Paraje Das Unheimlich: El terror de la lejanía

Entrevista con Josefina Gorostiza y Jimena Pérez Salerno, quienes vuelven este abril de 2016 con esta magnífica pieza, equilibrada y profunda en todo nivel, que se ocupa de la siniestralidad de lo desconocido, a partir de las ambigüedades que dispara el concepto freudiano del «unheimlich» (lo inquietante) y el punto de construcción de una ficción y ese extraño contrapunto negociado con «la realidad».

miércoles, 30 de marzo de 2016 | Por Maria José Lavandera

Si hay algo que cuesta a veces desde la escritura de una publicación, a mi criterio, es “hacer justicia” a un trabajo de danza excelente. Uno puede dar su perspectiva, disgregar algunos elementos en algo que intente decir al respecto, pero la verdad es que hay una totalidad inabarcable en experiencia que sólo es posible vivirla.

Y creo que “Paraje Das Unheimlich” es todo eso.

A riesgo de comentario superficial, Jimena Pérez Salerno y Josefina Gorostiza ya tienen fama de ser hermosas intérpretes. En esta obra también lo son. Sin embargo, de esta obra también son sus “compositoras”. Y lo digo así, porque llamarlas “coreógrafas” o “directoras” me sonaba raro. Ellas hicieron crecer este ensayo en movimiento a través de un detallado trabajo de composición en diseño de movimiento, escenografía, vestuario y, como ellas mismas me lo detallaron, hasta los flyers de promoción. Surgió como su tesis para graduarse de la Licenciatura en Composición Coreográfica de la Universidad Nacional de Artes y creció luego como su primera obra propia. Ganadora de subsidios del Instituto de Fomento para la Danza No Oficial del Ministerio de Cultura y de la Bienal de Arte Joven de Buenos Aires, se estrenó en Espacio Callejón en septiembre de 2015, con tutoría del coreógrafo Gustavo Lesgart.

Una palabra en alemán…

“Unheimlich” es una palabra en alemán que da cuenta de lo ominoso, lo oscuro. Es un concepto freudiano, también, que da cuenta de esa fase oscura que todos llevamos a contraluz de nuestro consciente. La siniestralidad de la indefinición que aspecta lo desconocido. Algo así, quizás. «Heim», en alemán, significa “hogar”. “Unheimlich”, lo siniestro. “Un”, en ese idioma, es un prefijo de negación, lo cual nos puede llevar a interpretar que aquello que “no es el hogar” es aquello que es “siniestro”. Lo desconocido que no es “heim”. Vaya concepción alemana para las oscuridades del individuo: lo no habitual -que “se escapa del hogar”- es aquello que es siniestro. En términos freudianos, quizás, la ficción conocida y construida emerge para emparchar una realidad que, probablemente, tampoco deseemos alcanzar del todo.

Jimena y Josefina habitan ese paraje terrorífico a partir de una serie de doblamientos y desdoblamientos que interpelan, quizás, ese “yo” alocado que nunca termina de ser uno… aunque así lo queramos pensar. Convocan los espantos de la no completitud en una serie de recorridos que pueden resultar desde humorísticos hasta angustiantes. Plantean un ensayo sobre el “instante [en que] se desvanecen los límites entre fantasía y realidad, el borde entre lo conocido y lo extraño se vuelve difuso”. Finalmente, es que ese yo, inconcluso siempre, quizás sea simplemente una ficción construida a instancias de una serie de relaciones sociales: ¿habrá algo de real en esa ficción? Siempre, pero seguramente sea el resultado ambiguo y contradictorio de la discusión, las tensiones y los desbarajustes entre los espacios eclécticos delimitados por la oscuridad.

Entre ellas, en escena, se escudriñan, se persiguen, se combaten, se cuidan. Todo al mismo tiempo. Son las díadas de un binomio siempre inconcluso y en negociación. Una negociación constante que tiene sus tiempos escénicos perfectamente cronometrados y trabajados: la tensión se construye en una escalada impecable que deja, finalmente, boquiabierto al espectador.

Asimismo, Jimena y Josefina juegan con sus parecidos físicos, a lo cual contribuye también el vestuario y la caracterización, para construir la idea de una unidad que se desmembra en dos. Sin embargo, interesante es que, si bien la obra trabaja suspicazmente esta analogía, también muy suspicazmente trabaja las diferencias entre ellas, que van apareciendo en una serie de diálogos corporales sutilmente elaborados, para ir develando posibles líneas de seguimiento de la obra.

Es una pieza equilibrada, que se presenta muy pensada y ensayada, lo cual se nota muchísimo en el -no tan simple hecho- de que “sale redonda”. Es una obra que se nota respetada en las necesidades de su desarrollo propio, sin tuerces y fuerces.

Y justamente así describe Jimena el trabajo de elaboración para que termine de configurarse en una pieza tan orgánica: “Desde el comienzo pusimos atención a lo que la obra requería, intentando dejar de lado algunas ideas o deseos y dándole prioridad a lo que el propio trabajo iba demandando y en ese punto la obra es todo eso, desde cada color, el uso del espacio, los materiales elegidos, los tamaños, los diseños… Todo eso lo pensamos como una totalidad, y así fue el trabajo con cada rubro, escenógrafo, realizador, vestuario, maquillaje, música, algunas cosas las trabajamos más tiempo que otras, y al ir tomando decisiones, hay cosas que se definen en relación a las otras y así. Lo mejor de esta instancia es el poder poner en común inquietudes o cuestiones que pueden cambiar por completo el trabajo de acuerdo a lo que se decida, con todo un equipo, esa sensación de compañía, de no estar solo, de compartir el pensamiento en descubrir qué es eso que se está creando”.

Doblamientos y desdoblamientos. Foto: Ariel Feldman.

Doblamientos y desdoblamientos. Foto: Ariel Feldman.

Y, en el marco del testimonio, descubro que se trata de una intencionada elaboración colectiva: “Uno de los principios del trabajo cuando empezábamos fue el de ir en conjunto haciendo la obra, con todo el equipo – además de nosotras tres, trabajamos Ana Gurbanov, nuestra asistente coreográfica, que fue de vital importancia para el trabajo- el iluminador, escenógrafo, vestuarista, músico, fotógrafo-diseñador gráfico, y tuvimos la suerte de que así fuera. Con esto quiero decir que la obra es un trabajo enorme, arriesgado y generoso de muchos”, explica Josefina.

Quizás también sea el resultado de una íntima amalgama entre estas dos artistas. Existe una palpable química entre ellas, dos personas que se miran en el mismo idioma. La complicidad se adivina en la obra. Josefina comenta: “Nos llevamos muy bien. Desde que nos conocimos fuimos muy cómplices, nos entendemos y nos divertimos mucho juntas. Y ya tenemos un código interno entre nosotras. Supongo que algo de eso terminó plasmándose en la obra.  Al mismo tiempo somos muy distintas en muchas cosas, y eso al trabajo le da un plus que lo voluminiza”.

Jimena suma que, a pesar de esa mutua confianza, el atravesar la creación de la obra fue un proceso que requirió mucha dedicación y acuerdo: “Pasamos por diversos momentos como sucede en cada proceso creativo y a esto se le sumó la co-dirección y la co-interpretación que no es del todo cómodo o fácil. Fue estar las dos adentro y afuera al mismo tiempo y tener que estar atentas a absolutamente todo. Es un poner en común constante cada cosa, cada cambio o decisión y muchísimas veces esto requiere más atención y trabajo”.

Cuentan, ambas, que se conocieron “hace muchos años”, en la carrera en la UNA (Universidad Nacional de Artes). “A Jose la conocí en los pasillos de la UNA, siempre fue una chica que me llamó la atención”, asegura Jimena. Sin embargo, los despuntes de esta afinidad entre ellas se empezaron a cocer cuando ambas integraron la Compañía de Danza Contemporánea de la UNA en 2008. “Ese fue el inició de una amistad enorme y hermosa”, comenta Josefina. “En la compañía nos veíamos todas las mañanas varias horas y compartimos los primeros procesos creativos juntas y algunos viajes. Al poco tiempo comenzamos a dar clases juntas y ese fue nuestro primer proyecto como socias. Pensar el contenido, la imagen de los flyers, tener alumnos, el alquiler del espacio, fueron nuestros primeros asuntos a resolver. Luego hicimos un trabajo pequeño para un ciclo de danza, siempre con ganas de hacer algo juntas y en el 2011 comenzamos a ensayar Villa Argüello, que fue un proceso potente y hermoso, junto a un gran grupo de amigos”, cuenta Jimena. En el 2014, para el Festival Buenos Aires Danza Contemporánea, hicieron un trabajo de co-dirección en el marco del homenaje a Ana Itelman, que se llamó “Reconstruyendo a Ana Itelman o Itelmanía”. “Allí trabajamos con varios referentes de la danza y del teatro, docentes, directores, intérpretes, y fue una experiencia hermosa.  En ese tiempo, ya habíamos iniciado el proceso de ‘Paraje das Unheimlich’. Lo que sucedió específicamente con este trabajo es que las dos terminamos la carrera casi al mismo tiempo y ambas teníamos que hacer la tesis; entonces apareció esta posibilidad de hacerlo juntas, de asociarnos, de acompañarnos y así fue que arrancamos”, explica Josefina.

Amigas y socias en la creación de una obra que las tiene como intérpretes y compositoras del proceso creativo. Foto:  Ariel Feldman.

Amigas y socias, Josefina Gorostiza y Jimena Pérez Salerno (de izquierda a derecha), en la creación de «Paraje Das Unheimlich», obra que las tiene como intérpretes y creadoras. Foto: Ariel Feldman.

 

El descubrimiento del paraje

Lo que comenzó como proyecto de graduación, fue creciendo hasta plantearse en términos de obra, un proceso que descubrió ese ámbito de lo aterrador desde la búsqueda física y que, se nota, implicó una atención minuciosa a los detalles de composición. “La idea o el germen de la obra apareció después de un tiempo y nos capturó por completo. Podría decirte que la descubrimos en el camino. Nosotras iniciamos un trabajo de investigación para hacer juntas la tesis y pusimos sobre la mesa y en diálogo diferentes temas que cada una quería trabajar. A partir de esa puesta en común empezamos a ensayar, probar, preguntarnos y fuimos descubriendo que había algo por fuera de esos temas que aparecía una y otra vez, aunque probáramos cosas muy distintas. Así se fue delineando cierto tema y ciertas preguntas y sobre esto empezamos a profundizar, tomando disparadores del cine, la literatura y diferentes marcos teóricos. Fue en esta ampliación de campos que apareció la idea o el concepto de lo siniestro como gran tema que, a su vez, guardaba muchos otros temas o zonas del trabajo”, indica Josefina. Jimena completa el panorama: “El encuentro con lo siniestro apareció de la mano de mucha fisicalidad, mucho disparate que nos representa en algún sentido, algo de las locuras que compartimos y que es, a su vez, un mundo más bien ambiguo, difícil de catalogar. Cosas conocidas que se manifiestan de una manera diferente. En relación a la experiencia interpretativa o escénica, es un encuentro fuerte con algunos rasgos obsesivos en términos de precisión, de atención extrema o de riesgo coreográfico, de lo cual somos conscientes y es lo que nos devuelve la obra cada función, una especie de pánico exquisito”.

Al haber nacido de una tesis, el fundamento teórico de la obra es frondoso. De hecho, la obra se planta como aquella metáfora que resume el poema. Este camino de profundidad y recorrido a través de diversidad de aristas y materiales continuó luego de la graduación y como parte de la investigación que llevó a la configuración de la obra: “Creo que siempre es necesario en los procesos creativos, engrosar pruebas o ideas que van apareciendo con diferentes referencias. Por un lado, en el sentido de darle más volumen a ciertos materiales y, por otro lado, para también estar informado acerca de mucho de lo que se hizo en ‘distintas disciplinas’ respecto a esos mismos temas. Todos los materiales de los que nos nutrimos vinieron a darnos nuevas informaciones y diferentes maneras de tratamiento de un mismo tema. Además, como el trabajo se inició como tesis teníamos que presentar una monografía sobre eso que estábamos probando en la práctica, en la sala de ensayo. Y si bien esto fue en el primer año del proceso, ese basamento teórico fue de gran aporte para lo que después terminó siendo ‘Paraje Das Unheimlich’. Creo que la obra, si bien tiene un anclaje fuerte en el doble, también lo excede. Aparece eso para que pueda aparecer otra cosa. El concepto del doble hizo emerger en el trabajo el concepto de lo siniestro, y sobre este último trabajamos fuertemente”, resume Josefina.

"El doble", un tratamiento de "lo siniestro" freudiano. Foto: Ariel Feldman.

«El doble», un tratamiento de «lo siniestro» freudiano. Foto: Ariel Feldman.

Jimena, por su parte, suma que el trabajo de búsqueda de materiales incluye el trabajo con “referentes de todo tipo: cine, literatura, artes plásticas, fotografías, algunas imágenes clichés asociadas a la figura del doble y al concepto de lo siniestro. Muchas de las pruebas nos atraían y divertían y eso era, en general, una buena señal. Poder transitar un tema complejo, abordado ya de diferentes maneras y en variados lenguajes a lo largo de la historia, de una manera singular con la conciencia de lo que ya se había hecho. La imagen que devuelve la obra, de un espacio un tanto indescifrable, pero no del todo desconocido, por ejemplo. Es uno de los bordes que habita, quizás en el imaginario, respecto de cosas que creemos conocer pero que tampoco podemos describir claramente como algo ‘real’. Los colores, los materiales y texturas fueron puntos importantes a la hora de decidir, ya que la obra es todo eso, se define por esas decisiones y tiene un fuerte trabajo de imagen. Hay escenas puntuales que fueron trabajadas partiendo de algunas películas que nos servían. Luego de muchas pruebas y ajustes se fueron organizando. Si bien la obra es un gran continuo coreografiado, se mueve constantemente y muta tanto por necesidad nuestra o porque la experiencia de las funciones comienza a mover algunas cosas, aunque sean muy sutiles. Cada cambio es trabajado, charlado. El pacto es respetar a rajatablas las decisiones que tomamos juntas”.

De tal modo, la solidez de la obra se representa en una serie de concienzudas decisiones a nivel formal que contribuyen al tratamiento del tema: “Somos nosotras dos ahí, en ese tiempo-espacio determinado, y eso nos modifica. Los matices creo que fueron apareciendo a medida que avanzaba el trabajo. Son muchas cosas que se van encadenando, los tiempos, las velocidades, el diseño espacial, cómo eso convive con la luz, cómo podemos sostener desde la luz determinado matiz y subrayarlo, o ir en contra para evidenciar ciertos procedimientos, y pensar en la tridimensión, de dónde hay que tirar para no remarcar demasiado algo, o sí, remarcarlo. Cada paso que damos en Paraje está trabajado desde varios de estos sentidos: formalmente, desde la ‘idea’, desde las tensiones con y en el espacio, atravesado por el tiempo, a partir de su relación con la luz, la distancia con la escenografía”, comenta Josefina. “Todo el tiempo pensábamos en lo que la obra pedía, lo que necesitaba de nosotras como intérpretes y como directoras en términos formales, estéticos, creativos. La renuncia a muchísimas ideas o pruebas que también estaban buenas para entender qué entraba y qué no dentro de este mundo que iba tomando forma. El anclaje de Paraje está en el cuerpo, sin dudas. Considero que desde ese lugar buscamos todo lo que conforma la obra, y confiamos profundamente en eso. Un día nos dimos cuenta que podíamos ser una entre las dos y ese juego nos capturó y nos abrió otras zonas enormes por las cuales indagar”, agrega Jimena.

Satisfacción

La obra, para satisfacción de sus creadoras y del público, volverá a Espacio Callejón a partir de este próximo 7 de abril y se extenderá hasta el siguiente 30 de junio de 2016. Ambas, Josefina y Jimena, comentan que habrá algunas movilizaciones para este segundo estreno: “Creo que las obras se mueven con los contextos y uno con ellos, por eso me resulta difícil pensar en la vigencia de los trabajos… Entonces sí, hay muchas zonas de la obra que queremos rever, y en eso estamos, veremos hasta dónde podemos…”, relata Josefina. Por su parte, Jimena aclara: “Estamos en eso ensayando y probando algunas cosas nuevas que habían quedado pendientes del año pasado. La obra está en constante cambio, aunque sean detalles, se mueve todo el tiempo y eso nos gusta”.

R: Para terminar, el placer: ¿cuáles son las satisfacciones que les produjo esta obra como artistas?

Josefina: La posibilidad de crear algo que antes no existía, y poder seguir haciéndome preguntas sobre eso.  En el proceso, la premisa de tratar de ir encontrando lo que la obra o ese nuevo mundo pedía. Y haber tratado de ir a favor de eso y no en contra, con esto quiero decir, dejar un poco de lado el deseo individual -en el caso de ‘Paraje’, el deseo de cada una como directora individualmente- y darle lugar a la obra. Es un camino que me interesa, ver cómo puede hablar ese material o esos procedimientos específicos que aparecen con cada obra. En relación a la co-dirección: descubrir el campo de la negociación. Escuchar de otra manera. Y una de las cosas más hermosas, el encuentro con cada una de las personas con las que hicimos Paraje, el equipo de trabajo. (Porque a veces, antes de dormirme, creo que hacemos obras, para estar un poco menos solos.)

Jimena: ¡Uy! ¡Muchísimas! Todo el proceso de Paraje fue un aprendizaje constante e intenso, en principio el poder concretar y recibirnos de nuestra Licenciatura en la UNA, con un trabajo que le dio inicio a lo que hoy es Paraje. Ahí se gestó un grandísimo porcentaje de la obra. Por otro lado, la satisfacción de dirigir nuestra primera obra y recibir el apoyo tanto de La Bienal como de Prodanza, lo cual es un estímulo y una alegría para seguir adelante y concretamente una ayuda para poder realizar el trabajo.  El tiempo de trabajo en conjunto, que siempre es de muchísimo aprendizaje, tanto con Jose y Ana como con todos los que conforman el gran equipo de Paraje. Estamos felices con las personas que nos acompañan y son parte de la obra. La alegría de lograr crear algo juntos y poder compartirlo cada jueves es inmensa, la cantidad de preguntas que surgen acerca de la creación, de lo que hacemos y por qué lo hacemos, de trabajar con otros en algo que desconocemos hasta que toma forma, existe finalmente y es gracias al aporte de cada uno.

 

En fin. Trato, a través de estas líneas, de ofrecer algunos elementos. Pero mejor, muchísimo mejor, es simplemente acercarse a verlas.

Ficha Artístico -Técnica

Idea: Josefina Gorostiza, Jimena Pérez Salerno | Intérpretes: Josefina Gorostiza, Jimena Pérez Salerno | Diseño de vestuario: Estefanía Bonessa | Diseño de escenografía: Matías Sendón | Diseño de luces: Matías Sendón | Diseño sonoro: Fernando Tur | Realización escenográfica: Leonardo Ruzzante | Realización de vestuario: Patricio Delgado | Fotografía: Ariel Feldman | Diseño gráfico: Pabo Viacava | Asistencia coreográfica: Ana Gurbanov | Asistencia de iluminación: Sebastián Francia | Asistencia de dirección: Ana Gurbanov | Producción: Camila Zapata Gallagher | Dirección: Josefina Gorostiza, Jimena Pérez Salerno