Walter Cammertoni: «Todo tiene que ver con el amor y la humanidad»

Walter Cammertoni es uno de los coreógrafos convocados para la «Noche contemporánea» que presentará el Ballet Estable del Teatro Colón entre el 21 y el 25 de junio de 2016. Con una carrera ecléctica, entre la creación coreográfica independiente, la dirección y la gestión cultural para instituciones oficiales, nos cuenta sus perspectivas luego de haber pasado por sus diversos flancos.

lunes, 20 de junio de 2016 | Por Estefanía Lisi

El currículum de Walter Cammertoni es realmente de los más extensos y completos que he leído desde que escribo para Revol. Pero al comenzar nuestra charla, supe que había mucho más allí que lo que podía encontrar en esas hojas de experiencia profesional. 

Nacido en un pequeño pueblo de Córdoba, cuenta que siempre fue un niño inquieto y con impulso a explorar todo lo que lo rodeaba. Pero también aspiraba a ir un poco más allá. Tal vez por curiosidad o por corazonada, comenzó a audicionar y nunca se detuvo. Algunas puertas se le abrieron fácilmente y otras, debió forzarlas un poco. Como todo coreógrafo, le fue difícil, a lo largo de su carrera, permanecer en un solo lugar: su espíritu sediento de nuevas experiencias lo llevó a lugares insospechados, que hoy recuerda con mucho cariño.

Walter Cammertoni es uno de los coreógrafos convocados para la “Noche contemporánea” que presentará el Ballet Estable del Teatro Colón entre el 21 y 25 de junio próximos. Estrenará “Amor, el miedo desaparecerá”, uno de los estrenos, con música de Bach y vestuarios diseñados por Renata Schussheim. En el mismo programa, participará una obra de la coreógrafa argentina Constanza Macras, residente en Berlín, con otro estreno – “Bosque de Espejos”- y dos obras consagradas: “Por vos muero”, creada en 1996 por el coreógrafo español Nacho Duato, e “In the middle somewhat elevated”, de William Forsythe.

El año pasado, como coreógrafo y co-director, estrenó la obra “Quereme así… piantao”, la última producción de Maximiliano Guerra y Patricia Baca Urquiza. Su trayectoria es ecléctica: como creador coreográfico, ha generado obras para su propia compañía – MedidaxMedida- y para diversas instituciones, como el Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín de Buenos Aires, el Ballet Oficial de la Provincia de Córdoba y con el Coro y Ballet Municipales de la Ciudad de Córdoba, entre otros. También se ha desempeñado en la Jefatura del Área Danza Contemporánea de la Subdirección de Artes Escénicas de la Secretaría de Cultura de la Provincia de Córdoba. En Buenos Aires ha participado en las Residencias del Centro de Experimentación del Teatro Colón y ha sido director del Ballet de la Universidad Nacional de las Artes (UNA).

Habiendo atravesado tantas facetas en relación a la danza, conversamos con él acerca de su infancia, su trayecto hasta este lugar y sus concepciones. Aquí, algo de nuestra charla, a corazón abierto:

R: ¿Cómo sentiste y viviste tus primeros pasos en la danza?

W: Soy de un pueblo del interior de la provincia de Córdoba (Laborde, de 5000 habitantes) en el que no había para hacer danza clásica –y, mucho menos, contemporánea-. Como es Capital Nacional del Malambo, tenía lugares para estudiar danzas folklóricas. Curiosamente, ahora monto espectáculos con esta disciplina pero poco sé bailar nuestras danzas tradicionales. Allí en Laborde también se celebra el famoso Festival Nacional del Malambo. Lo más cercano al ballet que tenía en mi lugar de origen era el patinaje artístico, que fue lo que practicaba. Por otro lado, estudié música durante nueve años. Cantaba en un coro y mi papá tocaba el acordeón. Era mi acercamiento al arte de pequeño.

Llegué específicamente a la danza clásica y, más tarde, a la contemporánea, cuando me mudé a Córdoba Capital para estudiar arquitectura. La parada del autobús que me trasladaba estaba situada enfrente del Teatro San Martín de esa ciudad. Como para ponerte en contexto: acababa de hacer el servicio militar, era un adulto y estaba estudiando una carrera universitaria… Y miraba ese teatro con una especie de deseo.

De pronto, fui a ver un espectáculo de danza y conocí a la profesora, con quien luego empecé a tomar clases. Ella me dijo: vos tenés que venir a una audición”. Yo me negué, me daba mucha vergüenza, pero ella siguió insistiendo. Me decía: “vos tenés que ir y decir la verdad: que no sabés nada de danza”.

Así que fui y me aceptaron para probarme tres meses en el Seminario de Danza Clásica del Teatro San Martín, a ver cómo evolucionaba. Allí empezó todo. Intenté hacer lo mejor que pude. Me costaba muchísimo, para mí siempre fue muy difícil la danza académica y por eso admiro a los bailarines clásicos.

Después de un tiempo de tomar clases ahí, un compañero me comentó que en Buenos Aires había una audición para el musical El diluvio que viene. Me tomé el tren. Había que cantar, bailar y actuar y eran tres días de audición. Audicioné… y quedé. Así empecé mi carrera. Aprendí un montón de cosas, estoy muy agradecido con aquella primera experiencia. Luego de la gira con ese elenco, volví a Córdoba y comencé a incursionar en la Danza Contemporánea.

Walter Cammertoni. Ph: Alejandro Ruggeri García.

Walter Cammertoni. Ph: Alejandro Ruggeri García.

R: O sea que hasta ese momento todavía no habías hecho nada de contemporáneo.

W: No, nada. Pero yo sabía que necesitaba hacer algo de ese estilo porque hasta ese momento no me sentía pleno con lo que hacía. No tenía idea de las corrientes ni de los diferentes estilos o lenguajes que existían, tenía un desconocimiento total sobre el tema. Así que comencé a estudiar.Más tarde, mi curiosidad hizo que quisiera conocer el mundo y volé a Europa, me fui a España a tomar clases. Comencé a formarme con varios maestros y así fue que un maestro francés me sugirió ir a Montpellier al I.PRO.ME.D. (Institut Professionnel Méditerranée Danse) para profundizar. Allí hice la carrera de intérprete. Fue maravilloso, yo estaba en un momento de plenitud física y 100% abocado a la carrera. Extrañaba mucho. Siempre le digo a los bailarines que en una institución se aprende un montón, aunque a veces estas experiencias de estar lejos de la familia, de los amigos y del país y haciendo sacrificios es lo que terminan de formarte. Muchas veces me privaba de cosas para comprarme un CD, por ejemplo. Me daba tal satisfacción que no lo cambiaba por nada. Fue una época de mucha introspección porque, al estar solo, pensaba mucho, reflexionaba. Más de una noche hubiese “tomado el primer tren” para escaparme a la Argentina. Fue realmente un gran crecimiento espiritual, que creo que va a la par de mi formación en la danza. Vivía cerca del aeropuerto y viajaba mucho en tren, quizá por eso en mis obras es muy común que la música sea intervenida por los sonidos de los trenes y los aviones. Me producen nostalgia. Considero muy importante -y creo que de esto caí en la cuenta más de grande- el hecho de la humildad, de la capacidad de reconocer el desconocimiento. Cuando era más joven, creía que sabía muchas cosas, y ahora ya no estoy tan seguro. Y de verdad me gusta que sea así, porque la vida me enseña día a día todo lo que no sé. Entonces me enfrento a las cosas de otra forma. Trato de escuchar, pregunto todo, dudo constantemente…

R: Bueno, dicen los más entendidos que ahí radica la verdadera sabiduría, ¿no? En la duda.

W: Sí, quizás. Además yo lo disfruto mucho. Cuando me descuido un poquito, cuando me dejo llevar, a veces, por el deseo de dar una respuesta -y surge esta cosa deshonesta-, empiezo a desconectarme de mí mismo, todo empieza a ser diferente y ahí es que me doy cuenta de que me salí del eje. Entonces tengo que estar muy atento, porque tengo la sensación de que todo el tiempo tengo que estar lúcido, lo más que pueda, para no salirme, porque la paso mal e incluso empiezo a equivocarme más. En cambio, si acepto el desconocimiento, porque me doy cuenta de que soy un ser humano y que, como muchos cometo errores y que puedo pedir disculpas…, es posible que me acerque más a lo que estoy buscando.

R: Es curioso que hayas estudiado arquitectura antes de lanzarte a la danza. Pero también, cuánto de arquitectura tiene la danza, ¿verdad?

W: Bueno, bastante natural eso porque, como vos sabés, la música es estructural… No dejo de alucinarme con ella constantemente. Hace poco hicimos el Bolero de Ravel en Córdoba (“Bravo: respiro y ando”), con un elenco de danza latinoamericana (Ballet Municipal). Hicimos un bolero con Malambo y Tango, y algunas cosas que enriquecí, mixturé, digamos, con el Contemporáneo. Todos los bailarines leímos la partitura. Muchos de ellos no estudiaron música, pero buscamos una técnica para lograrlo. Fue muy placentero, nos sirvió tanto poder saber a cada uno cuándo entraba cada instrumento, entre otras cosas. Resultó ser una práctica realmente muy clarificadora. Esta es una de esas cosas que quizás, a nivel inconsciente, trato de capitalizar siempre.

El hecho de haber vivido en el campo, por ejemplo, de haber jugado con el barro… todas esas cosas vuelven a estar en mis obras, aparecen en los paisajes sonoros. Toda mi infancia vuelve, no puedo dejar de usarla. Incluso los ruidos; hasta he regresado a mi pueblo a grabar los sonidos de la plaza en la que jugaba de niño.

En cuanto a la arquitectura… yo tenía una materia que se llamaba Comunicación, en la que aprendí todo lo que representan los colores, cómo transmitimos un mensaje, cómo logramos que un espacio arquitectónico invite a ser habitado. Es decir, es imposible no aplicar la arquitectura a la danza o a una obra que tenga que ver con las artes escénicas porque todo el tiempo estamos hablando de humanidades, lo que nos abre un abanico de posibilidades. 

También recurro mucho al diccionario. A veces, con los bailarines, encontramos una palabra que nos lleva a donde queremos ir, empezamos a buscar sinónimos y hasta el origen etimológico de la palabra. Es una cosa inabarcable, y eso es lo que te queda luego impreso en el cuerpo. Después volvemos a la idea inicial, a la síntesis. El bailarín baila y le añade el contenido, se apoya en esos registros. El gesto, que a lo mejor está vacío, o lo cinético (lo que defino como lo formal, lo gestual), está en realidad sostenido por un contenido que después puede quedar en la interpretación personal del público, discutible y subjetiva. Pero el bailarín (o el actor) sabe dónde está yendo, constantemente.

"Quereme así... piantao". Foto: Gentileza.

«Quereme así… piantao». Foto: Gentileza.

R: Es interesante esto que plantéas, porque justamente la danza contemporánea – según las academias – trata de despojarse de todas las reglas del ballet clásico, pero lleva sus propias normas.

W: Sí, yo entiendo que sí. Para mí toda la información adquirida es válida para comunicar una idea cuando se trata de danza contemporánea o cualquier manifestación artística. Esa es la libertad que me cautiva. Te doy un ejemplo: hace un año me invitaron a hacer un trabajo para el Festival Internacional de Teatro para Niños y Jóvenes, con adultos mayores y niños. Nunca había trabajado con personas de esas edades. La obra se llamó “Vínculo, y estaba integrada por abuelos con sus nietos y trata sobre el vínculo intergeneracional. Tenía muchos preconceptos en cuanto al tema de los pequeños y la vejez, por lo que esta experiencia me sirvió para aprender muchísimo. Hasta participé de un Congreso de Gerontología y durante el proceso de montaje estaba asesorado por profesionales de la institución. Además de que se derribaron muchos prejuicios, me di cuenta de que no tuve que cambiar el método de trabajo, de búsqueda. Las pautas que uso con los bailarines las utilicé con ellos. Las indicaciones que les daba para descubrir los gestos eran exactamente las mismas que usaba con bailarines profesionales. Fue un trabajo muy emotivo y teníamos algo clarísimo: lo que buscábamos era ser honestos. En el proceso de búsqueda se daban cosas muy especiales que teníamos que tomar, capturar para la obra. Por ejemplo, que un niño de cinco años -en segundo plano- se durmiera en los pies de su abuelo era algo que no podíamos pasar por alto. Fue realmente maravilloso. Me gusta trabajar desde ahí, desde el accidente, desde las cosas que no son precisamente buscadas (o tal vez sí). Desde la observación. Por eso es importante tratar de estar siempre lúcido y despierto para encontrar esas cosas. Verlas. Eso le intento transmitir a todos mis bailarines.Miren, miren constantemente. Cuando estén en la calle, vean cómo caminan las personas, cómo se mueven en un bar, cómo gesticulan…”. Porque, de verdad, son danzas constantes. Todo está ahí.

R: Y con respecto al tema de la danza en las calles, ¿qué nos podrías contar de Ciudades que Danzan?

W: “Ciudades que danzan” es la red mundial. En el momento en el que arribó a Córdoba eran 32 ciudades en las que se estaba haciendo ese festival. Comenzó como “Días de Danza” en Barcelona y luego se extendió con su nombre actual en la red. En cada ciudad en la que se desarrolla este evento tiene un nombre propio. En Córdoba lo adoptamos  durante mi paso por la Secretaría de Cultura de la Provincia y lo denominamos Pulso Urbano”. Lo que opino de Ciudades es que es una idea maravillosa. El hecho, una vez más, de trabajar con la arquitectura, que es el arte más perdurable y eterno; y la danza, que es quizá la más efímera, que sucede y se esfuma, perece; me parece sublime. Cuando me enteré del proyecto me enamoré e hice todo lo posible para llevarlo a Córdoba. Cuando se ve la intervención de la arquitectura y el paisaje intervenido con el cuerpo humano, con el gesto, incluso hay lugares que se revalorizan por este hecho artístico. Espacios que uno ni siquiera ve en el día a día, que no tienen influencia en la rutina. Podés llevarle la danza a la gente, sacarla del ensimismamiento, refrescarla de la realidad que abruma o que a veces atropella. Darle un respiro. Es sumamente poético.

R: ¡Qué interesante! ¿Y estás dando clases actualmente?

W: Estoy trabajando talleres cortos e intensivos. Este método de enseñanza también me permite moverme más fluidamente, me da libertad y otro tipo de disponibilidad. Me gusta mucho trabajar en el interior del país. Me encanta, se conoce gente nueva, me divierte mucho. Es una linda forma de cambiar de aire también.

R: ¿Y qué sería para vos la esencia de un buen bailarín?

W: La verdad, la honestidad en el gesto y la conexión. Una vez Maxi dijo en un reportaje cuando hicimos la obra Consecuencias, que yo “producía crisisen los bailarines y luego los contenía. Y creo que es posible. Desde el agotamiento y desde el trabajo profundo intento que en un momento determinado, el intérprete esté tan agotado o tan conectado con algo que su cabeza deje de funcionar por un instante para que el cuerpo se libere completamente. Por eso te comentaba que trabajo desde lo cinético y luego voy en busca de lo emotivo. O sea, trato de conectar y de darle sentido al gesto “vacío” que partió de una pauta para luego llenarlo de contenido. Esto tiene que ver con el tema de la verdad. Empiezo a despojar, a quitar todo lo que está de más. Por eso en mis coreografías, si no son necesarias, las piernas van más abajo, los gestos son más pequeños, las quietudes son más largas… Yo trato de que los bailarines sean honestos, de que no pierdan esa verdad, de que se dejen emocionar si es necesario emocionarse durante el proceso de investigación y búsqueda. 

"Consecuencias". Ph: Patricia Lacolla.

«Consecuencias». Ph: Patricia Lacolla.

R: Hoy, desde el punto de vista de coreógrafo y artista destacado, ¿cómo te sentís?

W: Aprendo constantemente. Estoy pasando un hermoso momento de mi vida. Estoy muy agradecido y siento que de verdad soy un afortunado. Esto que tengo la posibilidad de hacer para mí es un regalo. Y sé que tengo que andar calmo… La verdad es que trabajo mucho. Pienso que las cosas pueden gustar más o menos, los resultados pueden ser mejores o peores, pero siempre es bueno quedarme tranquilo con el hecho de que no mezquino nada, que no escatimo con lo que entrego, que he hecho lo mejor que he podido, con todas mis virtudes y con todas mis limitaciones. Después… están todas las subjetividades que uno no puede gobernar. Creo que en el amor también es así, existe cierto paralelismo: uno se encuentra con alguien, le da todo lo que puede ofrecerle y a partir de eso la otra persona es libre de decidir qué hacer. Todo tiene que ver con el amor y la humanidad, y el arte en especial.

R: Claro, el amor atraviesa todo

W: Sí, definitivamente. Como te dije, uno tiene que tratar de no descuidarse demasiado, para no perderse lo más importante.