Ricky Pashkus: “El musical es intimidad expuesta, abierta y compartida”

Recientemente consagrado como Personalidad Destacada de la Cultura por la Legislatura porteña, este artista es una de las referencias del mundo del teatro musical en Argentina. Para él, un intérprete de esta disciplina debe ser, ante todo, «un valiente». Hoy uno de los propulsores del Sindicato para Bailarines, cuenta que sus inicios fueron de una visceralidad «alocada» en la danza.

miércoles, 01 de abril de 2015 | Por Estefanía Lisi

El coreógrafo y docente, referente del mundo del musical (con obras en cartel, como “Y un día Nico se fue”) tuvo su primera relación con la danza -como él mismo lo describe- “a pasos enloquecidos”. Su pasión también estaba enfocada en el teatro, y con la inspiración sostenida en la magia de Fred Astaire, Ginger Rogers y Gene Kelly, descubrió que su vida estaba destinada a los musicales.

Distinguido recientemente como Personalidad Destacada de la Cultura por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, en la actualidad trabaja con personalidades como Chet Walker, con quien busca fomentar la enseñanza del estilo del musical. Juntos, otorgan seminarios y becas extranjeras como la Pashwalk, cuya audición tendrá lugar el 9 de abril de 2015 en el estudio de Ricky  de Recoleta, para que los estudiantes más aplicados puedan acceder a participar del reconocido festival de danza estadounidense Jacob’s Pillow. Vale adelantar que la beca Pashwalk también tiene su versión «nacional»: durante julio de 2015 se audicionará a chicos y chicas que quieran estudiar en Buenos Aires y residan, como mínimo, a 300 km de esta ciudad.

Además, Ricky es hoy el principal propulsor de la creación del Sindicato para Bailarines, junto al Movimiento por la Ley Nacional de Danza, un espacio que, hoy vacante en la especificidad que hace a los trabajadores de la danza, para él sería muy beneficioso en la Argentina en términos de dejar planteados los derechos particulares de este grupo de artistas.

R: ¿Cómo fueron tus primeros pasos en la danza? ¿Es cierto que querías ser actor, pero en las audiciones te elegían como bailarín?

RP: Es interesante pensar en los “primeros pasos”, por la resolución automática de que dar pasos es también “hacer pasos” de danza. Yo no los di, al menos en un principio. Bailaba enloquecidamente hasta que el asma me atacase de pequeño, en el living  de casa con la música austríaca que escuchaba mi papá. En general bailaba solo, entre las paredes. Nunca consideré ni pedí estudiar. No era mi tema… No sé aún por qué. Me encantaba ir con mis padres al Teatro Colón a ver a los grandes bailarines clásicos que admiraba. Rudolf Nureyev, entre ellos. A la salida y en la puerta atraía a los espectadores imitando  los pasos de los bailarines que había visto. Y el teatro, en realidad, lo estudié más tarde. Después de los 20  años di pasos como bailarín y estudié con los gigantes Ana Itelman, Freddy Romero,  Merce Cunningham, Alwin Nikolais y otros, pero no sabía qué quería ser. No me sentía claramente bailarín, me imaginaba más siendo actor. Así que podríamos decir que mis pasos en la danza fueron algo enloquecidos.

Maestro Pashkus: la danza lo convocó desde una visceralidad "alocada". Luego siguió el teatro, para conjugarlos en el mundo del musical más tarde. Foto: Gentileza.

Maestro Pashkus: la danza lo convocó desde una visceralidad «alocada». Luego siguió el teatro, para conjugarlos en el mundo del musical más tarde. Foto: Gentileza.

R: ¿Y por qué elegiste el ámbito de los musicales para desempeñarte profesionalmente?

RP: Mi infancia se vio atraída por la danza y los musicales. Miraba mucha televisión y en ella habitaban Fred Astaire, Ginger Rogers y Gene Kelly, mezclados con Jorge Luz y Niní Marshall, y alguna obra teatral para niños de Ariel Bufano. Esa combinación me excitaba, me hacía vibrar. Quería VIVIR [en mayúsculas] así, tener una vida expuesta. El musical es intimidad expuesta, compartida y abierta, aunque muchos hablen de que es algo liviano o superficial. Creo que ellos simplemente que no pueden disfrutar de la liviandad de un género que todo lo hace para compartir. Todo es expresivo y hacia afuera. Esa exterioridad  se supone que está mal vista como “modalidad”. El musical no supone que hay una intimidad psicológica que sólo le pertenece al interprete/rol como un eterno subtexto a descubrir. Esa psicología está visible en el musical. Como en la vida real, el otro es el otro inevitablemente, y aunque no nos guste lo que el otro supone que somos, somos lo que hacemos. Cantar, bailar y actuar es expresar lo que somos. De nada sirve que alguien diga “no sabés todo lo que tengo adentro para dar”, si no es capaz de mostrarlo. Eso es el musical. Lo que no se da, no está vivo.

R: ¿En qué momento de tu proceso de formación te diste cuenta de que querías coreografiar?

RP: Siempre veía conjuntos, el movimiento global… pero básicamente se reunieron varios aspectos para que decidiese coreografiar. Sentía moléculas en mi cabeza con un deseo de organización espacial. No era buen bailarín, y notaba que opinaba mucho de cómo coreografiaban los otros, lo cual no era algo muy bueno. El momento crucial fue cuando vi una foto de una obra coreográfica que se estrenaba en el Lincoln Center [en Nueva York], cuyo epígrafe hacía referencia a un director de teatro que nunca había bailado, y sin embargo se había animado a coreografiar al New York City Ballet. Ahí descubrí que quería ser coreógrafo.

R: ¿Cómo definirías la danza? ¿Qué es para vos?

RP: La danza es una relación del cuerpo con lo innombrable. Si bien la palabra y el vocabulario influyen en la danza como los sonidos; básicamente es el cuerpo, la musicalidad y su dinámica lo que la articulan. No nombrar es su destino. No decir literalmente, sabiendo que la palabra tampoco lo puede hacer. Creo que la danza es un acercamiento a la expresión y la comunicación de lo innombrable, y una metáfora viva que acepta la muerte y, por ende, celebra la vida. La danza sabe de la muerte y ningún arte conoce el tiempo como la danza. Es tiempo de vida y de muerte. 

Dar clases, una de sus pasiones. Foto: Gentileza.

Dar clases, una de sus pasiones. Foto: Gentileza.

R: ¿Cómo concebís vos «un buen bailarín»? ¿Y un intérprete de comedia musical?

RP: Un buen bailarín debe poder comprender el tiempo. Haga la técnica que haga, debe ser capaz de reflejar la época en la que vive. Ser el hoy, más allá de lo que baile. Estar vivo HOY. No olvidarse de que (Mijaíl) Baryshnikov fue moderno y que estar por detrás de él es retrasarse. Un buen bailarín debe ser actor en el alma, y entender que su articulación son sus ojos, y que sus ellos a la vez son el músculo más importante de su cuerpo. Y un intérprete de comedia musical debe ser un valiente, pues debe formarse mucho en todas las áreas requeridas. No es un trabajo para cualquiera.

R: ¿Cómo surgió la idea de crear un sindicato para bailarines? ¿De qué manera considerás que podría ayudar a los artistas en su profesión?

RP: La idea del sindicato, si no la ejecutamos, de todas maneras se caerá de madura. Todos tienen su casa salvo nosotros. Es una batalla ganada. Sólo debe llevarse adelante… Significa tener una mutual con médicos especializados, abogados que entiendan la profesión, honorarios y horarios de trabajo referidos a su quehacer, son útiles  a todos. Será algo beneficioso para todos, para que los que trabajan y los que no logran insertarse en el campo de acción laboral por diferentes problemas y causas de índole económica y cultural-educativa en todo el país, pasen a tener un espacio para reclamar, lograr ser escuchados y no tener que seguir quejándose. Quejarse no es útil, reclamar sí.

Ricky Pashkus, rodeado de bailarines durante la conferencia del 10 de marzo. Juan Carlos Copes, Federico Fernández, Gabo Usandivaras, entre otros, estuvieron presentes apoyando la iniciativa. Foto: Russarabian.

Ricky Pashkus, rodeado de bailarines durante la conferencia del 10 de marzo. Juan Carlos Copes, Federico Fernández, Gabo Usandivaras, entre otros, estuvieron presentes apoyando la iniciativa. Foto: Russarabian.

R: ¿Cómo ha sido trabajar con Chet Walker todos estos años? ¿Qué le espera al público para los próximos seminarios que dictarán juntos? ¿Y qué podrías contarnos acerca de la beca que otorgarán para el Jacob’s Pillow Dance Festival?

RP: Chet trabajó con Fosse en Broadway y es un educador que ama nuestro país. Estimuló el desarrollo de todas las becas que otorgo bajo la denominación #Pashwalk, y aporta dinero para lograrlas. Los alumnos de todo el país pueden esperar vivir una experiencia inédita, ya que verán el teatro musical entregado por quien lo vive. La beca Pillow ofrece la posibilidad de estudiar en el bellísimo lugar en el que está ubicado Jacob’s Pillow, en su taller de teatro musical. Incluye todos los gastos salvo los aéreos -comida, estudios y entrenamiento- con los más elevados maestros. Chet cree que el musical debe generarse acá, y  lo que enseña no es lo Estados Unidos. Él enseña a comprender la disciplina desde sus bases. Él es realmente un maestro.

Pashkus y Walker, una dupla imperdible. Foto: Gentileza.

Pashkus y Walker, una dupla imperdible. Foto: Gentileza.