Piliponsky + Mrak: “En la danza hay que ‘habilitar las habilida

Por Estefanía Lisi Martín Piliponsky, de Tucumán (Argentina), y Elia Mrak, de Seattle (Estados Unidos), mantienen una relación de amistad que se forjó a partir de la danza y de sus experiencias comunes. Se conocieron en Europa gracias a, como ellos mismos lo denominan, “el artífice” de su lazo, el coreógrafo David Zambrano, quien también […]

domingo, 03 de noviembre de 2013 |

Por Estefanía Lisi

Martín Piliponsky, de Tucumán (Argentina), y Elia Mrak, de Seattle (Estados Unidos), mantienen una relación de amistad que se forjó a partir de la danza y de sus experiencias comunes. Se conocieron en Europa gracias a, como ellos mismos lo denominan, “el artífice” de su lazo, el coreógrafo David Zambrano, quien también los formó en la danza contemporánea y particularmente en las dos técnicas que utilizan: “passing through” (atravesando) y “flying low” (volando bajo). Se dedican a la improvisación, son docentes y viajan a través del mundo para compartir su estilo con las distintas culturas.

Martín empezó a bailar a los dos años, y lo recuerda como si fuera ayer. Arrancó con la danza folclórica, un campo en el que se desempeñó hasta la adultez. A muchos kilómetros de distancia, Elia combinó sus estudios en la secundaria y universidad con la danza y el arte, sin saber quizás que en un futuro se dedicaría profesionalmente a este campo.

Los dos tienen una historia de vida similar, además. Elia practicó baseball y basquet cuando era adolescente, mientras que Martín jugó al tenis profesionalmente hasta los 15 años. De estas habilidades también se valen al momento de crear una pieza.

Elia y Martín, en clase. Foto: Gentileza Simkin&Franco.

Elia y Martín, en clase. Foto: Gentileza Simkin&Franco.

Pero además de coincidir en su historia familiar y sus gustos, ambos tienen una trayectoria particular: dedicaron gran parte de su vida a hacer carreras universitarias que, a primera vista, no están directamente relacionadas con la danza. En el caso de Martín fue la arquitectura, y para Elia, la economía y la matemática. Dos carreras tan exactas para dos individuos que, en realidad, buscan lo inexacto y que, sin embargo, supieron disponer de todos sus conocimientos y destrezas a la hora de componer una obra en el espctro dancístico.

Durante los jueves de octubre por la noche se pudo disfrutar en el Centro Cultural de la Cooperación A talk with myself, un trabajo en conjunto que pone en evidencia a dos cuerpos en un espacio compartido que establecen una conversación física.

Y en noviembre Martín estrena su obra “One love song” en el teatro La Carpintería de Almagro, todos los miércoles y domingos a las 21, en la cual Elia se desempeña como intérprete. Este nuevo trabajo traslada al escenario las experiencias que se desarrollan en sus propias clases, tan intensas y profundas como la improvisación en el teatro.

Elia, por su parte, tiene planeado trabajar un mes con Roxana Grinstein y su compañía del IUNA, ya que fue convocado como coreógrafo.

Café de por medio, tuvimos una interesante conversación con los performers que se ganan la admiración de sus colegas día a día por sus propuestas y frescura en un ámbito novedoso y específico.

R: ¿Cómo empezó su relación?

E: David Zambrano estaba haciendo una residencia en España y me invitó a realizar un trabajo de investigación. Allí nos conocimos con Martín.

Aunque lo invité a hablar en inglés para que le resulte más cómodo expresarse,  Elia me aseguró: “Hablo los dos idiomas, no hay problema. Pili también habla en inglés y en español, compartimos eso”.

M: Nos adaptamos a la persona con la que estemos. Pero cuando estamos solos, él me habla en español y yo le hablo a él en inglés

R: Vos no tenés tonada tucumana…

M: No, la perdí. Viví alrededor de 10 años en España y eso me cambió el tono. Aunque pensándolo bien, cuando vivía en Tucumán tampoco usaba la tonada de la provincia. Tengo una forma de hablar que siempre fue más neutral, aunque tampoco porteña. Lo que me sucede es que adapto hasta mi tono a la gente con la que estoy hablando; por ejemplo, cuando estoy con personas de Centroamérica termino hablando en centroamericano, o cuando me encuentro con españoles entono medio “españolizado”.

Volví a Buenos Aires el año pasado. En España hicimos la operación de “A talk with myself”, hace 2 años exactamente, en octubre de 2011. Y el 4 de noviembre fue la prémiere de la obra en Barcelona.

Nosotros nos conocimos en el 2009, mediante nuestro profesor David Zambrano. Fue en un festival de danza en Viena. Elia estaba invitado por David para asistirlo, y yo recién acababa de conocer a nuestro profesor. David me invitó a quedarme en su casa en esa ciudad, por lo que vivimos juntos dos o tres semanas. Después nos reencontramos en “50 days of Flying Low and Passing Through”, un workshop en Costa Rica que David dictó. Él es, además de nuestro referente en estas técnicas, el artífice de nuestra relación con Elia, de nuestra amistad.

Pero después de mucho tiempo decidimos trabajar juntos. Hicimos un tour en Estados Unidos de un mes y medio, bailando passing through, con un grupo de 11 bailarines. En esa gira encontramos realmente que teníamos muchas cosas en común como para poder llevar un proyecto propio adelante.

E: Viajamos a través de todo el país y pasamos por Chicago, Los Ángeles y otras ciudades. Atravesamos todos los estados, como si acá fueras desde El Calafate hasta Jujuy. Sentimos que ese fue el fin de un capítulo de nuestras vidas, en un sentido artístico. Decidimos lo que queríamos hacer y en lo que queríamos trabajar, con las personas que nos gustan.

M: Aquel viaje fue muy interesante porque los dos manejamos un camión con todas nuestras valijas desde Portland hasta Seattle, que serían unas cinco horas de viaje por un camino de montañas muy bonito, y tuvimos una conversación muy profunda y extensa. Nos dimos cuenta en ese momento que la vida es demasiado corta para trabajar con gente que a uno no le gusta. Yo había creado proyectos que eran interesantes, pero la gente con la que trabajaba no lo era. Y ahí caí en la cuenta de que tenía un proyecto libre y podía proponérselo a Elia. Él lo aceptó.

Nuestra relación a partir de ahí fue un ida y vuelta: “Bueno, nos vemos en tres meses, yo te pago el pasaje y vos venís”, me decía Elia a mí, y luego le decía yo a él. Siempre todo se basó en una relación de confianza.

E: Y estas son también las raíces de la obra. Mucha gente me ha dicho: “Ustedes tienen algo más”.

Una amistad de entendimiento profundo. Foto: Gentileza Simkin&Franco.

Una amistad de entendimiento profundo. Foto: Gentileza Simkin&Franco.

R: Una conexión…

E: Sí, es una conexión y también es una confianza en la otra persona, en el sentido de que cada uno tiene respeto por el espacio del otro, y el encuentro que se hace en el medio.

M: Mucha gente me escribe y me dice: “Qué bien se los ve bailar con tu pareja”… pero en realidad somos amigos. Es una amistad, pero quizás de alguna forma rompe las barreras convencionales. Dos hombres bailando danza contemporánea, de una manera bastante cercana…

"A talk with myself", en Buenos Aires. Foto: Gentileza Simkin&Franco.

«A talk with myself», en Buenos Aires. Foto: Gentileza Simkin&Franco.

R: Claro. De todas maneras yo lo sentí como una amistad cuando los vi…

M: Sí, tiene que ver con la interpretación de cada uno, y con la libertad y el vuelo de cada uno.

E: Para mí nuestra conexión tiene fuerza porque no solamente estamos cara a cara, sino en paralelo con las mismas preguntas sobre el mundo, sobre nuestros caminos. ¿Dónde estamos? ¿Qué queremos? ¿Cuál es la negociación más adecuada entre nuestros deseos y el deseo del mundo, de la sociedad?

M: Lo que nos une no es solamente nuestra amistad, sino también nuestro conocimiento técnico común. Lo que decimos cuando enseñamos danza juntos es que no se trata de ir con el otro, sino a través del otro. Y eso es algo muy diferente, porque nosotros no queremos quedarnos con la frontalidad de las relaciones o con el entendimiento y el vínculo con el otro, sino que tiene que ver más con cómo uno lleva a cabo ese proceso: hace obra y hace vida con otros, a través de otros. Y eso, técnicamente hablando, es muy específico. Cambia mucho la textura, la imagen, etc.

Ese entendimiento del que habla Elia es completo, no sólo en la danza. Nosotros somos amigos y establecemos nuestra relación desde cómo cada uno prepara una cena, por ejemplo. Yo observo lo que a él le gusta, cómo prepara las cosas, y de esa manera hacemos una colaboración constante con el otro.

"A talk with myself" en Barcelona. Foto: Gentileza Simkin&Franco.

«A talk with myself» en Barcelona. Foto: Gentileza Simkin&Franco.

R: ¿Por qué eligieron una música tan clásica para “A talk with myself”?

M: Fue “random” (al azar).

E: Sí, así es. Jugamos un poco con diferentes canciones. Un día Martín compró una colección de discos de canciones de amor de Elvis (Presley). Durante un tiempo estuvimos jugando con un CD cada día, y al mismo tiempo invitando a personas diferentes todos los días a los ensayos para que observen el trabajo.

M: Esto fue el proceso en Barcelona, durante las tres semanas de residencia que estuvimos en La Caldera.

R: Y Martín, ¿por qué decidiste estudiar arquitectura?

M: Porque simplemente me encanta la arquitectura. Me fascinaba desde chico. Me gustaba el orden, la prolijidad, las líneas, la exactitud. Pero nunca fui exacto. No soy exacto, ni en mi discurso. Nunca tengo una línea de construcción tradicional. Siempre improviso.

Tuve muy buenos maestros de arquitectura, pero no encontré en ese ámbito la posibilidad de improvisar y crear de la manera en que lo hago en la danza.

Nosotros hacemos cosas muy específicas respecto de la improvisación, y está a la vista en la obra. Si vas a verla distintos días…

Elia. Foto: Gentileza Simkin&Franco.

Elia. Foto: Gentileza Simkin&Franco.

R: ¿Quizás encuentre algo distinto?

M: “Quizás”, no. Seguro.

E: Martín me enseñó que la arquitectura tiene líneas y dibujos, pero que también es sobre observar para entender algo en todos sus estados, en su esencia. Además encuentro que los distintos elementos de un todo tienen relación entre sí: una luz va con determinado foco, en un sitio, y quizás por separado es otra cosa. Este mismo concepto lo aplicamos en nuestras obras. Nosotros entendemos la habilidad para construir la danza y el discurso como un hilo. Todo tiene una unión.

M: También hablamos sobre la escritura en las obras, ya que nos gusta mucho la literatura. Elia por ejemplo escribe y dibuja. Sobre todo leemos danza, leemos movimiento. Y las experiencias en nuestros caminos nos han llevado a tener una lectura similar, un entendimiento que podemos compartir, que nos sucede físicamente en la danza y que también nos puede ocurrir, por ejemplo, tomando un desayuno.

Martín. Foto: Gentileza Simkin&Franco.

Martín. Foto: Gentileza Simkin&Franco.

R: ¿Entonces podrías decir que tu conocimiento en arquitectura tiene bastante influencia en las obras que creás?

M: Cien por ciento. Mi entendimiento del espacio no es el mismo que el de Elia. Su manera de pensarse físicamente, de cómo usa su musculatura, sus huesos, su respiración… es muy distinta.

Por mi parte, yo me siento más arquitecto en la danza que en la arquitectura. Me siento mucho más útil haciendo lo que hago ahora, aún cuando gane mucho menos dinero. Tengo alumnos y soy feliz, porque me encanta la pedagogía. Apostamos a enseñar, y trabajamos muy profundo.

R: ¿Ya ninguno de los dos ejerce la profesión que estudió? En tu caso arquitectura, y en el caso de Elia, la economía.

M: No las ejercemos en términos convencionales, pero en lo que respecta a la experiencia, yo creo que la ejerzo todo el tiempo. Vengo de diseñar el flyer para mi próxima obra (“One Love Song”), y Elia calcula los números para llevar nuestras obras a otros países.

E: Me ha tomado bastante tiempo y me han ayudado amigos cercanos a entender que el tiempo y la inversión que dediqué a mi carrera universitaria no han sido una pérdida de tiempo, sino por el contrario que es parte de mi vida. Aprendí de David que necesitás utilizar al máximo tus experiencias, sobre todo a través del cuerpo. Ese es nuestro entrenamiento.

M: No es fácil. Lo explicamos a diario en nuestras clases. La gente lo entiende racionalmente, pero lo que nos interesa es que lo pueda entender con el cuerpo. Toda experiencia de la vida se toma con el cuerpo. Se toma por el toque, por las manos, por los pies. Siempre ha sido así. La comunicación es física. Por eso es muy interesante llevar todo este entendimiento a lo físico. La mente lo acompaña.

El bailarín… o mejor dicho, el performer, (para no repetir los términos que encapsulan a alguien) o al que le gusta moverse y presenta un trabajo serio en relación a su actividad, está muy entrenado en la musculatura, pero a mí me interesa que esté entrenado en el cuerpo, para poder pensar y observar físicamente.

Por ejemplo, toda esta charla puede ser muy espirituosa, muy bonita de escuchar, incluso alegre. Pero detrás de todo eso hay mucho entrenamiento para entender lo que estamos diciendo. Para que lo que yo hice de arquitectura realmente me sirva en mi danza, y para lo que él hizo de matemáticas le sirva en su tiempo o pensamiento físico, entrenamos mucho, y eso es una gran necesidad en los bailarines.

Conexión. Con el cuerpo, con el espacio. Foto: Gentileza Simkin&Franco.

Conexión. Con el cuerpo, con el espacio. Foto: Gentileza Simkin&Franco.

R: ¿Cómo ves el panorama de la danza en Buenos Aires, luego de haber viajado a otras ciudades?

M: En Buenos Aires hay bailarines increíbles, únicos, que no creo que haya en otras partes del mundo. Hay gente muy entrenada y muy inteligente. Pero en lo que respecta a la improvisación, que es lo que a nosotros nos interesa, hay muy poco y en general de baja calidad.

R: ¿Por qué?

M: Porque pone al espectador en un lugar de “¿qué estoy viendo?”, en un lugar de extrañeza, de incertidumbre.

Nosotros lo que hacemos es muy específico. No es que nos ponemos a mezclar cosas que se nos ocurren. Hay un estudio, un pensamiento, una búsqueda. Hay una necesidad de “habilitar las habilidades” (distinto de sólo trabajar las habilidades). Hay que dejar salir todos los conocimientos para lo que venga. De eso se trata la improvisación: nunca se sabe lo que va a suceder.

R: Elia, ¿qué te pareció Buenos Aires? ¿Ya habías venido?

E: Es la tercera vez que vengo. Cuando vine la primera, Buenos Aires fue lo que pisé antes de todo Sudamérica. En ese momento, un amigo me dijo “ni intentes entender Buenos Aires, es una ciudad única y compleja”. Es una mezcla de muchas cosas: una gran historia, grandes culturas y un idioma particular.

Me gusta ver la diferencia entre Nueva York y Buenos Aires: la primera es como una “sopa”, algo líquido en donde se mezclan todas las culturas, mientras que en la segunda es como una “ensalada”. Es decir, hay lechuga y zanahoria, y aunque los dos estén juntos son distintos. Si estás en Recoleta vas a ver una realidad, mientras que en otro barrio te vas a encontrar con otra, aunque estén uno al lado del otro.

R: ¡Sí, es verdad! Y ustedes utilizan dos técnicas para enseñar y bailar en danza contemporánea: el passing through y el flying low. ¿Por qué las eligieron para desempeñarse? ¿Qué posibilidades les dan?

E: Es buena la pregunta. Ayer escribí en mi agenda “¿cuál es la definición de la palabra ‘technique’?” y quise investigar la etimología del término. Me resulta muy interesante en el mundo de la danza. Para mí, se necesita una técnica para crear un capuccino o para cocinar una medialuna. De la misma manera, el ballet es una técnica y el jazz también. Flying low y Passing through son técnicas, como bien decís. Por mi parte, lo que me interesa no son sólo los movimientos de suelo, sino la forma de usarla de modo que te ayude a entender los poderes que tenés y sobre las conexiones en tu cuerpo.

M: Claro. Por ejemplo, con las manos uno no saluda de cualquier manera, lo hace de una forma particular. Lo hace mediante una conexión específica en el sistema nervioso.

E: Para mí, la esencia de las técnicas que usamos pasa principalmente por la integración de manos y pies.

M: A nosotros nos interesan estas técnicas porque nos ayudan a entender las técnicas en general.

Hay técnicas que te muestran una frontalidad, como la de la danza clásica. El ballet está hecho para una “corte”: es totalmente frontal, no trabaja otros ángulos. Y tiene mucha matemática en su tecnicidad. Pero por otro lado, creo que hay técnicas que en sí mismas te ayudan a entender otras técnicas, y que te ayudan a incorporar material propio, o como dice Elia, la experiencia para utilizarla al máximo.

Passing through nos ayudó mucho a nosotros para conectarnos. Como dice nuestro Maestro Zambrano: “Para conectarnos con el espacio”.

Nosotros nos preguntamos “¿Por qué volver a una cosa frontal?”, si hoy en día ya no hay frentes establecidos, no hay convenciones. Las cosas rectas ahora nos conducen sólo a golpearnos contra una pared. Pero si usás la curva, no te vas a golpear con nada.

Hay muchas formas de una sola cosa, y eso hay que aprovecharlo. Hay mucha diferencia entre hacer una forma y vivirla.

Todos nuestros maestros nos han enseñado el tema de la vinculación. La improvisación siempre es una proposición, una negociación (porque, como dijimos, uno nunca sabe lo que va a suceder).

"One love song". Foto: Gentileza Simkin&Franco.

«One love song». Foto: Gentileza Simkin&Franco.

R: Martín, ¿qué nos podrías anticipar de tu próximo trabajo, “One love song”?

M: En esta obra se traslada lo que hacemos en las clases a un escenario. La vengo trabajando desde principios de año. Se trata de un proceso de músicos y bailarines. Yo estoy incluido y la dirijo, para mí es como mi primera obra de dirección propia.

Esta obra está un poco más “partiturada” (de partitura) que “A talk…”, tiene una imagen más específica de lo que quiero crear y transmitir. Espero que tenga una buena recepción y que la gente la disfrute mucho.

CUÁNDO Y DÓNDE

Miércoles y domingos de noviembre a las 21 / Teatro La Carpintería – Jean Jaures 858 (CABA) /Entradas: $70. Estudiantes y jubilados: $60

FICHA TÉCNICA

Intérpretes: Elia Mrak, Matthieu Perpoint, Juan Velázquez Cardona, Magalí del Hoyo y Martín Piliponsky. / Música: Ilia Mayer,  Ray Charles / Iluminación: Alfonsina Stivelman /Diseño gráfico: Carolina Balmaceda  /Vestuario: Gustavo Lesgart / Producción: Solange Courel / Idea y dirección: Martín Piliponsky