El vestuario para cualquier espectáculo escénico -dentro de los que se incluye la danza- tiene una fuerza escénica implacable a la hora de comunicar una escena. No se puede dejar al azar ningún detalle, además, porque el actor o actriz, el bailarín o bailarina que lo llevan debe poder ver su arte potenciado -«entrar» en el rol y moverse con comodidad-. Es más, se trata de un arte que, en los teatros clásicos más tradicionales del mundo, como en la Opéra de París -se puede ver con hermoso detalle este trabajo en el film documental «La Danse» de Frederik Wiseman(*) o en nuestro local Teatro Colón, se lleva adelante en manos de expertos que, a su interior, realizan la costura de cada lentejuela manualmente, con una dedicación, paciencia y precisión impensadas en un mundo tan veloz como el nuestro actual.

El mundo del diseño de moda, la alta costura, también se rige por los mismos valores de detalle, especialidad, precisión y artistry. Y, en algunas ocasiones, es así que la moda y las artes escénicas entran a jugar en combinación, produciendo obras visualmente exquisitas. En nuestro país, por ejemplo, el modisto Gino Bogani cumplió su sueño de realizar el vestuario para la ópera «La Cenerentola», de Rossini, en la Temporada Lírica del Teatro Colón 2012.

«Parece una muñeca. Baila como un demonio»

Sin embargo, la combinación entre la danza y la moda se traslada también a las pasarelas… y las producciones fotográficas de diseñadores de renombre. Es el caso reciente de la diseñadora británica Vivienne Westwood, quien ha iniciado un camino de colaboración con el English National Ballet, bajo la reciente dirección artística -desde septiembre de 2012- de la magnífica bailarina española Tamara Rojo, quien busca re-significar la imagen de la compañía. Con su fuerza característica, esta artista parece haber comenzado ya a endemoniar cual Carmen a Don José -en el mejor de los sentidos- al tradicional clasicismo del ballet.

La campaña de la colección primavera/verano 2013 de Westwood ha sido realizada nada menos que por el elenco de bailarines y, por lo que se puede ver, su impronta oscura y agreste desafía cualquier prejuicio respecto de las delicadas imágenes etéreas de bailarinas entre gasas y tules blancos. Entre sombras, con reminiscencias de la oscuridad psicológica de la famosa película «Cisne Negro» (2010), los bailarines, bajo la lente del fotógrafo Guy Farrow, parecen arañar sus pasiones con poses estrambóticas y miradas perdidas en escenarios en ruinas, salones de danza abandonados y lujos en decadencia. Los lemas que alertan en la web de la Compañía, mientras rotan una serie de fotos dulcemente fantasmagóricas,  dan cuenta de esta suerte de ruptura con los estereotipos del ballet: «Looks like a doll. Dances like a demon» (Parece una muñeca. Baila como un demonio) o «Pretty. Intense«, este último haciendo un juego de palabras con el significado de «pretty», que puede significar «lindo», pero también el adverbio «bastante», con lo cual quedan de manifiesto las implicancias de romper con lo «lindo», para que la danza pase a ser, mejor, «bastante intensa».

Como cuando entra aire fresco un día de mucho calor en verano. Así.

Por María José Lavandera

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Agradecemos a la Lic. María Lorena Boyd, encargada de Comunicación de la Cámara Industrial Argentina de la Indumentaria, por su colaboración en esta nota.

 

Más información:

English National Ballet: www.ballet.org.uk/

(*) En Buenos Aires, este film puede adquirirse en DVD en Disquerías Zivals (Callao 395, Esq. Corrientes – Tel.: 4371.6978 ), editado por DOCBuenosAires.