Roxana Grinstein: “Dejé de bailar para dedicarme a crear”

Por Estefanía Lisi Dos asientos nos esperaban en la entrada de la Sala Cancha del Centro Cultural Ricardo Rojas, donde muy amablemente la coreógrafa Roxana Grinstein se dispuso a brindarme una entrevista. De fondo, la melodía de un piano daba cuenta de la actividad que se estaba realizando en el auditorio y, al mismo tiempo, […]

lunes, 12 de agosto de 2013 |

Por Estefanía Lisi

Dos asientos nos esperaban en la entrada de la Sala Cancha del Centro Cultural Ricardo Rojas, donde muy amablemente la coreógrafa Roxana Grinstein se dispuso a brindarme una entrevista. De fondo, la melodía de un piano daba cuenta de la actividad que se estaba realizando en el auditorio y, al mismo tiempo, generaba un marco propicio para los temas que íbamos a conversar.

Roxana es uno de los mayores exponentes coreográficos de la danza contemporánea en nuestro país. Actualmente dirige, desde el 2004, la Compañía del Instituto Universitario Nacional de Arte (IUNA), el teatro “El Portón de Sánchez”, y ha trabajado para algunas de las instituciones de las artes locales más importantes, como el Teatro Colón, Teatro General San Martín, Teatro Alvear, entre otros.

Fue discípula de los prestigiosos Freddy Romero y Ana Itelman, para luego formarse en las escuelas más importantes de los años ’80 en los Estados Unidos, tales como Martha Graham y Alvin Ailey. Entre sus obras, se destacan “Reverberancias»(1987) y “El Escote” (1992), pieza emblemática que le abrió horizontes en el exterior y que dio nombre a su compañía.

Este año, viene de presentar el último trabajo del Ballet del IUNA en el marco del Festival de Danza del Centro Cultural Rojas, “Aliento”, para el cual ofició como directora artística y coordinó el trabajo del coreógrafo Gustavo Lesgart y los intérpretes del equipo.

 El próximo 24/08 en el Portón de Sánchez a las 21 estrena “Lub Dub”: una obra sobre «las cotidianas indignidades humanas», según ella lo define; sobre las pequeñas cosas, decisiones que tomamos a partir de sometimientos externos, tan sutiles como poderosos, que desgastan una parte de nuestra identidad. Una interesante cita para disfrutar de un trabajo contemporáneo en zapatillas de punta. Tendrá lugar todos los sábados de agosto, a las 21.

Espíritu creativo. Roxana recuerda que en una de sus primeras clases de danza clásica, ella se puso a improvisar. Enojada ante la reacción negativa de su docente, dejó la danza  hasta su adolescencia. Foto: Gentileza Roxana Grinstein.

Espíritu creativo. Una de las coreógrafas más destacados de la Argentina, directora de la Compañía del IUNA. Foto: Gentileza Roxana Grinstein.

Aquí, un recorrido por los temas más importantes de su carrera y las novedades de un ícono de la creación contemporánea:

R: ¿Cómo fueron tus comienzos en la danza?

RG: Es difícil de explicar realmente cómo y cuándo comencé… Pero bueno, empecé a hacer danza clásica de chiquita, hasta que un día me peleé con mi profesora y recién retorné a este mundo cuando era adolescente. Conservo una imagen, que quizás no es exactamente cómo ocurrió porque era muy pequeña y uno nunca sabe, pero me quedó grabado que estábamos haciendo unos ejercicios, yo me puse a improvisar y ella se enojó mucho. Creo que incluso en esa instancia de mi vida, tan joven, ya existía en mí la idea de la creación.

Por eso a partir de ese momento decidí tomar un descanso, y en la pubertad comencé a tomar clases de expresión corporal, para más tarde volver al ballet e incursionar en la danza contemporánea.

R: ¿Tuviste alguna influencia en el camino?

RG: Mis padres eran muy apegados a todo lo que tenía que ver con la cultura, me llevaban mucho al Instituto Di Tella. Viví toda una época importante de la danza en mi juventud: miraba mucho a Oscar Araiz, que era en donde uno se reflejaba.

Y así fui metiéndome en ese mundo, al tiempo en que paralelamente terminaba la escuela secundaria. Ingresé en la Facultad de Psicología, mientras seguía tomando clases de danza…

"El Escote", una de las obras paradigmáticas de Roxana Grinstein. Foto: Alvaro Espinoza.

«El Escote», una de las obras paradigmáticas de Roxana Grinstein. Foto: Alvaro Espinoza.

R: ¿Y eso te resultó útil para luego ejercer la docencia?

RG: Sí, muchísimo, sobre todo para la dinámica de grupo. Estudié la carrera en la Universidad de Buenos Aires (UBA), aunque no la llegué a terminar porque la cursé durante una época complicada, estamos hablando de los años 70’ y de un gobierno militar que cerraba las puertas de la universidad. No fue nada fácil todo lo que ocurría en ese período.

Respecto de la danza, en ese momento tomaba clases con el venezolano Freddy Romero, que se había formado en México y en Nueva York, en la escuela de Martha Graham y en la compañía de Alvin Ailey. Yo estudiaba con él generalmente en el verano, cuando venía a visitar el país. Tenía una mirada desde la danza americana, que era una vía muy importante para todos los que aspirábamos a ser bailarines. En la actualidad el modelo a seguir está más orientado al europeo, pero en ese momento los estilos norteamericanos eran muy reconocidos e importantes en todo el mundo. Así que decidí ir a formarme a Estados Unidos a esas escuelas porque sabía que era la mejor opción para lo que yo quería hacer.

R: ¿Y cuándo comenzaste a dar clases?

RG: Antes de viajar yo había empezado a enseñar en el estudio de Ana Itelman, porque la conocía como bailarina, cuando coincidimos en una audición. Ella enseñaba la dinámica del movimiento y yo daba clases de técnica a sus alumnos.

A la vuelta de mi viaje, cuando tenía 25 años, puse mi propio estudio de danzas, el 2 de abril de 1982. Lo recuerdo muy bien porque la fecha coincide con la guerra de Malvinas. Fue un estudio bastante importante y reconocido para esa época, en la que yo había, además, comenzado a estudiar composición coreográfica con Ana. Formé un montón de bailarines: daba muchas clases, unas 17 semanales, porque no contábamos con ningún subsidio, y con ese ingreso bancaba mis propias obras. Ahí comencé a trabajar profunda y exhaustivamente en todo lo que tiene que ver con lo creativo.

R: ¿Este fue el punto de partida de tu aspecto coreográfico?

RG: Sí. En ese momento dejé de bailar para dedicarme a crear. Cuando empecé a montar mis obras no quise bailar más; nunca bailé un trabajo mío. Siempre coreografié porque encontré un gran placer en el hecho de poder mirar.

Y obviamente seguí dando clases, que es otro gran placer. Formé alumnos muy buenos, que ahora están en Europa, que han bailado en Alemania, con Rosas y con Anna Teresa De Keersmaeker, entre otros. Ser testigo del crecimiento profesional y humano de estos alumnos me llena de alegría y orgullo.

R: ¿Tenés o tuviste un modelo a seguir?

RG: Para mí Ana fue muy importante y le debo un montón. Me enseñó muchas cosas, entre ellas el oficio de ser coreógrafa. Al hacer «Reverberencias», una obra muy emblemática, fui realmente apoyada por Ana. Cuando renunció la primera intérprete que tenía en aquel trabajo, sentí que se me venía el mundo abajo, y ella me programó una cita para una nuestra en su estudio. Me dijo: «Vas, elegís una bailarina y reponés tu obra».

A partir de ahí aprendí lo que es realmente el oficio. Aprendí a amar a los intérpretes pero también a poder desprenderme de ellos. Y otra de las cosas que aprendí con Ana, en su taller de control coreográfico, fue entender la mirada del otro cuando habla de algo mío, y a poder comprender ciertas cuestiones de la problemática estructural de una obra, y qué cosas tienen que ver con el gusto del otro también. A partir de ahí empecé a afilar mi mirada sobre las cosas, a trabajar sobre la reflexión.

Pero Ana no fue un modelo, sino un referente, alguien que me enseñó a mirar. Yo siempre digo que la misión del Maestro es ser quien te muestra el camino, esté de acuerdo o no.

"Ana [Itelman] no fue un modelo, sino un referente, alguien que me enseñó a mirar. Yo siempre digo que la misión del maestro es ser quien te muestra el camino, esté de acuerdo o no". Roxana dixit. Fotos: Gentileza Roxana Grinstein.

«Ana [Itelman] no fue un modelo, sino un referente, alguien que me enseñó a mirar. Yo siempre digo que la misión del maestro es ser quien te muestra el camino, esté de acuerdo o no». Roxana dixit. Fotos: Gentileza Roxana Grinstein.

R: ¿De todos tus trabajos -que son muchos-, destacás alguno en particular?

RG: Sí, por supuesto: “Reverberancias” fue un hito súper importante para mí. También recuerdo con gran cariño a “El Escote”, una obra que tuvo reconocimiento internacional. Por otro lado, adoro “Cuatro paredes de John Cage”, que hice para el Centro Experimental de Ópera y Ballet [del Teatro Colón]. Hay obras que yo quiero más que otras; incluso cuando armo una coreografía existen momentos que yo espero más que en otros.

R: ¿Cómo nació “El Portón de Sánchez”, el espacio que tenés en el barrio porteño de Almagro?

RG: El Portón de Sánchez fue un proyecto que surgió con el director Roberto Castro en el año 2000, luego de cerrar el emblemático estudio que tenía en los 80’. La parte de arriba del estudio es un salón blanco, con luz y con elementos para para las clases, destinado a la danza; mientras que la parte de abajo es otro galpón destinado al teatro, en negro, con las características que tiene que tener un escenario.

R: ¿Qué nos podrías adelantar de tu próximo estreno en el Portón, “Lub Dub”?

RG: “Lub Dub” es una obra que se comenzará a exponer en agosto los sábados a las 21. El nombre es una onomatopeya, indica el sonido de los latidos del corazón. Este trabajo tiene que ver con las pequeñas indignidades cotidianas. Refiere a los momentos de la vida en que uno pierde su identidad, quizás por someterse a determinadas cosas. Tomo la metáfora del aprendizaje por un lado, utilizando las tablas de multiplicar de matemáticas, y por otro el uso de las zapatillas de punta, como el lugar donde en algún punto el ser humano se somete. En esos momentos hay algo de la dignidad de una persona que va perdiendo.

También hago mención a lo que tiene que ver con lo médico, en cómo uno incluso en la medicina va perdiendo su propia impronta. Tiene que ver con los pequeños desgarres del cuerpo sometido y lo que pasa con esos seres.

Es una obra con bastante humor, lúdica inclusive, pero que encierra su grado de dramatismo. Para mí fue muy interesante trabajar la punta en un cuerpo contemporáneo, me encantó hacerlo. Fue como un desafío, algo distinto. La punta tiene que ver con el tema del esfuerzo, que es el centro de la obra.

Ensayo de "Lub Dub", su próximo estreno -el 17/8 en El Portón de Sánchez (Sánchez de Bustamante 1034)- es una onomatopeya que emula los sonidos del corazón. ¿Qué parte de nuestro corazón resignamos a diario?.... Fotos: Gentileza Roxana Grinstein.

Ensayo de «Lub Dub», su próximo estreno -el 24/8 en El Portón de Sánchez (Sánchez de Bustamante 1034)- es una onomatopeya que emula los sonidos del corazón. ¿Qué parte de nuestro corazón resignamos a diario?…. Fotos: Camila Castro / Gentileza Roxana Grinstein.

R: ¿Cómo seleccionaste a los intérpretes de “Lub Dub”?

RG: Convoqué a dos bailarinas que integraron la Compañía del IUNA hace 2 o 3 años. Una característica de la compañía es que es importante que los trabajos que exponga no sean de autor propio, por eso llamo a coreógrafos del medio para que monten las obras. Dentro de la compañía lo que yo hago es la gestión, y afuera quizás monto espectáculos con ellos, aunque alguna que otra vez he repuesto una obra para el equipo, pero intento que ese espacio sea un lugar en donde todos los coreógrafos puedan desarrollarse.

"Tomo la metáfora del aprendizaje por un lado, utilizando las tablas de multiplicar de matemáticas, y por otro el uso de las zapatillas de punta, como el lugar donde en algún punto el ser humano se somete", contó Roxana acerca de su obra. Aquí, en pleno ensayo en "El Portón...". Foto: Gentileza Roxana Grinstein.

«Tomo la metáfora del aprendizaje por un lado, utilizando las tablas de multiplicar de matemáticas, y por otro el uso de las zapatillas de punta, como el lugar donde en algún punto el ser humano se somete», contó Roxana acerca de su obra. Aquí, en pleno ensayo en «El Portón…». Foto: Camila Castro / Gentileza Roxana Grinstein.