Juan Pablo Ledo: Transmitir la experiencia

Juan Pablo Ledo, Primer Bailarín en el Teatro Colón, ofrece esta semana una serie de clases especiales de invierno en Ballet Estudio. Lo principal para él como docente, que afloren las personalidades de sus alumnos. Atento casi al detalle de cada uno, se propone ayudarlos a encontrar la pasión por la danza.

miércoles, 23 de julio de 2014 | Por Maria José Lavandera

Juan Pablo Ledo no amerita demasiadas introducciones. Es uno de los bailarines argentinos más reconocidos de la actualidad en nuestro país: Primer Bailarín en el Teatro Colón y recientemente nominado a los Premios Benois de la Danse 2014, también, en plena actividad, da clases a las nuevas generaciones con la pasión y entrega que caracterizan sus interpretaciones. Son las ganas de transmitir eso que él vive en el escenario con paciencia y dedicación e inspirar a jóvenes a disfrutar de la danza y darles algunas puntas para que puedan prepararse para habitar, como él, un escenario algún día como artistas.

Y para él, dueño de palabras pausadas y pensadas, es reconfortante ofrecer su experiencia a chicos de todas las edades y también adultos: “Hace poco, en Junín, me propusieron enseñar para niños. Tenían una gran velocidad para agarrar la ‘sensación del movimiento’, algo que trato de trabajar desde la musicalidad y la creatividad en los pasos, lo cual, en última instancia, es la manera en que se hacen los pasos. Creo que los buenos maestros en una época pasada eran aquellos que te transmitían la sensación del movimiento y trato de partir de ese lugar. Marco, pero voy por la calidad del movimiento y hacer a los alumnos sentir cómo se realiza cada cosa. La idea es que todos estén con la concentración en eso. Trato de ser lo más natural posible siempre en clase. Me gusta que sea un ambiente disciplinado pero descontracturado. Hago muchos chistes desde mi lugar como maestro. Y soy muy de incentivar a los jóvenes, no sólo a mis alumnos, sino también a mis compañeros más chicos, profesionales del Colón, a continuar formándose, dándoles consejo. Todo lo que fui haciendo lo llevo conmigo y lo otorgo”, relata.

Para él, es fundamental también, no importa cuán chicos sean, dejar que fluya la personalidad de cada uno a través de las sensaciones que cada uno experimenta con sus movimientos: “En ese cómo pasan ese movimiento en sus cuerpos, me gusta que aflore la personalidad, el carácter que tiene cada uno”, cuenta este bailarín, que también es estudiante de Derecho en la Universidad de Buenos Aires.

Juan Pablo cree en lograr que cada alumno se sienta especial en clase. Foto: REVOL.

Juan Pablo cree en lograr que cada alumno se sienta especial en clase. Foto: REVOL.

Es que Juan Pablo es un bailarín “multi-tasking”: no sólo es figura en el Teatro Colón y maestro, sino que también estudia Derecho en la Universidad de Buenos Aires. Hace de todo y parece que, encima, todo bien al punto que uno termina por preguntarse cómo hace. Se ríe cuando le preguntan y dice que hoy se propone menos actividades de las que le gustaría: “Me encantaría hacer más, pero aprendí con el tiempo que hay que parar un poquito. Me cuesta regular. Doy el 100% para todo, te lo pide el cuerpo, es la manera que aprendí. Para todo soy así”. Y es este combo de conocimientos diversos, pasión y entrega que se cuela en sus clases, para lograr sacar lo mejor de cada uno de sus alumnos: “Me doy cuenta que uno tiene una esencia y va aflorando en la enseñanza, en la coreografía. Siento que así voy transmitiendo todo mi bagaje. Veo que lo que hubiera dado hoy, no lo hubiera dado un año atrás o dos atrás. Hoy busco mucho ser didáctico y pedagógico y que el chico que venga a hacer clase conmigo, sienta que está contenido, cuidado y que no se quede nunca en el fondo, que nunca sienta que uno da clase para cuatro personas. Paso uno por uno a corregir; todos saben que va a pasar el maestro y va a decirles algo. No me gusta la distancia con el alumno. Me gusta poder mostrarles cómo soy y trabajar desde el respeto. Uno tiene la misión de dirigir una clase y enseñar la disciplina que es necesaria para bailar, pero no con agresividad en lo absoluto. Y creo que una buena manera es acercarme al alumno, estar atento a todo lo que necesita y a que se sientan cómodos para que aprendan lo máximo posible desde la actitud de trabajo. Así logran focalizar en la clase, algo que me parece fundamental”.

Le preocupa, según comenta, que la concentración, la disciplina y la conciencia del esfuerzo no adopten connotaciones negativas, sino como necesarios para lograr hacer una carrera, aquellos que así lo desean, algo que en estos tiempos parece no atravesar tan habitualmente el imaginario de los más jóvenes: “Los que aman el ballet, se están desarrollando bien. Son pocos igual. Amén de que las academias han mejorado el nivel de enseñanza, siento que tampoco es suficiente, porque hoy los ritmos de vida son muy raros. Antes los chicos buscaban mucho tomar clases fuera de su escuela habitual, como podía ser la del Colón. Los estudios de danza estaban llenos de gente. Los chicos eran conscientes de que se formaban para trabajar. Hoy no están abarrotados los estudios. Cuando hay seminarios tal vez, pero depende de cuál sea el maestro convocante. Hay que retomar este estilo. Si bien el argentino tiene un don, no veo que hoy tengan ese ‘hambre alocado’ de conocimiento que yo viví con mi generación, hace diez años atrás. Hasta el día de hoy, nosotros, incluso profesionales, nos dedicamos a repetir, preguntar, ver cómo se hace el ensayo de otro. Es una pasión por querer aprender siempre más. Los bailarines que han logrado ese ritmo, han hecho carrera importante afuera o acá. Vemos que los chicos de hoy, quizás por cierto facilismo que inunda esta época, las redes sociales, la tecnología que acercó las conexiones, que también es pérdida de tiempo, fue degradando ciertos marcos de referencia. No existe esto de decirle al padre ‘no quiero ni celular ni nada, quiero que me mandes a danza’. Esto no está más, falta un poco de intensidad. Espero ayudarlos a recobrar algo de esa pasión por querer siempre más”, concluye el bailarín.

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