Un 6 de marzo de 1967 nacía Julio Bocca

Por María José Lavandera – Tw: @majolavandera Sinónimo de «danza» en Argentina. Y quien la convirtió en un espectáculo asequible y disfrutable para toda persona que se acercara a ella. Julio Bocca no es para Argentina un «mero» bailarín, sino un ídolo popular. Un artista que abrió -y sigue abriendo-, con su sola presencia, las puertas […]

jueves, 06 de marzo de 2014 |

Por María José Lavandera – Tw: @majolavandera

Sinónimo de «danza» en Argentina.

Y quien la convirtió en un espectáculo asequible y disfrutable para toda persona que se acercara a ella.

Julio Bocca no es para Argentina un «mero» bailarín, sino un ídolo popular. Un artista que abrió -y sigue abriendo-, con su sola presencia, las puertas de la escena internacional para muchos otros bailarines argentinos. A pesar de su popularidad, es cultor de un perfil muy bajo, una persona reservada a la que siempre le gustó mantenerse fuera de los focos –más allá de su actividad profesional-; Julio Bocca tuvo siempre esa impronta de “chico común”, uno que solía confesar que le encantaba cenar pizza y cerveza como final de sus funciones. Eso podía notarse también en el escenario: parte de su magia era algo de una genialidad no asumida, que la destacaba aún más. Carisma y una destreza suelta, natural, que conjugaba con una precisión deleitante, caracterizaban sus inolvidables interpretaciones.

Julio Bocca, por Gaby Herbstein.

Julio Bocca, por Gaby Herbstein.

Su historia con la danza comenzó a los cuatro años, junto a su mamá, Nancy Bocca, quien tenía –y tiene- un estudio de danza en Munro, donde él nació. “Tengo la fuerte sensación de que siempre supe bailar”, indica en su biografía oficial. A los 7 entró a estudiar en la Escuela Nacional de Danzas «Aída Mastrazzi» y a los 8, en el Instituto Superior de Arte del Teatro Colón. Muy precoz, los primeros años de su adolescencia estuvieron ya signados por el trabajo profesional: primero fue parte del Ballet de Cámara del Teatro Colón, y en 1982, a la edad de quince años, fue contratado como Primer Bailarín por la Fundación Teresa Carreño en Venezuela y en el Teatro Municipal de Rio de Janeiro.

Fue en 1985 que monopolizó los ojos del mundo de la danza: a la edad de 18 años, ganó la Medalla de Oro en el 5° Concurso Internacional de Danza de Moscú. Participó de este certamen junto a la gran bailarina argentina Raquel Rossetti, quien aunque tomó parte como «partenaire fuera de concurso», fue distinguida especialmente por el jurado con el galardón de «Mejor Partenaire» de la competencia. Inmediatamente después de esta experiencia, ella fue nombrada Primera Bailarina del Teatro Colón. Ella fue una de las bailarinas fundamentales en la carrera del astro argentino, con quien él bailó hasta que ella decidió retirarse hacia final de la década del ’80. Inolvidables son sus interpretaciones conjuntas de Pas de Deux del «El Cisne Negro» y de «Don Quijote».

También tuvo un rol imprescindible en la vida de Bocca durante esta época la bailarina Silvia Bazilis, asimismo Primera Bailarina del Teatro Colón, otra de las grandes artistas de la danza de nuestro país.

Al año siguiente, Mikhail Baryshnikov lo convoca para ser Primer Bailarín del American Ballet Theatre, donde realizó casi toda su carrera, y desarrolló otra hermosa «sociedad artística»: junto a la bailarina italiana Alessandra Ferri. Con una amalgama perfecta entre ellos, lograron darle al mundo de la danza algunos de los momentos épicos del ballet de los últimos treinta años, en obras de gran inversión teatral y emocional, tales como “Romeo y Julieta” y “Manon”.

En 1990, Julio crea su propia compañía, el Ballet Argentino, una agrupación de jóvenes argentinos con la que recorrió el mundo y ofició de semillero para chicos y chicas que han hecho carreras en la danza en el país y en el mundo. En este marco, logró otras dos parejas muy queridas por el público: Eleonora Cassano y Cecilia Figaredo, con quienes indagó en diversos estilos, como el rock y el tango, al cual ofreció una plasticidad y una renovada impronta con su versatilidad y su fuerte personalidad escénica.

Hizo puestas diversas junto a su productor, Lino Patalano, quien lo acompañó en la elaboración de ideas novedosas, llevando los espectáculos de danza “a la calle” -con sus shows al aire libre logró que la disciplina se respirara como un espacio cultural más de la ciudades-, así como en el estreno de obras nuevas, como “Kuarahy”, “Una vez un baúl” o “El hombre de la corbata roja”.

Luego de varias operaciones de rodilla y ya con algunas dolencias, en 2005, a la edad de 38 años, Julio ya pensaba en retirarse de la danza. Fue en ese entonces que se despidió con “Don Quijote”, de su partenaire Eleonora Cassano en Buenos Aires. En 2006 se despidió junto a Alessandra Ferri de su puesto como Primer Bailarín en el American Ballet Theatre, con una interpretación de “Manon”. Finalmente, luego de una presentación de este ballet también junto a Ferri en Buenos Aires, se sucedieron una serie de presentaciones de “El Lago de los Cisnes” en el Estadio Luna Park, donde sus presentaciones son ya parte del folklore popular, junto a la bailarina rusa Alina Cojocaru. El broche de oro para la despedida de «el» bailarín argentino fue una gala en la 9 de Julio, a la que asistieron aproximadamente 300.000 personas. En honor a la versatilidad que siempre caracterizó su carrera, en este espectáculo estuvieron desde Tamara Rojo, hoy Directora Artística del English National Ballet, hasta Mercedes Sosa, Lito Vitale, Diego Torres y Sandra Mihanovich.

Julio Bocca, en una de sus últimas presentaciones como Sigfrido. Foto: Vanessa Parenti.

Julio Bocca, en una de sus últimas presentaciones como Sigfrido. Foto: Vanessa Parenti.

Luego de un tiempo alejado de los focos, Julio se mudó a Uruguay, donde se convirtió en Director del Ballet del SODRE, cuyo prestigio ya lo ha llevado a distintos teatros del mundo. Su trabajo ya ha generado cambios en la performance de la agrupación, y la ha colocado en el ojo de la escena internacional de la danza, con coreografías de distintas improntas de Maestros renombrados, indagando en un trabajo ecléctico que abunde también en alcanzar excelencia artística y precisión.

Si bien ha dicho a REVOL que no extraña bailar en lo absoluto, sí sus interpretaciones siguen siendo motivo de goce para todos nosotros.