«Útero», de Daniel» Wendler: «¿A quién no le gustaría, en algun

Por María José Lavandera “¿Hola? ¿Hola, sí? Soy una mujer que necesita comunicarse…” Con esta frase nos recibe “Útero, una epopeya femenina y grandilocuente”, una obra que se presenta como un desafío reflexivo acerca de las desilusiones actuales –y las ganas (o la necesidad) de no comprárselas del todo-, a través de ocho mujeres que […]

sábado, 24 de agosto de 2013 |

Por María José Lavandera

“¿Hola? ¿Hola, sí? Soy una mujer que necesita comunicarse…”

Con esta frase nos recibe “Útero, una epopeya femenina y grandilocuente”, una obra que se presenta como un desafío reflexivo acerca de las desilusiones actuales –y las ganas (o la necesidad) de no comprárselas del todo-, a través de ocho mujeres que ponen sus cuerpos en juego en un espacio escénico que los convoca –a sus cuerpos- desde el movimiento. Preguntarse algunas eternas preguntas, esa es la cuestión, en una especie de vuelta a los orígenes, en un regreso a sus interiores, que las dispara siempre más lejos para encontrarse con sus desilusiones y amores cotidianos. Y así, se recorren entre ellas desde sus lugares comunes, para desarmarlos y armarlos infinitamente, en aquella relación que construyen entre ellas y consigo mismas, retadas por un mundo que mediatiza hasta aquellos gestos más íntimos.

Esta propuesta de Daniel Wendler, un artista integral y ecléctico, muy joven – músico y cantante, además de estudiante del último año del prestigioso Taller del Teatro San Martín y de la Licenciatura en Actuación del IUNA– nació a partir de una indagación desde un aria de Purcell, casi sin intención previa, que comenzó hace un año y medio.

Hoy estrenan entonces estas ocho mujeres – Florencia Alonso, Valentina Aviani, Macarena Bandi, Evelyn Bareille Hösel, Verónica Bozzano, Lucía García Puente, Daniela López y Natalia López Godoy-, en el Espacio Cultural Urbano (Acevedo 460), a las 19.

R: Daniel, ¿cómo surge esta propuesta?

D: El disparador inicial fue musical, concretamente un aria de una ópera de Purcell, un compositor barroco, que sin dudas me pobló de imágenes, como “foto” y como “movimiento”. Todo eso que imaginé, se me venía a la mente realizado por mujeres, con lo cual, lo único certero era que quería abordar esta idea con chicas. Invité a un par de compañeras/amigas del Taller de Danza Contemporánea del Teatro San Martín -lugar en el que actualmente nos formamos- y empezamos a indagar. En un principio: unas frases de movimiento  y su vinculación con lo musical.

R: ¿Cómo caracterizarías ese proceso de creación? ¿Buscabas indagar en el alma femenina como tal?

D: Si quisiera caracterizar esa primer propuesta de movimiento, podría decir que se trataba de movimientos desgarrados, lanzados, sin una forma exacta, un movimiento visceral…  Creo que en ningún momento me propuse indagar en el alma femenina, creo que es algo que –en última instancia- fue apareciendo. La propuesta siempre partió del movimiento, poniendo el cuerpo ante todo; las lecturas que uno puede hacer de eso siempre son posteriores; quiero decir, el discurso del cuerpo es un tanto menos adjetivable y paradójicamente, dice lo indecible.

Cuando comenzamos a investigar, jamás pensamos en que haríamos una obra con eso. Nos juntamos, empezamos a probar. Las chicas con su enorme generosidad le pusieron el cuerpo a la propuesta, y así se fue gestando… Luego fue apareciendo la palabra, lo teatral, la voz, lo gestual, lo lúdico, lo sensible, lo verdadero; una cosa fue llevando a la otra.

"Creo que la decisión más política y conceptual que tomo en “Útero” –en referencia del rol de la mujer- es poner ocho intérpretes femeninas en escena", dice el director de Útero, Daniel Wendler.

«Creo que la decisión más política y conceptual que tomo en “Útero” –en referencia del rol de la mujer- es poner ocho intérpretes femeninas en escena», dice el director de Útero, Daniel Wendler.

R: ¿Cuál pensás que es el espíritu de “Útero”?

D: “Útero” tiene un planteo existencialista fuerte, eso no lo puedo negar. En cierto punto,  expone de manera creativa, cruda y potenciada ciertos convencionalismos en los que nos vemos inmersos a diario. Hay algo de una crítica a lo rutinario, lo aparente, lo ficticio; estas mujeres hacen referencia a lo que les pasó o les pasa, que de hecho no es tan lejano a lo que uno le pasa…

R: ¿Cómo se relaciona el nombre –útero- con la indagación que recorre la obra? Te pregunto esto porque me da una sensación de “vuelta a los orígenes”: un recorrido en reversa de lo que acontece cotidianamente en la vida una mujer, como si volvieran a sí mismas y de algún modo, por partida doble, al útero que ellas llevan y a aquel de donde nacieron…

D: Creo que hay algo de ésta “vuelta” que mencionás. Decidimos llamar “Útero” a nuestra obra porque nos parecía un concepto lo suficientemente contundente y, a su vez, ambiguo en función de lo que queríamos componer.

Concretamente, hace referencia a un órgano solamente femenino y ésta obra está interpretada solamente por mujeres; a su vez, es un término que nos podría remitir a lo visceral, aquello que se aloja muy dentro. Por otra parte, el subtítulo “una epopeya femenina efímera y grandilocuente”, nos hace referencia a aquellas grandes hazañas, heroicas, extensas -e intensas- en donde había un héroe (heroínas, en nuestro caso) cuyas virtudes eran dignas de ser recordadas, contadas, estimadas, hasta imitadas por todo un pueblo. Creemos que la obra tiene algo de “gran hazaña”, una gran hazaña escénica -ergo, efímera e irreproducible- en donde las intérpretes se encuentran recorriendo diferentes territorios, espacios, situaciones, de tiempo en tiempo, todo el tiempo.

De todas formas, creo que el nombre, en definitiva, es una excusa para llamar y enmarcar a “eso” que sólo ocurre en la escena, que es -por cierto- inasible en sí mismo; esto es, un sinfín de situaciones, estados, escenas que metódica y caprichosamente hemos dispuesto en un austero (y caótico) espacio escénico.

"¿Quién no necesita detenerse? ¿A quién no le gustaría, en algunas ocasiones aunque más no sea, parar el mundo y querer bajarse?", comentó Daniel Wendler.

«¿Quién no necesita detenerse? ¿A quién no le gustaría, en algunas ocasiones aunque más no sea, parar el mundo y querer bajarse?», comentó Daniel Wendler.

R: ¿Cómo interviene la danza en esta obra?

D: Estimo que hemos generado una obra de mixtura: la danza, el teatro, lo gestual, lo musical, lo espontáneo… Quiero decir con esto que no es la danza lo único que circula en ella. A su vez, elijo éste material, porque es una inquietud personal indagar sobre éste tipo de hibridaciones. Sostengo que existe un hilo común en el quehacer escénico y eso no diferencia disciplina -como son la danza, la música, la actuación…-; creo que una se sirve de la otra para completarse, superarse, sublimarse: cuando la palabra parezca no alcanzar, que aparezca el gesto; y cuando éste se agote, la danza… Que cuando el habla no pueda darle el suficiente cauce a la emoción, aparezca el canto… y así converjan los diferentes lenguajes, las diferentes disciplinas, una y otra, una y una; sin necesidad de una clasificación y/o separación asfixiante.

Lo cierto es que, a través de lo danzado la obra alcanza momentos muy intensos. A su vez, las intérpretes abordan la danza con una nobleza increíble, tomando el material con madurez, con dedicación, investigando y trabajando con detenimiento… Es muy gratificante tener intérpretes que se involucren tanto con tu propuesta.

R: ¿Cómo fue el trabajo creativo de la obra?

D: Los ensayos los empezamos en marzo de 2012. Todo el año pasado fue más bien investigativo e incluso con intérpretes que después, por múltiples motivos, no pudieron seguir con el proyecto. En 2013, luego de un descanso de verano, retomamos de una manera más metódica y concreta.

Uno siempre tiene ideas, pero la realidad es que cuando uno las va poniendo en los cuerpos y en el espacio, mutan.  En lo que respecta al movimiento, hay partes de la obra más “coreográficas” y otras más libres. Para lo coreográfico generalmente planteaba una estructura más o menos fija y sobre eso, investigábamos. Trato de coreografiar siempre dejando “espacios” para que los intérpretes puedan poner lo que deseen, tratando de exaltar la individualidad, creo que eso enriquece fuertemente cualquier propuesta.

En lo que respecta a algo más teatral, el texto surgió de improvisaciones. Destinábamos ensayos a improvisar escenas en determinados contextos que nos “contengan” situacionalmente. Luego, con los  desopilantes mundos que las chicas habían desplegado en los ensayos, fui guionando las escenas.

Creo que todo proceso creativo es una conversación entre la propuesta del director y lo que el intérprete comprende de esa propuesta, lo que retraduce en función de lo que comprendió, y lo que personalmente quiere decir a través de esa propuesta que “viene de afuera” en primera instancia.

En «Útero», éste proceso fue muy disfrutable dado que, al ser todos compañeros/amigos, fuimos madurando junto con el proyecto.

Una obra que trabaja una hibridación de lenguajes: "En los comienzos, también, era muy duro para las chicas enfrentarse a algo más teatral. Actuar era casi un misterio…" dijo Wendler.

Una obra que trabaja una hibridación de lenguajes: «En los comienzos, también, era muy duro para las chicas enfrentarse a algo más teatral. Actuar era casi un misterio…» dijo Wendler.

R: Hay mucho escrito, hablado, indagado, politizado incluso acerca del rol femenino en nuestras sociedades occidentales, ¿cómo lo sentís vos y cómo se relaciona este concepto con la obra?

D: Desde adolescente, siempre me interesó e indagué mucho sobre el rol de la mujer en la sociedad. Esa suerte de imagen histórica -medio hecho karma- de “género débil”, hecho a un lado, segregado, diferenciado… Hoy en día, la realidad pareciera ser bien distinta, pero -como toda realidad- tiene un ineludible pasado que la construye, y que no se podría ignorar. En «Útero» hay una mención a ésta historia –“…todas las que hablaban por mi boca” dice una de las intérpretes en un momento-; pero la obra no tiene un sentido orientado a, por ejemplo, “hablar de los padecimientos de las mujeres post-modernas”.

Se sugieren un montón de lecturas posibles. Lo que le pase al espectador con la propuesta, siempre es un problema suyo, en última instancia. Creo que la decisión más política y conceptual que tomo en “Útero” –en referencia del rol de la mujer- es poner ocho intérpretes femeninas en escena.

R: ¿Por qué hacés eje en “la comunicación” que la mujer desearía?

D: “La comunicación” es un eje que, en éste caso va más allá de la mujer. Cuando en un fragmento de la obra se dice “Hola? Hola si? Soy una mujer que necesita comunicarse”, creo que hace referencia a algo muy de nuestros tiempos, tan vertiginosos por cierto. ¿Quién no necesita detenerse? ¿A quién no le gustaría, en algunas ocasiones aunque más no sea, parar el mundo y querer bajarse?

Creo que la obra invita un poco a eso. A detenerse. Estas ocho mujeres producen sistemáticamente cuantiosas vorágines en escena, para saturarlas y detenerlas. Paran y vuelven a arrancar, todo el tiempo… ¡La vida misma!

R: ¿Alguna anécdota de este recorrido?

D: ¡Miles! Creo que trabajar en una obra de tipo independiente, hace que uno transite situaciones de lo más insólitas. Desde ensayar en lugares muy extraños, hasta no tener horarios de ensayos -y tener que hacerlo a la madrugada-, desde no conseguir salas, hasta no tener dinero… Infinidad de situaciones que de alguna manera, te convierten en una suerte de militante de tu propia obra.

En los comienzos, también, era muy duro para las chicas enfrentarse a algo más teatral [Ver entrevista con Macarena Bandi: «El inicio de la obra fue muy duro emocionalmente»]. Actuar era casi un misterio… Todas venían sobretodo de la danza y, a su vez, de la danza más bien académica, con lo cual, tuvimos que hacer algunos trabajos extras.  Sobre las dificultades que encontrábamos en la ejecución de los pedidos, íbamos organizando las actividades y cuestiones a investigar; siempre trabajamos en la lógica montaje-investigación/investigación-montaje.

R: ¿Qué esperarías que el público pueda llevarse de la obra?

D: No tengo la menor idea de lo que el público pueda llevarse de mi obra, y les deseo mucha suerte al respecto (risas). Uno produce algo para y por uno, en primera instancia. El público hace que esa producción se “sublime”, cobre sentido. ¡Si actuáramos para nosotros mismos estaríamos dementes!.

Lo que siempre busqué en las intérpretes -y en mí mismo, claro- es que lo que pase tenga el valor de “verdadero”, es decir, que algo esté pasando. No por sentir desde ya, sino porque el intérprete esté ocupándose de algo, que su presencia tenga sentido tanto para él, como para quien ve.

Sin dudas tanto esfuerzo -¡porque verdaderamente producir una obra es un gran, gran esfuerzo!- tiene sentido si uno se ve modificado por el material; es decir, si al terminar un ensayo o una función uno se siente igual, algo falló. Creo que esto podría ser traspolado a lo que me gustaría que le pase a la gente… De todas formas, “qué es lo que le pasa a la gente” ¡nunca lo tengo muy en claro!

Notas relacionadas

Macarena Bandi: «El inicio de la obra fue muy duro emocionalmente»

CUÁNDO Y DÓNDE

Sábados 24 y 31 de agosto y 7, 14, 21 y 28 de septiembre / 19 hs – Espacio Cultural Urbano, Acevedo 460 /Entrada general $60 – Consultar por descuentos y promociones a utero.danzateatro@gmail.com