«Yo soy un luchador desde siempre»

Para saltar muy alto, dicen los profesores de danza, hay que hacer mucho plié. Y deben tener razón porque, con los pies bien firmes en la tierra, Leonardo Reale ha sabido conquistar las alturas, no sólo con sus prodigiosos tours sobre el escenario, sino también en su carrera como coreógrafo y director. Emprendedor y multifacético, […]

martes, 02 de abril de 2013 |

Para saltar muy alto, dicen los profesores de danza, hay que hacer mucho plié. Y deben tener razón porque, con los pies bien firmes en la tierra, Leonardo Reale ha sabido conquistar las alturas, no sólo con sus prodigiosos tours sobre el escenario, sino también en su carrera como coreógrafo y director.

Emprendedor y multifacético, afronta con buena cara el más inclemente de los tiempos. Siempre dispuesto a continuar, hace de las piedras en el camino sus aliadas para llegar más alto. En la vida, como en el escenario, va adelante y entrega todo sin titubear. Con ese paso seguro ha sabido deslumbrar multitudes gracias a su virtuosismo y ahora apuesta por ser el alma máter tras bambalinas.

Bailarín solista, maestro, director, coreógrafo, Embajador de Paz nombrado por la ONU y, por si todo esto fuera poco, papá. Las ganas de emprender y concretar un proyecto son más fuertes que cualquier impedimento: con su compañía, ha logrado llevar su espectáculo a la mismísima madre Rusia, una de las principales cunas del ballet.

En esta charla de tintes coreográficos, narrada en palabras y acompañada de gráciles port de bras cuando ellas no alcanzan, Leonardo Reale comparte con nosotros sus inicios, sus grandes momentos como bailarín y su actualidad como director del Ballet Metropolitano de Buenos Aires.

R: ¿A qué edad empezaste a estudiar danza?

Yo empecé a los 9 años. Después, por una cuestión de prejuicios, abandoné, y retomé a los 13. Todo comenzó al ver la película Los unos y los otros, de Jorge Donn. Ese fue mi detonante. A los 13 ingresé en la Escuela Nacional de Danza, donde estudié durante dos años. En ese momento viene el Cuballet, con Laura Alonso, hija de la gran Alicia Alonso, a la cabeza. Ella me ve y me da una beca para estudiar en Cuba. Entonces me voy por casi un año a estudiar al Centro Pro Danza.

R: ¿Cómo fue para vos, a una edad tan temprana, estudiar ballet mientras terminabas la primaria y hacías la secundaria?

La secundaria casi pasó inadvertida, porque yo me enfoqué mucho a la danza, y como era el único varón me querían para todos los espectáculos. Y no era un bailarín con grandes condiciones físicas naturales, pero tenía muchísimas ganas de bailar. Creo que hoy en día las ganas resultan mejor que la condición física, que obviamente ayuda mucho para llegar a una meta. Pero las ganas llevan a un gran resultado. Y un toque de suerte, que siempre viene bien.

R: ¿Siempre quisiste dedicarte a bailar profesionalmente?

No, yo siempre quise bailar. La vida me fue llevando.

R: ¿Alguna vez pensaste en dedicarte a otra cosa, hubo un punto de tu vida en el que tuviste que decidir?

No, una cosa fue llevando a la otra. El viaje a Cuba fue una gran motivación para mí. Después, la vida y el trabajo me hicieron volver al Festival de La Habana. De ese chiquito que fue a los 16 a estudiar en el Centro Pro Danza, volví a los casi 26 años, para el Gran Festival de La Habana, donde bailé con la primera bailarina Alihaydée Carreño El Corsario. Casi empecé ahí y en el pico de mi carrera volví como un bailarín ya hecho.

R: Vos estudiaste en el Colón, también.

Sí, yo me fui a Cuba habiendo ingresado en el Colón. Al volver, a los 10 meses, rendí libre quinto año y estudié ahí sexto, séptimo y octavo. Estudié mucho para entrar al Colón, algo muy importante para mí porque quería hacerlo desde hacía mucho tiempo. Después entré al Ballet del Teatro Colón, a los 20 años, pasé por el Cuerpo de Ballet y luego comencé a hacer roles de solista y primer bailarín de grandes obras de la casa; pude trabajar con coreógrafos extranjeros, fui creciendo y me fui realizando como artista; logré protagonizar obras y todo eso fue elevando mi carrera.

R: ¿Cuál fue el personaje que más te marcó o que recordás con más cariño arriba del escenario?

Siempre le voy a tener mucho cariño a uno, que fue el que dio el empujón a mi carrera: el mercader del ballet El Corsario. Fue muy particular porque fue el estreno en Argentina del ballet en el año 1999. Vinieron Majar Vaziev, director del Kirov, y dos repositores. Bailaron Faruk Ruzimatov y Svetlana Zacharova. Era muy gracioso, porque el rol del mercader tiene interacción con Conrad. El bailarín que lo interpretaba era altísimo y yo pensé que no iba a bailar porque era muy bajito, pero recuerdo que el director dijo: “No, quiero que lo hagas vos”. Y sentí mucha gratitud por compartir el escenario con Ruzimatov y Silvina Perillo, que hacía de Gulnara. Fue un momento muy particular de mi carrera bailar con todas esas figuras y también con las figuras de la casa. Fue un detonante, ese personaje lo quiero mucho, como también al Bufón del Lago de los Cisnes, del que tengo recuerdos maravillosos. A mí me gustan las temáticas más cómicas e histriónicas. Después estuvo Frollo, del ballet Notre-Dame de París con coreografía de Roland Petit, un rol de mucho temperamento, un personaje muy oscuro, dominante y difícil de elaborar, pero a la vez con mucho peso escénico en la obra, y también me gustó mucho hacerlo.

R: Son todos personajes muy recordados dentro de cada obra.

Sí, a mí me gustaba hacer eso. Los personajes chiquitos, yo los transformaba en grandes, trabajaba con ese propósito. Eso tengo que transmitirlo a los chicos de mi compañía: un integrante del cuerpo de baile, si se cree que es un primer bailarín, si cada uno tiene la convicción del lugar que ocupa, es enorme, crece muchísimo.

R: Arriba del escenario, siempre tuviste una seguridad que resulta impactante: haciendo trucos muy difíciles, bailando incluso en el proscenio, entregás todo. ¿Vos lo sentís así?

Yo en mi vida doy el todo en todo momento. En el trabajo, en un proyecto, en una entrevista: siempre le pongo mucha energía a todo lo que hago, y así también en el baile. Yo entrenaba muy fuerte para lograr esa seguridad en el escenario. Los maestros siempre nos decían: “Si acá, en la sala de ensayos, hacés siete piruetas, lo más seguro es que en el escenario hagas cinco o cuatro”. Porque la adrenalina, el público, la presión misma del teatro, el emblema que es el Colón, bajan la energía y la potencia de los bailarines. Yo trabajaba para poder sobrellevar esas dificultades y poder sobresalir en las partes técnicas e interpretativas. Y me encantaba el desafío de hacer cosas riesgosas en el escenario, siempre me gustó.

Cuando ves la seguridad de un bailarín en el escenario, se debe también a todo lo que hizo previamente. Estando en el Colón, nosotros trabajábamos con otros grupos que hacían giras por el interior. Eran giras organizadas por Juan Lavagna, presidente de la organización Arte y Cultura. Yo empecé a trabajar con él en el Ballet Juvenil Argentino, dirigido por Raúl Candal, y formado por Lavagna con bailarines jóvenes premiados en los concursos que él mismo organizaba. Toda esa experiencia sirve para el escenario. Las compañías chicas van generando trabajo, y dan la posibilidad a los bailarines de llegar más formados a las grandes compañías. Es lo que hago yo ahora: los jóvenes que están hoy en el Ballet Metropolitano, a lo largo de estos ocho años que llevo dirigiéndolo, fueron pasando al Ballet del Colón, al de La Plata, al de Córdoba.

Suite "Taurina", con aires españoles y música de Massenet.

Suite «Taurina», con aires españoles y música de Massenet, presentada por el Ballet Metropolitano en su gira 2012 en Rusia.

R: ¿Cómo llegaste al Ballet Metropolitano y cómo te convertiste en director?

El Ballet Metropolitano es otro momento hermoso en mi vida. Fue una propuesta que me hizo Juan Lavagna, que fue el padrino de mi carrera. Me propuso dirigir la compañía cuando yo estaba en un punto muy alto de mi carrera como bailarín, porque era muy joven para dirigir. Empecé dirigiéndola con mis pares: los Primeros Bailarines del Teatro Colón Karina Olmedo, Edgardo Trabalón, Miriam Coelho, Carla Vincelli y Federico Fernández, y con los Primeros Bailarines del Teatro Argentino de La Plata Genoveva Surur, Julieta Paul y Bautista Parada.

También tuve la oportunidad de trabajar con Cecilia Figaredo, Franco Cadelago, Lorena Sabena, Martín Parrinello, Christian Pérez  y Natalia Pelayo, y con artistas internacionales como Sergio Neglia, Agustina Galizzi, Vladislav Koltsov, Florencia Chinellato, Rubén Celiberti.

Pero, con el tiempo, fuimos notando que se limitaba mucho el trabajo de giras por las responsabilidades que tenían los bailarines de las compañías oficiales, que les impedían trabajar con el Ballet Metropolitano. Entonces empezamos a crear, para también dar trabajo a bailarines que no tenían la posibilidad, la compañía del Ballet Metropolitano. Emprendimos un camino que ya no consistía en generar espectáculos con bailarines consagrados, sino en armar bailarines, crear artistas, que es muy diferente. Nosotros tenemos egresados del Teatro Colón, y también bailarines que vienen de estudios, o del interior. Como director, yo los voy armando, y vamos integrándolos en el espectáculo; entonces, el bailarín va creciendo: se lo entrena, se lo prepara artísticamente, y se lo sube al escenario en un rol definido según su capacidad física y artística.

R: ¿Qué te da a vos el Ballet Metropolitano?

El Metropolitano me permitió crecer año tras año como director, algo que requiere experiencia, porque un artista no es igual al otro. El Ballet Metropolitano funciona de esta manera porque es un trabajo en equipo: una parte es la producción, que maneja las funciones y da también la sede del ballet, y la parte artística, que a su vez tiene sus asistentes. El trabajo en equipo es lo que permite que el Ballet Metropolitano vaya creciendo tanto año a año, y que todos los bailarines quieran estar en la compañía, porque tienen una contención muy grande: la sede, las clases que se dan en el estudio, la contención artística y humana. Así, por ejemplo, la gira de Rusia salió adelante porque estuvo bien trabajada en la parte de producción, y porque el grupo está consolidado. Ese grupo pudo sobrellevar cansancio, viajes de 24 horas en tren, siempre con buena onda y predisposición al trabajo. Eso del director serio, que trata mal, y entonces es buen director, o tiene efecto es un error. Yo con este trato logro que los chicos se conviertan en grandes bailarines.

R: Debe ser todo un desafío ir a bailar a una de las grandes mecas del ballet: ¿cómo encararon la gira de 2012 en Rusia?

Llevamos un programa muy atractivo. Una obra de María Rovira que se llama Tierra y Luna, basada en un poema de García Lorca, con aires de flamenco y música original de Equis Alfonso. Hicimos una obra mía, Bastones Dorados, con música de Vivaldi, Ellington y Goodman, que tuvo muy buena repercusión: el público aplaudió de pie. Llevamos una obra de Paul Vasterling que se llama Fresco, con mucho aire Balanchine. Carmen, de Marcia Haydée, que bailaron Julieta Paul y Martín Parrinello; y el “Dúo de Amor” del Ballet Coppelius El Mago, también de Marcia. A Buenos Aires de Gustavo Mollajoli, que ya es universalmente conocido. Y Taurina, una obra mía neoclásica, con aires españoles y música de Massenet: un pas de deux que llegué a montar en una ocasión para Marianela Núñez; ella siempre me llama cuando viene a bailar a la Argentina para que sea maestro y coach de las obras que interpreta en el país.

Tierra y Luna, coreografía de Reale, basada en un poema de García Lorca, con aires de flamenco y música original de Equis Alfonso. En Rusia, gira 2012.

Tierra y Luna, coreografía de Reale, basada en un poema de García Lorca, con aires de flamenco y música original de Equis Alfonso. En Rusia, gira 2012.

La gira en Rusia fue bellísima: terminamos en Moscú con casi 2000 personas de pie, y se está gestionando repetirla este año, expandiéndonos a Japón. Hay una expectativa muy grande. Rusia fue un hito en mi carrera.

Otro momento muy importante ocurrió a principios de este año, cuando participamos con el Ballet Metropolitano de la I Gala Latina Internacional de Danza en el Teatro del Lago en Frutillar, Chile. El evento fue dirigido por Marcia Haydée y Julio Bocca dictó clases a los bailarines invitados. Allí tuvimos el honor de hacer el cierre de la gala, interpretando Bastones Dorados.

Bastones Dorados, una realización de Reale para el Ballet Metropolitano, presentado en Rusia.

Bastones Dorados, una realización de Reale para el Ballet Metropolitano, presentado en Rusia.

R: ¿Alguna vez pensaste en irte de Argentina, trabajar en una compañía en el exterior?

Fui a Europa a probar, me fue muy bien, pero decidí seguir en Argentina. Fue un momento en el que estaba trabajando muy bien en el Teatro Colón; fui a probar suerte como todos los bailarines, tuve posibilidades, pero decidí venir para acá y quedarme en la Argentina. Esta decisión ya vino unida a la propuesta de Juan  para dirigir el Ballet Metropolitano. En el pico más alto de mi carrera empecé a dirigir. Uno toma decisiones en la vida de las que ve los resultados después.

En 2004 empecé a hacer coreografías; en 2006 me invita Juan a dirigir la compañía; y en 2007 me agarra un dolor muy fuerte en el cuello. No sabía qué era, y me trataban como si fuera una gran contractura. Me molestaba mucho el cuello, los hombros, se me acalambraban los brazos, no entendía que pasaba. Ese período, a lo largo de 2007, en todas las funciones que tuve que hacer –una gala en el Teatro Solís de Montevideo con el Ballet, llevados por Juan Lavagna, quien también nos dio la oportunidad de ir a la gala de ballet contemporáneo de Caracas adonde fue Miriam Coelho, la despedida de Julio Bocca, una gira por el interior con la compañía– sentí siempre  gran dolor en la espalda, que me repercutía también en las piernas. El año 2007 fue muy difícil porque sentía que la danza me estaba dejando; que de las grandes piruetas que yo hacía, no podía hacer nada. Entonces, opté por hacer mis movimientos más artísticamente. Esa astucia me hizo sobrellevar el año: acudí al artista, y ese artista pudo sobrellevar las partes técnicas. Eso me hizo crecer.

A raíz de todo esto, encaré el 2008 de otra manera. Tomé licencia en el Ballet Estable del Teatro Colón y fui invitado por Graciela Piedra a trabajar con el Ballet Oficial de Córdoba. Hice una coreografía para la compañía, Valses de Viena, y di clases. Cuando vuelvo a Buenos Aires, como director del Ballet Metropolitano, empiezo a tratarme del cuello. El doctor, Martín Guevara, me dice que me tengo que operar de urgencia porque, si no, me quedo paralítico. Tenía un disco cervical presionando la médula espinal. Fue una operación de cinco horas, con riesgo de vida, y estuve trabajando hasta último momento. Al final, la decisión de dirigir una compañía, estando en el mejor momento de mi carrera resultó excelente. Yo en el 2008 hubiese pasado toda la rehabilitación guardando reposo, haciendo nada, y con la posibilidad de no volver a caminar. Dirigir y coreografiar me salvó mental y físicamente de la operación, me hizo salir adelante. Terminé de montar mi obra, Bastones Dorados, y me fui de gira con el cuello ortopédico. Las decisiones que uno toma sin saber terminan, a los años, teniendo un resultado.

En la vida siempre hay piedras. Podés frenar e ir para atrás, o podés saltarlas. El haber pasado por todas esas cosas a mí me hizo ser hoy un buen director. Cuando yo empecé a coreografiar, todavía estaba bailando a un nivel muy alto, y mis obras pasaban por cómo yo, Leo, me movía, o la técnica que tenía para ejecutarlas. Todo lo que pasó me fue llevando a coreografiar según el intérprete que tengo adelante, eso fue un crecimiento muy grande para mí. La operación ¿fue buena o fue mala? ¡Fue excelente! En todo sentido. El logro más grande después de todo eso fue volver a bailar. Yo soy un luchador desde siempre. En mi carrera no tuve nada fácil. ¿Eso es bueno o es malo? No sé. A mí me resultó.

R: ¿Cómo se preparan Pinocho y Coppelia para el estreno del 19 de mayo en el Konex?

Estamos trabajando igual que como lo hicimos para El Cascanueces y las Princesas Encantadas: con Juan Lavagna formamos un equipo: él como generador de ideas y trabajando con el guión, me traspasa lo que quiere ver en la obra y yo, como coreógrafo y director escénico, voy llevando esa idea al escenario.  A mí, hoy, me interesa mucho más el desarrollo escénico que un paso más o un paso menos. El desarrollo escénico y coreográfico es lo que hace al ballet. Hoy me saca más el sueño qué le pasa a cada personaje y por dónde va cada uno. Me siento más un coreógrafo-director escénico. Eso es lo que nos dio el éxito que todavía no podemos creer, estamos fascinados.

El Cascanueces y las Princesas encantadas surgió a partir de la propuesta de Luis Ovsejevich, el presidente de Fundación Konex. Él hace un ciclo, Vamos a la música, desde hace casi 23 años, y nos propuso hacer la obra en 2011. Debido al éxito que fue, lo repetimos en 2012 y ahora también en 2013. Para nosotros, desde la compañía, que el público y los niños acepten el ballet como un espectáculo, es maravilloso. Hay que tener una coreografía y una idea vistosas, e incorporar la comicidad sin perder la estética del ballet, que no sea algo tedioso. Yo soy un enamorado de los procesos artísticos de la obra. Cuando la obra se estrena es una cosa muy linda y también siento una angustia, porque significa que el bebé ya nació. Pero después viene el proceso de las funciones en el que va creciendo la obra, van apareciendo cosas que tal vez no aparecían desde el principio.

Cascanueces y las Princesas Encantadas, se presentará en el Centro Cultural Kónex, a partir del 14 de abril por tercera temporada.

Cascanueces y las Princesas Encantadas, se presentará en el Centro Cultural Kónex, a partir del 14 de abril por tercera temporada.

R: Hacer una obra de ballet para chicos no debe ser sencillo. ¿Cómo afrontan este desafío?

Tenemos que trabajar mucho y a la vez no perder el juego. En un espectáculo infantil, el bailarín no puede permitir que un error técnico repercuta en su estado de ánimo, porque resta color al personaje, y los chicos se dan cuenta de eso mucho más que de la técnica. El ballet es estricto: la media punta, el en dehors, la estética, hay que respetarlos; y, a su vez, jugar, llevar un personaje, hacer creer a los chicos lo que está pasando en escena. Ese es mi trabajo como director: llevar a cada bailarín al mejor resultado. Porque ningún bailarín es igual a otro.

R: ¿Cómo es trabajar con chicos para subir al escenario?

Yo tengo muy desarrollado el niño interior. Me encanta jugar. Incorporamos a chicos de 7 a 10 años del Arte y Cultura, y eso hace que los niños en el público se identifiquen con lo que pasa en escena. Para esto me ayudó mucho Nora Bender, que es la directora del área de Comedia Musical del estudio. Yo tuve unas charlas con ella porque me dio mucho miedo incorporar chicos, trabajar con la presión del espectáculo; el chico va a salir a escena con las mismas responsabilidades de un adulto. Ese es el desafío: llevar a un chico a hacerse cargo de un espectáculo que se va a presentar al público, a ser profesional y que no pierda el jugar. A partir de ahí me di cuenta de que tengo un feeling muy especial con los chicos, y empecé a crear la obra jugando con ellos. La primera etapa para entrar en el espectáculo fue bailando otras técnicas. Para eso convocamos a mi hermano, Fernando Metitier, que es profesor de hip-hop, el ritmo que bailan los ratones, mientras que los soldados hacen breakdance. Fue todo un proceso muy divertido que también llevó a que la obra fuera el éxito que fue.

Cascanueces se montó, además, en el interior del país, con la ayuda de las maestras de estudios locales –Carina Odicio en Rosario, Silvia Chalup en Catamarca y Eugenia Morán en Santiago del Estero– que hicieron un gran esfuerzo para hablar con  los teatros, con los auspiciantes. Es un gran movimiento cultural llevar a todos los artistas del Ballet Metropolitano con artistas invitados e insertarlos con los alumnos de cada academia. Hay un trabajo muy grande para que el espectáculo salga bien. El proceso de aprender la coreografía, subir al escenario, encontrarse con los bailarines que vienen de Buenos Aires, interactuar y salir a escena: hay un gran trabajo realizado por las maestras de las provincias que nos apoyan. También se hizo en Chile dos años, en el Teatro del Lago de Frutillar, con los alumnos de la Casa Richter, a cargo de la maestra Rosita Barra. Lo llevamos a Santiago de Chile, al Teatro Nescafé de las Artes, con las alumnas de Sara Nieto. Incluso a partir del éxito de Cascanueces, Sara Nieto armó su ballet: “Ballet Nescafé de las Artes”. Y ahora nos están pidiendo también de Puerto Arenas para reinaugurar un teatro. Hoy me encuentro realizado con estas devoluciones. Imagináte, en un espectáculo para chicos, las expectativas que generás en ellos. Están viendo una de las danzas más elitistas, es un trabajo cultural enorme.

El Ballet Metropolitano en la I Gala Latina Internacional de Danza en el Teatro del Lago en Frutillar, Chile. Año 2012.

El Ballet Metropolitano en la I Gala Latina Internacional de Danza en el Teatro del Lago en Frutillar, Chile. Año 2013.

R: Tu carrera es muy completa y diversa, has hecho un montón de cosas. ¿Te sentís un artista consagrado, realizado profesionalmente?

Hice todo lo que pude hacer. Todo lo que mi cuerpo me dio y todo lo que la energía me dio. Me hubiese gustado hacer mucho más, pero estoy contento con lo que hice. Eso también me lo hizo ver la operación. ¿Pude haber hecho más? Sí, pero ya está, es pasado. Listo, sigamos adelante.

R: ¿Qué objetivos te quedan?

Muchos. A mí me gustaría dirigir una compañía oficial. La experiencia que me está dando el Ballet Metropolitano es muy grande. Me gustaría seguir ayudando a jóvenes a crecer. Seguir creciendo como director y como coreógrafo, seguir aggiornándome de maestros, de coreógrafos invitados. Cada coreógrafo que viene al Ballet Metropolitano es un crecimiento tanto para los bailarines como para mí. Es una inspiración más para crear.

Por María José Rubín

Escribíme! —–> pihuma@gmail.com

RECONOCIMIENTOS

En 2011, su espectáculo El Cascanueces y las Princesas Encantadas fue nominado a los premios ACE 2011 como mejor obra infantil. En 2012, emprendieron una gira por Rusia que incluyó las ciudades de San Petersburgo y Moscú, donde fueron ovacionados de pie. En enero de 2013 participaron de la Gala Latina Internacional de Danza en el Teatro del Lago de Frutillar, Chile, con los bailarines invitados Federico Fernández y Julieta Paul. Ya está planeada una nueva gala para 2014.

Próximas funciones
– El Ballet Metropolitano se presentará el 15 de mayo, en el Abono de Teatro El Círculo de Rosario, con el programa realizado durante la gira en Rusia en 2012.
– En Ciudad Cultural Konex (Sarmiento 3131, CABA):
El Cascanueces y las Princesas Encantadas
Domingos 14, 21 y 28 de abril; 5 y 12 de mayo, a las 11
Sábados 25 de mayo, 1, 8, 15 y 22 de junio, a las 15
Pinocho y Coppelia en el mundo real
Domingos 19 y 26 de mayo; 2, 9, 16, 23 y 30 de junio; 7, 14 y 21 de julio a las 11.
Elenco
  • Rocío Ruiz (Swanilda y Copelia): egresada del Colón
  • Lucas Erni (Franz): finalista del Prix de Lausanne
  • Leandro Ferreira Morais (Coppelius): bailarín del Teatro Argentino de La Plata
  • Leonardo Reale (Gepetto)
  • Rodrigo Fredes (Otto y Pinocho)
  • Nina Zaera (Hada Protectora)

Localidades desde $70. Venta en boletería de CCK o vía telefónica a través de Ticketek: 5237-7200

Pinocho y Coppelia y El Cascanueces emprenderán una gira en la provincia de Buenos Aires en el mes de noviembre y visitarán las ciudades chilenas de Frutillar y Temuco en diciembre.

II Gala Latina Internacional de Danza en el Teatro del Lago de Frutillar, Chile, el 26 de julio de 2014. Dirigida por Marcia Haydée. La compañía presentará la primera coreografía de tango de Leonardo Reale, Tangos de Astor.