Pablo Rotemberg: «El movimiento libera lo oculto»

Por María José Lavandera Pablo Rotemberg es, quizás, muchas cosas: coreógrafo, músico y actor. Pero, sobre todo, es uno de los jóvenes artistas argentinos que se anima entregarse a la creación con más entrega y desparpajo. La danza, su lienzo: una elección que llegó casi de una forma fortuita a su vida, a través de un […]

lunes, 13 de mayo de 2013 |

Por María José Lavandera

Pablo Rotemberg es, quizás, muchas cosas: coreógrafo, músico y actor. Pero, sobre todo, es uno de los jóvenes artistas argentinos que se anima entregarse a la creación con más entrega y desparpajo. La danza, su lienzo: una elección que llegó casi de una forma fortuita a su vida, a través de un lenguaje escénico hermano: el teatro. Se trata, para él, de un relato corporal que eligió en búsqueda de la libertad: “En mi caso, empecé a estudiar teatro con Bartís, sin saber nada. El fue fue una persona muy importante para mí, incluso sin que probablemente él lo sepa (risas). Empecé a tomar clases de danza en simultáneo, aconsejado por una compañera que era bailarina. Empecé así con Luis Baldasarre, que fue mi primer maestro, con clases de estiramiento y de ballet, y luego de técnica Graham. Me empecé a dar cuenta de que la fantasía que yo tenía con la actuación era más bien frustrante; no me sentía cómodo ni buen actor. Así, pude unir la danza con algo de lo teatral que a mí me gustaba y suplir cosas de la técnica – que no era mi fuerte porque yo empecé tarde, como a los 20-. Algo de lo que no iba a tener respecto del entrenamiento, supongo que traté de compensarlo con algo que tenía que ver con lo teatral y esto dejó una marca en el trabajo que hago. Igual es un tipo de movimiento, el que  a mí me interesa, no sé si teatral –el movimiento no tiene que ver con lo teatral, con la expresividad, con el relato del teatro-, sino que tiene que ver con el cuerpo; los cuerpos para mí están tomados por estados particulares, que derivan del movimiento mismo, y finalmente se los percibe de modo teatral por el mismo estado en que se van componiendo”.

El movimiento se construye, para este coreógrafo, como un material corporal autónomo de creación y que se juega en una percepción polisémica, que escapa a las palabras y la mímesis: “Tengo una idea un poco romántica en relación al cuerpo de que, sin la palabra, tiene que ver con algo que yo llamo el misterio. Como lo que no se dice, pero que, al no ser dicho, tiene que ver con la ambigüedad, con otras formas de significar, con otros asuntos de lo humano; una cosa es decir algo y otra hacer con el cuerpo algo. Eso es lo que me resulta interesante de la danza. En ese sentido creo que es una disciplina muy libre. El movimiento para mí te libera, libera el sentido y algo de lo que está oculto. Por eso creo que la danza en general es más hermética, tiene menos difusión o le interesa a menos gente. En un punto está más desafectada del relato, de la palabra, de la realidad. La gente que piensa que la danza puede estar comprometida con discursos que tienen que ver con lo social, confía en que también la danza puede trabajar sobre eso”, afirma Rotemberg.

“La Idea Fija”

Y, así, creó una de las obras más exitosas en el mundo de la danza experimental contemporánea de los últimos tiempos: “La Idea Fija”, una indagación oscurecida de los componentes violentos de la sexualidad, que resultó ganadora de dos Premios Trinidad Guevara (rubros Coreografía e Iluminación; y nominada en el rubro Dirección) y de cuatro Destacados de los Premios Teatros del Mundo (rubros Coreografía, Dirección, Iluminación y Música Original).

Con una temática que, según su autor, apareció azarosamente luego de casi un año de intensos ensayos y experimentaciones, con imágenes cuya inspiración es fortuitamente cinematográfica, esta obra recorre la cosificación de un cuerpo humano al que, lentamente, algo de la Modernidad que nos invade desde hace siglos le quitó la belleza de sus impulsos eclécticos y amorosos. Algo del goce queda obturado en las redes de una cultura que se nos escapa indefectiblemente mientras más pertenecemos a ella.

Durante 2013 presentará esta obra, que acaba de terminar su cuarta temporada (actualmente se presenta en un ciclo despedida en El Portón de Sánchez durante todos los domingos de mayo -más datos, al final de la nota-), en Chile, Uruguay, México y Brasil.

"La Idea Fija" fue un éxito rotundo de público y de crítica en la escena de la danza contemporánea y abrió el espectro para que más gente se acerque a ella. Fotos: Lautaro D'Amato.

«La Idea Fija» fue un éxito rotundo de público y de crítica en la escena de la danza contemporánea y abrió el espectro para que más gente se acerque a ella. Fotos: Lautaro D’Amato.

Como decíamos, Rotemberg también es músico –egresado del Conservatorio Nacional de Música- y guionista –de la Universidad del Cine (FUC). Y su danza se va nutriendo, inconscientemente, como él dice, de estas habilidades que, frente a ella, quedaron relegadas en tanto posibilidades de actuación profesional: “Yo creo que las cosas que uno transita te van dejando una marca, que después hace que el lenguaje que uno encuentra sea una especie de mezcla de las cosas que uno transitó o estudió. Me parece que quizás en la generación mía no era tan habitual tener una formación tan ecléctica, pero me parece que ahora, en la generación que es más joven que yo, no es tan poco habitual. Cuando era más chico quería estudiar todo y saber todo; después la vida va haciendo que decantes. Igual yo creo que los trabajos que hago son de danza y tienen influencias más o menos visibles de otras disciplinas. La influencia de la música en el trabajo lo asocio al ritmo, como algo que tiene que ver con la estructura de las obras. O el cine también fue muy importante en mi desarrollo. Siento que está muy presente el imaginario del cine y algo de la imagen –si bien no he trabajado con imagen proyectada literalmente en escena- de cineastas que me influyeron mucho, como David Lynch, que me encantaba cuando era adolescente. Pero tiene más que ver con la imagen como concepto. Sí quizás en la forma en que construyo la imagen hay algo que se filtra inconscientemente, pero no es algo que yo piense”.

Sus creaciones recibieron becas y subsidios del Fondo Nacional de las Artes, de la Fundación Antorchas, del American Dance Festival, del Instituto Prodanza y del Instituto Nacional del Teatro. En su haber tiene sendas obras y, me arriesgo a decir, todas inquietantes e interesantes: Todos o Ninguno (Fondo Nacional de las Artes, 2012); La casa del diablo y La noche más negra (ambas creadas para el Ballet Contemporáneo del Teatro Gral. San Martín, 2008 y 2012); Joan Crawford (creada para el Ballet Argentino, 2010); Nada te turbe, nada te espante (2009); Bajo la luna de Egipto (2007); Sudeste (Centro Experimental del Teatro Colón, 2006); El Lobo (2006). Por su trabajo como actor en Souvenir de Stephen Temperley -con dirección de Ricky Pashkus- recibió el Premio María Guerrero «Categoría Estímulo», y fue nominado a los Premios ACE y Clarín como Actor Revelación en 2009.

"El Lobo", su primer creación como director. Foto: María Gracia Geranio.

«El Lobo», su primer creación como director. Fotos: María Gracia Geranio.

Y lo esperan, para este año, tres nuevos proyectos: “Cortina de Hierro”, producción del Centro Cultural General San Martín, “Manifiesto Wagner”, también en dicho Centro –a estrenarse en septiembre de este año- y “Las Vírgenes”, un Proyecto Espectacular de Graduación del año 2012 de la Licenciatura en Actuación del Departamento de Artes Dramáticas del IUNA, para el cual se enfrentó con el desafío de coreografiar para actores, obra que acaba de re-estrenarse -el pasado 11 de mayo- en «El Teatrito» (al final de la nota, más datos). Cuenta: “En el IUNA, los alumnos que estudian actuación se reciben con proyectos de graduación. Convocan directores para estos proyectos y a mí me convocaron como una especie de experimento. Yo me quedé muy contento con el trabajo. Es una obra de movimiento, no sé si de danza. Es un trabajo muy primitivo en relación al movimiento, pero muy intenso también. Me interesan los cuerpos muy poseídos. Mi idea fue tomar algo de “La Casa del Diablo” – hecho para mega-bailarines virtuosos del Ballet del Teatro San Martín- y pasarlo a estos cuerpos de actores, que tienen otra relación con el propio cuerpo y otros valores artísticos. Me parece que se pone muy a prueba mi idea del movimiento. Es también muy interesante ver los cambios que se dieron en esos cuerpos. Creo que ellos valoran mucho la experiencia, porque les va a servir para sus carreras. El bailarín, hace, y el actor tiene otra relación con el mundo interior. De pronto, pensamos con Josefina, mi asistente, que no iba a funcionar, pero en el ensayo general algo pasó. Ellos se hicieron cargo de lo que estaba sucediendo. De golpe se armó una obra en la que uno no ve si son bailarines o no, uno ve algo que pasa. Si querés ponerle un nombre, sería teatro físico”.

"La Casa del Diablo", bailada por el Ballet del Teatro San Martín. Fotos: Luis Steinberg.

«La Casa del Diablo», bailada por el Ballet del Teatro San Martín. Fotos: Luis Steinberg.

"Las Vírgenes", un trabajo con los alumnos del IUNA, llegará este año a escena. Foto: Samuel Sahlieh.

«Las Vírgenes», un trabajo con los alumnos del IUNA, se re-estrenó el pasado 11 de mayo en «El Teatrito» del IUNA. Foto: Samuel Sahlieh.

“La danza acá no existe”

Lo contemporáneo en el arte, en relación a la experimentación, tiene una fuerte impronta elitista. Un halo “para entendidos” que la obra de Pablo ha logrado, de alguna forma trascender. ¿Más público para la danza contemporánea es posible? Para Rotemberg se trata de espacios de incumbencia: “Hay una danza que yo asocio al espacio de la comedia musical, que es un tipo de búsqueda y apuesta kinética que está indisolublemente ligada a intereses comerciales. En ese sentido, es un producto que puede o no tener calidad artística, ese es otro problema, pero que está ligado a tener un resultado concreto. Una especie de lugar con una relación al rédito económico. Después, en el otro lado, hay un tipo de producción en danza que se aboca a la experimentación en estado puro. Me parece que es como la música contemporánea muy experimental: me parece que es gente que quizás está en una búsqueda más allá del rédito. Creo que esos productos terminan siendo muy herméticos, son trabajados desde una preocupación más sobre sí mismos que en relación al público en sí. Y creo que hay un lugar en el medio -me parece que yo estoy ahí- dentro de la danza alternativa acá en Buenos Aires: es como un lugar donde uno experimenta, investiga, queda fuera del circuito comercial –salvo que tengas suerte, vienen 100 personas al teatro y es una panacea- pero tenés un público muy específico que quizás sigue este tipo de circuito sistemáticamente. Yo, por mi parte, entiendo que lo masivo no está opuesto a lo artístico. Pero creo que cada uno decide lo que quiere: si trabajar en un circuito más cerrado o en la calle Corrientes. Yo siento que hoy hago lo que puedo en este marco experimental en función de lograr cierta amplitud, porque me gusta que mi trabajo lo vea la mayor cantidad de gente posible; también para que estemos felices trabajando de lo que nos gusta. Igual yo pienso que la danza acá no existe socialmente –salvo el ballet, la comedia musical, lo que se ve en la televisión-, ni institucionalmente –no hay demasiadas instituciones que la promuevan y la amparen-. En Europa es lo mismo: la danza contemporánea también está corrida y afuera, pero por su tradición cultural, si bien está al margen, existe”.

"Joan Crawford", creada para el Ballet Argentino en 2010. Fotos: Sandra Grossi.

«Joan Crawford», creada para el Ballet Argentino en 2010. Fotos: Sandra Grossi.

Y propone una mayor unión entre colegas para lograr afianzar un circuito que, aunque más abierto en los últimos años, considera que aún es demasiado cerrado y socialmente desconocido: “Yo siento que acá está todo por hacerse. Obvio que si uno mira para atrás, hace diez años, ponéle, hay más gente interesada. Hay más gente que baila, más público para la danza, la gente entiende más de danza. Hay un crecimiento, pero para mí la danza no existe. Confieso que el ambiente de la danza también es un poco mezquino: uno tiene muy pocas oportunidades, hay muy pocos lugares, entonces todos somos un poco reservados. En general puede ser que seamos poco generosos, poco amables con los pares. Creo que la justificación es que es muy difícil dedicarse a esto. También hay muchos fundamentalismos: me llama la atención que la gente del teatro musical tiene un sentido cooperativo mayor. Creo fuertemente que, a pesar de las diferencias, hay que unirse para ir para adelante. El teatro en general creo que se maneja así, pero tiene a favor que existe socialmente, hay un reconocimiento, está representado, hay una tradición. En la danza contemporánea hay más tensiones entre quienes formamos parte del ambiente, pero hay que quebrar esa dinámica y, en vez de pensar en las diferencias, hay que pensar en armar un movimiento nacional de danza contemporánea, hay que generar una unión. Nos quedamos en pensar en qué hace el otro con lo que no estamos de acuerdo. Yo creo que la danza está muy atomizada todavía. Muy cerrada, muy ensimismada siempre”.

Por mucha más danza libre y liberadora. ¡Salud!

"Todos o ninguno", una intervención en danza contemporánea de 2012. Foto: Nacho García Lizziero.

«Todos o ninguno», una intervención en danza contemporánea de 2012. Fotos: Nacho García Lizziero.

PARA IR A VER

Las Vírgenes, bajo la dirección de Pablo Rotemberg, se presentará en la sala Teatrito de la sede French 3614 del Departamento de Artes Dramáticas los días sábados 18 de mayo y 1, 8, 15, 22 y 29 de junio de 2013, a las 23 horas.

El ciclo despedida de “La idea fija” se extenderá con funciones los domingos de mayo a las 19 horas en El Portón de Sánchez, Sánchez de Bustamante 1034, con localidades a $70/$50.