Teresa Duggan: «Persigo una belleza transformadora, como espacio superador»

30 años festejó recientemente su compañía, «Duggandanza». Coreógrafa multifacética, ha logrado transitar los espacios más diversos y combinar la danza con un espectro de matices, que van desde el humor hasta la iluminación como «artista invitada» de sus obras. Desde «A la pipetuá» hasta «Su Frida, Viva la Vida», un recorrido por su trayectoria. Estrena esta semana «La princesa amarilla», opereta de Camille Saint-Saëns.

domingo, 26 de octubre de 2014 | Por Maria José Lavandera

Este año, la compañía de la coreógrafa y bailarina Teresa Duggan, «Duggandanza«, cumplió nada menos que 30 años, en un camino de convergencia entre la danza, el teatro, la proyección de la luz y los objetos intervenidos, una pizca de humor, mucho Laurie Anderson y pasajes entre la fantasía y lo onírico. Una mujer mágica, que ha sabido andar los espacios más diversos, desde el teatro para niños, como sus inolvidables obras para la compañía «A la pipetuá», que este año cumplió 13 años, hasta la danza experimental, o «Viva la Vida», inspirada en Frida Khalo.

Para ello, durante el mes de septiembre preparó un recorrido danzado a través de algunas de sus obras más paradigmáticas, como «Su Frida» y «Odalamoda«, y un estreno, «Astas de terciopelo», nacida de un sueño propio al que decidió dar forma de obra. Asimismo, su trabajo sigue viaje y no se detiene: los próximos 28 y 29 de agosto de 2014 estrenará como coreógrafa la ópera cómica «La Princesa Amarilla«, de Camille Saint-Saëns, a realizarse en el Teatro Empire.

R: ¿Cómo viviste este balance de 30 años – ¡son muchos años!- de tu trabajo como coreógrafa, con nuevos intérpretes, quizás tan jóvenes como toda tu carrera?

TD: Estuvo interesante revisitar las primeras obras y encontré que eran muy actuales. No sentí que hubiera una relación nostálgica con aquello que hacía antes. Como trabajo mucho con las personalidades y lo que es cada uno, con las presencias, puse a cada bailarina entrando en aquel molde de lo que había sido la intérprete original, pensando en la lectura que cada una de ellas también hacía de las obras. Estuvo buenísimo, porque fue revivirlo, resignificarlo y darle nueva vida. Me encanta pensar que la obra es un ser vivo, una flor que florece y muere en cada función. Además apareció eso de que cuando uno ya sabés el camino, podes aprovechar otros paisajes. Tenés oportunidad de ir por otros senderos. En realidad para ellos fue un desafío, porque las cosas que hago ahora son no tan de movimiento puro, como antes. Yo comencé con el movimiento como argumento. Siempre me interesó el movimiento original, pero no de pasos de la clase o con nombre y apellido. Sino aquel movimiento que nace  en el fluir de los cuerpos en su devenir. Meterme ahora en esa otra estructura fue un poco dificultoso. Quería recuperar el espíritu. En «Bio 3D» hice fragmentos [una cruza de «cuadros» de algunas de sus obras, improvisaciones y música en vivo]. Me gustaba encontrarle de nuevo el espíritu a lo que había hecho. Estuvo buenísimo. Fue como viajar para atrás pero al mismo tiempo ponerlo en presente. Aparte descubrí cosas que estaban de moda en se momento: la repetición, la quietud, cuestiones que eran muy innovadoras. Y cosas que ahora me hacían gracia, me parecían de una ingenuidad total (risas). Disfruté darme cuenta de cómo el lenguaje de la danza va cambiando, se va haciendo más complejo, va ganando en poética, en dramaturgia.

R: ¿Desde qué lugares coreografías? ¿A qué apelás?

TD: Yo considero que en mi caso, la danza y la vida son el mismo camino. Trato de estar en el mismo canal de pensar, decir, sentir lo mismo. No voy a hacer cosas alejadas de mi personalidad o mi filosofía de vida. Está tan enraizada una cosa con la otra. Yo siento que mi danza es mi filosofía. Lo que quiero encontrar yo como persona. Es un camino mas profundo, que provocar o que tenga un efecto en el otro. La danza es mi canal fundamental de comunicación.

"Astas de terciopelo", de Teresa Duggan, estreno para los 30 años de "Duggandanza". Foto: Máximo Parpagnoli.

«Astas de terciopelo», de Teresa Duggan, estreno para los 30 años de «Duggandanza». Foto: Máximo Parpagnoli.

R: Hay una pregunta obligada y pilar de estos treinta años: ¿cómo fue el descubrimiento y enamoramiento de Laurie Anderson?

TD: Ella apareció justo como comienzo de esta etapa. Yo viví cuatro años en Nueva York. Empecé a estudiar danza acá, con Ana Itelman, mi maestra, quien marcó mucho la estética, la ética de mi danza. Fue una referente muy importante. Y, a nivel técnico, me formé con Graciela Concado, Freddy Romero, Graham, y un poco de clásico, la verdad que muy poco, porque empecé a bailar cuando termine la secundaria. Encontré que era mi vocación, y ahí me zambullí. Me fui a estudiar a Estados Unidos a la escuela de Alwin Nikolais. Me fui por cuatro meses y me quedé cuatro años. Cuando estaba allá, conocí las escuelas de Limon, Cunningham, donde gané una beca. Siempre me gustó hacer técnicas distintas. Y cuando estaba allá, empezó el release, la técnica Klein, empecé a bailar desde los huesos, no de los músculos. Allá, escuché este disco de Laurie Anderson, me lo compré y con la música de «Detrás de la cortina», se me iba el cuerpo. La música me iba dictando los movimientos. Fue algo muy especial, aquella fue la única coreografía que hice en base a la música. ‘Tengo que bailar esta música’, dije. A partir de entonces, usé mucho su música en clases y me encantan sus textos, como sus comentarios. Es una poeta de una sutileza, esa voz tan clara, hay una cantidad de cosas que me cautivaron. Igual yo soy muy ecléctica igual con la música, a mí me gusta cambiar, cada una tiene un mundo detrás.

R: La música puede cambiar todo el significado de una pieza…

TD: Totalmente. De hecho, en mi clases acostumbro usar la misma secuencia, pero le voy cambiando la música, para que mis alumnos vayan entendiendo cómo el estilo a veces implica un par de impulsos y gestos distintos, no una estructura completamente diferente. Es como aprender los primeros palotes, con los que después aprendés todo el resto de las palabras. Se crea como un organismo, que se funde con la música. Una amalgama de tal modo, que es muy difícil pensar esa obra sin la música. Para mi tiene que ver con el paisaje. Es como que te sitúa en un lugar, hay algo de terreno donde bailar y también ayuda a contar una cantidad de cosas que acompaña al cuerpo. Es un lenguaje más que da información al espectador.

R: Otra cosa que tiene un funcionamiento muy interesante en tu obra es el humor. Incluso has trabajado este elemento en obras para niños. ¿Cómo surge en vos este ingrediente para tus obras?

TD: A mi siempre me interesó el ingenio en el movimiento. Para mí tiene que ver con la inteligencia. Y el humor también. Cuando vos lo aplicás, estás haciendo un comentario a veces irónico, a veces burlón, a veces gracioso. Me gusta provocar el humor pero sin hacerme la graciosa. Me gusta cuando las cosas te hacen gracia. Con «Odalamoda», me pasó que el tema era un terreno fácil de llevar a lo gracioso. Cuando escuchás a los diseñadores y te hablan de la ‘paleta de colores’, el estallido de no se qué (risas), le dan una importancia que parece que están hablando de algo que nadie ha encontrado aún y finalmente es nada más que la combinación de turquesa con verde. Es fácil meter bocadillos. Me pareció que, al mismo tiempo, es un homenaje a la moda. Se mete en todos lados, todos estamos inmersos en eso y aunque uno diga que no la sigue, se impone. Como dice Picasso, ‘la moda es la segunda piel de la civilización’. Es muy interesante eso. La moda es el ejemplo más claro de lo que tenés que tener, para ser. Es ese juego de que si tenés tal cosa, sos. Es una mezcla de frivolidad y el ‘deber ser’. Quien cree estar fuera de la moda, también está dentro de ese sistema. Creo que en mi caso, tengo muy buen humor y estaba bueno ponerlo en las obras. La verdad que se involucran todos aspectos míos: el poético, el gracioso, el más oscuro, el más liviano. Son partes de un gran abanico.

"Su Frida, Viva la Vida", de Teresa Duggan. Foto: Nicolás Colledani.

«Su Frida, Viva la Vida», de Teresa Duggan. Foto: Nicolás Colledani.

R:  Lo cierto es que estos treinta años han sido de movimiento continuo y verdaderamente amerita una gran celebración que una compañía y una obra hayan tenido esta hermosa continuidad, de crecimiento, de cambio, de volver a pensarse, como toca ahora. Y no es fácil llevar adelante un proyecto en la danza. ¿Cómo lo sentís vos? Escuché hace poco en una entrevista que ponías mucho énfasis en ser optimista y usar ‘el obstáculo como un trampolín’…

TD: Lo que me gusta pensar de estos años es que constituyen un devenir de la vida. Yo nunca me propuse hacer una carrera como artista o poner metas específicas, como ‘voy a ser bailarina’, o ‘voy a ser coreógrafa’. Todo se fue dando con un tiempo muy orgánico. Yo viví muchos años en el campo y lo que más aprendí es el tiempo de la naturaleza. Uno no puede forzar nada. Hay un tiempo de un proceso orgánico de las cosas. Yo practico el ‘Wu wei’ –el no forzar- [nombre que llevó la obra con que festejó sus 25 años al frente de Duggandanza y que en chino significa «no acción» o la idea de dejar fluir el curso natural de las cosas, sin forzarlas ni estimularlas con un artificio que desvirtúe su armonía]. Es algo que aplico cuando está todo patas arriba, algo con lo que tenías tanta ilusión y no salió, decís ‘Wu Wei‘: la idea es no hacer fuerza en contra porque no va a salir. Es saber esperar el momento y no ponerse ansioso. Saber esperar el momento es estar en el centro. Y hoy el mundo está construido para estar descentrado. Todo que hay que tener lo que tiene el otro, hay que conseguir lo que no conseguiste. El tiempo está desparramado para todos lados. El camino del Tao indica que uno va haciendo las cosas en el momento en que está maduro para hacerlo. Y hay que disfrutar de eso. Si no salió, es porque hay algo que me está protegiendo. Yo creo que todo siempre es para bien. También la palabra mágica es confiar. Para desconfiar siempre hay tiempo. Quien cree es quien se sana y trasciende. Y también hay que agradecer. En vez de quedarme con los pensamientos malos, que los termino sintiendo solamente yo porque realmente a nadie más le importa, retrocedo y me pregunto ‘para qué voy sumirme en eso’. Ante mayor el obstáculo, sobredosis de entusiasmo. Yo persigo la belleza, pero no decorativa, sino en su profundidad. Una belleza que te transforma, como un espacio superador.

Cuándo y Dónde

«La Princesa Amarilla» – Teatro Empire 1934 (CABA) – Martes 28 y miércoles 29 de octubre, de 2014, a las 21 horas.

Ficha técnico artística

Bailarines: Candelaria Bird Cárdenas, Agustina Maltese | Músicos: Santiago Agasi, Miguel Barile, Federico Rey Deutsch, Paula Ernesto Di Pardo, Carlos Grassi, Martín Oscar Nicieza, Ignacio Pastorino, Gabriela Pereira, Juan Manuel Pérez, Ignacio Porjolovsky, Ricardo Genaro Rossi, María José Scaramozzino, Pétalo Selser, Diego Tomás Silva, Daniela Soubies, Bruno Velo, Pablo Venezia, Victoria Yani | Coros: Mauro Aguzzi, Fernando Borrás, David Fusco, Gisela Gutierrez, María Kozlova, Zulma Medina, María Jose Prieto Carvajal,Stephanie Rivas Bahamondes, Jorge Torraco, Pablo Urban | Coreografía: Teresa Duggan | Dirección de arte escénico: Fernando Hensius, Luz Rocco | Dirección musical: Leandro Soldano

La princesa Amarilla Teresa Duggan