Oscar Araiz: «La danza es algo que tenemos para sobrevivir»

Por María José Lavandera y Estefanía Lisi Los integrantes del Grupo de Danza de la UNSAM (Universidad Nacional de San Martín) comenzaban ya a llegar y se ponían a estirar en pleno escenario de la Sala Solidaridad del Centro Cultural de la Cooperación. Como buena practicante de danza, el rincón de mi ojo los acompañaba […]

domingo, 23 de junio de 2013 |

Por María José Lavandera y Estefanía Lisi

Los integrantes del Grupo de Danza de la UNSAM (Universidad Nacional de San Martín) comenzaban ya a llegar y se ponían a estirar en pleno escenario de la Sala Solidaridad del Centro Cultural de la Cooperación. Como buena practicante de danza, el rincón de mi ojo los acompañaba en cada suplé mientras descendía la escalera junto a mi compañera, Estefanía Lisi, para sentarnos en la platea a conversar con el Maestro.

No sin vértigo, no sin anhelo nos dispusimos a entrevistar a uno de los más importantes coreógrafos argentinos. Oscar Araiz. Actualmente, viene de ser homenajeado por el Ballet Jovem do Palácio das Artes de Belo Horizonte (Brasil) que abrió su temporada anual con un programa llamado “Jovens hermanos” integrado por obras suyas y de los también argentinos Luis Arrieta y Gustavo Molajolli, con la colaboración de la maestra Bettina Bellomo.  A su vez, acaba de estrenar una versión de “La Consagración de la primavera” para el Ballet Nacional del Sodre (Montevideo, Uruguay), dirigido hoy por Julio Bocca, en un programa compartido con el checo Jiri Kylián y el neoyorkino William Forsythe. En abril de este año, condujo el Ballet Mediterráneo con sus piezas “Adagietto” y “Rhapsody” en la Ópera de Niza. “Fueron todas experiencias muy felices y gratificantes”, nos dirá luego.

En Buenos Aires, a su vez, gozamos actualmente de sus obras por partida doble. Por un lado, presenta “Pulsos” en el Centro Cultural de la Cooperación y, por otro, en el Festival Rojas Danza 2013, un programa compuesto por “Sonatas negras” y la reposición de la magistral “Noche de Ronda”, estrenada hace quince años por el Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín, por él mismo creado en 1968. Todas las presentaciones corren a cargo del Grupo de Danza de la UNSAM, el cual creó en 2010 y  hoy dirige, y cuyo ámbito de desarrollo es el Área de Danza de dicha universidad.

Con una amabilidad exquisita y una sonrisa curiosa, el Maestro -así elegí llamarlo debido al respeto y admiración que me ha despertado siempre- nos recibió allí, en pleno teatro, quizás el lugar más perfecto donde podría citarnos este explorador de las artes escénicas, que ha elegido la danza como punto de llegada de sus múltiples intereses. Un Maestro que, hemos comprobado, a cada momento tiene una sonrisa para regalar y una palabra certera para decir.

Y lo invitamos a contarnos algo de su experiencia como artista y creador, tanto como gestor y director:

R: ¿Cómo es el proceso de investigación en danza que realiza junto a los chicos del Grupo desde la Universidad Nacional de San Martín?

O: En realidad, uno no se propone buscar tal o cual cosa. A veces se dan ciertas circunstancias que producen un trabajo de investigación. Por ejemplo, en “Pulsos” se dio un trabajo de coincidencias. Dentro del Grupo hay bailarines que conocen mucho la técnica del malambo, la técnica folclórica, y yo había escuchado una música que es muy rítmica, universal, de John Adams, que es un compositor contemporáneo. Entonces junté a los chicos y les dije: “A ver, qué pasaría si combinamos los ritmos argentinos del malambo con una música totalmente despersonalizada en el sentido universal”. Porque los pulsos, como se llama la obra, son los mismos: es una obra muy rítmica, que tiene climas diferentes, lo cual nos permite trabajar con la teatralidad [N. de la R.: una característica fundamental en sus obras] en la combinación de dos mundos, aparentemente opuestos.  Y así estuvimos un año preparándola. Teníamos un encuentro una vez por semana, en el marco de una asignatura. Se hizo como un trabajo regular, cotidiano. Pero costó mucho, fue difícil. Y fue un trabajo conjunto: yo hice el análisis de la obra musical, pero los pasos y el material técnico fueron elaborados por ellos.

R: ¿Cómo es trabajar en el marco de una universidad?

O: A través de este Grupo se encuentran dos naturalezas diferentes: la naturaleza artística y otra, la académica, de la universidad. Son dos mundos que tienen que aprender a convivir. A veces conviven muy bien y hay mucha gratificación y a veces hay muchos obstáculos, muchas dificultades para superar, de orden administrativo, organizativo, técnico. Es un trabajo.

"Pulsos", en el Centro Cultural de la Cooperación. Foto: Estefanía Lisi.

«Pulsos», en el Centro Cultural de la Cooperación. Foto: Estefanía Lisi.

R: El Grupo surgió como proyecto en 2009, ¿cómo fue la selección de los integrantes que lo componen?  

O: La compañía surgió luego de un trabajo de investigación, con una propuesta de Santiago Chotsourian, que es músico y compositor, y trabaja en dirección coral. El me propuso hacer un trabajo con voces y con cuerpos, sobre “Las troyanas” [N. de la R.: la obra del escritor griego Eurípides]. Ese fue un trabajo que se hizo en el marco de un laboratorio. Se hicieron ejercicios de emisión vocal y física. Luego se juntaron las voces con los bailarines, en los que la pauta era que todos emitieran movimiento y voz. Eso resultó muy bien y decidimos presentarlo en forma pública. Se hicieron unas funciones con mucho suceso y muy lindas críticas. Eso provocó la creación del Área de Danza de la UNSAM, dependiente de la Unidad de Artes, y un grupo de danza, pero que alternaba sus intérpretes. Al año siguiente, en 2010, con la carrera creada, hicimos un espectáculo que se llamó “La cabalgata argentina”. Se dio una cosa bastante interesante, porque del equipo de producción formaron parte maestros, alumnos, profesionales todos, pero de distintas generaciones. Poco a poco, así el Grupo fue articulándose con algunos alumnos; en este momento, la mayoría de los integrantes son alumnos que están terminando la carrera, en su cuarto año. Pero claro, no tienen un nivel amateur, sino profesional. Inclusive, algunos de ellos, son egresados del Taller de Danza Contemporánea del San Martín. La verdad que son bailarines con excelente nivel. Y yo necesito bailarines profesionales. A veces hace falta abrir el espectro, pero no hay un sistema fijo de selección.

R: ¿Cómo tienen que ser los artistas con los que un coreógrafo como usted quiere trabajar? Me pregunto esto en relación al fuerte componente teatral con el que trabaja sus obras, incluso, creo, en relación a la integralidad de su propia formación. Encuentro en las obras también una impronta muy cinematográfica, una elaboración muy profunda de la coreografía con la música en el sentido de buscar constantemente la relación de la obra con ella…

O: Gracias… Es lo mejor que pueden decir (risas)

R: (Risas) De nada, Maestro… Me preguntaba entonces, ¿cómo tiene que ser un bailarín que se una a este tipo de obra?

O: Yo no tengo un modelo. Indudablemente si observás mis grupos en general, desde la compañía inicial de danza del San Martín, que creé en el año ’68, todas han sido muy heterogéneas: con diferentes edades, diferentes procedencias, diferentes personalidades y técnicas. Esto me permite modular con ellos. Tengo una paleta muy amplia. No tengo un modelo. Pero indudablemente hay cosas comunes en ellos. Una es la sensibilidad, la percepción, digamos, la creatividad que representa encontrar la teatralidad del movimiento puro. No de la gestualidad, sino del movimiento puro. La danza es un género teatral, para mí. También es una dimensión de la música, como decía Stravinsky. Y para mí la música está por encima. No hay que avergonzarse de eso. Eso no disminuye a la danza, sino que la acerca a su esencia.

R: Ya hablamos de “Pulsos”. Respecto de “Noche de Ronda”, inicialmente estrenada por el Ballet del San Martín, ¿cómo siente que ha sufrido transformaciones esta obra en esta reposición?

O: En general, las obras siempre se transforman. Continuamente. Eso es lo interesante de la danza. Que se trata de una metamorfosis permanente. Cada trabajo se transforma permanentemente. Ya que cambien los intérpretes significa un tipo de transformación. De cualquier manera, en este caso puntual, ha habido una transformación estética también. Siempre de la mano de Renata Schussheim, que me acompaña en la parte de vestuario y en el concepto estético que compartimos, decidimos hacer una versión un poco menos relacionada con lo histórico en la ropa, los zapatos, el maquillaje. Es una cosa más despojada, neutralizada, por más que la voz de Elvira Ríos y los boleros pertenecen a una época determinada, y el tema de la obra es un homenaje a la mujer de ese periodo histórico [N. de la R.: décadas ’40 y ‘50], con esos cánones morales y sentimentales. Se trata de una manera de vivir, de sentir el amor. Pero esa es la única alusión histórica.

"Noche de ronda", en Festival Rojas Danza 2013. Foto: Alejandra Del Castello

«Noche de ronda», en Festival Rojas Danza 2013. Foto: Alejandra Del Castello

R: Siendo que a lo largo de su carrera ha estudiado distintas artes, como pintura y música, ¿considera que la danza ha oficiado para usted como una puerta de entrada a otras disciplinas? Y mi pregunta implica también apuntar a un lugar primigenio de su elección por esta profesión: ¿por qué la danza?

O: En realidad, la danza para mí no fue una puerta de salida, fue una puerta de llegada. Porque yo encontré en la danza una síntesis de todos estos lenguajes: el trabajo con el dibujo, con la pintura, con el color, con la profundidad, con la luz, con el movimiento, con la música, con el tiempo, con el ritmo, con la melodía y en un marco teatral donde se expresa, aparecen las conductas humanas. Para mí es como una síntesis. Y cuando yo encontré esa síntesis, realmente es cuando me encontré a mí mismo. Eso representó un renacimiento para mí. Cuando yo me zambullí en la danza conscientemente, encontré mi independencia, mi identidad, mis pares, mi comunicación con los otros, mi manera de expresar, mi manera de entender, y fue como un renacimiento personal. Eso me sucedió a los quince años.

R: Tan joven…

O: Sí, por suerte me ha pasado joven (risas).

1983, "Matías el pintor". Aquí, Bonnie Wyckoff. Araiz estrenó su versión coreográfica de esta ópera junto al Ballet del Grand Théâtre de Genève.

1983, «Matías el pintor». Aquí, Bonnie Wyckoff. Araiz estrenó su versión coreográfica de esta ópera junto al Ballet del Grand Théâtre de Genève.

R: Hay una gran influencia literaria en algunas de sus obras – Julio Cortázar, Manuel Puig, Lewis Carroll-, ¿hay hoy alguna obra cuyo universo de sentido esté interesado en trabajar?

O: Yo tengo un proyecto que ya tiene demasiados años como para pensar que todavía es un proyecto. Creo que es nada más que un entretenimiento interior. Es un libro de Mujica Láinez: “La Casa”. Nació como una adaptación para un film. En realidad, creo que el cine es lo que más me atrae, pero nunca me lancé, nunca me tiré a la pileta (risas). De alguna manera, como nunca pude tirarme a la pileta del cine, traje el cine al escenario. Entonces vos ves en el escenario mucha influencia en cómo se monta la escenografía, las velocidades, la iluminación. Y bueno, es mi manera de hacer cine, acá [señala la sala]. Quizás en algún momento se puede llegar a hacer este proyecto, que empezó como una adaptación para un guión cinematográfico y después se fue transformando: pasó a ser una ópera, después multimedia y ahora no se sabe qué forma tiene. Es un laboratorio muy personal y solitario (risas).

"Boquitas pintadas", sobre la obra de Manuel Puig, fue estrenada en 1997 por el Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín.

«Boquitas pintadas», sobre la obra de Manuel Puig, fue estrenada en 1997 por el Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín.

R: Siendo que ha trabajado en la intersección y elaboración de la danza contemporánea y  productos de lo que podría llamarse la cultura popular, como veíamos en “Noches oscuras”, con momentos coreográficos sobre la música de Memphis La Blusera, canciones de Gershwin y tangos de Piazzolla, o incluso respecto de las incursiones humorísticas, bromas y absurdos en sus obras, ¿cómo es que, a su modo de ver, revive la danza, a veces considerada tan abstracta o exclusiva, en relación a estos universos?

O: Si es que tengo un concepto (risas), yo diría que la danza en sí misma tiene una naturaleza accesible a cualquiera. De este modo no es una cosa elitista. Salvo que también existen espectáculos donde entrás y no entendés absolutamente nada y te vas igual que cuando entraste. Eso es lo peor que le puede pasar a un espectador y a un creador (risas). Pero la danza la puede ver cualquiera, porque no pasa por la cultura ni por la preparación intelectual. Es una actuación visceral. Entra por los oídos, por los ojos y no pasa por las palabras. Es muy simple. La gente se acompleja y dice: “Ay, es que yo no entiendo nada”. Pero mejor, porque esa persona que no entiende nada está mejor preparada porque no tiene prejuicios. Quizás tiene el prejuicio de la cultura, ¿no? Pero si lo puede salvar, es la persona que está mejor preparada para gozar de un espectáculo de danza.

En la obra “La cabalgata argentina”, por ejemplo, había una incursión de Niní Marshall y era muy gracioso porque era muy absurdo. La música era un bolero cantado por ella. Esas cosas son como sketch. Tienen mucho que ver con una forma de sainete rioplatense, para ponerle un rótulo, que no es necesario ponerle ningún rótulo. Pero es un sketch, está relacionado con el género de la revista argentina. Entonces es muy fácil reírse y participar de eso. No hay que ponerle mucha rúbrica intelectual. Pero bueno, a las personas en general nos gusta encasillar, somos muy despectivas, nos manejamos con jerarquías… Tenemos que juzgar menos (risas). Y convivir, mejor, ¿cierto?

Y para mí, entonces, la danza está relacionada con el humor, con las cosas más simples, y más profundas, con las más oscuras, con las realidades más tremendas que podamos estar viviendo. Y con cosas muy íntimas y confidenciales, que son muy solitarias también. Pero todo eso es algo que se verbaliza y se explicita después. No está en la intención. Evidentemente la danza es un universo sanador, terapéutico, es un equilibrio dentro de la sociedad. La danza y el arte, en general, por supuesto. Es como una balanza. Algo que tenemos para poder sobrevivir.