Tríptico crítico sobre las Invitaciones Remotas de Colectivo Micro

Un nuevo encuentro de escritura colectiva en que se desgranan las voces de los cuerpos.

sábado, 02 de septiembre de 2017 |

Tríptico Crítico
Por el Grupo de los sábados
Escritoras: Majo Rubin, Julieta Ciochi, Guadalupe Meló
Concepto y curaduría general: Claudia Groesman

Inspirado en la Conferencia performática «Invitaciones remotas» del Colectivo Micro, llevadas a cabo últimamentre el 27 y el 30 de septiembre en Café Müller.

Escritura a seis manos

El colectivo Micro nos generó algunas preguntas: ¿cuál es el lugar de la oralidad en la conferencia?¿hay un pensamiento del cuerpo o una relación mimética entre lo que se dice y lo que se hace? ¿qué sentidos apuntan lo remoto, qué patrones lo circunscriben? ¿es posible librar lo remoto al azar?
Decidimos contagiar nuestra escritura de dos elementos claves de la conferencia: la continuidad y la cita. El continuum se nos reveló como una escritura del cuerpo, sin el ojo de la razón. Ciertos autores nos dieron pistas de cómo el lugar del cuerpo (si lo hubiera) no pide señalizaciones, acontece: se desparrama, se vuelve táctil, sonoro. Se descubre en los detalles, en la conquista de una inmovilidad por pura atención, en la posibilidad de hilar lo separado, de esparcir lo compacto, en el entrecruzamiento de experiencias que desbordan el lenguaje, en la omisión de palabras que explicitan y rotulan el cuerpo. Esta vez los textos no llevan títulos, son “islotes” o fragmentos que componen un mapa de conexiones invisibles.

 

 

 

 

Dije. Antes. Antes de decir. Antes de esto no dije nada. No dije, antes, nada de esto. Dije, antes de esto, que decir nada no es. Decir decir es decir nada, decir nada es decir. Decir dije es distinto, es decir joya, decir recuerdo, decir regalo. Dije joya, recuerdo y regalo. Dije y. No decir es decir mucho, dije. Dije no. Antes dije antes, decir antes es decir atrás, decir acá, decir después. Después dije después. Recién ahora digo, pero ya fue antes y ahora es después.

La puerta de la alacena se abre, suenan las tazas, asciende una llamarada y el agua burbujea, se escapa floreciente y se impregna en la pintura que algún día se empieza a inflar y burbujea también. Llega la lija que descama y levanta polvo y los pelitos de los brazos, que bajan pronto, pero el polvo flota para siempre entre las cucharas. Llega el pincel que nada sabe del fuego y el agua que siguen ascendiendo y cura la pared con caricias húmedas. Las marcas de las botas que se llevan la lija y el pincel traen a la escoba que rasca de costado y al lampazo que dibuja serpientes brillantes en el piso de la cocina, con tanto entusiasmo que moja un poco la madera del living que se acerca al umbral y que se hincha apenas cada día y que trae a una palanca que saca una tabla y luego otra para volverlas a poner. Los ojos no lo notan pero la zapatilla ve que las tablas están distintas, un poco más altas y pegajosas que las vecinas y evita pasar por ahí, esquiva ese lugar con una pisada en un ángulo que el ojo no vería diferente pero que el tobillo escucha porque está muy cerca y la torsión le hace cosquillas y un pequeño líquido que burbujea se aloja allí para nunca doler ni inflamarse pero sí vibrar como los pulmones con polvo de pared, que también está en las cucharas que mezclan la miel en el té y llega al estómago.La puerta de la alacena se abre, suenan las tazas, asciende una llamarada y el agua burbujea, se escapa floreciente y se impregna en la pintura que algún día se empieza a inflar y burbujea también y fuerza un suspiro de hastío que libera de los pulmones el polvo que vuelve a flotar.
Dije alacena (a)(la)(cena), dice. Luego digo. Lija, dije. Decir pincel, decir esquiva, decir(me). Decir me dice, esquiva dicha. (Digo, luego digo). Decir descama. Dijo ojo. Ojos-dijes. Brillante tobillo, cosquilla, zapatilla. Decir libera líquido (liquida), rasca, abre. Escucha vibra, marca distintas, caricia. (A)caricia decía, allá. Escapa escucha, esquiva (umbral), evita. ( ) Marca esquiva del umbral de sí.

 

 

 

 

Veo un caramelo media hora y a mi tío abuelo Toto. Un único recuerdo con él, aquel verano en Villa Gesell. Aroma a sol en la piel, sombrilla impoluta del tío Willy. Concurso de figuras de arena donde ganamos el primer premio, una Sprite helada para tomar en el balneario. Toto, el único en la familia que editó un libro, un policial que leí en el porche de mi casa. Adolescencia incomprendida con libros y música. Soledad. Ropa holgada por la transformación repentina del cuerpo. Madre saliendo a trabajar por la crisis económica y yo saludándola hasta que se pierde de vista desde el porche de mi casa.

Territorio desolado. La formación se detiene. Todo se apaga pero la inquietud se despierta. Mi compañero de asiento se impacienta, comienza a moverse y a murmurar gravemente frases inaudibles. La señora que viaja de pie aprovecha el desconcierto y casi deportivamente empieza a quejarse: “Es increíble como juegan con el tiempo de uno. ¿No es suficiente ya, que viajamos como animales? ¡Peor que las vacas!”. Nadie responde. La voz contundente del hombre que estaba sentado en el piso al final del vagón sorprende a la señora, la interrumpe en su discurso: “Si tanto le molesta, se hubiese tomado un remise…” Ella sólo responde con un movimiento de cabeza, un poco ofendida, un poco negada. Después de unos segundos, decide seguir comiendo unos bizcochos de grasa que escondía cuidadosamente en su bolsa. El muchacho que está de pie cerca de la puerta busca de cómplice al hombre que tiene enfrente, quiere validar su idea: “Yo no entiendo por qué no deciden matarse de otra manera, ¡que egoístas! ¿No se dan cuenta que así joden a miles de trabajadores? ¡Decime qué necesidad hay!” El cuerpo del hombre que lo escucha se llena de un hormigueo interior, hurga velozmente en su bolso, hasta encontrar su celular y se dispone a buscar, con la cámara lista para el sado-registro, algún vestigio del cuerpo fatal.Sentada en la tercera fila del tren contra la ventana, pienso y me sorprendo de cómo, hasta el lugar más rutinario,de pronto se vuelve impredecible. Varios se contagian de la búsqueda, salvo la señora de rulos quien, se nota clarísimo, muere de ganas de sumarse al espionaje pero se reprime, y agarra fuerte su cartera. No es ninguna sonsa. Gracias al noticiero, está al tanto de la ola de robos de celulares en los últimos días.

Todo nace en su mirada, es desde ahí que se expande y construye una nueva manera de estar. No me suelta en ningún momento y yo no puedo más que entregar primero mis ojos, y después toda mi atención. Entonces, desde sus intensos cuencos azabaches recorre su propio universo, segura, tranquila, degustando cada momento. Se deja sorprender por su acción. La música es su aliada. Con las manos dibuja como si estuviese moviendo agua, o enhebrando hilos de oro y seda. Avanza y deja una estela de presencia… De pronto es enorme y sabia, capaz de crear en el instante un mundo propio. Sin embargo, parece que le pertenece desde siempre. Estoy absorta en ella, no puedo hacer más que dejarme llevar por su viaje, casi inmóvil. Me siento diminuta. Permanezco así, para que me siga sucediendo.

 

 

 

 

La literatura es siempre autobiográfica, incluso cuando se usa la imaginación. La imaginación no es, como lo sugiere la etimología, la facultad de formar imágenes de la realidad; es la facultad de formar imágenes que sobrepasan la realidad. Allí, donde el lenguaje sobrepasa la realidad, donde me hiere o me seduce, yace todo mi interés. Hay una vida afectiva del verbo donde éste sedecanta pasando del sonido natural al puro sonido del sentimiento. El texto tiene una forma humana: ¿Es una figura, un anagrama del cuerpo? Sí, pero de nuestro cuerpo erótico. El placer del texto es ese momento en que mi cuerpo comienza a seguir sus propias ideas, ya que éste no tiene las mismas ideas que yo. La palabra puede ser erótica si se repite hasta el cansancio o si es inesperada, suculenta por su novedad. Lo que busca (en una perspectiva de goce) son los incidentes pulsionales, el lenguaje tapizado de piel, donde se pudiese escuchar el tono de la garganta, una estereofonía de la carne profunda, la articulación del cuerpo. Cabe destacar que hay similitudes flagrantes, o incluso equivalencias e intercambios, entre los sistemas de efusión erótica y religiosa, nada en el erotismo es exterior al terreno de la religión. El conocimiento del erotismo, o de la religión, requiere una experiencia personal, igual y contradictoria, de lo prohibido y de la transgresión, que puede volverse literatura.

Llena eres de gracia,
Entre todas las mujeres
Y bendito es el órgano
Que te cubre, infantil.
Ruega por nosotros, pecadores,
Ahora y en la hora de nuestra muerte.
Muéstranos el camino
Que dibujan tus venas
Y la continuidad de tu piel.
Pura,
Piel de tus yemas,
De tus párpados y tu lengua,
La piel fina de la punta.
Piel del pezón,
Devenir de las pieles.
Embriáganos con tu desnudez,
Con tu hálito perfumado,
Tus olas,
Que se ofrecen
Como la realización de un sueño.
Ante ti, refugiados en la esperanza
De ver tu sexo
En la cumbre del firmamento,
Su origen, sus pliegues y su fin.
Gloria a tu carne florecida.
Permítenos beberte,
Chorrea.
Tú, señora del lenguaje fluido
Y rostro laxo,
Concédenos tus zonas
Rebosantes en blancura.
La gracia,
Bombacha toda blanda.
Fervientemente, te lo pedimos.
Amén.