Acción Iceberg: el inicio de una reflexión

Un grupo de artistas desarrolló este año una acción performática en las redes sociales que llevó a reflexionar sobre el terreno simbólico, así como material e institucional de la danza contemporánea en el ámbito oficial.

lunes, 19 de octubre de 2015 |

Por Majo Rubin y Majo Lavandera

El cartel en la fotografía se pregunta: “¿Cuándo vuelve la danza independiente a la programación del Complejo Teatral BA?”. Así, empiezan a aparecer varias fotos más. Varias preguntas. Contundentes, por cierto. Es que en junio de este año, una voz comenzó a alzarse frente al Complejo Teatral de Buenos Aires, uno de cuyos estandartes más importantes es el Teatro San Martín. Una voz que, a modo de performance[1] virtual, se hizo escuchar en las redes sociales por primera vez para visibilizar lo que sus enunciadores consideran una problemática en la comunidad de la danza local, cada vez más organizada y con instancias de participación plural que ya son constitutivas de su funcionamiento. Un testimonio más de que una nueva generación de artistas de la danza ha decidido preguntarse por los lugares comunes y naturalizados de su práctica artística.

Hablamos en esta ocasión de Acción Iceberg, colectivo creado por un grupo de coreógrafos y bailarines argentinos. Esta iniciativa surge en el contexto de otras intervenciones públicas que comenzaron a llevarse a cabo en los últimos años. Por un lado, los reclamos y propuestas nacidos ante la escasa presencia de danza en la programación del FIBA en 2013, derivados en la configuración del Foro Danza en Acción, que hoy se plantea como “un espacio para reflexionar y mejorar las políticas culturales públicas para la danza contemporánea en la ciudad de Buenos Aires y Argentina” y del cual Acción Iceberg se desprende. Esta fue la piedra de toque de un in-crescendo reivindicatorio que movilizó la dimensión política de la actividad dancística nacional actual; le siguieron la renovada presentación de la Ley Nacional de Danza el día 29/04 de 2015, los avances en la conformación del Sindicato para Bailarines, la puja por una Jubilación para Cuerpos Estables. Y si bien el Complejo Teatral de Buenos Aires es hoy el tema que los convoca en la punta del iceberg, las premisas que operan como base de sus planteamientos se introducen en aguas mucho más profundas.

El pasado 22 de agosto de 2015 tuvo lugar una asamblea extraordinaria de Acción Iceberg en el marco del Foro Danza en Acción, en la que se debatió sobre la situación de la danza contemporánea en el complejo teatral, cuyas problemáticas actuales tienen raigambres históricas.

El encuentro cerró con la firma de una carta dirigida a las futuras autoridades de la jefatura de gobierno de la ciudad de Buenos Aires, en la que se replican las problemáticas y propuestas planteadas en el petitorio de firmas creado en la plataforma Change.org, que ya supera el millar de adeptos.

Tres ejes estructuran ambas acciones: la programación de danza contemporánea en el Complejo Teatral San Martín, los criterios y mecanismos de selección de los cargos directivos de su ballet y las condiciones del taller de danza.

UN

La primera propuesta del petitorio busca paliar lo que, en una de sus publicaciones en redes sociales, se describe como “un acceso bloqueado a este gran centro de producción y creación”. Acción Iceberg enfatiza en la falta de instancias de participación alternativas al ballet oficial para creadores independientes, como fueron los ciclos Contemporánea x 3 y Contemporánea x 6, que se desarrollaron en el Teatro Alvear en 2004 y 2005, respectivamente. Esto, indican, resulta en una compleja red de consecuencias. Además de representar un perjuicio “para el desarrollo del sector y su profesionalización”, implica que el Teatro San Martín –el único de los cinco teatros del complejo que alberga una cartelera de danza contemporánea– no funciona como una instancia de legitimación de nuevos talentos en los ámbitos de la dirección y la composición de obras. En cambio, reproduce endémicamente tendencias que excluyen la realidad de la danza contemporánea que se desarrolla por fuera de sus muros. Así, el perjuicio es doble: de un lado, la danza por siempre independiente, queda apartada de esta vía para crear y producir obras en un marco institucional, en salas con características diferentes de los espacios under (más pequeños y menos equipados), que abran sus horizontes a nuevas experiencias y les permitan, por el mérito de su trabajo, acceder también a otros públicos. Del otro lado, esos públicos, que financian los recursos del San Martín y que, por lo tanto, tienen derecho a un panorama más amplio, plural y representativo de lo que es hoy la danza contemporánea en la ciudad, quedan impedidos de presenciar obras de nuevos creadores dentro del complejo.

DOS

El segundo punto de la propuesta de Acción Iceberg se relaciona con la renovación de los cargos directivos del ballet que, desde su fundación en 1977, vivió siete gestiones: seis repartidas entre sus primeros 17 años de vida, y una sola en los siguientes 16. Sin instancias institucionales de concurso, la designación y continuidad de la dirección artística queda librada a la voluntad del Ministerio de Cultura. Así, las gestiones por periodos no establecidos administrativamente pueden culminar de un día para el otro o perpetuarse, lo cual no es justo ni para quien está contratado efectivamente ni para quienes pudieran o quisieran aspirar a alguno de esos cargos. Este tipo de mecanismos de renovación y selección son muy importantes para cualquier institución que esté administrada con fondos públicos y que, además, como en este caso, es emblemática para la danza contemporánea de la región.

TRES

El Taller de Danza Contemporánea es la tercera pata de esta propuesta, que analiza su situación desde varios frentes. A nivel edilicio, el segundo subsuelo de la galería San Nicolás abunda en carencias. Compuesto por una única sala interrumpida por tres columnas, el espacio está disponible para sus alumnos en franjas horarias según la instancia de su formación: primer año por la mañana, segundo por la tarde, tercero por la noche. Cualquier intención de ampliar las actividades del taller está vedada por sus límites espaciales: una clase adicional o un ensayo en paralelo a las lecciones ya programadas resultarían imposibles. Asimismo, desde Acción Iceberg se cuestiona que la propuesta pedagógica del Taller se ciñe a la estética cultivada por el ballet del teatro y que deja de lado, en cambio, la diversidad de tendencias estéticas actuales de la escena contemporánea.

Finalmente, el colectivo critica que los docentes sean convocados de forma directa y su permanencia en el cargo esté sujeta a la continuidad de la convocatoria extendida por las autoridades, sin la mediación de un concurso de mérito como es norma en las instituciones educativas públicas. Esto también tiene su raíz en las condiciones institucionales de su funcionamiento: el Taller forma parte del Complejo Teatral de la Ciudad de Buenos Aires, que depende del Ministerio de Cultura y pese a su importancia y al valor de su certificado de egreso, reconocido en toda Latinoamérica, no tiene estatuto de escuela ni depende del Ministerio de Educación, y, por lo tanto, no tiene obligación de responder a las reglamentaciones propias de una institución educativa.

ENCORE

Aunque no llegó al petitorio, Acción Iceberg también enfatizó, en sus publicaciones para redes sociales, la importancia de algunas reivindicaciones laborales: la precarización de los trabajadores que forman parte del teatro en las instancias del ballet tanto como en las del taller también son tema de sus debates. Las condiciones laborales inestables, con puestos regidos por contratos de seis meses, no favorecen una atmósfera propicia para exigir mejoras en su condición. Vale recordar en este punto cómo nació la Compañía Nacional de Danza Contemporánea: un grupo de bailarines del Ballet del Teatro San Martín fue desvinculado luego de reclamar el cumplimiento de sus derechos laborales y decidió armar un espacio de creación propia que desembocó en la creación de esa compañía.

Una perspectiva

Vale destacar que el funcionamiento del Foro de Danza en Acción como agrupación es plural y apunta a la reflexión conjunta. Opera con debates públicos que dan lugar a la disidencia y, por lo tanto, permiten construir un discurso unificado, fortalecido por el consenso de un grupo que puede albergar opiniones encontradas pero que parte de un interés común: la mejora de las condiciones de la danza como práctica cultural y social.

Es a través de la reflexión sobre las propias prácticas que han podido darse el espacio para diagnosticar, más allá de las circunstancias puntuales, un estado general que no se reduce a un problema edilicio o a una tendencia estilística, sino que involucra una lógica de funcionamiento discrecional apoyada en la ausencia de reglas claras que permitan asegurar la profesionalización del campo y, en el ámbito oficial, la posibilidad de trabajos estables y cargos renovables según criterios especializados que sean propios del ámbito de la danza.

Sobre ese diagnóstico extienden propuestas y llevan a cabo acciones orientadas a la socialización de las problemáticas planteadas y con intención de contribuir a su resolución. Lo hacen, no con la mirada fija en un solo caso o con un corte sincrónico de las circunstancias, sino conscientes de que existe un proceso histórico hacia atrás y hacia adelante y de que sus acciones son apenas un paso más dentro de un cambio que debe involucrar múltiples actores para lograr el desarrollo de políticas culturales atentas a las necesidades actuales de las prácticas artísticas.

Su reivindicación del Complejo Teatral de Buenos Aires como un espacio institucional con recursos a cuyo acceso la comunidad de la danza tiene derecho es, cuanto menos, atendible. El Ballet de Danza Contemporánea del Teatro Municipal General San Martín fue la primera –y, durante varias décadas, la única– compañía oficial de danza contemporánea de la Argentina. Desde 1977, junto al Taller, ha formado técnica y profesionalmente a generaciones de bailarines. Muchos de ellos dieron vida a las obras del ballet, se nutrieron de su estética clasicista y del entrenamiento sólido y meticuloso que las sostiene. Tantísimos otros egresaron del taller y crearon sus propias obras o interpretaron las creaciones de otros coreógrafos que dan forma a la frondosa escena de la danza contemporánea actual, compuesta por compañías y obras que circulan en el ámbito del under y se construyen como independientes.

En este sentido, no es su propósito desviar la vista hacia nombres propios, ya que ello se apartaría del foco del reclamo. El cuestionamiento no focaliza en quién ocupa uno u otro cargo directivo, sino en cómo es elegido y en qué condiciones administrativas se enmarca la gestión. Acción Iceberg, de este modo, no sólo se plantea una lucha institucional/material, sino que avanza en un terreno simbólico: disputa el concepto de “contemporaneidad” al arte dancístico desarrollado en el ámbito oficial. Y no a cualquier ámbito oficial, sino al ícono de la danza contemporánea local. Ello ameritaría de una reflexión sostenida en el tiempo para que la punta del iceberg sea solo el inicio de este camino. Vale la pena dar el debate.

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[1] Dada la multiplicidad inherente al término performance, nos gustaría aclarar a lo que nos referimos: entendemos su accionar como performance en términos de lo que Diana Taylor (“Hacia una definición de la performance”, Diana Taylor, NYU) define tanto como “actos vitales de transferencia, transmitiendo saber social, memoria, y sentido de identidad a través de acciones reiteradas”, así como también “una lente metodológica” que permite analizar ciertos eventos sociales que se están escenificando en pos de un acto de resistencia y desnaturalización.