Gustavo Wons: la danza para teatro musical

Gustavo Wons es una de las estrellas del firmamento musical porteño. Estudió y trabajó en Broadway, hoy es uno de los coreógrafos más reconocidos del género. Mientras prepara su nuevo musical dedicado a Fosse, da clases de theater dance, a través de las que espera transmitir la importancia de la disciplina y el «respeto por el escenario» a estudiantes y profesionales.

miércoles, 23 de julio de 2014 | Por Maria José Lavandera

Gustavo es una estrella. Sí, lo es. Apenas nos encontramos, me cuenta que viene de la casa nada menos que de Susana Giménez, a quien estuvo preparando para la apertura de su nuevo programa televisivo. Así de glamoroso puede ser comenzar una charla con él. Así de atractivo también, escuchar sus anécdotas y sus historias de sus andanzas internacionales. Ganador de una beca Fullbright, Gustavo viajó a Nueva York a estudiar en Steps y el Broadway Dance Center, a partir de cuya experiencia decisiva pudo vivir el sueño de cualquier bailarín de musical: pisar los escenarios de Broadway. “Tenía la idea fija de ir a perfeccionarme. No sabía que iba a terminar viviendo”, asegura.

Fue así que realizó las giras nacionales por Estados Unidos de “Cats”, “King and I”, “Man of La Mancha”, “Damn Yankees”, “West Side Story” y “Radio City Christmas Show”. En Argentina trabajó en los musicales “Chicago”, “El Beso de la Mujer Araña”, “Cats”, “El Diluvio que Viene”, “Molly Brown”, “Calle 42″, “Broadway”, “Yo y mi Chica”, entre otros. Actualmente prepara un musical inspirado en la figura de Bob Fosse. “Yo arranqué en el taller del San Martín e instantáneamente me di cuenta que no era lo mío. Estuve un año nomás. Ya me daba cuenta que tiraba hacia el musical. Me empecé a formar más con Manual Vallejos, con Moira Chapman. Después empecé a trabajar en comedias musicales. Siempre tenía la cosa pendiente de ir a Nueva York a formarme. Parar de trabajar por un tiempo e ir a estudiar”, relata el coreógrafo y bailarín.

Pero ser maestro hoy es también una de sus actividades favoritas. Y como tal, valora ciertos aspectos fundamentales de la formación de un profesional: es un maestro de jazz que sabe mucho de clásico y que pretende bailarines con sólida preparación en este sentido, algo que, según cuenta, no encuentra demasiado en el ambiente. “Con la televisión, cambió mucho todo. Yo cuando me formé, era una esponja. Hoy es otra generación. Creo que cualquier bailarín, de cualquier estilo, tiene  que hacer mínimo tres veces por semana clases de danza clásica. Y yo, que no me dedico al ballet, lo mantengo. Sonia von Potobsky sigue siendo mi maestra de siempre.  A mí me agarró a los 18 y me sacó bueno. Era bien jazzero. Cuando me caen alumnos que no manejan su cuerpo, los mando a clásico. Es lo que te prepara, te educa para una mínima coordinación. Como coreógrafo, no hay nada más lindo que ver con técnica y que puede hacer otras cosas. Yo tomo algunas cosas de técnica, porque tienen una calidad de movimiento totalmente diferente”, explica.

Nueva York fue una escuela invaluable para él por la tradición que implica para el estilo en que se especializa: “Lo maravilloso que me pasó allá fue embeberme de todos los estilos. Obviamente unos te influencian más que otros. En mi caso, Fosse es un estilo que amo y al que me dediqué más. Claro que cuando los vas pasando por tu cuerpo, vas formando tu propio estilo. Yo siento que tengo una vida pasada en los años ’30, el jazz, Fred Astaire. Esto me transporta. Y trato de recuperar esto en mis clases, enseñar un poco el trasfondo del musical de antaño, sus orígenes. Muchas veces les digo que vamos a hacer una coreografía muy ‘Gene Kelly’, ‘Fred Astaire’ y les pregunto si saben quiénes son, pero casi siempre los chicos de ahora se me quedan mirando. Los mando a googlear urgente. Lo tienen que ver, porque la magia que tenían esos bailarines es irreproducible. Además Gene Kelly, por ejemplo, era un bailarín técnico, preciso y tenía un estilo hermoso. Formarlos en una integralidad de aspectos: eso es lo que yo siento que hago y es mi misión”, asegura Gustavo.

Theater Dance: la danza en el musical

La danza en el musical tiene una especificidad: “La función de la danza en un musical es contar una historia y siempre hay que considerar que no basta por sí sola para contarla. No se trata sólo de una linda coreografía o lindos pasos para hacer. No es ‘me luzco’, sino que bailo en función del musical que se esté haciendo y de la historia que se esté contando. Obviamente hay momentos de más libertad, como más show, un número coreográficamente más brillante en que no hace falta contar nada, pero siempre tenés que estar en función de eso que querés decir. Incluso hay veces que la danza es tan sutil que ni se nota. En ‘Eva’, con Nacha [Guevara], ella no quería que pareciera que estaban bailando. Quería contar a través de la danza, pero de forma muy sutil. Es un desafío el tema de la danza en un musical”, asegura el coreógrafo.

Broadway es una especie de sueño del más allá para cualquiera que admire la escena teatral danzada de los musicales. Transmitir esa experiencia es una parte esencial de su rol como docente. Nunca pierde de vista que está formando artistas que tienen que tener conciencia de la responsabilidad que les acomete cuando pisan un escenario, algo que él pudo aprender en Estados Unidos: “Me preguntan sobre la vida real siendo artista. El hecho de que yo haya trabajado en Broadway, es todavía emocionante para mí. Y los chicos es lo primero que me preguntan, cómo funciona todo. Y sí, todo es mecánico, perfecto y funciona, pero hay una falta de corazón que nosotros sí tenemos. De pasión. Hay una cierta frialdad. Pero que te rinden, te rinden siempre. En un ensayo, no vuela una mosca. Se trabaja al máximo. Pero después, cada uno a su casa. No existe esa cosa más nuestra de charlar, fraternizar, ir a tomar un café después del ensayo. Yo trato de trasmitir en base a lo que me pasó a mí. Yo empecé jugando y en mis primeros trabajos, era insoportable. Volvía locos al coreógrafo y al director, porque para mí era un juego. Hasta que un día me cayó la ficha de que esto era realmente lo que quería hacer, que era mi pasión. Es así que quiero que ellos, ante todo, se conecten con esa pasión y con lo que están haciendo a cada momento. Si están en un escenario, quiero que sepan la fortuna que tienen y lo mucho que deben trabajar para mantenerse ahí: hay mucha gente que quisiera estar en el lugar de ellos, sean profesionales o no. Por eso, si se que alguno de mis alumnos ya está trabajando, les doy más duro aún, porque hay gente que no valora o lo da por sentado y estar en un escenario es sagrado. Eso lo aprendí en Nueva York. Al haber tanta competencia y ser tan difícil trabajar, cuando lográs hacerlo, es verdaderamente sagrado, un privilegio. Tenés que pensar que salís y que quizás vas a inspirar en la sala y va a querer hacer eso que vos estás haciendo. Trato de transmitirles esos valores: que se lo tomen en serio y que todos los días inviertan lo mejor de su energía en este trabajo maravilloso que tienen”.

R: Has pasado por ambos lugares, el bailarín que audiciona para un parte y hoy sos el coreógrafo y director que elige: ¿qué ves como diferencia entre estos dos roles?¿Qué aconsejarías para aquellos que buscan audicionar?

GW: Ese momento es muy loco, porque estuve allí como bailarín y es una vivencia tan diferente estar del otro lado. Cuando pasás a estar del otro lado y sos el coreógrafo, es increíble ver lo expuesto que está el bailarín cuando se presenta. Como bailarín, yo no era tan conciente. Estás desnudo ahí. Y te diría que ya en la entrada y cómo se paró, te das cuenta qué pasa con esa persona. Hay una cuestión de brillo y energía que transmitís. Algunos hacemos los pasés más altos, más bajos, otros tienen piernas más altas, más bajas, pero eso después no es lo fundamental en una audición ni en el momento en que uno elige a alguien. El foco está puesto en registrar si tiene personalidad, brillo. A ningún director le interesa una maquinita de hacer pasos. Es más interesante alguien que te muestra que tiene un punto de vista cuando está bailando. Puede estar equivocado o no, pero que tengan uno. Pueden estar enojados, seduciendo, pidiendo disculpas. La idea es que busquen algo. Quizás no sea lo que el coreógrafo quiera pero cuando ves eso, decís, ‘uy qué lindo, con esta persona puedo trabajar. Puedo sacarle más cosas’. Con alguien neutro, no es lo mismo. Yo trato de hacer hincapié en eso en la clase. Llega un momento en que hay que soltar. Los pasos se aprenden, son circunstanciales”, afirma el maestro.

Los consejos de rigor para quien quiere avanzar en una carrera como esta: “Disciplina, clase de clásico todos los días, clase de jazz.  El tema del musical es complejo porque además tenés que agregar canto y actuación. Cada uno tiene su fuerte. Hay muy poca gente que brilla en las tres áreas. Igual las hay. Pero lo que yo creo es que uno tiene que formarse hasta cierto punto, enfatizando en lo que más sabe, pero cuando uno llega a un nivel de profesionalidad, tiene que formarse en aquello que más te cuesta”, enfatiza.

“No es un estudio de danza más”

Y para Gustavo esta será su primera vez en Ballet Estudio, dictando clases. Para él, se trata de una ocasión particular en su trayectoria: “Es muy especial este lugar. Siento que es una institución educativa. Tiene una historia que uno huele cuando abrís la puerta, que habla de disciplina, de la trayectoria de Olga [Ferri]… Mi gente y yo sabemos lo que ella fue y lo que significó para la danza. Es una escuela, no es un estudio de danza más”, concluye Gustavo, con una sonrisa cálida.

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