Un 25 de febrero de 1948 (*) nacía Jorge Donn

Festejamos el Día del Bailarín, en honor a uno de los grandes bailarines argentinos.

sábado, 28 de febrero de 2015 | Por Maria José Lavandera

Esperaba poder homenajear a este genio argentino de la danza en el día de su cumpleaños. Me puse a escribir este artículo, con la mítica música de su Bolero de Ravel de fondo. La música nacía de un video sin cortes que pude encontrar online. Lo cierto es que, si bien buscaba inspiración para encontrarme con su alma y escribir sobre él, no pude más que convocar un escalofrío y algunas lágrimas mientras avanzaban los casi 15 minutos de la obra. Su fuerza amplia, esa mirada revuelta, su danza visceral al son del tono percusivo in crescendo del Bolero lo transforman en algo así como un ángel endemoniado, cuya potencia deja a uno desnudo frente a él.

Tengo dos recuerdos muy personales con él y que, creo, me hicieron comprender la fuerza de su magia interpretativa y, en última instancia, el poder de la danza para decir algo.

El primero data de más de veinte años. Año 89 o 90. Tendría 5 o 6 años y recién comenzaba mi ensoñación dancística. Mi papá, percusionista miembro de la Orquesta del Tango de Buenos Aires, era parte de un espectáculo en la avenida Corrientes que integraba a Jorge Donn, quien bailaba su Bolero, y a Roberto Goyeneche, que cantaría unos tangos famosos para una audiencia ávida de sus ídolos populares. Mi papá aquel día me preguntó si quería conocer a Jorge Donn en su camarín. A mí corta edad, no tenía verdaderamente idea de quién era ni por qué estaba él allí, compartiendo algo con mi papá. Pero el caso es que fui, bajo la premisa y la promesa de que estaría conociendo a “un bailarín profesional”, algo que para mí era lo suficientemente bueno como para trasladarme a donde fuera que me acercara más a eso que me gustaba tanto hacer, que era bailar. Y recuerdo caminar por los pasillos verdosos que construían las entrañas de aquel teatro, saltando detrás del traje negro de mi padre, hasta que se detuvo y tocó una puerta. Lo siguiente fue mi sobresalto. Nos recibió un hombre con una cabellera leonina, rojiza, vestido con una bata sedosa, sentado frente a un espejo iluminado, lápiz en mano, con un solo ojo fuertemente pintado de negro. Claramente estábamos interrumpiendo su tarea. Mi papá dijo algo, presentándome. “¿Así que vos querés ser bailarina?”, recuerdo que me dijo y sonrió. Mi papá sonrió. Yo sólo miraba, atónita y callada, su ojo negro. Nunca había visto a alguien maquillado de esa manera. Con un ojo tan intensamente oscuro y profundo. Luego me firmó el programa y me dio un beso. Recuerdo que me apretó una mejilla con dos dedos. Y creo que lo siguiente fue mi regreso a la platea.

Mi segundo recuerdo tiene que ver con Olga Ferri, quien fue mi maestra de danza durante la infancia y adolescencia. Un día, corrigiéndome el avance de un vals hacia la diagonal, ella me dijo: “Jorge Donn le decía a Paloma [Herrera] que bailara como si tuviera dos ojos en la parte frontal de cada uno de sus hombros; ojos que miran siempre adelante. El torso debe avanzar como si tuviera dos ojos que lo guían”. Ojos. Otra vez los ojos de Jorge Donn.

Será eso, entonces, quizás parte de su brillantez…

Una mirada que convoca a todo su cuerpo –en realidad, a todo a su alrededor- al bailar. Un bailar recóndito y descarnado. Una mirada que acompaña su entraña –esas costillas tan increíblemente abiertas- al moverse. Una mirada que construye un cuerpo que cuando se mueve, parece uno sentir también cómo se mueve también todo el universo.

***

Fue a los 16 años – en 1963- que Maurice Béjart vino a la Argentina por primera vez, con la Compañía de Ballet del Siglo XX. Donn era parte del cuerpo de baile del Teatro Colón hacia ese entonces. Se acercó a él, pidiéndole que lo probara. El coreógrafo francés le indicó que, a pesar de que tenía condiciones, no tenía espacio en la compañía.

Sin conformarse con esa respuesta, el bailarín viajó a París a verlo nuevamente. Fue por la lesión de uno de los bailarines de la agrupación que Béjart accedió a verlo y darle una oportunidad. Fue junto a ellos que permaneció hasta el año 1988, convirtiéndose en el elegido para algunas de las más grandes creaciones del creador, casi una treintena según indican algunos biógrafos.

En 1976 fue invitado por George Balanchine a bailar junto al New York City Ballet, fecha hacia la cual ya había sido nombrado como co-director artístico por Maurice Béjart.

En Argentina, no obstante, habiéndose ido tan joven, no fue conocido hasta su participación en la película “Los unos y los otros”, de Claude Lelouch, de 1981, que haría famosa su eterna interpretación del Bolero de Ravel, que había sido estrenada en 1979.

Hacia esta fecha, Donn se había convertido en la estrella de Béjart, la fuente de su inspiración y su discípulo más fiel.

Fue hacia 1987 que él se trasladó a Lausanne, en Suiza, donde se dedicaría a la docencia y re-armar su vida artística. Un más allá de Béjart, si es que algo así era posible. De hecho, no lo fue. Donn estrenó las obras de Béjart, casi hasta el momento de su muerte. Bailó para él aún supinamente enfermo.

El 30 de noviembre de 1992 fallece Jorge Donn de Sida, en la ciudad de Lausanne, conmocionando al mundo de la danza internacional, que todavía lo veía entregando su mirada –esa mirada- en los escenarios.

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Si tengo un lugar en el mundo fue porque sufrí para tenerlo. Voy a seguir teniéndolo, aunque me cueste más de lo que preveo. Un prejuicio considera que un bailarín termina su carrera a los 40 años. ¿Quién pone ese límite? La sociedad. Bueno, yo no lo acepto. Siento que recién empiezo. Y estoy dispuesto a empezar«.

Siempre empezando, entonces, esa mirada que trasgrede los límites de lo físico y de lo visible, trae hasta hoy su danza eterna.

Fuentes:

Ciudad de la Danza – Biografía Jorge Donn

Jorge Donn, el bailarín estrella de Maurice Béjart, muere de SIDA – Dario El País – 2 de diciembre de 1992

 

(*) La fecha de nacimiento de Jorge Donn es consignada en 1948 en algunas biografías y, en otras, en 1947. Por otra parte, además del 25, está consignada como fecha de su nacimiento el 28 de febrero, día en que en Argentina se conmemora, en su honor, el Día del Bailarín.