Maximiliano Guerra, nuevo director del Ballet del Teatro Colón: “Es una compañía hermosa”

Flamante nuevo Director Artístico del Ballet Estable del Teatro Colón, Maximiliano Guerra fue recibido con cariño y alegría. Mucho trabajo, crecimiento artístico, tranquilidad y optimismo son sus valores fundamentales.

jueves, 19 de marzo de 2015 | Por Maria José Lavandera

Maxi Guerra se da vuelta y, con mirada cómplice, les dice a los chicos: “Se podía, ¿no?”. Ellos ríen con regocijo. Contestan “sí”, al unísono, frente a una sala llena de personalidades de la danza y la cultura y periodistas de toda índole. Quizás sea otro caso del famoso “milagro argentino”, ese que con fuerza, voluntad y talento muchas veces hace magia. Es que lograron lo imposible. Llegaron al estreno de tres obras nuevas – «Sinfonía Entrelazada», de Bigonzetti; «Diamante», de Fréderic, y «Rapsodia sobre un tema de Paganini», un estreno de Mauricio Wainrot- en sólo dos semanas y con un cambio –y qué cambio- de autoridades en el medio. “Llegué y me dijeron que teníamos dos semanas para el estreno. Ellos creían que no llegábamos, pero les dije que nos pongamos a trabajar y aquí estamos”, cuenta el flamante director artístico del Ballet Estable del Teatro Colón –ya una redundancia indicar de quién se trata- en el cóctel de apertura de temporada, el pasado 15 de marzo de 2015, que tuvo un exultante sabor a triunfo. Una emotiva sensación de “hay equipo” se leyó entre líneas de sus miradas. Vale comentar que su co-directora es la bailarina Myriam Barroso.

Durante las clases y los ensayos que precedieron a su nombramiento a fines de febrero, las redes sociales no tardaron en llenarse de fotos con sonrisas grandes y palabras afectuosas. “Ídolo”, “humano”, “inspirador”, “genio”. Esos son algunos de los términos que organizan el discurso que informalmente, entre comentarios, aflora entre los bailarines.

En el cóctel de bienvenida a una temporada con muchas expectativas. Foto: Máximo Parpagnoli/ Prensa Teatro Colón.

La compañía del Teatro Colón en el cóctel de bienvenida a una temporada con muchas expectativas. Foto: Máximo Parpagnoli/ Prensa Teatro Colón.

Y Maxi proyecta esa fuerza que los motiva. Es que él tiene un plan en su cabeza, basado fundamentalmente en lograr llevar a la compañía a recorrer algunos peldaños más en su desarrollo artístico, incrementar su visibilidad pública, así como también una perspectiva integral, que incluye un trabajo conjunto con el Instituto Superior de Arte del Teatro Colón y el anhelo de “repatriación” de grandes bailarines argentinos para que se sumen como invitados en las diversas temporadas.

Su conversión en director fue un proceso de dos vertiginosas semanas, una vez que Lidia Segni presentara la renuncia siguiendo el abandono del puesto de Pedro Pablo García Caffi como director del Teatro Colón, reemplazado prontamente por Darío Lopérfido. Y, casi sin querer, este proceso, altamente documentado periodísticamente, consagró un envión que Maxi pretende aprovechar a su favor en términos de motivación del equipo: “Lo que pasó es simple: a mí el martes [24 de febrero de 2015] me nombraron Director del ballet, me presentaron, y yo entre el martes y el viernes tuve ciento cincuenta y ocho mensajes de todas partes del mundo. Eso me parece que es muy importante para el ballet del Colón: tener esa posibilidad de que se vuelva a hablar de ellos tan extensamente. La acción de prensa que surgió, espontánea, permitió que el ballet retomara fuerza, una presencia muy interesante. Ahora esta presencia hay que mantenerla. Esa es la responsabilidad más grande que tengo. Si la compañía está volviendo a aparecer, pretendo mantenerla allí. Vamos a hacer aparecer a sus primeros bailarines y vamos a hacer lo mejor posible esta temporada de modo que quede en paralelo con lo que se generó, con esa expectativa. Eso que se generó, ya que lo tenemos, no lo dejemos. No lo podemos perder”, asegura el bailarín.

R: Escuché y leí mucho estos días… ¿qué te provoca este “regreso” al Teatro Colón en calidad de director? Decías que es como un regreso a “tu casa” para vos.

MG: Sin duda es un volver a casa. Hay cosas que ya me empezaron a pasar hace un par de años, una cosa bastante rara. Que te llamen, pero no para bailar (risas). Empezás a mirar de nuevo el documento y decís ‘claro, obvio’. Lo cual es muy interesante también, porque quiere decir que tu carrera no quedó sólo arriba del escenario como bailarín. Te piensan como una persona con potencial para generar cosas nuevas, para llevar una compañía a distintos lugares. Lo otro que me pasa obviamente es esta sensación de regreso… Yo entré al Colón y el jefe de luminotecnia se puso a llorar de la emoción. Son años. Me conocen desde que soy ‘así’ chiquito. Me causaba gracia porque me querían indicar cómo llegar a cada lugar, pero con darme alguna pauta, yo ya sabía. Me lo recorrí entero el Colón; por más que lo hayan refaccionado, lo sigo conociendo. Me da mucho placer poder devolverle algo a ese teatro que es ‘mi’ teatro; yo siempre lo reconocí como ‘mío’.

R: ¿Cómo es llegar a este puesto? ¿Mucho estrés?

MG: (risas) Mucho estrés. Hay que llegar al estreno y no sólo tenés que resolver el tema de los horarios, los ensayos, sino también revisar escalafones, sindicato, mails… Son muchos elementos. Te encontrás con juicios que hay a la dirección del ballet. Te encontrás con gente que se quiere jubilar y tiene su razón y su derecho. Ese tema también hay que buscar la forma de que se resuelva. Un montón de cosas, que por supuesto son tremendamente estresantes. Lo más difícil para mí es ordenar papeles. Para salir sano de esta situación, tengo que ir paso a paso. Además yo soy hombre, necesito hacer una cosa por vez, no como ustedes las mujeres que pueden hacer quinientas a la vez (risas). Agarro papel por papel, voy charlando cada asunto con el equipo y tomamos una decisión respecto de cada tema.

R: ¿Cómo sentiste a la compañía desde esta llegada?

MG: Me pasó una cosa hermosa. Fue el primer ensayo en escenario [momento registrado con alegría en las redes sociales por los miembros del ballet como una experiencia renovada entre sus actividades profesionales] y me paré ahí frente a los bailarines, dije ‘hola, buen día, vamos a empezar’ y de pronto me di vuelta, vi la sala y se me movió todo. Viene Roberto [Zamorano], el repositor de Mauro Bigonzetti, me agarra y me dice ‘qué lindo teatro, ¿eh?’. Le digo: ‘Pensar que la primera vez que saludé en este proscenio solito fue a los 11 años’. Se te mueve todo. Y pensé: ‘guau, y ahora estoy con la posibilidad de dar todo eso que tengo adentro, que me dio ese teatro, que me dio la gente, que me dio ese público que estaba ahí sentado, mi carrera -que me dio tanto, aprendí tanto, gracias a Dios pude absorber tanto-‘. Tengo la posibilidad de dárselo a estos chicos ahora, que van a estar en el escenario y que pueden crecer, que pueden disfrutar.

Yo pretendo ofrecerles otro punto de vista de cómo estar arriba del escenario. Y de repente ir a sentarme a la platea a disfrutar de esta compañía, que no la hice yo y en esto sinceramente tengo que sacarme el sombrero a Lidia, porque tiene muy buenos bailarines. La compañía está bien y son chicos muy jóvenes con muchísimo potencial. Es un momento ideal para trabajarlos y para esto que te decía, para darles mi punto de vista. Va a haber alguien a quien le va a servir muchísimo, alguien a quien no le va a servir, alguien a quien le va a servir más o menos, pero por lo menos se los voy a poder dar y ellos podrán elaborar algo a partir de eso. Con ese placer lo siento yo. Es una oportunidad única para brindar lo que yo siento que esa familia necesita, entre lo que también se cuenta la tranquilidad, la buena onda, la relajación y el decir ‘bueno, vamos a laburar, si total ¿qué es lo peor que nos puede pasar? ¿Que nos equivoquemos? Somos humanos.

Presentación de Maximiliano Guerra a la compañía, junto a Darío Lopérfido. Foto: Mäximo Parpagnoli/ Prensa Teatro Colón.

Presentación de Maximiliano Guerra a la compañía, junto a Darío Lopérfido. Foto: Mäximo Parpagnoli/ Prensa Teatro Colón.

R: Ellos parecen estar muy motivados con tu nombramiento…

MG: (Se sonríe cálidamente) Te voy a decir lo que yo sentí el primer día que entré en la sala a sentarme en un ensayo. Como al cuarto día de ser director, entré a la sala y sentí que se les relajaron las caras, sentí que se empezaron a sonreír. Eso para mí fue muy bello, porque es un recibimiento que te dan tan sincero… Viste cuando una persona te mira francamente y se sonríe: te está abriendo el alma, te está dejando entrar. Eso es lo que sentí. Creo que esta repercusión es esto. Había tres coreógrafos que estaban muy preocupados, muy nerviosos porque no se llegaba y de repente yo dije, ‘vamos a solucionarlo de a poco y juntos’. Ojalá sientan esto por mucho tiempo, ojalá tengan esta felicidad y esta cosa de ‘niño con juguete nuevo’ por un largo tiempo, porque yo creo que esta forma de trabajar es muy positiva. El resultado es muy positivo.

"Vamos a trabajar", es la frase que Maxi Guerra más repite. Foto: Máximo Parpagnoli/Prensa Teatr Colón.

«Vamos a trabajar», es la frase que Maxi Guerra más repite. Foto: Máximo Parpagnoli/Prensa Teatr Colón.

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Una de sus expectativas es poder trabajar con todos los miembros del cuerpo de baile, que hasta el momento no había sido enteramente explotado, en el sentido de una exhortación a develar su potencial, que, a su criterio, es mucho y variado. Dice Maximiliano: “De esta manera, dentro de dos, tres años o menos, son otros primeros bailarines que tenemos. Primero que nada nos tenemos que conocer. Yo tengo que conocerlos bien a ellos, y ellos me tienen que conocer a mí. De ahí va a salir un estilo. Yo veo los bailarines ensayando y me ayuda a pensar el repertorio que podría montar con ellos. Después me tengo que poner a trabajar, a contactar coreógrafos a ver si están disponibles, si tienen ganas. Lo que sí te digo es que de todos los coreógrafos que llamé, ninguno me dijo que no. A los bailarines me gustaría ayudarlos a crecer y desafiarlos. Me parece que es una compañía talentosa y joven.  Hay que ayudarla a madurar artísticamente. Necesitan transitar lugares que realmente sean movilizantes. Creo que es una compañía que no sé si aún te pueda hacer llorar. Es hermosa, pero tienen que transitar lugares para llegar a ese punto en que se te ponga la piel de gallina con una interpretación. Creo que hay que concentrarse en trabajar mucho y en pensar qué es lo que vas a traer, qué coreografías y qué ballets les vas a traer para que esto suceda. Yo trabajo con directores de actores, como Manuel Callau, que nos hace dar vuelta el cuerpo para sacar el personaje y después bailar desde ese lugar. Está en mi cabeza buscar desde ahí en el mediano plazo; buscar que realmente los chicos puedan bailar desde los personajes y que podamos dejar colgada la persona”.

R: ¿Cómo te planteás este tránsito por la institución? ¿Existe un plazo pre-establecido por el que te vas quedar?

MG: Hay dos cosas que hay que dejar en claro: yo soy un director que va a estar un tiempo, que no sabemos cuánto va a ser, y en ese sentido que mi intención es la mejor, es dejarles mi paso por ahí, mi marquita para que ellos sigan creciendo con eso. La otra es que mi gestión tiene que ver con la compañía. No es hacia mí ni conmigo. Yo mi carrera como bailarín ya la hice, en todo el mundo, la sigo haciendo con mi compañía, con el Mercosur, y voy a seguir haciendo mis locuras con ellos y mis funciones. Tengo mi escuela, la Fábrica de Arte, por eso también hasta en ese espacio de docencia estoy satisfecho. Entonces toda mi gestión va a tener que ver con los bailarines de la compañía. El ballet del Colón no va a ser bueno porque yo estoy ahí; va a ser bueno porque tienen ese potencial y ellos supieron hacer algo con lo que yo les di. No es que ‘ah, el director es el que hace’. No somos una compañía así. No es como la compañía de John Neumeier que sin él, no existe. Esta es una compañía estable de un teatro lírico que tiene más de 90 años. Este año los cumple. Esto va a seguir más allá de quien pase por ahí como director. Entonces la gestión tiene que ser así, para ellos y para el teatro, para la institución. Y que todo lo que podamos lograr después se mantenga, que es la idea. Todo eso que logramos, toda esa explosión de que se hable del ballet en todos lados, que mis coreógrafos y maestros amigos me digan que vendrán a trabajar cuando queramos, eso después hay que saber mantenerlo.

En cuanto al plazo, yo en mi cabeza tengo una idea de cinco años, que es lo mínimo que yo tomaría una compañía. Si a mí hoy me llaman de Europa para tomar una compañía, hago un contrato de siete. Para mí lo ideal es decir que de acá a siete años puedo plantear como objetivo llevar la compañía a tal lugar haciendo todos estos procesos. Cinco también es un buen número. Este es el plan que tengo en la cabeza. Veremos después.

"Rapsodia sobre un tema de Paganini", de Wainrot, estrenada para la Trilogía Neoclásica IV, que abrió la temporada el pasado 15 de marzo de 2015. Foto: Arnaldo Colombaroli/Prensa Teatro Colón.

«Rapsodia sobre un tema de Paganini», de Wainrot, estrenada para la Trilogía Neoclásica IV, que abrió la temporada el pasado 15 de marzo de 2015. Foto: Arnaldo Colombaroli/Prensa Teatro Colón.

R: ¿Qué cambios tenés pensado introducir?

MG: La temporada de este año está armada. Es muy difícil tocarla porque además está vendida para los abonos. No lo podés cambiar tampoco porque no tenés tiempo. Tenés pre-contratos firmados. Tenés comprometida a gente que se dejó libre el tiempo para venir a montar esa obra. Me parece que sería muy violento cambiarlo. Probablemente de esta temporada no se cambie nada. Estoy viendo uno de los ballets que quizás sí lo cambie pero es más adelante. Lo que sí me gustaría recuperar es el tema de las dos clases que teníamos antes. Por una cuestión de tener dos maestros y que los chicos puedan intercambiarse. Es muy interesante cuando el bailarín aprende a conocer su cuerpo y saber qué es lo que le sirve. Eso lo hacés cuando tenés variedad de maestros. Hay algunos que te van a decir cosas diferentes o lo mismo de un modo distinto. Vos tenés que saberlo comprender y asimilar y que te sirva a vos. Además hay mucha cantidad de bailarines y como yo quiero que todos estén disponibles, creo que estaría bueno tener dos clases por día para que todos entrenen. Después tengo que ver si económicamente se pueden contratar dos maestros o no. Eso es mi gestión. Es parte del trabajo de oficina.

Hasta ahora había una medida de fuerza tomada por los bailarines en relación a sus sueldos, por la cual venían trabajando dos horas por día. Yo la conversación que tuve con la dirección es que con dos horas por día no monto ningún ballet. Es imposible, así que los chicos tienen que trabajar hasta las cinco de la tarde como siempre se trabajó. Mi propuesta a la dirección fue que ellos revisaran y conversaran con ellos en relación a sus necesidades dada esta medida, pero mi demanda fue que esto había que resolverlo y en lo inmediato. Jugadores de fútbol que entrenen dos horas por día no existen, bailarines tampoco. Esto es así. La idea entonces es que ellos recuperen su ritmo habitual de trabajo y sumar clases y maestros

R: Una de las grandes preocupaciones también es el Instituto Superior de Arte, desde hace varios años a esta parte casi divorciado del Teatro Colón, no sólo físicamente considerando que no cursan en ese ámbito, sino también en cuanto a la posibilidad de sus miembros de relacionarse con el ballet. ¿Cuál es tu perspectiva del tema?

MG: Una de mis peticiones a Darío [Lopérfido] tuvo que ver específicamente con la escuela. Le dije: ‘Yo te digo cómo funciona en Europa. El director de la compañía tiene acción directa con la escuela’. Si vos estás pensando en un contrato a siete años, en ese tiempo formaste nuevos bailarines en la escuela. Si vos tenés la compañía, entonces, que está yendo para allá, esta escuela no puede ir para el lado contrario. Esta escuela tiene que ir acompañando el trabajo de la compañía. Tiene que ir generando semillero de bailarines para esta compañía. En este sentido, el director del ballet tiene injerencia directa en la escuela. Tuve una reunión breve con Tatiana Fesenko y Silvina Jurárez, aunque falta hablar más extensamente el tema. Pero sí pedí injerencia directa en la escuela, porque tiene que seguir la línea de la compañía, sino es una escuela que no le sirve ¿Va a generar bailarines que después no vamos a tomar? Es raro. Y también necesitamos conseguir un sponsor o alguien que ayude a terminar el lugar que está proyectado para la escuela. Es importante que esté adentro. Yo viví ese contacto directo con ver los ensayos, ver a los primeros bailarines, admirarlos y emularlos. Eso te hace crecer mucho. Es respirar el ser profesional. Es fácil, vos decís: ‘Voy para allá’, pero si no ves a dónde vas es complicado. Ver si estás en lo cierto, si no… Por eso viene la frustración, el desgano y también el abandono en muchos casos. O se van al exterior y no regresan.

"Sinfonía Entrelazada", de Bigonzetti, durante el estreno de temporada. Foto: Arnaldo Colombaroli/Prensa Teatro Colón.

«Sinfonía Entrelazada», de Bigonzetti, durante el estreno de temporada. Foto: Arnaldo Colombaroli/Prensa Teatro Colón.

R: Esa sería otra cuenta pendiente. Invitar a los artistas argentinos que andan rondando en compañías por el mundo y que nunca han sido invitados a bailar en el teatro que los vio nacer, prácticamente. ¿Entra esta posibilidad entre tus planes?

MG: Por supuesto. Es lo que yo más quiero. Quiero repatriar a todos. Obviamente no a todos juntos (risas). Pero de a poco invitarlos para que el público de acá también los disfrute y lo haga junto a sus colegas argentinos del Colón. Acá hay una cuestión cultural de Argentina, que es expulsar lo mejor que tenemos. Fijáte el caso de Herman [Cornejo] y su hermana Erica, de Marianela [Nuñez], Julio [Bocca], Paloma [Herrera], Cinthia Labaronne, Ludmila Pagliero, Luciana París, Pablo Piantino, Carolina Agüero y Darío Franconi. Un montón de bailarines que son buenísimos. Primeros bailarines en compañías excelentes del mundo y ¿acá? ¿En casa? Pero, como te decía, esto es cultural de la Argentina. Hay que tenerlo presente. Nos ha pasado con grandes literatos, grandes músicos, cantantes de ópera… Hay que prestar atención qué hacemos con estas personas. Lamentablemente a los chicos cuando son adolescentes el sistema parece mostrarles que la única salida es Ezeiza. Yo no puedo creer que Herman [Cornejo], por ejemplo, no haya bailado en el teatro. No lo puedo creer. No cabe en ningún lado. Luciana París, Cinthia [Labaronne]… Ojalá tenga la posibilidad y el apoyo económico del teatro para hacerlo, porque es una de las cosas que me importan mucho de verdad. Son nuestros. Los hicimos nosotros. Yo prefiero pensar que se fueron a pasear y a crecer, y es tiempo ahora de ver cómo crecieron. El Colón es nuestra casa. De ahí salimos todos.

R: ¿Qué te gustaría decirle al público en calidad de ‘nuevo director del ballet del Teatro Colón’?

MG: Primero que nada al público le digo que no le tenga miedo al Colón. Yo digo que la gente a veces no va al Colón no porque sea caro, porque si les preguntás quizás no saben cuánto sale, sino que le tienen miedo por tradición. Mi mensaje es: no tengan miedo de acercarse. Ahora hacemos esta ‘Trilogía Neoclásica’, compuesta de tres ballets muy lindos. Lo van a pasar bárbaro. Y al público habitué del Colón le digo que siga viniendo y que venga cada vez más. Hay una cosa que es necesaria y cierta: nosotros sin público no podemos trabajar. Los artistas sin ellos no podemos hacer nuestro trabajo. Si el público se aleja de nosotros, es complicado. Para quién hacés tu arte. Uno trabaja para que estén ahí, lo vean y lo disfruten. Mi mensaje es que vengan, que sigan apoyándonos y que tengan fe, porque vamos a sacar una compañía del carajo.

Foto en la portada: QuesoiDulce