerpo humano. Bali recorre con Revol algo de su trayectoria y nos cuenta sobre su nueva Galería «Espacio Fábrica».

martes, 14 de octubre de 2014 | Por Maria José Lavandera

Poco hay que uno pueda introducir acerca de una de las coreógrafas icónicas de nuestra escena. Margarita Bali, creadora junto a Susana Tambutti de la mítica compañía Nucleodanza, que dirigió durante 25 años, referente en videodanza en Argentina y precursora en videoinstalaciones, videomapping y obras de danza interactivas, inauguró este año su Galería «Espacio Fábrica», en su estudio del barrio de Colegiales, que funciona desde junio de 2014 como una laboratorio y centro de experimentación y de exposición de obras suyas y de otros artistas que también se especialicen en la cruza de lenguajes. No obstante, aclara la artista, esta iniciativa viene a culminar un proceso de años en este camino: «En realidad mi estudio de danza de la calle Zabala ha sido un lugar de laboratorio y experimentación desde siempre -desde 1980-, ya sea como sede de Nucleodanza, en donde se generaron más de 40 obras, como sede de la escuela intensiva que funcionó por 7 años – en donde también se gestaron muchísimas obras y muestras de alumnos-, y en los últimos 10 años, como estudio de fotografía y filmación, en donde filmo todas las escenas bailadas que forman parte luego de mis obras de videoinstalaciones y de videodanza. Las razones  principales que me motivaron a convertirlo en espacio de exhibición de obras son varias. La primera tiene que ver con que son pocos los espacios de artes visuales, así como teatros de la ciudad que cuentan con equipos adecuados el montaje de obra con tecnológica de proyecciones. Segundo, tengo realizadas mas de 40 obras de videodanza, video instalaciones y de perfomance en vivo con tecnología tecnológica, amontonadas en depósito en situación de imposible visualización, que espero ir exhibiendo de manera rotativa. Tercero, me interesa la posibilidad de utilizar este espacio específicamente como taller de realización, investigación, docencia  y de exposición de otros artistas en líneas de trabajo que utilicen tecnologías».

Parte de la obra "Galaxias", estrenada por el Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín. Foto: Gentileza.

Parte de la obra «Galaxias», estrenada por el Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín. Foto: Gentileza.

Fue inaugurada con una muestra que reunió algo de su trabajo a lo largo de los años y con la idea de combinar sus obras más antiguas -como la re-elaboración del evento «Pizzurno pixelado» (FIBA 2005) en una maqueta arquitectónica-, con obra más reciente -como la serie en referencia a las galaxias que incluyen «Homo Ludens Intergaláctico«, segundo premio dela Bienal Gyula Kosice 2012, «Homo Ludens Espacial«, tercer premio en el Salón Nacional de Artes Visuales 2014 en la categoría Nuevos Soportes e Instalaciones y una nueva obra: «Galaxias al fondo 2014«, que incluye imágenes de los panoramas de la obra «Galaxias», realizada con el Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín, en 2013. También hubo un avance de un módulo de GEA 2014 y de «Marea alta«.

Actualmente en este novedoso espacio, equipado, según cuenta, con un sistema de bandejas suspendidas portacables y porta proyectores, «de tal manera de facilitar con mucha flexibilidad el montaje de obras que requieran proyecciones», tiene por objetivo lograr «una programación anual de exposiciones y talleres, con obras también de otros artistas».

"Marea Alta". Foto: Gentileza.

«Marea Alta». Foto: Gentileza.

La danza, un descubrimiento

Para la habitual relación que se establece con la danza, ella comenzó «tarde». Antes, estudiaba física y biología en la Universidad de Buenos Aires. Y fue, sin querer, que llegó al movimiento a través de una experiencia en la Universidad de Berkley: finalizando la carrera allí, le faltaban dos materias de Educación Física, y eligió Iniciación en Danza Moderna «por curiosidad (o porque me acordaba de mi vecinita bailarina)». Y fue un viaje de ida, como dicen. Tanto se enamoró que, luego de recibirse de bióloga, abandonó toda aspiración científica. Debutó como bailarina en Estados Unidos. Luego de tres años integró el grupo semiprofesional «Dance Theatre Seattle», en Seattle (Washington), en donde además realizó sus primeras dos coreografías. «De regreso en la Argentina, me encontré con la posibilidad de integrarme en una corriente de danza contemporánea muy activa en los estudios de danza de Ana Kamien, Ana María Stekelman y Freddy Romero. Tuve la posibilidad de montar mis propias coreografías en los ciclos de Amigos de la Danza y luego integré el Ballet de Oscar Araiz, el Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín y mi propio grupo, Nucleodanza», cuenta Margarita.

Investigadora de la danza, ella igual la imaginó -y la materializó- como una posibilidad de intervención espacio-temporal que largamente excede los límites del cuerpo humano. Si se quiere, le ofreció prótesis de imágenes y sonidos para abrir alas, escalar edificios o sumergirse en el espacio sideral. Será su proveniencia académica de la biología que le permite pensar el movimiento en contacto con una cierta infinitud -tal la sensación que ofrecen sus obras-, esa conexión constante con la naturaleza y su devenir. Que parecen extenderse sin reconocer fronteras, tanto físicamente como conceptualmente. Indica la artista: «Mis antecedentes en biología han ciertamente tenido influencia en muchas obras mías, desde «Climas sónicos» -un dúo de 2 aves-, siguiendo con «Biosfera» -una especie de evolución-, «Ave de ciudad», la serie del «Acuario electrónico», «Marea alta», entre otras. La fascinación por el mar viene desde siempre, desde niña y no se termina nunca. Estudio las especies del mar con mucho detenimiento. En este momento estoy detrás de una especie sobre la cual voy a trabajar: los termoctopus, que son de las familias de los cefalópodos pero con alas inmensas que se despliegan con una elegancia sorprendente en el agua.  De alguna manera siempre logro relacionar estas especies con los humanos, ya sea por convivencia o por algún  proceso de invención de nuevos seres antropomorfos. La incursión en la imágenes de la Nasa también fueron un proceso de dos años de estudiar los sitios web del Hubble Space Telescope y soñar con esos espacios maravillosos como escenografías virtuales para los bailarines».

Explica Margarita que el cruce de lenguajes tiene mucho que ver con sus antecedentes y sus inquietudes permanentes: «Siempre tomé cursos diversos de arte, de pintura y de escultura. La tecnología en la danza vino con la incorporación del videodanza como lenguaje y los diversos cursos de ‘Tecnología para la Danza’ y de Vídeo que realicé posteriormente en Estados Unidos y en Buenos Aires. Me interesa el manejo de los programas de software de interactividad y de edición y ya desde el comienzo me fascinó el proceso de edición digital, que es la herramienta de creación que más manejo ahora».

Quizás es que a partir de su trabajo esta cronista conoció combinaciones de palabras inéditas para nombrar su arte. Es que probablemente sea indefinible. La mixtura la hizo precursora de una intervención científica en el arte que supone sueños de agua, arena, planetas, propiciadas por la tecnología.

Mapping en el Palacio Pizzurno. Foto: Gentileza.

Mapping en el Palacio Pizzurno. Foto: Gentileza.

Mixtura aplicada sobre las esculturas de Claudia Aranovich, en «Marea Alta», que, según cuenta, quiere poder reponer de manera íntegra, ya que estuvo pocos días en 2013 en el «noviembre electrónico» de «El Cultural San Martín» o los juegos de proyección sobre edificios -como la ya mencionada «Pizzurno pixelado», obra seleccionada y producida por el Proyecto Cruce del Festival Internacional de Teatro de Buenos Aires 2005 que tomó como pantalla de proyección toda la fachada del Ministerio de Educación y 20 bailarines en vivo. Cuenta Margarita: «Este mapping fue un desafío muy grande no sólo por la complejidad de las proyecciones sobre 21 ventanas, balcones  y paredes, sino también por el contraste de dimensiones entre el bailarín real en vivo y las dimensiones de un edificio de época en donde las ventanas tienen 3 metros de altura. La figura humana queda empequeñecida. Justamente la obra estuvo apuntalada por la idea de que las proyecciones jueguen de manera lúdica y con propuestas de fragmentación del cuerpo humano  y con lo insólito del contraste entre la dimensión humana proyectada en una escala irreal y el propio edificio.  El proyecto fue acompañado por una producción importante muy compleja de tarimas, cableados, sonido octofónico y proyecciones múltiples y largos procesos con los bailarines del IUNA en filmaciones previas, así como ensayos en estudio y dentro del propio edificio.  Fueron seis meses muy intensivos con infinidad de horas de edición de vídeo que culminaron en la fiesta ¡de una sola noche!».

La realidad física y su potencia virtual, entre cuerpos, animales y plantas, parecen entreverarse en una danza que se devela constantemente nueva al espectador, pequeño, tan humano, al que pretende atrapar: «El cuerpo humano-danzante o no- pero ciertamente en movimiento está presente en todas mis obras. Me interesa mucho la inserción de estos cuerpos en instancias muy distintas a las más convencionales propuestas escénicas de la caja negra. Ya en mis primeras obras de  video danza – «Paula en suspenso», «Asalto al patio», «Dos en la cornisa»- me fascinó el desafío de filmar los bailarines en plena ciudad porteña, con las escalinatas, rampas, pasillos, praderas, en amplias perspectivas arquitectónicas, obras que en sí mismas ganaron premios como video arte, pero que luego también fueron adaptadas para ser proyectadas en la escena teatral junto a los bailarines en vivo en una propuesta de convivencia multimedial. Este proceso de ida y vuelta entre lo  fílmico en exteriores y el escenario continuó numerosas veces tanto en las series «Agua», «Arena», «La hundida» y la obra multimedia escénica «Naufragio in vitro», técnicamente compleja en cuanto a la puesta por simultaneidad de proyecciones, músico en vivo, efectos sonoros generados por los bailarines, que ganó el Premio Alexander Onassis,  como en las obras «Ave Ciudad», «Ojo al zoom» y «Hombre rebobinado». Hubo un salto para mi cuando este proceso de trabajo me llevó a mostrar mi obra directamente en salas de exposición de artes visuales, ya utilizando directamente el formato de video instalación, con proyecciones sobre objetos tridimensionales  con las series «La duna es móvil» y «El acuario electrónico», en el Centro Cultural Recoleta».

«Yo siempre estoy detrás de alguna idea nueva«, asegura la artista. Qué duda cabe. El verano pasado inauguró una nueva serie, con una muestra en Uruguay con obras de proyección sobre la figura humana en resina de polyester, en colaboración con la escultora Muriel Cardoso, en lo que, indica, quisiera continuar trabajando. Por otra parte, asegura que «me intriga la posibilidad de volver a montar  ‘Hombre rebobinado’, con 8 video-proyectores en un espacio en donde el intérprete en vivo esté con mayor espacio de acción y el público con una visualización de la obra con una perspectiva más apropiada».

Y es una precursora, como decíamos, en una parte del mundo donde todo está por hacerse y goza de historia reciente: «La inclusión de lo tecnológico en la danza en la Argentina se inicia fundamentalmente a partir del video danza como disparador a comienzos del ’90, con la perseverancia contra viento y marea del Festival de Videodanza que dirige Silvina Szperling y que siempre ha incluido aspectos relacionados  a lo tecnológico o interactivo, en talleres e invitaciones de artistas y desarrolladores de tecnología extranjeros. También en el presente tiene el potencial de influir en la danza la inclusión de nuevas tecnologías y estudios multimediales en las universidades Universidad de Tres de Febrero, IUNA y Maimonides  e instituciones como Fundación Telefónica, CHELA. Diría que estamos detrás de la escena mundial por bastante, pero fundamentalmente porque no existe para la danza un ámbito físico y equipado técnicamente para facilitar la congruencia de gente especializada como coreógrafos, bailarines, directores teatrales, técnicos en diversas tecnologías, ingenieros, videastas, camarógrafos con la contraparte de equipos necesarios, computadoras, cámaras, proyectores, software y hardware en un espacio centralizado adecuado para la convivencia del trabajo diario. Lo más complicado y fundamental es que el espacio tiene que ser permanente y que no sea necesario armar y desarmar todo para cada ensayo y cada función. Espero que este espacio pueda ser un disparador, pero es obvio que necesitaré ayuda humana y de recursos».