Mario Galizzi, nuevo director de la Compañía Nacional de Danza de México: “Aquí hay mucho respeto por la danza”

Mario Galizzi, maestro de maestros en nuestro país, partió a México como flamante nuevo director de la Compañía Nacional de Danza, una de las instituciones más importantes de Latinoamérica.

domingo, 31 de julio de 2016 | Por Maria José Lavandera

Luego de un 2015 y comienzo de 2016 movido para la Compañía Nacional de México (CNDM), en que afloraron acusaciones de maltratos y deficiente administración sobre la directora artística de la agrupación, Laura Morelos, y una acalorada manifestación pública de sus miembros, finalmente se hicieron de un nuevo -y eminente – director, que fue elegido por unanimidad por un comité de evaluación en el que participaron la Primera Bailarina de la Staatsoper de Berlin, Elisa Carrillo, la directora de Fomento Artístico Cordobés, Martha Sahagún Morales y las maestras de la CNDM, Tihui Gutiérrez y Clara Carranco, luego de evaluar seis proyectos. El elegido fue el argentino Mario Galizzi, maestro de maestros en nuestro país, no necesitado de demasiados preámbulos. Se trata de uno de los profesionales de la danza más respetados y solicitados no sólo en Argentina, sino en toda Latinoamérica. De hecho, en este último año, su vida osciló entre San Pablo y Montevideo, trabajando para la Compañía de Danza de San Pablo, donde estaba contratado como director de ensayo, y en Montevideo, como maestro del Ballet del SODRE, invitado por Julio Bocca. “Me da nostalgia ahora estar un poco más lejos de mi casa de Buenos Aires”, confiesa, en conversación desde México, a pesar de la felicidad de este nuevo desafío.

La Compañía Nacional de Danza de México es una de las instituciones más importantes de la danza en Latinoamérica: fundada en 1963 por el Instituto Nacional de Bellas Artes de México, en aquel entonces dirigido por el dramaturgo Celestino Gorostiza, fusionando dos instituciones independientes: el Ballet Concierto, de Felipe Segura -artista y regisseur mexicano, considerado uno de los pilares de la danza en México– y el Ballet de Cámara, del bailarín y coreógrafo Tulio de la Rosa y  la bailarina Nellie Happee, también fundadora del Ballet Folklórico de México. En 1977, por decreto presidencia, adoptó el nombre y la forma actual bajo la idea del Ingeniero Salvador Vázquez Araujo, director del Departamento de Danza del INBA, quien también impulsó la conformación del Sistema Nacional para la Enseñanza Profesional de Danza.

Para Galizzi, la CNDM es una “vieja conocida”, como él mismo indica: “Desde hace años he trabajado en Latinoamérica en todas las compañías, en Chile, en Paraguay, en Uruguay, en Perú, Puerto Rico -durante nueve años consecutivos-, en México, en Venezuela. Soy una persona conocida en este ámbito y además mi hija Agustina [Galizzi] es primera bailarina de la compañía. Ella está desde hace 15 años aquí. Cuando se pensó en el cambio, sonó mi nombre para director, pero había una reticencia por ser extranjero, porque la compañía es nacional. Pero al haber habido estos problemas con la dirección anterior, creo que me favoreció que yo ‘viniera de afuera’”, relata.

El Maestro Galizzi, en su despacho en México. Foto: Cortesía CND/ Carlos Quezada.

El Maestro Galizzi, en su despacho en México. Foto: Cortesía CND/ Carlos Quezada.

Él ya ha dirigido, también, las compañías del Teatro Argentino de La Plata y del Teatro Colón, en Buenos Aires, de modo que recibió este ofrecimiento con el entusiasmo de revisar este rol nuevamente. No obstante, cuenta que este nuevo rol revista altos niveles de rectitud en México: “La compañía depende del Instituto Nacional de Bellas Artes -el INBA-, que depende del Ministerio de Cultura y administra los museos, los ballets folklóricos, orquesta, coro… Es un ente gigante. Y siempre hay reuniones de directores, del Ministro de Cultura con todos los directores de área. Acá hay mucha formalidad. Y también hay mucha danza: está el director nacional de danza de México, la directora del área de danza de la Universidad Autónoma, por nombrarte dos, y se pueden hacer intercambios y combinar diferentes públicos. Hay mucha danza contemporánea también. La ciudad es tan grande que me parece que tiene público para todo. Aquí hay como 30 millones de personas. Es una mega-ciudad”.

"La Sílfide y el Escocés", por la CND. Foto: Cortesía CND/ Carlos Quezada.

«La Sílfide y el Escocés», por la CND. Foto: Cortesía CND/ Carlos Quezada.

Y explica que, en el marco de un aparato estatal enorme, la danza tiene un lugar de gran importancia: “La Universidad [Autónoma de México] tiene también una compañía de ballet rentada. La ciudad universitaria tiene cinco teatros. Es una cosa que me impresiona un poco. Es un país de muchos contrastes. Hay un respeto muy grande por la ocupación de este espacio y por la danza. El trato hacia mí es muy protocolar. Es fantástico, pero es rarísimo. Se le da una importancia inmensa al cargo. Es el cargo de un director y un director de danza es a la altura de cualquier otro director administrando cualquiera de las otras áreas culturales, que son muchísimas. Cuando nos reunimos, somos un montón. Y nos reunimos justamente para analizar la difusión cultural a nivel masivo”, relata, con las risueñas inflexiones que caracterizan su charla.

Explica que los ritmos de trabajo de la compañía son intensos y muy disciplinados. “La compañía tiene un espacio propio, con cuatro salones: uno muy grande y tres más chicos. Y hay ocho maestros, que constituyen el consejo de la compañía, ensayadores y maestros. Cada pareja de primeros bailarines o solistas tiene una sala con un ensayador para practicar el mismo ballet. Mientras, en la sala grande, hay dos ensayadores, uno para la parte blanca -suponéte, para el cuerpo de baile- y otro de carácter. Entonces hay seis ensayadores al unísono y luego nos juntamos todos en la sala grande, cuando está armado, y se pasa el ballet allí. A mí me impresiona eso y realmente cómo facilita el trabajo. Así también son las clases. La compañía tiene tres clases al unísono en diferentes salones. Se van repartiendo y alternando en los salones. En el salón grande a veces hacen todas las chicas y los varones se dividen en dos más pequeños. Al día siguiente, los varones van al grande y las mujeres se dividen en dos. La clase es obligatoria y tiene un control muy estricto: no sólo se controla si llegás a la clase, sino también si te vas. Hay un celador que entra 10 minutos antes de la clase y la persona que no está, queda anotada. Pero no existe un castigo, sino que se hace un recuento que se conversa con el bailarín en la devolución de fin de año. Se evalúa la disciplina y el trabajo diario, no sólo en las funciones. Las clases cobran siempre muy buena dinámica, porque los bailarines son trabajadores, quieren hacer más cosas. A mí me gustaría dar más clases también, pero a veces no puedo, porque tengo una oficina que atender (risas). No hay nadie que esté fuera de training. Por otra parte, el cuerpo de baile es muy parejo y equilibrado. Eso es fantástico. Los solistas lo mismo. Tienen características diferentes: quizás veo que uno es más noble, otro más lírico, otro más dramático, pero el nivel es muy parejo. Eso genera una homogeneidad grande en la compañía. Otra cosa que me gusta es que en los ensayos de conjunto se los ve con una atención enorme. Trabajan muy concentrados. Funciona muy bien en ese aspecto. Quieren, trabajan, se exigen”, relata el Maestro Galizzi.

"La Sílfide y el Escocés", por la CND. Foto: Cortesía CND/ Carlos Quezada.

«La Sílfide y el Escocés», por la CND. Foto: Cortesía CND/ Carlos Quezada.

Cuenta que realizan funciones en diferentes instituciones, como el Palacio de Bellas Artes –“casa” del ballet-, pero también en el Palacio de Chapultepec -una bella construcción en el medio de un parque en el centro de la Ciudad de México- y en el Auditorio Nacional, “que es gigantesco, donde se hacen recitales de todo tipo, porque caben como 15.000 personas. ‘Cascanueces’ se hace ahí a fin de año. Hay días con dos funciones diarias. Es increíble”, aclara.

Ahora, antes de llegar a instalarse en Ciudad de México más definitivamente, Galizzi no tuvo respiro. Hizo un montaje para el Ballet Clásico y Moderno Municipal de Asunción, en Paraguay, pasó por Buenos Aires y por el SODRE, en Montevideo, para dar clases. Pero la agenda parece que no se detiene para él, que suma ahora su nueva labor: “Julio [Bocca] me ofreció montar ‘La Bella Durmiente’ para el 2018. Y tengo un proyecto de Lago de los Cisnes en San Pablo para 2017. Estoy como en una nube. Yo siempre he estado sin parar, pero como maestro invitado, que es lo que más me gusta hacer y lo que más me ha resultado. En las compañías me va muy lindo. Como maestro sigo teniendo ‘éxito’ (risas). Este trabajo como director trae otros ingredientes. Por supuesto que voy a tratar de montar algo en la compañía también. Puntualmente, tengo proyecto de hacer un ‘Lago de los Cisnes’ completo con la compañía en el Palacio de Bellas Artes, porque hace 40 temporadas – 40 años- que se monta sólo en los Bosques de Chapultepec, en El Castillo, en una isleta, que tiene un escenario muy importante y se hace una versión reducida. La verdad que es un espectáculo hermoso: los cisnes bailan como entre los árboles, con fondo de un lago real, con caballos reales, efectos. Pero la compañía no ha hecho ‘un Lago’ en su casa y completo, así que estoy proyectando eso. Por supuesto, mi idea es donar la versión a la compañía. También estoy preocupado de cuidar y mantener el repertorio, del cual la compañía ya tiene las producciones armadas, como “Oneguin”, “La Fierecilla Domada” y “Romeo y Julieta”, de John Cranko. Quiero hacer “Manon” de MacMillan, también. Se han hecho tres Crankos y nunca un MacMillan. Esa es de las tareas más difíciles para un nuevo director, cuidar el repertorio”, concluye el Maestro.