Wainrot y una canción, fundamentalmente, al amor

Por María José Lavandera “Busco la tranquilidad para mi corazón solitario. Hago camino hacia la patria, hacia mi hogar”. Sexto Movimiento «La canción de la Tierra», de Gutsav Mahler – Der Abschied (La Partida – “El Adiós”) El sufrimiento de la pérdida –lo que ya no es y no podrá volver a ser jamás- debe […]

lunes, 18 de noviembre de 2013 |

Por María José Lavandera

“Busco la tranquilidad para mi corazón solitario.

Hago camino hacia la patria, hacia mi hogar”.

Sexto Movimiento «La canción de la Tierra», de Gutsav Mahler – Der Abschied (La Partida – “El Adiós”)

El sufrimiento de la pérdida –lo que ya no es y no podrá volver a ser jamás- debe ser uno de aquellos más duros para los seres humanos. Desencadena un desgaste tal que finalmente devora la fuerza y la voluntad de la vida; un duelo eterno persigue cuando el dolor es muy profundo.

La canción de la Tierra”, de Gustav Mahler, a través de seis canciones originadas a partir de poemas chinos antiguos, plantea una idea de redención de un alma marchita que elabora un último adiós a lo que la lastima y a lo que ama, a lo que se erige como lo bello de la vida, aquello cuya pérdida provoca la melancolía y la desesperanza. El “Canto báquico del dolor de la Tierra”, “El solitario en otoño”, “De la juventud”, “De la belleza”, “El borracho en primavera” y “El adiós” son estos seis cantos, que redundan en un dolor centenario y remontan a una suerte de herida original que nunca cesa de sangrar: será que cuando nacemos, ya empezamos a morir, y no hay modo de evitar lo inevitable que eso conlleva. Quizás la muerte sea el único verdadero descanso…

Mauricio Wainrot, coreógrafo de la obra que acaba de estrenarse en el Teatro San Martín del mismo nombre, explica en el programa que el músico elaboró esta extensa pieza –dura 60 minutos- en un momento crítico de su vida – entre los años 1907 y 1909-, cuando su hija mayor, María, muere de difteria y él es diagnosticado con una seria afección cardíaca que no le permitía hacer mayores esfuerzos. Ambos factores lo llevaron a un profundo cuadro depresivo, en el marco del cual escribió esta, una de sus últimas obras. “Pienso que hay momentos en la vida de los artistas en los que la creación surge como una forma de escape”, indica Wainrot en su relato. El dio luz a los primeros pasos de esta obra también de la mano de un artista impecable que fue “arrancado” de su propia vida: su compañero, Carlos Gallardo. Wainrot, como Mahler, se siente “salvado” a través de esta posibilidad de crear: la purga necesaria que convierte en arte el abatimiento.

Foto: Carlos Furman

Foto: Carlos Furman

Es así que se vive, en esa música algo infernal -por momentos, atrapada en un lirismo angustioso-, la revelación de una existencia en una Tierra que circula impiadosa y eterna, cuyo devenir devora a sus habitantes, sumiéndolos en un vacío plagado de fantasmas, ausencias, imposibilidades, despedidas infinitas. Tristezas, en fin.

A través de los cantos, los bailarines protagonizan cuadros de distinta índole emocional: como espectros, se van colando en escena a través de unos paneles esmerilados que conforman el fondo. En ellos, a lo largo de toda la obra, se entrevé algo de un bailar hasta morir. Los bailarines encadenan, casi sin parar en cada extracto -en un trabajo que va oscilando entre grupos, dúos y piezas individuales-, exigentes y enérgicas secuencias de pasos que parecen estar siempre “en el aire”: se observa un fuerte trabajo de partenaire, que termina en piruetas, arabesques, attitudes, cuya belleza da cuenta de la calidad técnica de los bailarines, muy necesaria en el estilo de impronta neoclásica que utiliza Wainrot. Los movimientos de la obra son atléticos, constantes, entrelazados. La obra es atravesada velozmente, pero de un modo tan poético como desgarrado. Los espectros fluyen a través de ella: bailar parece ser su modo de existencia, navegan así en las voces que sostienen la poesía. Bailan sin cesar, entretejidos unos con otros, como reverberando en el fondo del alma humana, ese alma, a veces hermosa, a veces joven, pero siempre rota, que duele infinitamente en la Tierra.

Foto: Carlos Furman.

Foto: Carlos Furman.

Acompaña la idea el vestuario –bellísimo- de Graciela Galán: para las bailarinas, unos soleros transparentes, en tonos terracota, decorados en el ruedo con unos apliques espejados, y para los varones, pantalones y remeras en tonos neutros, con camisas en distintos cortes lánguidos y fluidos. Vale remarcar también el perfecto diseño de iluminación de Jorge Pastorino, que, sin abandonar las penumbras que amerita la obra, logró distintos efectos que fueron trabajando con matices algunos momentos de luz.

Encabezó la presentación del Ballet del Teatro San Martín la reposición de la obra “Desde lejos”, con música de Wim Mertens, escenografía y vestuario de Carlos Gallardo y coreografía del propio Wainrot. La pieza, ecléctica, se va desenvolviendo con una impronta que oscila entre taciturna y alegre, aunque siempre potente: se van sucediendo escenas, con estilos musicales divergentes; la obra, del mismo modo que comienza, se apaga al final, con una similar imagen grupal. Según ha comentado Wainrot a colación de esta coreografía, se sintió inspirado en la visión de un horizonte al atardecer: un comienzo que da lugar a un final; una fotografía luminosa que se apaga para dejar un destello fulgurante en la memoria. También melancólica, aunque más radiante, esta obra se convirtió en la introducción perfecta para la intensidad de “La canción de la Tierra”.

FICHA TÉCNICA

Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín

Director artístico: Mauricio Wainrot.

Desde lejos

Coreografía: Mauricio Wainrot / Música: Wim Mertens / Escenografía y vestuario: Carlos Gallardo / Iluminación: José Luis Fiorruccio /Duración: 30 minutos

La canción de la tierra

Coreografía: Mauricio Wainrot / Música: Gustav Mahler (Das Lied von der Erde) / Escenografía y vestuario: Graciela Galán / Video: Estudio Silvia Rivas / Iluminación: Jorge Pastorino / Puesta de video: Marcelo Manente y Pablo Yurrebaso / Duración: 60 minutos

CUÁNDO Y DÓNDE

Sala Martín Coronado del Teatro San Martín (Avenida Corrientes 1530)

Las funciones se ofrecerán los jueves a las 14.30, los viernes y sábados a las 20.30 y los domingos a las 19 | Platea: $90.- Pullman: $ 70 | Jueves día popular, función matinée, entrada general: $30.-