«Yo soy adagio»

Por Melina Díaz Afuera llueve. La Asociación Sarmiento, enorme edificio ubicado en la calle 46 de La Plata, tiene en su recepción unos baldes y trapos para hacer frente a las goteras. Ella, entra precipitada con el pelo endemoniado –tanto por su color rojizo intenso como por la humedad de la lluvia– y sonríe con […]

lunes, 09 de septiembre de 2013 |

Por Melina Díaz

Afuera llueve.

La Asociación Sarmiento, enorme edificio ubicado en la calle 46 de La Plata, tiene en su recepción unos baldes y trapos para hacer frente a las goteras. Ella, entra precipitada con el pelo endemoniado –tanto por su color rojizo intenso como por la humedad de la lluvia– y sonríe con un dejo de cansancio. Lo dice su presencia, lo expresa su cuerpo: no es una mujer librada al porvenir, no es una profesional ejecutiva, no es una diva influenciada por la moda y la aceptación social. Laura –La Cucchetti o Cuquetti para sus alumnos– es mucho más que eso. Su cuerpo en movimiento danzante y su cabeza en creación constante la convierten en una musa inspiradora e inspirada: motiva con sus alocuciones mientras sus alumnos están tomados de la barra; convierte en obra de arte la vorágine de sus pensamientos. Este 15 de septiembre se presenta Calle 46, compañía de danza contemporánea de la que ella es directora artística, en el Teatro Coliseo Podestá de La Plata.

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Laura Cucchetti irrumpió en el ámbito de la danza desde muy chica. A los ocho años ingresó a la Escuela de Danzas Clásicas de La Plata para graduarse como profesora. Ella lo recuerda como algo anecdótico: “Vi unas imágenes de ballet en la tele y dije “¡mamá quiero hacer eso!”. Todo el verano rompiéndole para que me anote y fuimos un balón los que nos inscribimos. Varias de mis primas, mi hermana y yo; después fue decantando y quedé sola. Fue eso: una imagen y decir quiero hacerlo. Desde los ocho hasta ahora nunca me desvinculé”.

Laura lleva el arte en el modo de vivir. No sólo obtuvo el título de profesora de Danzas Clásicas, sino que también hizo el Bachillerato de Bellas Artes especializándose en Artes Plásticas –prueba fiel del talento de sus manos es la enorme pared amarilla de su casa en la que pintó este verano un mural con Don Quijote y Sancho Panza junto al molino de viento–. Como bailarina, formó parte del Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín durante 19 años, participando en todas sus temporadas y giras. Protagonizó obras de Oscar Araiz, Mauricio Wainrot, Ana Maria Stekelman, Alejandro Cervera, Jennifer Muller, Serge Benhattan y José Limón, entre otros. Fue asistente de Araiz en el Ballet Concierto de Iñaki Urlezaga, y de Wainrot en el Devlet Opera Ballet de Ankara, Turquía. Obtuvo el Premio Clarín en 1999 como Mejor Bailarina por su interpretación en la obra In and around Kozla Street de Benhattan. Como docente de danza contemporánea, dictó clases en el Instituto Superior de Arte del Teatro Colón, Instituto Universitario de Danzas Maria Ruanova, estudios privados, seminarios en el interior del país y en el extranjero. Actualmente, además de dictar clases de contemporáneo y talleres coreográficos en Asociación Sarmiento, es la Directora del Ballet Contemporáneo de la Escuela de Danzas Clásicas de La Plata. En el 2010 creó la Compañía Calle 46 siendo su directora artística.

“De todas las actividades que tuve con la danza nunca me volqué cien por cien a una sola, siempre tuve muchas paralelas: si estaba en la escuela de danzas también estaba en el Conjunto Platense de Ballet coordinado por Liana Fuentes que me dio mucho fogueo escénico; cuando estaba en el Taller del San Martín estaba dando clases o tenía mi compañía independiente –Triba Danza–, ahora estoy con Calle 46 y con el Ballet de la Escuela. Nunca me encerré en algo”.

Laura Cucchetti, una bailarina desfiante. Foto: Gentileza Melina Díaz.

Laura Cucchetti, una bailarina desafiante. Foto: Gentileza Melina Díaz.

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– ¿Cómo fue la selección para el Taller del San Martín?

–Luego de diez años terminé la escuela de danzas; fue un ciclo muy largo y me agarró esa cosa de no querer saber más nada con la danza, de hacer un corte cerebral. En ese momento tan fuerte de mi adolescencia no valoraba el discurso de la danza clásica, me parecía que yo no podía hacer el papel de princesita del 1700. Yo necesitaba algo más heavy. En ese momento me peleé con esa disciplina y hoy la disfruto muchísimo. Venía de una cosa muy estricta: rodete, mallita negra, medias y puntas ¡durante 10 añoooos! Yo quería un Azul Francia. Ahí hice un corte brusco y abrí el abanico de una manera grossssera: me fui desde un curso de danzas árabes hasta la escuela de teatro. A los 19, empecé a viajar a Buenos Aires y tuve la fortuna de agarrar la mano de Ana Itelman, una argentina única en la danza. Ella daba clases en su estudio, donde también funcionaba el Taller. Me presenté porque mis compañeros de Bellas Artes me insistían, creyendo que iba a ser la gloria y fui un bochorno. Éramos 518 postulantes, y yo re bailarina clásica, rodete y media punta. Pasamos caminando en una secuencia de prueba de la uno a la cien y quedaron dos. ¡Así como caminé me volví a mi casa! Mis amigos me esperaban para festejar y yo les dije ´No bailé, sólo caminé y evidentemente caminé muy mal’. Fue un bajón. Pasó un año en el que seguí tomando clases con Itelman y otras particulares y volví a insistir. En la prueba entra Ana y me dice ‘¿Qué haces acá?’; ‘Me vine a presentar’; ‘¿Y por qué no me avisaste?’; ‘Porque no corresponde’. Mucha gente estudiaba con ella para entrar al Taller pero para mí era algo absolutamente independiente. Fue un momento súper estresante: 530 personas en una audición y quedamos diez, que éramos los peores, como un grupo de reserva.

Laura fue parte del Ballet Contemporáneo del Taetro San Martín durante casi 20 años. Foto: Gentileza Melina Díaz.

Laura fue parte del Ballet Contemporáneo del Taetro San Martín durante casi 20 años. Foto: Gentileza Melina Díaz.

– ¿Qué pensás de las audiciones como método de selección?

–Uno en una audición como seleccionador se equivoca y mucho. No se puede de 500 personas elegir a los 25 mejores. Uno pone mucha adrenalina, mucha energía, mucha expectativa y tal vez tanto todo te puede hacer una mala jugada. En una hora es muy difícil seleccionar de manera acertada, te podés enamorar de una pierna que deslumbra y que después no transmite nada. Las audiciones son muy injustas, rápidas y dependen de la personalidad. Yo siempre fui de perfil bajo y en toda mi carrera me tenían que llamar para que pase de atrás a delante. Mi carrera fue de hormiga, con una mochila muuuuuuy pesada. Nunca nada me fue fácil, y eso me pasa hoy con la vida, con mi casa, con mis hijos. Nada me cae dado porque sí. Eso hace que yo valore mucho más, porque tuve momentos en que me sentí cansada o debilitada y seguí luchando.

–¿Qué significó para vos formar parte del Ballet del San Martín?

–Cuando estuve en el Taller, previo al Ballet, para mí era la gloria porque tuve el honor de tener a Ana María Stekelman, que es como mi madre en el movimiento, y cuando terminé el taller ella me informó que pasaba a la compañía. Yo no trabajaba duro para entrar, sino por el mero hecho de pelearla, yo no hacía conveniencias ni buscaba quedar bien con nadie. Nunca compartí esa política. Era de las únicas privilegiadas de estar ahí y tenía que dar lo mejor. En mi época el fuerte no era la técnica y la perfección como ahora, sino lo interpretativo. Eran todas personalidades muy fuertes, fundamental en un artista. Fueron ¡veinte años! con el San Martín así que a fines de 2005 decidí poner fin al ciclo. Mi cuerpo recontra estaba para seguir bailando, pero hay que dejar lugar a los que vienen, los jóvenes.

"yo apelé a la energía y a lo interpretativo, esmerándome muchísimo en mejorar mi técnica", dijo Laura Cucchetti. Foto: Gentileza Melina Díaz.

«Yo apelé a la energía y a lo interpretativo, esmerándome muchísimo en mejorar mi técnica», dijo Laura Cucchetti. Foto: Gentileza Melina Díaz.

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–¿Cómo eras bailando?

–Transité distintas direcciones y estilos. Hay que saber escuchar lo que el director o coreógrafo dice. El bailarín es muy necio, muy soberbio, muy narcisista. Quiere bailar como es en la vida y el coreógrafo quiere transmitir otra cosa, una producción imaginaria. Hoy en día se pide cada vez más técnica, más perfección, más molde del cuerpo y la verdad que yo siempre fui el patito feo. Nunca fui agraciada con mi cuerpo, nunca tuve gran elongación ni posiciones. Entonces yo apelé a la energía y a lo interpretativo, esmerándome muchísimo en mejorar mi técnica.

–¿Cómo te apropiabas de las obras que te daban para interpretar?

–“Now and Then” es una obra de Mauricio Wainrot que hacía una chica con una técnica divina pero que luego se fue. Mauricio me la dio a mí y yo estaba embarazada de Juanita y nadie lo sabía. Yo cuidaba esa obra como a un hijo. ¡Me moría de miedo! ¿Cómo iba a hacer algo a la altura de esta chica que le salía divino? La obra tenía una temática muy fuerte, muy pesada así que apelé a lo interpretativo. Y para mí el argumento, que trataba sobre la masacre judía, era como la tumba de mi viejo. Lloré toda la función. No tenía los pies, ni los empeines, ni las extensiones de esa chica como para semejarme a ella; pero tenía mi historia y mis sentimientos. Alguien que se me había ido y alguien que estaba por venir. Abordé la coreografía desde el desafío y pude sacar lo mejor de mí.

–De las obras que interpretaste, ¿cuál fue la que más te gustó?

–Muchas, pero creo que Un tranvía llamado deseo” fue de los máximos regalos que me hizo Mauricio porque ahí están unidas todas las facetas que me gustan de la danza. Él me dio muchísima libertad en todo lo interpretativo para con un personaje muy fuerte. Me permití jugar justo en una obra cuyo tema central era la locura. En aquel entonces estaba embarazada y nadie sabía, y la obra era muy violenta. Fue una obra que llevó mis emociones hasta las lágrimas, en todas las funciones, en un momento de la obra lloraba. Y cuando terminaba la obra necesitaba estar sola un tiempo para volver en mí, estaba en otro plano, en un camino hacia la esquizofrenia.

"Un tranvía llamado deseo", de Wainrot, el mejor regalo que le ha hecho el coreógrafo. Foto: Gentileza Melina Díaz.

«Eleni», de la misma Laura Cucchetti. Foto: Gentileza Melina Díaz.

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Uno tiene que saber cómo es para explotar la parte que más deslumbra. Yo siempre intenté llegar a lo que considero un bailarín: un artista que te haga emocionar desde todos los lugares, que te caiga una lágrima por el developé que hizo y por la historia que te está contando. Que el cuerpo tenga versatilidad para transmitir, que no sea técnica plana. Siempre defendí los derechos del bailarín que es contratado por períodos muy cortos y eso hace que tenga mucho miedo, incertidumbre. No sabés si vas a seguir el próximo año. A nivel legal y gremial es muy malo, pero muy bueno en cuanto al funcionamiento y rendimiento de una compañía. Se exprime el arte y el cuerpo en poquitos años de carrera. Sé que suena obsesivo y muchos se me vienen al humo, pero no es justa la estabilidad laboral en la danza porque te achancha. Para mí es sacrificarse cada día, luchar y valorar el lugar obtenido”.

­–¿Cómo definís este ambiente?

–Es una porquería. Los tejes y manejes, la envidia, la competencia. Pero de todo eso podemos escribir un libro que no va a querer leer nadie. Nunca me gustó la plata fácil, siempre trabajé y me desviví para obtener logros. No te quedan restos, ni podes ir ahorrando, ni previniendo; un día te echan y no sabes qué hacer. Hoy muchos bailarines no pueden vivir cien por cien de la danza, no hay subsidios como en otros países que contienen al artista. La vida del bailarín es sacrificada pero si te gusta, no lo sentís. A mí nunca me costó levantarme a las cinco de la mañana para ir a Buenos Aires durante años. Yo soy el anti bailarín: fumo, tomo muchísima CocaCola y como cualquier cosa.

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Las clases que dicta Laura brindan un espacio terapéutico para canalizar los sentimientos. Establecido como un código de lectura maestra-alumnos, es un espacio para la búsqueda, la expresión de sentimientos, el aprendizaje continuo, la burla sana de uno mismo. Laura centra la atención en la cuestión respiratoria y la pelvis como médula por donde todos los estímulos pasan y se bifurcan.

“Las clases son técnica Muller, voy improvisando en función de lo que me motiva, no armo las clases, son muy informales, desde el trato con los chicos hasta la libertad para encarar una secuencia que marco. Pero siento que mis alumnos necesitan un  cachetazo. Es tan claro lo que uno ve del otro desde afuera a partir del cuerpo: es un libro abierto, es clarísimo lo que se ve. Clarísima la negación, el rechazo, el no quererse. Y mi clase apunta a destruir todo eso; soy muy extrovertida, digo lo que pienso y busco que el resto saque todo lo que tiene dentro, que no se guarden nada. La clase es un lugar místico, el corazón de lo que es la danza en sí, es el lugar donde todo se investiga, se prueba, se moldea, se corrige. Ahí está lo sacrificado de la danza: nunca dejas de aprender, ¡no te recibís nunca! Es un aprendizaje y perfeccionamiento constante. Es profundizar y agrandar cada vez más. Es maravilloso el mundo de la danza: si hiciste dos piruetas querés hacer tres, y si pudiste expresarte querés emocionarte hasta las lágrimas, ¡si hiciste una obra de construcción querés destruir todo!”

–¿Cuál es tu relación con el arte?

–En mis actividades vinculadas a la danza no falté nunca, estaba enferma y a las clases iba igual, como directora cobro dos mangos y nunca falté. Si yo me comprometo va a full. A la gente le gusta eso de ‘qué licencia puedo pedir’ y en un ballet eso es muy malo. No hay creatividad que dé frutos si la gente busca evadirse. Hoy en día el arte está tan mal, todo el mundo ve lo oscuro, gris y sin salida. Y mi manera de apoyar un reclamo no es con el paro o con la toma de una escuela, sino laburando. ¿Dónde quedan las horas de ensayo que te perdés?, ¿cómo le mostramos a la sociedad que nosotros estamos laburando? La protesta está bien que suceda si las cosas están mal, pero hay que mostrar lo bien que trabajamos en tan malas condiciones. Mi política siempre fue la del hacer. Cuando es arte es arte.

En La Plata, Laura encontró su renovación como artista. Hoy se dedica a su rol de directora plenamente. Foto: Melina Díaz.

En La Plata, Laura encontró su renovación como artista. Hoy se dedica a su rol de directora plenamente, con su grupo de «Calle 46». Foto: Melina Díaz.

–¿Cuáles han sido tus roles en la danza?

–Varios. Fui alumna, intérprete, docente, coreógrafa, directora. Hoy me doy cuenta que nací para ser directora. Como bailarina tuve muchísimas deficiencias, me costó mucho. Como coreógrafo estás todo el tiempo dudando de cuánta creatividad tenés, si le gusta o no lo que haces a la gente. La docencia no me cuesta y no la pienso; es como barrer, está en mí. Acá en La Plata yo me alejé de la crítica, no existe casi la prensa de danza en esta ciudad y eso es malísimo, pero a mí me vino bien alejarme de tanta crítica de Capital. Me relajé y eso me ayudó a producir de manera más distendida.  Yo volví a La Plata bajo el anonimato, como escondida. La mayoría se engancha por lo que soy ahora y no uso como anzuelo el hecho de haber estado años en la mejor compañía de contemporáneo del país o por haber bailado con Julio Bocca; eso queda en un currículum. Me alejé de Buenos Aires y resucité, fue un renacer.

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Calle 46, compañía de danza contemporánea de La Plata, nació en marzo de 2010 como un  proyecto de la Asociación Sarmiento. Es coordinado por Paula Rico en asistencia, Liliana Carri en  dirección ejecutiva y Laura Cucchetti en dirección artística. Prima en el grupo el espíritu colectivo y el sentido de pertenencia, el compañerismo, la alegría y la entrega desinteresada. Los bailarines  no cobran por formar parte de Calle pero sí dedican, además de las clases, largas horas para ensayar. Entre las obras coreografiadas por Laura se encuentran Mientras la ciudad duerme, La Valse Ya, Wanza, Nude, Eleni y RotoTangoRojo

“Estoy muy feliz con Calle porque todos se ponen la camiseta, algo muy difícil en los jóvenes. Es un proyecto muy querible. Es parte de mi vida. Hace años venía con ganas de crear un ballet contemporáneo en esta ciudad, sentía que le faltaba representatividad a La Plata. Es una compañía que brinda un espacio de entrenamiento, creación, expresión y mucho cariño. Armamos este Triunvirato con Liliana y Paula. Es un lindo cóctel porque los alumnos ponen mucha dedicación, habiendo distintos niveles y estilos. Hay una locura compartida y todos le ponemos el corazón y el cuerpo”.

Calle 46, su orgullo actual. Foto: Gentileza Melina Díaz.

Calle 46, su orgullo actual. Foto: Gentileza Melina Díaz.

–¿Qué sentís cuando ves danzar a tus bailarines?

Un orrrrgullo madre. El protagonismo está en el bailarín, no en la coreógrafa. La creatividad me arrebata por sorpresa, veo luz y empiezo a indagar. Paso por distintos estadios: desde la relajación hasta el ataque de pánico. Desde cero creación hasta una productividad frenética. Y después, ¡todo me supera! Hoy estoy contenta, la coreografía es una excusa para poder expresar los sentimientos y no una máquina de hacer chorizos. Estoy contenta que mis producciones sean variadas, que el público y los bailarines se enganchen. Aunque cada vez que produzco algo nuevo no puedo dejar de preguntarme ¿qué va a pasar?

–¿Quién es Laura Cucchetti?

–Nadie. Intenté ser la mejor bailarina posible, darle a cada coreógrafo lo que me pedía, y hoy brindarle al público la posibilidad de emocionarse. Soy un intento. En el único rol que me la creo es como Directora. He tenido reconocimientos que son muy gratificantes, pero para mí los premios son relativos. Soy una operaria de la danza. Es algo que está metido dentro de mi cuerpo. Es terapéutico para mí: en cada composición meto toda mi locura, mis tristezas, mi felicidad. Vivo la danza como parte de mi vida. Tengo tanta vida y tanta danza arriba como abajo del escenario.

–¿Por qué te definís como un intento?

–Porque siempre me esforcé en todo. Tal vez si hubiera nacido con la pierna a 180° grados del piso no me hubiera sacrificado tanto y me hubiese aburrido en seguida. He tenido muchos  siniestros, infortunios, accidentes en la vida. Pero sigo de pie.

–¿Te considerás una mujer feliz?

–Soy feliz con lo que hago. Como la danza, soy adagio, una persona frágil y sensible con las cosas. A mi papá nunca le dije que quería ser multimillonaria. Obviamente me gustaría tener más plata para cambiar el auto. Pero vivo… Vivo plena, feliz. Afuera llueve, pero para mí, siempre sale el sol.

ESTRENOS de CALLE 46 CONTEMPORÁNEA|Asociación Sarmiento en el Teatro Coliseo Podestá de La Plata

El próximo domingo, 15 de septiembre, a las 19.30 se estrena la temporada 2013 de Calle 46 Contemporánea en el Teatro Coliseo Podestá de La Plata. Se presentará una importante reelaboración de «Eleni» (2012) y el gran estreno de una obra nueva: «Ciudad». Dos obras. La misma impronta. Los valores de siempre. Dos épocas, dos estilos.

“Ciudad” es una foto de la realidad actual, con sus contradicciones eternas.  Se entremezclan la violencia, la desigualdad, la injusticia, la muerte absurda que paralizan, con el ritmo y la continuidad permanente de la vida. A través de la música bien enérgica, los momentos más violentos se combinan con situaciones festivas.  Porque eso es lo que nos pasa día a día, junto a hechos terribles de alguna manera sigue habiendo alguna razón para festejar.

Las entradas están en venta en la boletería del teatro de martes a domingo de 15 a 20 hs.

Calle 46