Alvin Ailey: energía, carisma e intensidad

Por Estefanía Lisi y María José Lavandera Una combinación de ansiedad y admiración se gestaba en el hall de entrada del histórico Teatro Coliseo de la Ciudad de Buenos Aires, donde a las nueve en punto de la noche comenzó el esperado retorno a los escenarios porteños de la compañía de Alvin Ailey. Su director, […]

domingo, 29 de septiembre de 2013 |

Por Estefanía Lisi y María José Lavandera

Una combinación de ansiedad y admiración se gestaba en el hall de entrada del histórico Teatro Coliseo de la Ciudad de Buenos Aires, donde a las nueve en punto de la noche comenzó el esperado retorno a los escenarios porteños de la compañía de Alvin Ailey. Su director, el magnífico Robert Battle, habló con REVOL hace unos días, anticipando algunas de las maravillas que veríamos en esta memorable cita.

El jueves 26 de septiembre fuimos testigos del espectáculo del programa B que ofreció esta prestigiosa compañía, en un auditorio colmado y expectante. En su debut se destacó la fuerza, energía e increíble carisma de los bailarines, que llevaron a cabo cuatro trabajos icónicos en la historia del equipo, desde su creación en 1958, muy distintos en su contenido, aunque bastante similares en lo que respecta a las temáticas y los abordajes musicales: “From Before” (de Garth Fagan), “Strange Humors” (de Robert Battle), “Minus 16” (de Ohad Naharin) y “Revelations”, la gran creación del fundador de la compañía, Alvin Ailey. En general, los intérpretes varones resaltaron en un escenario que les quedó algo pequeño en más de un aspecto, y las bailarinas se destacaron principalmente por su elegancia y prolijidad.

Las obras

“From Before”

Fue deleitante la belleza y armonía de este cuadro, en el que la fisonomía muscular se torna protagonista gracias a los coloridos y brillantes trajes pegados al cuerpo. La coreografía, a cargo de Garth Fagan, ganador del premio Tony por su trabajo para el musical El Rey León, dio cuenta de una atmósfera alegre y relajada. Se trata de una obra que recupera ritmos africanos, en el marco de un jazz movedizo, sostenido en instrumentos de percusión. Su compositor es Ralph MacDonald. Esta obra resultó ser el perfecto comienzo para romper el hielo: generó de inmediato un clima de empatía en el teatro.

La pieza, desarrollada a través de diversos encuentros de parejas y dinámicas de grupo, goza de cierta reminiscencia tribal: invitó a movimientos percusivos y constantes –primaron los pequeños golpes con el torso y la cabeza, y los meneos cortantes de cadera hacia adelante y atrás, evidentes pero sutiles-, siempre prolijamente ejecutados. Las sonrisas constantes en cada traslado desde una bambalina hacia la otra fueron un elemento de disfrute contagioso para el público.

"From Before", de Garth Fagan. El estreno de la obra marca la primera vez que la puesta se presenta en una compañía distinta de la Garth Fagan Dance. Este coreógrafo fue ganador de un Tony por su trabajo en "El Rey León". Foto: Paul Kolnik.

«From Before», de Garth Fagan. El estreno de la obra marca la primera vez que la puesta se presenta en una compañía distinta de la Garth Fagan Dance. Este coreógrafo fue ganador de un Tony por su trabajo en «El Rey León». Foto: Paul Kolnik.

Strange Humors

“Strange Humors” dio un giro en la impronta respecto de la obra anterior. Esta pieza involucra un dúo masculino, que requiere de aceitadas habilidades atléticas, y se desarrolla al ritmo de una pieza de John Mackey, basada en una sugestiva combinación musical de violines y tambores africanos.

La coreografía aprovecha al máximo las destrezas de los bailarines –brillantemente entrenados-, que salen a escena con pantalón y torso desnudo. Esta obra aprovecha ese “algo” de una fuerza monstruosa que tienen los artistas masculinos de esta compañía: la potencia de su carisma se transforma en un fuego de una vehemencia arrolladora en esta pieza, que resulta en una suerte de homenaje a aquella triste historia de esclavitud que sus antepasados sufrieron. Es así que un dolor centenario se hace presente en la coreografía: despliega movimientos de choque, vigorosos, cortantes, de apertura y contracción impetuosa, saltos fuertes, caídas contundentes hacia un cuerpo encriptado en el suelo, y un insistente uso de “cabezazos” al aire. Conmovedora, con una sensibilidad caliente que se despelleja en esos cuerpos bellos y sufrientes, esta pieza deja también sin aliento al espectador por la dificultad técnica de algunos pasos. Asimismo, se distinguen algunos movimientos que parecen propios de la técnica del capoeira, así como de danzas urbanas, como el hip hop.

Con una temática y composición mucho más complejas que la simpática “From Before”, el título de este trabajo – en castellano, “Humores extraños”- se corresponde perfectamente con la obra, que abunda en reacciones inesperadas. Robert Battle se inspiró en un texto de Maya Angelou para crearla, quien dice: “Cuando pienso en la muerte, y en los últimos tiempos la idea ha llegado con una frecuencia alarmante, me siento en paz con la idea de que algún día amanecerá y yo ya no estaré entre los que viven en este valle de humores extraños“.

Foto: Gentileza T4F

Foto: Gentileza T4F

 “Minus 16

Luego del impacto de aquellos “extraños humores”, las luces se encendieron. Era momento de un intervalo. Sin embargo, pocos momentos después, uno de los bailarines, vestido elegantemente de traje, recortaba el escenario, al que habían quitado las bambalinas y se abría deliciosamente despojado, y esperaba que el público lo notara. Al advertir su presencia, el silencio volvió a cernirse en el Coliseo, al tiempo que, con un carisma y una gracia sorprendentes, deleitó con una improvisación -también muy actuada-, al ritmo de algunos jazz y mambos varios a un volumen muy bajo, casi en tono de acompañamiento ambiental. El resto de la compañía se sumó luego en el mismo tono jocoso. Se trató de la primera etapa de “Minus 16”, del coreógrafo israelí Ohad Naharin, que consta de una suerte de popurrí de improvisaciones de distintos estilos. Esta pieza de Naharin se funda en su método “Gaga”, que él mismo desarrolló. Persigue la fluidez del movimiento, a partir de una serie de conceptos -palabras- que implican distintas formas de iniciar y continuar, sin cortes, dicho movimiento.

El segundo bloque está abrazado por un contexto muy diferente al anterior, y que sitúa a todos los intérpretes sentados en sillas, formando un semicírculo a lo largo de todo el escenario. Aún con los trajes puestos, emergió otra idea. Comienza el segmento con una sentencia relatada en inglés en contra del lujo y el consumismo. Inmediatamente, una secuencia coreográfica se repite, al son de una canción israelí. Los intérpretes se van deshaciendo, por tandas, de la ropa que los contiene, en un intento de liberación y lucha: espaldas flexibles, torsos que se inclinan, enojados, hacia adelante, mientras permanecen sentados, y, de pronto, una explosión de entrega, suplé atrás, pechos abiertos al cielo, contundencia que deviene luego en despojo. Todos, salvo un hombre que no logra imitar a sus compañeros –simplemente cae, acongojado, pequeño, retraído, de su silla al piso, no se quita ninguna prenda- y nos cuenta una historia distinta. El resto va quedando en ropa interior gris.

El despojo de "Minus 16". Foto: Gentileza T4F.

El despojo de «Minus 16». Foto: Gentileza T4F.

Ya desvestidas, seis mujeres se adaptan a un nuevo tono musical y presentan una coreografía más suave, pasando por distintas posiciones, que combinan movimientos de técnica clásica y otros más laxos y relajados. Continúa el cuadro una pareja en un adagio muy sentido y en el que, por primera vez desde que comenzó el espectáculo, se observó la relación entre un hombre y una mujer, dominados por la pasión y la sensualidad.

Finalizado este acto y luego de otro breve intervalo, sucedió un aporte inesperado. Los bailarines salieron a la platea a reclutar compañeros de baile entre el público para hacerlos subir al escenario. El resultado fue una danza de parejas desplegadas en perfecta armonía, en la que nuevamente primó la improvisación, y, lejos de ser un cuadro desordenado, pareció estar perfectamente orquestado. La inclusión de gente mayor, principalmente mujeres, a bailar con los magníficos integrantes de la compañía fue una experiencia intrépida y explosiva, que en ningún momento cayó en la parodia. El quiebre del espacio escénico se llevó a cabo a través de una grata –y artística- apuesta, que convirtió el escenario en una pista de baile, en donde no faltaron el goce, algo de erotismo y la excelencia.

La gente baila con los intérpretes en el escenario. Foto: Gentileza T4F

La gente baila con los intérpretes en el escenario. Foto: Gentileza T4F

Revelations

La mítica obra maestra de Alvin Ailey fue la elegida para cerrar una noche verdaderamente mágica. Implica una serie de cuadros con música religiosa afroamericana (spirituals), basados en un trabajo mucho más clásico dentro de la danza contemporánea y que remiten, en cuanto a temática, a un Estados Unidos sureño de comienzos del siglo XX, en que la esclavitud tenía plena vigencia y legitimidad. Cada escena representa un clima diferente en relación a ello: en el comienzo, un grupo vestido con trajes lánguidos y neutros, se yergue en alas ficticias, que se lamentan y se encomiendan al cielo en pos de su liberación. Son cuerpos despojados, que parecen desarmados de identidad, y se pliegan a un letargo angustiante. Luego, un cuadro intermedio, vestidos de blanco, los intérpretes parecen estar en camino a un momento nuevo. Finalmente, estalla un domingo de festejo, pleno de vestidos amarillos, movimientos eléctricos y felizmente gritones, una oda al encuentro y la vitalidad.

"Revelations", una oda a la libertad. Foto: Nan Melville en alvinailey.org

«Revelations», una oda a la libertad. Foto: Nan Melville en alvinailey.org

Las letras de las canciones, de estilo gospel, que enmarcan esta obra, vuelven, de hecho, constantemente sobre el tópico libertad-esclavitud, al tiempo que involucran momentos de liberación espiritual, a través de la adoración de Dios y de la religión católica, expresando un deseo de salvación mediante la fe. Las coreografías se caracterizan por estar montadas de forma lírica, es decir, representando fielmente las letras de los temas.

No pudimos evitar establecer una relación entre la explícita temática y la época de su estreno, lo cual nos hace pensarla casi como una provocación en el contexto de aquel Estados Unidos de los años 60, cuando el país vivía el auge de la lucha por la igualdad de derechos civiles para la comunidad negra. La escenografía y el vestuario tienen una presencia esencial en relación a la puesta en acto de la obra para retratar el momento histórico al que remite.

Fueron, sin duda, dos horas de embelesamiento y alegría. Cuando el espectáculo arribó a su fin, luego incluso de un bis que supieron regalar a su público a fuerza de la ovación estruendosa que les ofrecieron, recorrían el aire las ganas de ver y de sentir un poco más. Es que si una seña particular tienen estos bailarines es su simpatía, estilo y fuerza, que conjuga un magnetismo inédito y hace que la compañía de Alvin Ailey se destaque tan especialmente en los escenarios de todo el mundo.

CUÁNDO Y DÓNDE

Última función: 29 de de septiembre – 16 horas (Programa A)

Teatro Coliseo M.T de Alvear 1125 – TEL: 4814-3056 – Entradas a la venta en www.ticketek.com.ar, llamando al 5237-7200 y en sus puntos de venta.