Rodolfo Romero: un bailarín con don de Maestro

Por María José Lavandera Rodolfo sabe. Sabe muchísimo. Y todo eso que sabe está detrás de una mega-sonrisa que parece no írsele nunca y una calidez fuera de lo común. Así lo encontré en un cafecito de esquina porteña. Apenas me senté en esa mesa, empezamos a conversar. Conversar de la danza, de la pasión, […]

lunes, 17 de junio de 2013 |

Por María José Lavandera

Rodolfo sabe. Sabe muchísimo. Y todo eso que sabe está detrás de una mega-sonrisa que parece no írsele nunca y una calidez fuera de lo común. Así lo encontré en un cafecito de esquina porteña. Apenas me senté en esa mesa, empezamos a conversar. Conversar de la danza, de la pasión, de Olga Ferri, nuestra querida Maestra. Sí, sin querer, como si nos conociéramos de toda la vida, nos pusimos a conversar. Y de pronto, la entrevista había empezado. Nos tomó por absoluta sorpresa.

El curriculum dice que Rodolfo Romero es bailarín, coreógrafo. Pero yo agregaría, un Maestro (con M mayúscula) – Rodolfo es hoy uno de los más importantes maestros de danza clásica para varones que tiene nuestro país: actualmente da clases en el estudio de Juana Lederer y Alfredo Gurquel – y un profundo conocedor de la danza y las artes escénicas en Argentina.

Rodolfo en el estudio Gurquel-Lederer, junto a sus alumnos. "Yo voy a dar una clase, mi deber es que a fin de año es que al menos uno termine con ganas de bailar mucho", nos dijo.

Rodolfo en el estudio Gurquel-Lederer, junto a sus alumnos. «Yo voy a dar una clase, y pienso que mi deber es que a fin de año al menos uno termine con ganas de bailar mucho», nos dijo.

Porque él no sólo es artista, sino que estuvo del otro lado. Fue también un importante gestor cultural: se desempeñó como director, nada más ni nada menos, que del Teatro Municipal “3 de Febrero” – Monumento Histórico Nacional – de Paraná, Primer Coliseo de la Provincia de Entre Ríos, su provincia natal. Con una carrera ecléctica, ha recorrido todos los espacios de las artes escénicas: además de danza al más alto nivel, estudió dramaturgia, escenografía e iluminación. Afirma: “Las artes escénicas son un ámbito muy generoso. Tienen la capacidad de aunar diferentes oficios. Soy un gran impulsor de que los alumnos vean el resto de los oficios que coincidan con el arte. Te lleva a entender cuál es tu rol, en una serie de engranajes que una obra se realice. Para que un concierto de piano funcione, tiene que haber un buen afinador, por empezar, ¿no?” (risas).

Comenzó bailando danzas folklóricas en su La Paz natal. Luego, se formó en el Instituto Superior de Arte del Teatro Colón. Pero también es otro de los grandes alumnos de Olga Ferri y Enrique Lommi. Y entre anécdotas y recuerdos, para él fueron Olga y Enrique sus grandes guías en la profesión… y no particularmente por los pasos de danza: “Más allá de su técnica, lo que voy a recordar siempre de Olga es el nivel cultural del diálogo. Trabajábamos técnica, pero yo aprendía oyendo. Esta obligación, de si ella establecía un diálogo con vos, de estar a la altura para poder hablar. Era una crianza artística. Técnica, muchos maestros pueden darte buena técnica. Olga te la daba en una forma recíproca. Había una elección mutua, alumno-maestro/ maestro-alumno, sino no funciona. Creo que hay una cosa que sí es importante. Maestros hay muchos, maestros de artistas hay pocos. Y creo que estos maestros pueden llevarse a este límite de indagar en vos mismo y de transmitirte la pasión, algo muy difícil de hacer. Eso para mí es como mi fantasma. Yo voy a dar una clase, mi deber es que a fin de año al menos uno termine con ganas de bailar mucho. Esa es mi mayor fantasía. Más allá de 5 o 20 piruetas. Porque de la pasión devienen muchas cosas: las ganas de trabajar, la disciplina”.

"Soy un gran incentivador de que los alumnos vean el resto de los oficios que coincidan con el arte", indicó Rodolfo. No sólo da clases de danza, sino también de historia de la disciplina.

«Soy un gran impulsor de que los alumnos vean el resto de los oficios que coincidan con el arte», indicó Rodolfo. No sólo da clases de danza, sino también de historia de la disciplina.

Así, entre numerosos premios por sus distintas labores, ha obtenido Medalla de Plata y Medalla de Oro en el XIX Certamen Latinoamericano de la Danza y fue Finalista del Certamen Internacional de Ballet y Danza de Buenos Aires.

Postales del tiempo

Y, como si fuera poco, es gracias a su enorme formación, que también se dedica a la historia de la danza, una disciplina muy particular y poco extendida en nuestro país. En este sentido, dicta cada año también un curso -“Postales del tiempo”- en el que indaga acerca de los artistas argentinos y las comuniones de estilos y coreográficas que se fueron dando a lo largo del tiempo en Argentina: “Nos falta una construcción de nuestra memoria artística, más en el mundo de la danza. Es que la Argentina ha sido y es muy importante para el mundo también –muchos de los artistas más importantes de la danza mundial han sido argentinos”, indica. Y es un convencido de la importancia de tener un abordaje amplio de la propia educación como artista: “Creo este tipo de cursos tienen que tender a estimular distintas áreas. Si el día de mañana sos profesional, también tenés que aprender a respetar el trabajo del otro. Hasta la historia hace que uno sea consciente de estas cosas”.

Tempeste

El gusto mayor al final, con un regreso a las tablas luego de casi cuatro años: hoy está trabajando en la recién estrenada obra “Tempeste”, de Pepe Márquez y Azul Borenstein, que hoy se está llevando a cabo en el Teatro 25 de Mayo (Av. Triunvirato 4444), todos los sábados de junio, a las 21, y los domingos, a las 20. Con éxito de público, esta obra se autodefine como una “fragmentación sensitiva de La Tempestad de W. Shakespeare”, lo cual implica «actores que portan escenografías y vestuarios desplegables; ellos mismos las manipulan dándoles movimiento y significación, diluyendo la clásica frontera entre actor, escenografía y vestuario en un proyecto que exige mucha precisión por su complejidad técnica, siendo ocho actores en escena que alternan sus roles como en la ópera».

R: ¿Cómo llegó «Tempeste» a tu vida?

RR: “Tempeste” llegó de una manera muy loca… Leí que había una convocatoria para el rol de Próspero: buscaban un «actor con conocimientos de danza». Luego de enviar mi CV, me encontré con un desafío muy importante: volver a entrenarme para hacer una obra de teatro físico, con manipulación de objetos, algo que jamás había hecho en mi vida en una obra, si bien ya había hecho títeres y cosas similares… Luego de varios días de trabajo, en los cuales me fui entusiasmando mucho, finalmente, soy elegido para integrar el grupo y ¡aquí me ven volviendo al escenario!

Próspero, Ariel y Calibán, en La Tempestad de Tempeste.

Próspero, Ariel y Calibán, en «La Tempestad» de Tempeste.

R: ¿Qué significa este regreso-proyecto para vos?

RR: Este proyecto significa, en principio, desde lo personal la alegría de volver a estar en un escenario en Buenos Aires, luego de mucho tiempo – en Entre Ríos la última vez fue en 2009 con mi versión de «El Amor Brujo”- además volver a estar del lado del escenario. Desde hace mucho tiempo genero y dirijo mis propios proyectos y aquí estoy en otra perspectiva y eso es muy bueno, en lo artístico. “Tempeste” me enamoró, tuve un flechazo. Es una obra compleja que transita varios mundos y discursos, y tiene como sustento el prodigio de Shakespeare y su universo, así que me encuentro volviendo al teatro mi eterno amor.

Tengo un disfrute muy personal con el escenario. Creo que en otra vida yo fui un teatro: hay algo del olor, de los sonidos que me resultan muy querido y muy familiar. Es inexplicable la sensación para mí. Ese roce de las cortinas, los telones, los pases y eso me pasa de las salitas más chiquitas hasta con el Colón, que casi me muero cuando lo vi por primera vez. Ese sería mi contacto espiritual. Es como si en el escenario no es que fuera otra persona, sino que terminara de ser la persona que soy. Yo me siento muy feliz. Yo viviría en un teatro, sin pensar.

Tempeste: una “fragmentación sensitiva de La Tempestad de W. Shakespeare”

Tempeste: una “fragmentación sensitiva de La Tempestad de W. Shakespeare”

R: ¿Qué tiene de especial la obra, en el tratamiento de «La tempestad» de Shakespeare? El subtítulo es: «Fragmentación sensitiva». ¿Qué significaría? 

RR: Aquí, y me parece un verdadero hallazgo del creador y director, está todo el tiempo presente la sensación de que somos juguetes manipulados por fuerzas superiores, alguno de los puntos importantes de las obras de Shakespeare en general: esta idea que todo lo que hacemos forma parte de algo más grande y, en el caso de “La Tempestad”, de manera más explícita que en otras. La fragmentación sensitiva al decir del propio Pepe es una manera de transponer el texto a una puesta que «esencializa» una historia…

R: ¿Cómo lo estás pasando en esta producción? ¿Qué es lo que más te gusta de ser parte de ella?

RR: Agotado (risas), pero de manera genial. Lo paso muy bien, desde hace un tiempo, elijo cosas que me causan placer y que sean verdaderos retos por los cuales no haya transitado antes. Además estoy dentro de un grupo de actores, bailarines talentosos y que han sido muy generosos conmigo -yo me uní al grupo con la obra funcionando para ser estrenada en 30 días-, al igual que su productor, Pierpaolo Olcese, y todo el equipo creativo, Azul Borenstein, quien junto a Pepe Marques, investigó y diseñó estos mundos imposibles y oníricos por casi tres años antes de estrenar la obra el año pasado.

R: ¿Cuál pensás que es la especificidad de la danza en nuestra realidad cultural?

RR: Instintivamente lo primero que hace el ser humano es moverse. Es como entrar en comunicación física con la libertad. Creo que la danza te conecta con un estado natural de la humanidad. En función de verlo como algo orgánico. Creo que en principio tiene que ver con eso, con una idea de conexión y de recuperación, me parece, de la valoración de lo físico y, a través de la danza, cómo generamos una conciencia de ser humano distinto. O a través del arte en realidad, ¿no? De un ser humano respetuoso, tolerante.