Paloma Herrera: «La danza es mi lugar en el mundo»

Por María José Lavandera Me senté frente al teléfono y miré con los ojos fijos, sin pestañear, el número larguísimo para marcar a Nueva York. Es que esta vez me tocaba una de las misiones más importantes en mi carrera como periodista: la entrevista a una de las máximas estrellas argentinas de la danza en […]

lunes, 29 de abril de 2013 |

Por María José Lavandera

Me senté frente al teléfono y miré con los ojos fijos, sin pestañear, el número larguísimo para marcar a Nueva York. Es que esta vez me tocaba una de las misiones más importantes en mi carrera como periodista: la entrevista a una de las máximas estrellas argentinas de la danza en el mundo. Paloma Herrera. Así, con los dedos un poco temblorosos, marqué cada botón. Lo siguiente, una conversación en la que me olvidé que Paloma era Paloma. Me lo recordaba por momentos adrede para no perder el cauce de la nota, pero su dulzura y calidez le ganaban a cada minuto la pulseada a la admiración profunda con que me había aproximado a la conversación.

Y así, entre risas y comentarios, sus empeines perfectos dejaron de impresionarme tanto como antes. Ahora me impresiona ella, su simpatía, su sencillez, su no-se-qué filtrado en cada expresión. Y así, resulta que ella es una chica que se siente lo suficientemente afortunada como para hacer lo que ama y considerar que, por momentos, es todo una locura. Y comprendí de qué está hecha su magia: de un interior apasionado y abierto, de un profundo agradecimiento al universo que la destinó bailarina.

Vale contar que en la próxima Temporada 2013  del American Ballet Theater (ABT) en el Metropolitan Opera House  de Nueva York, del 13 de mayo al 7 de julio, ella será la única Primera Bailarina que interpretará el rol estelar en siete de los ocho ballets completos que presenta la compañía: el estreno mundial del ABT de Alexei Ratmansky “Prémiere”, con música de Dimitri Shostakovich, “Don Quijote”, “Le Corsaire”, “Romeo y Julieta”, “El Lago de los Cisnes”,  “Sylvia” y ”La Bella Durmiente”.

Feliz Día Internacional de la Danza, amigos y amigas. Aquí, los invitamos, para festejar, a emprender un viaje a un pedacito de la espectacular vida de una persona maravillosa:

R: Con semejante trayectoria y habiéndote convertido en una de las máximas figuras de la danza mundial, ¿cómo vivís la danza hoy?, ¿ha cambiado en algo tu relación con ella?

P: Interesante la pregunta (risas), porque la verdad que la siento exactamente igual. Yo también pensé que iba a cambiar. Después de tantos años, a pesar de ser una pasión muy grande, yo creí que uno se iba calmando. Y lo cierto es que ¡no calmó nunca! Y me pregunto a mí misma cómo puede ser, ¿no? Creí que iba a decir en un punto: “Ya está, ahora estoy más tranquila”, pero me siento como cuando era chiquita, con esa misma pasión, esas mismas ganas, que es lo que me sorprende cada día. Es muy loco. Me encanta todo: el trabajo, las funciones. La verdad que es una pasión y lo disfruto muchísimo. Yo empecé muy chiquita en la compañía, fui Principal muy joven e hice algunos roles un montón de veces. Parece que quizás una debiera estar un poco más cansada, algo que yo veía en otras generaciones, como si estuvieran un poco como de vuelta, pero a mí jamás me pasó eso. Yo me dije a mí misma que el día que me pase eso, me retiro, porque no entiendo otra forma realmente. A mí me parece que uno tiene que estar a full. Y en mi caso, creo que fue lo opuesto: cuanto más pasaron los años, más he disfrutado mi carrera, más me encanta el proceso de trabajo, más intensas son las ganas de volver a hacer una misma función para tener algo pensado que pudiera ser diferente, mejor o que puedo cambiar. No sé, es muy loco. Y la verdad que me siento muy afortunada por eso.

R: Olga Ferri, quien fue tu primera maestra, en clases a las que asistí, siempre contaba de tu pasión por el trabajo, el detalle, la concentración en ser cada día mejor. Ella tenía un estricto proceso de aprendizaje técnico, que definía como necesario para luego ser libre en la danza. Quizás es justamente eso: con el tiempo te has hecho dueña de la absoluta libertad en tu arte…

P: Yo siempre pensé la técnica como algo muy importante, pero en tanto un vehículo de libertad, no de tener la técnica por la técnica misma, o sea, por hacer más piruetas, tener más equilibrio o levantar más altas las piernas, sino por el hecho de ensayar y trabajar la técnica en las clases para perfeccionarse cada día más con el objetivo de llegar al escenario y ser completamente libre, no estar pensando si me va a salir el paso, si no me va a salir, si va a funcionar. Siento que eso, incluso cuando yo misma me siento como espectadora, es lo que más me llega: esa libertad, ese abandono completo en el escenario.

R: Hoy día, en relación con este fortalecimiento permanente, ¿tu rutina cómo ha cambiado a lo largo de los años?

P: Cambia respecto de cuando uno es estudiante, que uno toma muchas más clases. En ese sentido, sí, es distinto, pero siempre la dedicación es la misma. Cuando uno es más chico toma más clases de técnica, de repertorio, mientras que cuando uno está en una compañía está la mayoría del tiempo ensayando. Entonces, hay días que son muy largos, con ensayos súper fuertes, otros ensayos que no tanto, algunos que van con toda la compañía, otros en los que me toca sola para pasar variaciones con mi coach, que son mucho más intensos. Y como Principal también fue cambiando mi agenda. Pero mis horarios igual fueron siempre a full, desde que tengo recuerdo: era chiquita e iba al Colón, a lo de Olga, luego la preparación para un concurso. Ahora de otra manera, porque estoy con funciones, ensayos. Son otros tiempos de entrenamiento, aunque muchas horas. Requiere muchísima dedicación. Creo que uno se dedica más y más cada vez mientras avanza la carrera. Sin embargo, creo que, en esencia, es la misma vida que tenía de chiquita, trasladada ahora a la vida profesional.

R: Hace unos momentos me hablabas de que te gustaba sentarte como espectadora, ¿qué tipo de espectáculos te gusta mirar?

P: La verdad que miro de todo. Me gusta mucho ir a ver ballet. Antes de partir para China [N. de la R.: en gira con el ABT, durante marzo], fui a ver el New York City Ballet, porque tenían unas coreografías nuevas. También últimamente fui a ver la compañía de David Parsons, de un estilo más contemporáneo, y al Pacific North West, que es el teatro en el City Center de Nueva York, a ver danza clásica. Me encanta ver compañías diferentes y a pesar de que soy bailarina, me encanta estar del otro lado del escenario también y lo disfruto muchísimo. No soy para nada de decir que yo hubiera hecho de tal o cual modo, para nada. Me encanta ir a disfrutar y ver. Acá siempre hay muchísimo para ver [N. de la R.: en Nueva York, donde vive]. También veo musicales, obras de teatro, conciertos, he ido al Madison Square Garden para recitales desde Beyoncé hasta Maná, rock, así como cosas más clásicas. La verdad que me gusta justamente poder ver de todo.

R: Supongo que eso debe impactar también en tu apertura como artista…

P: Sí, me gusta ser lo más abierta posible. Aunque también me encanta estar del otro lado, porque muchas veces yo misma me pregunto: “¿pero qué hago yo?”, cuando la gente me agradece al final de las funciones. Y siempre pienso, ¡al contrario! ¡Yo soy la que debe decir gracias, porque yo soy feliz bailando! (risas). Nunca me cerró cabalmente lo que la gente quería transmitirme, pero mientras más asisto a espectáculos, entiendo lo que quieren decir, ya que lo disfruto tanto: tengo esa sensación de que me llenan el espíritu los artistas que estoy viendo. Creo que eso es el arte. Por momentos he pensado que si fuera médica y salvara una vida, entendería mejor que me agradecieran, pero de esta forma yo tuve siempre la sensación de no saber qué es lo que hago, como que yo realmente no hago “nada”, sólo disfruto de la danza y de la posibilidad de bailar.

Paloma en "El Corsario", en el MET con el American Ballet Theater. Foto: Gentileza FH Producciones

Paloma en «El Corsario», en el MET con el American Ballet Theater. Foto: Gene Schiavone | Gentileza FH Producciones

R: Quizás el espectador lo que siente es parte de esa entrega maravillosa que tienen los artistas en el escenario…

P: Sí, completamente. Eso pasa cuando uno va al teatro y ve a los artistas en ese momento único de entrega.

R: ¿Cómo te gustaría continuar tu carrera? ¿Te ves como maestra, como coreógrafa?

P: La verdad que coreógrafa, no (risas). Uno tiene que llevar el ímpetu de la creación. Pero maestra, sí. De hecho, durante las vacaciones del American Ballet, que no son muchas, doy master classes: he dado en Italia, en Nueva York. He dado pocas semanas, pero lo hago con mucha pasión. Me encanta dar clases de danza, de repertorio y ver nuevos talentos. Disfruto mucho la situación de estar en la clase. Es difícil encontrar una nena o nene que tenga talento, las condiciones, pero además las ganas; entonces, cuando lo hallás, es magnífico ayudarlo. Es muy gratificante cuando los chicos tratan de asimilar lo que les estás transmitiendo y ver sus progresos. Yo lo veo también cuando estoy con mi coach: ella se pone súper contenta cuando tengo buenas funciones. Es eso de poder entenderse y transmitir lo que uno sabe.

R: Dentro de tu larga carrera, ¿cuál pensás que ha sido tu experiencia más fuerte, con más significado?   

P: Tuve muchas experiencias muy intensas. Es una carrera que nunca deja de sorprenderme. Creo que el más fundamental fue el momento en que entré en la compañía del American Ballet Theater y viví el pasaje de ser una estudiante a ser una profesional. Fue comenzar con otra vida, imagináte, a los quince años me dieron un contrato para empezar a bailar como miembro de la compañía que siempre había soñado. Fue un shock, un sueño hecho realidad, una experiencia única y maravillosa. Era lo más que me podía imaginar. Primero, que había logrado audicionar y, encima, que había quedado. Fue el cambio más importante en mi vida. Además, era la compañía en la que siempre había querido estar. Era todo lo que había querido, en mis manos. Y se sumaron una serie de desafíos, como vivir sola, en una ciudad que no conocía, sin hablar el idioma. Creo que esa fue mi experiencia más emocionante y más radical.

R: ¿No te dio miedo en algún momento?

P: Jamás me dio miedo. Sí de pronto me he detenido a decir: “¡Qué loco todo esto que me pasa!” (risas), pero nunca tuve miedo, ni dudas. Para nada. Además creo que simplemente ni lo pensé, ni se me ocurrió dudarlo. Sin embargo, siempre fui también completamente conciente de lo afortunada que soy. Nunca tomo por sentada mi posición. Es una vida muy especial la que llevo y todo es muy loco. Cuando vino Baryshnikov a saludarme por primera vez, me puse a llorar y sólo podía pensar: “¡¿Cómo este hombre me saluda?!”. Una locura. Mi vida está llena de estas situaciones muy raras. Entonces, hasta hoy estoy muy feliz y siento una gran responsabilidad de tener mi lugar en el ABT. En este sentido tampoco pienso mucho en el mañana, sino que disfruto a full cada día en particular, cada oportunidad que tengo, comprendiendo que lo que tengo hoy, lo que tengo cada día, es súper valioso. Creo que quizás por eso ya pasaron 21 años de mi ingreso en la compañía y lo vivo de la misma forma cada minuto que pasa. Realmente lo valoro mucho.

R: Respecto de lo que me contabas recién, siendo que tenés una visión tan terrena de tu carrera, ¿cómo vivís las reacciones de la gente cuando te saluda con admiración, la cantidad de fans que te siguen especialmente?

P: Me llama mucho la atención. Arriba y abajo del escenario, los bailarines, los artistas en general, somos seres humanos como cualquiera. De hecho, no es una solita que puede hacerse como bailarina, sino que tengo que estar muy agradecida de mi familia que me ha apoyado, de mis maestros, de la gente que me ha ayudado y acompañado a dar cada paso, sino, no hubiera sido posible. Hubo mucha bondad conmigo. Tuve mucha suerte. Creo que se debe ser humilde en este sentido y siempre recordar los comienzos y ser siempre agradecido.

R: ¿Qué cuentas pendientes sentís que tenés?

P: La verdad, no encuentro fin a esta carrera. Ahora voy a trabajar con el coreógrafo Alexei Ratmansky, que está actualmente como en la cresta de la ola y ha creado algunas obras para mí. Es interesante ser la inspiración de un coreógrafo. Por mi parte, me encanta trabajar con él. Igual como cuentas pendientes, tengo algunos ballets que todavía no me tocaron y me encantaría preparar, como Oneguin, Manon. También hay teatros en los que me gustaría bailar. La verdad, no hay límite.

Una Odette perfecta. Con el bailarín español, Ángel Corella, también Principal en el ABT, en "El Lago de los Cisnes". Foto: Gentileza FH Producciones

Una Odette perfecta. Con el bailarín español, Ángel Corella, también Principal en el ABT, en «El Lago de los Cisnes», en el MET. Foto: Gene Schiavone | Gentileza FH Producciones

R: No creo que te vaya a pasar lo que se dice de algunos bailarines, que pareciera que se retiran antes de tiempo, como Alessandra Ferri, que tan bien podría haber seguido… Aunque ahora volverá…

P: (Risas) Bueno, de Alessandra estuve en su despedida y no podía parar de llorar. Ella fue una gran inspiración para mí, fundamentalmente por su ética de trabajo. Siempre, como toda persona en la danza, la admiraba muchísimo y cuando entré en el ABT, entablé una relación muy linda con ella. Siempre me aconsejaba, me daba sugerencias de todo estilo. Y era mi ídola desde siempre. A veces uno cuando tiene ídolos así, parece que tuviera un poco de miedo de conocerlos, porque puede ser desilusionante. Con ella, al contrario. La adoraba más todavía. Ella me eligió para su gira final de despedida en Japón y disfruté mucho compartiendo esa experiencia, así como verla bailar. Creo que se retiró antes de tiempo, ella estaba perfecta físicamente para continuar. Ahora tengo unas ganas tremendas de volver a verla en los escenarios. Pero bueno, también está el espíritu: yo siempre dije que cuando esto fuera un esfuerzo, no lo iba a hacer más. Cada quien sabe sus límites espirituales y físicos. Además pienso que el ballet es algo lindo, y que no se debe sufrir para llevarlo a la práctica. De mi parte, mientras, yo sigo disfrutando de mi profesión.

R: ¿Qué dirías a alguien que quiere dedicarse a la danza?

P: Mirá, no hay fórmulas para el éxito, como quien dice. Me encantaría poder decirle a alguien que si se esfuerza y pone mucho empeño, va a lograr hacer una gran carrera, pero verdaderamente son muchos ingredientes que deben ponerse en juego. Hace falta tiempo, esfuerzo, ganas, no tener lesiones, un poco de suerte, apoyo de la familia, de los maestros, condiciones físicas. Hay gente que se lastima y tiene que parar años. Se precisan muchas cosas. Yo creo que sí, igual, lo que diría es que si a alguien le gusta mucho, que le ponga toda la energía. Lo importante es alcanzar la felicidad y si ello es a través de la danza, no hay que dejar pasar la chance de hacerlo. Lo importante es avanzar desde la pasión, el amor por este arte. En mi caso, como te contaba, yo amo bailar y soy tan afortunada de poder hacerlo. La danza es mi lugar en el mundo. Creo que aunque no hubiera podido ser profesional, hubiera bailado en el living de mi casa toda la vida.    

Fotos en Tapa: Luo Xiaoguang – National Center for Performing Arts – Beijing, China. Gentileza FH Producciones.