En el puente de Aviñón todos bailan (y mucho más)

Compañías y artistas de todas partes del mundo se reunieron durante el mes de julio en la ciudad francesa de Aviñón para una nueva edición de unos de los festivales más grandes de artes escénicas.

lunes, 14 de enero de 2019 | Por Paloma Portnoy

Un sonido de trompetas anuncia que el espectáculo va a comenzar. Las cigarras parecieran no enterarse y siguen cantando bajo la luz del atardecer. Empezó la 72° edición del Festival de Aviñón, uno de los festivales de teatro y danza más importantes de Europa y del mundo. Del 6 al 24 de julio la ciudad de Aviñón, al sur de Francia, se convirtió en una gran sala de espectáculos donde entre el circuito oficial y el festival OFF circularon más de 1500 obras.

Durante este período, Aviñón está inmersa en un ambiente festivo que se percibe ni bien se baja del tren. Al atravesar las murallas medievales que rodean el casco histórico y donde tiene lugar la gran parte del festival, se entra en una ciudad antigua donde cada muro, poste o reja está cubierto de afiches. Cada esquina cuenta con alguien distribuyendo flyers que aprovecha el instante en que la persona estiró la mano para, valiéndose de su capacidad de síntesis, contar en pocos segundos de qué se trata el espectáculo en cuestión. Cada calle peatonal ve desfilar artistas que cantan, bailan o realizan una escena de la obra que presentarán en el escenario horas más tarde.

72 Festival de Avignon, una fiesta en toda la ciudad francesa. Foto: Paloma Portnoy.

Es que Aviñón, además de albergar el famoso puente de la canción infantil – bombardeado en la Segunda Guerra Mundial y trunco hasta el día de hoy – y de contar con palacios e iglesias colosales producto de haber sido la residencia papal en el siglo XIV, organiza el acontecimiento anual ineludible de lo que los franceses llaman “spectacle vivant” (el equivalente de nuestras “artes escénicas”).

El surgimiento del festival

Todo comenzó en 1947 con la “Semana del arte en Aviñón”, una gran exposición de pintura y escultura en la que Jean Vilar, actor y director de teatro francés, fue invitado a presentar una obra en el Patio de honor del Palacio de los Papas. Su adaptación de Richard II de Shakespeare para este evento constituye el hito fundacional del festival.

Con el objetivo de hacer accesible el teatro a otros públicos y de correr la cultura de los lugares tradicionales de París, Vilar tomó la dirección del Festival de Aviñón hasta 1971, año de su muerte. De forma paralela, desde 1951 hasta 1963 ejerció como director del entonces Teatro del Palacio de Chaillot (actualmente Théâtre National de Chaillot dedicado  la danza contemporánea), al que llamó Teatro Nacional Popular (TNP). Ambas instituciones estuvieron ligadas no solamente en sus programaciones – las compañías del teatro eran las que estarían programadas en el festival – sino también en sus misiones: crear un teatro popular, exigente y de calidad. Con la idea que el TNP debía ser un servicio público como cualquier otro, Vilar introdujo cambios en el funcionamiento del teatro que fueron revolucionarios en aquella época: la prohibición de dar propinas a los acomodadores ya que pasaban a ser empleados, guardarropas y programas gratuitos, comienzo de las obras a las 20hs para que los espectadores pudieran volver en transporte público y la posibilidad de reservar por teléfono.

La danza se expande en todo el perimetro de la ciudad de Avignon, en Francia, durante el festival veraniego. Foto: Paloma Portnoy.

A partir de los años 60 el festival tomó otra dimensión que lo acercó poco a poco a lo que conocemos en la actualidad. En 1966 se incorporó la danza de la mano de Maurice Béjart y en 1967 el cine con Jean Luc Godard. Asimismo, producto del crecimiento y del renombre que comenzó a tener este evento, en 1966 nació en Aviñón un festival paralelo, el festival OFF. Desde ese momento y hasta el día de hoy, las dos manifestaciones culturales están casi superpuestas temporalmente y para los espectadores representan un gran festival de Aviñón, una gran oferta de espectáculos y actividades culturales. Sin embargo, están organizados y funcionan de manera distinta.

El IN y el OFF

Por un lado, existe el Festival de Aviñón propiamente dicho, popularmente nombrado “el IN”, que festejó su 72° edición en 2018 y que dura tres semanas. Un director junto a sus equipos elige las obras que se presentarán, selecciona los artistas y encarga creaciones para el festival. Cada edición cuenta con una temática que atraviesa la totalidad de la programación. El lugar principal es para la creación en teatro y luego en danza, y una serie de actividades orbitan alrededor: lecturas en vivo, exposiciones de arte, talleres para profesionales, encuentros con los artistas programados, debates, entre otros. Con la excepción de La FabricA – la sala de ensayo y de representación creada en 2013 para tener un espacio propio y poder trabajar durante todo el año -, las acciones y los espectáculos tienen lugar en espacios de la ciudad cedidos al festival durante la explotación. Desde el Patio de honor del Palacio de los Papas hasta el Claustro de los Celestinos y las Carmelitas, el gimnasio de una escuela secundaria antigua o los jardines detrás de la mediateca, “el IN” se cuela por todos los huecos de la ciudad.

La danza se intercala con la vida cotidiana. Foto: Paloma Portnoy.

Por el otro, “el OFF” tiene lugar durante las mismas fechas que el IN pero dura una semana más, se desarrolla en salas privadas y no tiene una línea curatorial. Está organizado por la asociación Avignon Festival & Compagnies, conformada por compañías y salas de teatro agrupadas que se ponen de acuerdo acerca de la comunicación y la difusión, y organizan las actividades abiertas al público y para los profesionales del “Village del OFF”. Es decir, cualquiera que lo desease podría participar ya que esta asociación sólo da una personería jurídica al festival OFF pero no establece una selección entre quién puede o no formar parte. Este modo de trabajar se traduce también en una programación más variada, que además de teatro y danza contemporánea, propone hip-hop, espectáculos de circo, marionetas, teatro de objetos, teatro de revistas, comedias, entre otros.

Además de diferir en su organización y en sus misiones artísticas, difieren en sus financiamientos. Mientras que “el IN” es financiado al 55% por fondos públicos (el Ministerio de la Cultura y de la Comunicación, el Ministerio de Educación, la región PACA, el departamento de Vaucluse, la aglomeración de Gran Aviñón y la ciudad de Aviñón) y cuenta con el apoyo de fundaciones privadas para llevar adelante determinados proyectos socioculturales, “el OFF” no cuenta con un sustento fijo estable. Al tratarse de salas y compañías que se reúnen únicamente durante este período de acuerdo a su voluntad, no hay una estructura de financiamiento general que las acompañe ni que permita sostenerlas de una edición a otra. No hay un acuerdo global sino que cada compañía debe hacer un arreglo con la sala donde se presentará. Sin embargo, “el OFF” cuenta con un sistema de fondos de solidaridad profesional para apoyar algunas iniciativas. Al tener estructuras tan distintas, se puede saber que el presupuesto de la última edición del festival “IN” fue de 13 millones de euros pero para calcular cuánto costó el OFF habría reunir las contabilidades de los 133 lugares que albergaron espectáculos.

Bajo el cielo de Avignon, en medio de la ciudad medieval, bailar es parte de la felicidad popular. Foto: Paloma Portnoy.

Asimismo, la mayoría de las obras del IN son producidas o coproducidas por grandes teatros o cuentan con subsidios de varios países, y, muchas veces, ya tienen planificadas giras en Francia y en otros países. Por el contrario, para las compañías del OFF el festival es la ocasión para mostrarse a los programadores que van “de compras” y hacer contactos para lograr tener fechas en una sala.  

¿Quién asiste al Festival de Aviñón?

Si bien el festival oficial, el histórico, el de las superproducciones y los nombres consagrados es “el IN”, el que hace que la ciudad esté en plena ebullición y que las calles estén invadidas por afiches y compañías de todo tipo, es “el OFF”.

La combinación de ambos festivales atrae muchísimo público, por lo que durante julio Aviñón deviene una ciudad “tomada” por espectadores que se pasean con sus programas, intentando ver la mayor cantidad de espectáculos sin morir de calor en el intento. Porque ir a Aviñón implica no solamente tener un presupuesto (las entradas cuestan lo mismo o sólo un poco menos que en París), un abanico (las salas que no son al aire libre muchas veces no tienen aire acondicionado) sino también ser organizado y buscar recomendaciones. Con un volumen de 40 espectáculos en “el IN”, 1538 en “el OFF”, y en total más de 1000 por día, las salas empiezan sus funciones a las 10hs de la mañana y hasta las 23hs no paran, cada uno de los días del festival. Esto quiere decir que hay para todos los gustos y que es fácil perderse y marearse entre tanta oferta.

Amplia oferta para todos los gustos e intereses, en el festival. Estilos y discursos distintos, todos invitados al Festival de Avignon. Foto: Paloma Portnoy.

Como en “el IN” están programados los grandes directores y coreógrafos, con escenografías monumentales que sólo es posible montar en estos espacios, el público que asiste a estas funciones tiene fama de ser más exigente. Lamentablemente, muchas veces esto se traduce en el estereotipo del espectador del Festival de Aviñón: si no le gusta lo que ve, se va a ir en la mitad de la representación, sin importarle si molesta a los demás para salir y, en la medida de lo posible, haciendo ruido en las gradas para mostrar su disconformidad. Estar sentado al aire libre en el patio de un claustro medieval, con las estrellas de fondo, un poco de brisa del viento mistral y viendo a Raimund Hoghe, dramaturgo de Pina Bausch, bailar con música de María Callas, puede ser un momento mágico rápidamente interrumpido por una persona que quiere irse.

De todas formas no hay que exagerar, no todos los espectadores son como el estereotipo. La gran riqueza de estar un mes entero en modo festival y de tener tantas y tan diversas propuestas, es que el público varía.

La diversificación de los públicos constituye uno de los ejes de trabajo del Área de comunicación y relaciones con el público del Festival de Aviñón, quienes llevan a cabo distintos proyectos para que el festival sea parte de una política cultural integral de la ciudad. La idea es que se trabaje todo el año con este evento y que permita a la ciudad y a sus habitantes apropiarse de esta manifestación cultural. Es un desafío ya que durante julio los precios de los hoteles, los airbnb y los restaurantes parecieran medirse en escala parisina, pero en realidad Aviñón es la 15° ciudad más pobre de Francia con un gran porcentaje de migrantes de Algeria y Marruecos ubicados en los barrios marginales.

Dentro de este marco, y para que al festival no asistan únicamente programadores, productores y equipos de comunicación que viajan a comprar las obras para las próximas temporadas o a ver los espectáculos que serán programados en sus salas, se implementan proyectos culturales con escuelas primarias y secundarias, centros sociales, universidades y asociaciones sociales. La mayoría de estas instituciones están ubicadas en la ciudad y en la región, pero también existen proyectos de integración a nivel nacional e internacional. Estas actividades permiten descubrir el festival a personas con distintos vínculos con el teatro y que provienen de diversos contextos sociales y culturales. 

Hasta la próxima edición

A través de los siete directores que pasaron en estas 72 ediciones, el proyecto original de Jean Vilar fue ampliándose e incorporando otros aspectos. Se abrió a otras disciplinas y comenzó a crear vínculos con actores de la sociedad para construir programas socioculturales que permitieran llegar a otros públicos y más allá de las tres semanas de representaciones.

De un año a otro los equipos del festival,compuesto por aproximadamente 30 empleados fijos y más de 700 que se incorporan durante la explotación, implementan nuevos formatos en relación a este evento artístico. Por ejemplo, un año se realizó un proyecto con Wikipedia y la Biblioteca Nacional de Francia para crear contenido acerca del festival, otro se trabajó con el sistema público francés de radios para que grupos de jóvenes entrevistaran a los artistas presentados. Este año se propuso un folletín de trece eventos – performances, lecturas, talleres participativos, entre otros – en los que el tema central era el género y en los que los participaron artistas y ciudadanos comunes y corrientes de todas las edades.

El próximo año la idea es trabajar con organismos internacionales especializados en nuevas tecnologías en el ámbito cultural para difundir de otra manera las propuestas del festival de Aviñón. Pero esto lo podremos ver en práctica recién en 2019, cuando el calor vuelva al sur de Francia, las chicharras se despierten y canten nuevamente, y las trompetas anuncien que otra edición del Festival de Aviñón está por comenzar.