Reencontrarse con la danza

La bailarina Betania Antico da algunos tips para barrer con prejuicios y enfrentar los miedos de volver a tomar clases de danza luego de haber dejado durante algunos años.

lunes, 12 de enero de 2015 | Por Maria José Lavandera

Reencontrarse con la danza luego de años de ausencia puede ser un desafío no sólo físico, sino también moral y emocional. Desde la adultez -y luego de tiempo pasado sin ejercitar en la técnica clásica- la experiencia puede tener diversos matices, que tienen una amplia variedad de impactos en quien decide retomar esta disciplina, sea para tomar clases por el gusto de hacerlo, sea porque quisiera retomar una posibilidad profesional. La bailarina Betania Antico, quien tuvo una extensa experiencia profesional en Alemania, pasó ella misma por esta experiencia y hoy, también docente que combina el clásico con el Pilates Mat, ofrece a sus alumnas un importante apoyo para retomarla, evadiendo prejuicios y confiando en las posibilidades artísticas y de movimiento que cada una tiene. «En mi caso particular  dejé un tiempo de bailar clásico y me quise nutrir de otras experiencias. En Alemania el clásico, el teatro, la danza-teatro, las técnicas contemporáneas, el contact, el release van de la mano, en el sentido que salvo en teatros donde el repertorio es principalmente clásico, se hacen muchas producciones nuevas experimentando técnicas. Al regresar a la Argentina quise empezar algo totalmente nuevo y conocí a Brenda Angiel y aprendí danza aérea, necesitaba en ese momento sentir algo nuevo, que sea danza pero que me dé sensaciones nuevas, cambiar los ejes, sentir más los pesos y los impulsos, incluso vencer el vértigo. Me di cuenta que sentía vértigo subiendo a una escalera para cliparme al arnés pero sorpresivamente no lo sentía cuando estaba bailado en altura, como si la danza me sostuviera en su masa de aire, como si estar en el aire bailando la misma danza me diera ese soporte. Luego fui a ver ‘Cascanueces y las princesas encantadas’ en el Konex con el Ballet Metropolitano de Buenos Aires, ballet clásico pero contado para niños y con mucho humor. Estaba lleno de niños entusiasmados que bailaban en la platea y me pregunté por qué se pierde esa euforia y por qué no encontrar de nuevo esa energía para bailar, tratar de crearla otra vez buscando estímulos propios y nuevos. Y ahí me encontré con Juan Lavanga y Leo Reale, con quienes, antes de irme a Europa de chica, compartí giras y funciones. Me ofrecieron volver a bailar: ¿Por qué no retomar? Así  empecé a preparar el retorno, la vuelta desde otro lado y ahí se fueron abriendo nuevos caminos y formas de moverse con el ‘nuevo cuerpo’. Las experiencias anteriores indudablemente sí hacían diferencia: lo que se pierde en lo físico se gana en la incorporación de una nueva percepción de sí mismo».

Guiar en el regreso a la danza clásica, en este sentido, se convierte casi que en una especialidad: «Como docente, disfruto mucho conocer las experiencias de cada uno con la disciplina. Eso hace que su danza, que sus movimientos tengan una cierta lógica y forma particular. Por lo general antes de la primera clase pregunto cómo se sienten físicamente en cuanto al apto físico para realizar la clase y la mayoría se descarga más en lo anímico, comentan sus propias sensaciones de cuando dejaron y sus ganas de retomar. Hay casos en los que vuelven luego de haber sido madres y eso aporta algo bastante peculiar. La forma de tratarse a sí mismos ya es diferente, con más cuidado, con cierto entusiasmo infantil, ‘infantil’ en el sentido mas puro y honesto al moverse», relata Betania.

Ser la mano que contiene este reencuentro tiene las aristas más diversas. Comenta Betania que una de las cuestiones fundamentales es ofrecer seguridad para asumir las limitaciones y los beneficios de las circunstancias actuales: «La guía tiene que ser muy amplia, puedo dar herramientas que me sirvieron a mí  en algún momento y otras que les ayuden a ellos a buscar sus propios objetivos. Es como diagramar un espacio y ellos eligen cómo lo circulan. La reconexión con el cuerpo es algo nuevo. El cuerpo cambia con el tiempo y la memoria que uno tiene de él haciendo danza provoca un reconocimiento instantáneo pero luego el cuerpo responde de otra manera, una manera nueva, con cierta rigidez normal de la edad y la ausencia del trabajo técnico incluso aunque uno no haya parado de hacer ejercicios. El entrenamiento que requiere el ballet es muy distinto. Entonces aparecen las primeras trabas físicas y la guía ahí debe ser rápida para no entrar en la desesperación al darse cuenta que uno no puede hacer lo que antes hacía. Y esa es la realidad, pero en cuestión de madurez y registro mental y corporal, uno viene mas armado, así que lo que se pierde de una cosa, lo podemos compensar con el solo hecho de ser mas concientes de ese regreso y buscar el sabor de volver a disfrutar un baile y la preparación física».

Eliminando los miedos

Algunos de los adultos que retoman sus clases luego de un tiempo largo, han vivido experiencias diversas, que dan a la danza un significado agridulce. Este acercamiento es ya un paso adelante de los miedos que puede suscitar: «Los miedos y las dificultades pueden aparecer principalmente en aquellos casos donde de chico se ha puesto muchas ilusiones y esperanzas para ser un bailarín, tanto del alumno como de toda la familia, y por varios motivos se dejó ese sueño. Desgraciadamente muchas de las ocasiones es por falta de estímulos, ya sean de las escuelas y profesores como en el hogar o, por el contrario, con tantas presiones que le agotaron las posibilidades de encontrar una carrera un poco más holgada en el sentido de los recursos y variantes que tiene la danza. A veces ha llevado mucho sacrificio y desilusiones y las decisiones de seguir o dejar se las hacen de muy jóvenes. A veces, la elección parece ser ‘blanco o negro’, dándole a la danza un gusto amargo. No obstante, en la mayoría de los casos, también de los afortunados, el alumno dejó de bailar y se formó en otra carrera u oficio. Continuó su rumbo y en algún momento, por pura decisión de él mismo, decide retomar esa sensación que le quedó en la infancia o adolescencia y está dispuesto a reencontrarse con la danza y con la técnica».

Una vez tomada la decisión, es cuestión de encontrar un espacio que se adecúe a las posibilidads y expectativas de cada uno: «Estos alumnos se encuentran con el problema de no estar seguros de encajar en ninguna clase, ya sea por el nivel o por las edades. Cuesta encontrar ese espacio. Además uno mismo no sabe qué expectativas tiene de sí y para con el nuevo maestro que las recibe y el nuevo grupo necesita sentirse identificado también. Por suerte cada vez es más común tener grupos de adultos en clásico, incluso para los principiantes. Se tienen muchos prejuicios de sí mismo y no es nada saludable para el cuerpo ni para el alma. Lo mejor es aprender a relajarse y a respirar antes de probar cualquier nuevo ejercicio en la clase. Las primeras clases son mayormente para destensionar y encontrar al cuerpo nuevo en una técnica ya aplicada anteriormente», explica la bailarina.

Cuidar el cuerpo

Muchos adultos que han realizados años de danza en su infancia y juventud, sentirán que nada de lo que sucede en la clase es extraño. No obstante, la memoria corporal puede ser engañosa y realizar la clase sin cuidado puede resultar en lesiones indeseadas: «El retorno debe ser lo mas armonioso posible. Si bien es una técnica que es familiar al cuerpo en lo que es memoria corporal, hay que darle tiempo al cuerpo y oírlo mucho mas de lo que uno lo hacia cuando era jovencito».

La técnica clásica es en esta etapa de la vida una excusa para potenciar el cuerpo actual: «Las correcciones y el armado de la clase no debe tener como objetivo principal lo técnico absoluto sino buscar desde esa nueva postura un camino clásico pero menos ortodoxo, más cómodo al cuerpo. La idea no es incomodar la postura sino ayudarla, no presionar las posiciones altas ni exigir una quinta posición abierta perjudicando a los meniscos. Partimos desde lo que tenemos trabajando suave y la meta es llegar a disfrutarlo cada día que uno baila. En muchos casos, por las exigencias de cada alumno, no logran una continuidad en la toma de clases. No sería bueno que sientan que pierden cada vez que no vienen, sino que ganan cada vez que retoman, alegrarse del tiempo que le dedican a la clase como si fuera la última clase que puedan volver a tomar y que la sensación de haberla hecho les incentive a volver y a bailar en general, cualquier técnica», indica Betania.

Se trata, dice Betania, de una «propuesta de trabajo donde podamos compartir el arte de moverse despertando la creatividad, respirando los pasos, buscando de cada movimiento un ser nuevo de nosotros mismos y acompañando los cambios propios del cuerpo».