YAGP #14 | Lucía Giménez: “La madurez viene con el amor que uno tiene por lo que hace”

Oriunda de San Pedro, en la Provincia de Buenos Aires, Lucía se prepara para la final del YAGP 2014. Para ella bailar es sinónimo de libertad.

viernes, 28 de marzo de 2014 | Por Maria José Lavandera

Lucía es una de las jóvenes bailarinas que integra el “seleccionado” que participará en la fase final del Youth America Grand Prix en 2014 (YAGP). Con sólo 15 años, proyecta un aplomo y una solvencia poco comunes para su edad, que, en combinación con altas dosis de dulzura y una sensibilidad intensa, hacen a una chica que sorprende con sus respuestas y, claro está, con la prolijidad y elegancia de sus pasos.

Oriunda de San Pedro, en la Provincia de Buenos Aires, dio sus primeros movimientos allí junto a Susana Tosso –Chichí– en el Taller de las Artes, para luego, durante tres años, viajar desde allí a Ciudad de Buenos Aires dos veces por semana para llegar a las clases de la exquisita Olga Ferri. “Yo empecé a los 4 años con expresión corporal, porque vi a una bailarina por la tele y me gustó. Con Chichí, a los 7, empecé clásico. Seguí con ella un año y a los 8 le dijo a mis papás que tenía condiciones, de modo que les sugirió que pensaran en prepararme para entrar al Colón. Pero mis papás no podían venirse a vivir a Buenos Aires; entonces lo que buscamos fue venir al Estudio de Olga Ferri, dos veces por semana, porque nos lo habían recomendado. Me fui preparando con ella y entre los 10 y los 11 entré al Instituto Superior de Arte del Teatro Colón”, cuenta Lucía.

Lucía Giménez es dulzura y convicción. Aquí, en el estudio de Olga Ferri, quien fuera una de sus queridas maestras, y donde continúa estudiando con Analía Guerrero y Jorge Amarante, con el apoyo incondicional de Marisa Ferri. Foto: REVOL.

Lucía Giménez es dulzura y convicción. Aquí, en el estudio de Olga Ferri, quien fuera una de sus queridas maestras, y donde continúa estudiando con Analía Guerrero y Jorge Amarante, con el apoyo incondicional de Marisa Ferri. Foto: REVOL.

Actualmente ya está cursando 5° año en el Teatro Colón. “Cuando yo entré al Teatro, pedí un año de prórroga para poder mudarnos a Buenos Aires: buscamos escuela, departamento, nos instalamos y luego, al año siguiente, empecé el curso normalmente. En 2012 hice 2° y 3° año juntos, o sea que me adelantaron un año”, comenta.

Puro talento, el de Lucía Giménez. Foto: REVOL.

Puro talento, el de Lucía Giménez. Foto: REVOL.

Para ella la danza siempre fue parte de un amor incondicional que hoy la lleva también a aspirar a hacer carrera: “La verdad es que desde chiquita supe que amaba la danza y que era lo que quería para mi vida. Mis perspectivas profesionales  igual se fueron desarrollando. Antes solamente pensaba en bailar. Después fui avanzando cada vez más hasta ahora, que ya estoy segura de que quiero ser bailarina”, afirma Lucía.

Y se le nota. Con la combinación perfecta entre suavidad y convicción que emanan de sus ademanes nobles, explica que esa seguridad se tradujo en una vida dedicada mayormente a bailar.  “Yo iba a la escuela presencial hasta el año pasado, pero ahora la dejé y la sigo vía Internet. Organizo mejor mis tiempos así”, aclara.  Su rutina es exhaustiva: a la mañana va a su clases en el ISA del Teatro Colón, a la tarde ensaya con Jorge Amarante y Analía Sosa Guerrero, sus maestros en el ballet estudio hoy dirigido por Marisa Ferri, además de las clases de técnica y preparación física que toma allí.

Elegancia en las líneas y suavidad en los movimientos. Son algunas de las bellas características de Lucía. Foto: REVOL.

Elegancia en las líneas y suavidad en los movimientos. Son algunas de las bellas características de Lucía. Foto: REVOL.

Admiradora de Marianela Nuñez, su sueño es lograr entrar en el Royal Ballet de Londres. Y está dispuesta a lograrlo. Tenacidad no le falta. “La madurez para tomar la danza en serio viene con las ganas, el amor que uno tiene por lo que hace. Si no está eso, no se podría hacer. Yo creo que nosotros los bailarines tenemos más marcado lo que queremos hacer y lo que nos gusta desde chicos. No digo que los demás no, pero uno está más comprometido con lo que hace y mucho más enfocado en eso que en cualquier otra cosa”, explica.

El YAGP: una oportunidad para estudiar en el exterior

Su historia con la participación en el Youth America Grand Prix nace de la idea de lograr estudiar en el exterior. “Yo había audicionado para la Joffrey School, de Nueva York, cuando vinieron a hacer audiciones acá en el año 2013. Me seleccionaron, iba a ir, pero al final no se dio. Y desde ese momento me quedé con las ganas de ir afuera a hacer algo. Justo pasó que vi el anuncio de las masterclasses de los maestros del YAGP que se hacían para la pre-selección y me anoté”, explica la bailarina.

Sin embargo, dice que ser elegida la tomó un poco por sorpresa: “Yo no me esperaba para nada. Yo iba a probar, a ver, a conocer maestros, técnicas, pero la verdad que no. Cuando me enteré que quedé, fue hermoso”.

En el YAGP, Lucía espera aprender y conectarse con grandes maestros. Foto: REVOL.

En el YAGP, Lucía espera aprender y conectarse con grandes maestros. Foto: REVOL.

Para ella, la posibilidad de viajar pasa eminentemente por llevarse nuevas enseñanzas en esta experiencia que promete ser extraordinaria: “Tengo como expectativas del viaje aprender todo lo que más pueda. Poder absorber todo lo que me digan, las correcciones. Espero también la gala y el momento en que tenga que hacer mis dos variaciones”. Ella participará con la variación de Aurora, de “La Bella Durmiente”, del 3° Acto, y una variación contemporánea que coreografió para ella Jorge Amarante.

Indica que todos sus maestros le han dejado huella no sólo en el fuero profesional: “Yo creo que de los cuatro rescataría que han contribuido a mi formación como persona, no sólo como bailarina. Todos me enseñaron la técnica pero también me fueron guiando y apoyando en mi crecimiento emocional y personal”.

¿Qué significa la danza para Lucía? Algo se refleja en sus ojos cuando lo dice. “Uno se siente libre al bailar. Se deja todo afuera”, aclara. Y sonríe. Ahora la dulzura que la caracteriza, se mezcla también con un halo de felicidad.