Teatro Colón: Un lago eterno

Por Melina Sólimo (Tw: @melinasolimo) y María José Lavandera (@majolavandera) Con una historia famosa y ovacionada, el pasado 28 de diciembre «El lago de los cisnes«, cuya célebre partitura fue compuesta por Tchikovsky, despidió al 2013 en el Teatro Colón. Un argumento atrapante, una coreografía inolvidable y un final tan dramático como romántico, son los […]

miércoles, 01 de enero de 2014 |

Por Melina Sólimo (Tw: @melinasolimo) y María José Lavandera (@majolavandera)

Con una historia famosa y ovacionada, el pasado 28 de diciembre «El lago de los cisnes«, cuya célebre partitura fue compuesta por Tchikovsky, despidió al 2013 en el Teatro Colón. Un argumento atrapante, una coreografía inolvidable y un final tan dramático como romántico, son los elementos que lo convirtieron en uno de los ballets más reconocidos del mundo. En su novena y última función, el Teatro Colón encantó al público que colmó en pleno sus butacas, desde la platea al paraíso.

Inspirados en la coreografía de Peter Wright y Galina Samsova, basada en aquellas trabajadas por Lev Ivanov y Marius Petipa, los repositores Desmond Kelly y Denis Bonner, del Ballet de Birmingham, trabajaron con el Ballet Estable del Colón en una puesta más sencilla que la original, pero igualmente encantadora.

A poco de cumplir ciento cincuenta años de vida, la primera presentación de «El lago de los cisnes» en cuatro actos tuvo lugar en el Teatro Bolshoi de Moscú, el 4 de marzo de 1877. Sin embargo, el ballet no pierde su vigencia y la historia de Odette y el Príncipe Sigfrido, interpretados por Carla Vincelli y Federico Fernández, logró encandilar a los espectadores en su función despedida de esta temporada.

Carla Vincelli, como Odette-Odile, y el Príncipe Sigfrido, en un muy buen desempeño para "El Lago de los Cisnes" en el Teatro Colón. Foto: Arnaldo Colombaroli,

Carla Vincelli, como Odette-Odile, y el Príncipe Sigfrido, en un muy buen desempeño para «El Lago de los Cisnes» en el Teatro Colón. Foto: Arnaldo Colombaroli,

Es uno de los ballets de repertorio más extensos –en esta ocasión, con dos intervalos de 15 minutos, la función duró casi tres horas– y más exigentes a nivel técnico, requerido de un estilo depurado, sostenido en la elegancia, emocionalidad y exactitud en los movimientos. Figuras en attitude, arabesque y penché, así como el mantenimiento de balance, son la regla casi constante, así como el virtuosismo de las piruettes. Las bailarinas que asumen el rol de Odette-Odile habitualmente usan hasta tres pares de zapatillas de punta por función y suelen asegurar que la demanda física y emocional que les solicita la interpretación es especialmente intensa.

Dueño de un “physique du rol” exacto para su personaje, el Primer Bailarín brilló en el papel del príncipe, con la firmeza que caracteriza sus saltos y giros. Su compañera estuvo a la altura del exigente rol de Odette-Odile y fue ovacionada en el tradicional Pas de deux del Cisne Negro al realizar, de manera perfecta, los dinámicos treinta y dos round de jambe fouettés (giros sobre una pierna, impulsándose con la otra) que, hasta el presente, son el patrón usado por el público para medir el virtuosismo de la bailarina.

La variación del Cisne Negro fue uno de los puntos fuertes de la presentación. Foto: Máximo Parpagnoli.

La variación del Cisne Negro fue uno de los puntos fuertes de la presentación. Foto: Máximo Parpagnoli.

Vale la pena referirse a la interpretación actoral de Vagram Ambartsoumian, quien se puso en la piel de Von Rothbart, el hechicero del cuento, con una gran expresividad. También se destacaron entre el cuerpo de baile Natalia Pelayo y Paula Cassano, quienes mostraron una gran calidad técnica y escénica. También Maximiliano Iglesias, como Benno, el amigo del Príncipe, otorgó un despliegue de vigor en variaciones muy energéticas, especialmente en el Acto I y en el Acto III, momentos que representan veladas en palacio para que su amigo elija novia.

Es de destacar también la bella interpretación de todo el ballet estable: los cisnes lograron, en términos de carácter, la languidez y evanescencia que ameritan estos espíritus femeninos encerrados en un hechizo maléfico y, como cuerpo, la amalgama y sincronización que caracteriza esta obra. Asimismo, los brazos, un elemento fundamental en la construcción de los cisnes con sus movimientos ondulantes terminados en manos estrechas y suaves, fue otro punto hermosamente saldado por las bailarinas.

El Ballet Estable, en una interpretación ajustada y bella. Foto: Arnaldo Colombaroli.

El Ballet Estable, en una interpretación ajustada y bella. Foto: Arnaldo Colombaroli.

Un punto bien alto en el II Acto fue el exigente y famoso Pas de Quattre de los cisnes, uno de los pasajes de grupo técnicamente más complejos de este ballet. Cuatro bailarinas, tomadas de las manos, deben mantener una sincronicidad perfecta entre ellas, mientras ejecutan una serie de pequeños pasos a velocidad, lo cual requiere precisión y limpieza para que se vea armonioso. Y no sólo se trata de la danza a cargo de las piernas, sino que la cabeza, al son de la música y de una sucesión de emboîté, échappé y passe, va adoptando diversas direcciones. Candela Rodríguez Echenique, Macarena Giménez, Luciana Barrirero y Emilia Peredo Aguirre estuvieron impecables y, vale decirlo, fueron motivo de asombro en la platea.

Asimismo, es en el II Acto que Odette y Sigfrido se encuentran y bailan en medio del transcurrir del grupo de cisnes impávidos que parecen ausentes frente a la exuberancia de ese halo de vida que representa el amor de la pareja. Ellos, enamorados, danzan al son de la tristeza por la imposibilidad de consumar su pareja. Fernández y Vincelli ofrecieron un gran momento en el adagio final, mientras la melodía de violín lloraba la desgracia: un silencio profundo y atento se alzó paulatinamente en la sala principal del Colón. La técnica quedó subyugada a la melancolía que los unía en sus roles.

Finalmente, en el momento cúlmine del ballet, cuando Odette decide morir ante el maleficio de Von Rothbart, esta versión presenta su suicidio de un modo, quizás, poco dramático y demasiado veloz, lo cual la deja desbalanceada en relación al dramatismo que inunda la obra desde su comienzo. Casi tan rápido transcurrió que no dejó tiempo de observar ni sentir la agonía desesperante del cisne que la empuja a tal final. Odette se limitó a correr apresurada hacia su muerte, arrojándose al vacío, sin demasiados preámbulos.

Aunque pasaron cincuenta años de la primera vez que el Colón presentó la coreografía completa, el 28 de mayo de 1963, «El lago de los cisnes», como todo clásico, continúa vigente y su presentación es siempre una buena noticia, más para un cierre de temporada.

Esperamos su regreso en 2014, cuando se repondrá la obra entre el 5 y el 9 de marzo. Para este nuevo año, brindamos por muchas más funciones del Ballet Estable y por el respeto del trabajo que cada bailarín realiza, con tanta pasión y dedicación, en la ejecución de su tarea para ofrecer un buen espectáculo.

Nao Sakuma, bailarina invitada del Ballet de Birmingham

Para este cierre de temporada del Ballet Estable del Teatro Colón, fue invitada la bailarina de origen japonés Nao Sakuma, formada en la Escuela del Royal Ballet del Reino Unido. Es Primera Bailarina en el Ballet de Birmingham desde 2002 e interpretó el rol de Odette-Odile junto al bailarín argentino Juan Pablo Ledo.

Nao Sakuma, Primera Bailarina del Ballet de Birmingham, con Juan Pablo Ledo, como Odette-Odile y el Príncipe Sigfrido. Foto: Máximo Parpagnoli.

Nao Sakuma, Primera Bailarina del Ballet de Birmingham, con Juan Pablo Ledo, como Odette-Odile y el Príncipe Sigfrido. Foto: Máximo Parpagnoli.

El dato

La historia de “La muerte del cisne” no tiene relación con «El lago de los cisnes»

La famosa bailarina rusa Anna Pavlova (1881-1931) pudo observar la agónica muerte de un cisne herido en uno de los estanques de la propiedad. Dada su crianza en el campo y el respeto que tenía por la naturaleza, el impacto que le produjo la visión de la muerte de tan bella ave fue sumamente intenso. Al ser invitada a un evento benéfico, pidió al coreógrafo Michel Fokine que le montara una pieza con la que pudiera reproducir aquel instante a través del baile. Basándose en la pieza “El cisne” perteneciente a “El carnaval de los animales” de Camille Saint-Saëns, nació la pequeña pero contundente coreografía de “La muerte del cisne”. Fokine hizo un trabajo soberbio que cambiaría el mundo de la danza y fue un rotundo éxito. El estreno de “La muerte del cisne” tuvo lugar en el Teatro Mariisnky de San Petersburgo, el 22 de diciembre de 1907, doce años después que el ballet El lago de los cisnes.

Nota: Todas las fotos corresponden al Teatro Colón.