Cómo la danza mejora la salud emocional

Bailar involucra un proceso físico, tanto como psicológico y social. De tal modo, el movimiento puede resultar beneficioso y saludable para disparar la creatividad, ampliando límites psicológicos y emocionales.

lunes, 04 de abril de 2016 | Por Maria José Lavandera

El movimiento del cuerpo no sólo es un proceso físico, sino también emocional y social, que puede potenciar y favorecer la salud de las personas en diversos planos.

El equipo de profesionales creadores de la Tecnicatura Superior en Artes Comunitarias del Movimiento -en grupo de coreógrafos y bailarines de danza teatro y expresión corporal, formados en el IUNA, y de psiquiatras y psicólogos (*)– nos explican cuáles son las motivaciones emocionales que promueve el movimiento corporal y su desarrollo como práctica artística: “La experiencia senso-perceptiva de nuestro entorno y de nuestro propio cuerpo, o la vivencia de nuestros recuerdos o aspectos psicológicos representan estímulos que tienen la capacidad de despertar en nosotros algún tipo de emoción. Las emociones por su parte, sin importar su naturaleza, van a condicionar nuestra conducta y por lo tanto nuestra forma de movernos. Por lo tanto, un objeto, persona, lugar, acontecimiento, sensación corporal, o recuerdo despierta emociones en relación con nuestra propia vivencia -histórica o cultural- y tiene la capacidad de promover el movimiento, o una forma particular de movimiento”.

Indican que el movimiento, desde el punto de vista psíquico, puede ser un fenómeno complejo ya que “pone en juego simultáneamente casi todos los aspectos psicológicos de una persona: es consecuencia de la atención, de la memoria, es necesario tomar decisiones y ponerlas en ejecución; se despiertan sensaciones, ideas, sentimientos y emociones; emerge el subconsciente, y se despiertan los vínculos sociales. En realidad la potenciación es bilateral ya que los aspectos psíquicos potencian el movimiento y viceversa”.

La danza como medicina

La danza es la medicina recetada ante varias circunstancias de afecciones que involucran el sistema nervioso: uno de los ejemplos recientes que mayor notoriedad ha cobrado es el programa desarrollado por el English National Ballet junto a la organización Dance for Parkinson’s, que propone enseñar esta disciplina a adultos mayores que sufren esta enfermedad como un modo de paliar algunos sus efectos y estimular su integración social y cultural. Nuestros especialistas cuentan cuál es el principal beneficio en este sentido: “Particularmente en la enfermedad de Parkinson existe una alteración progresiva de las vías neuronales encargadas del movimiento. Con la danza además de las vías neuronales del movimiento se ponen en juego áreas encargadas de las emociones, los sentimientos, el ritmo, que se encuentran vinculadas con las vivencias personales del movimiento. Esto permitiría que las vías aún intactas se refuercen y aquellas que se encuentran afectadas sean estimuladas desde distintas regiones funcionales del cerebro.  Entonces el movimiento se vería potenciado por retroalimentación positiva facilitando el entrenamiento y el reaprendizaje de patrones de movimiento fundamentales en la intervención con personas con enfermedad de Parkinson”.

El caso es que, de todos modos, todo estado psicológico puede verse beneficiado por la danza. Explican que: “Ya sea que implique una vivencia positiva o negativa, la danza puede ser una herramienta para transformar, desarrollar, fortalecer, promover estados psicofísicos cada vez más adecuados según lo que cada cual necesite. Debido a que la danza involucra aspectos psicológicos, físicos y sociales específicos, es cuestión de orientar dichos aspectos según las necesidades de cada persona y de sus posibles afecciones psicológicas”.

Por su parte, la danza, al tratarse de una disciplina artística, pone en juego uno de los aspectos más complejos que envuelven al desarrollo del ser humano: la creatividad. “Es, tal vez, la síntesis de todas las funciones mentales puestas en práctica a través del movimiento corporal. No importa en qué disciplina, profesión o actividad se desarrolle el ser humano, su búsqueda se orienta a la búsqueda constante de nuevas relaciones entre los objetos que lo rodean, con el objetivo de optimizar la vivencia personal y vincular. Por este motivo, cuando se despierta la capacidad creativa, se despierta el cuerpo y la mente, se abren posibilidades y caminos para enfrentar los conflictos inherentes a la vivencia personal, se amplían los límites psicológicos y emocionales, se refuerzan y fortalecen hábitos adecuados, y además se regulan los estados físicos. Con lo cual se promueven estados cada vez más saludables en todos los sentidos”, acentúan nuestros especialistas.

No haberse movido “nunca antes” en términos dancísticos no debiera ser motivo para dejar de hacerlo en cualquier momento de la vida: “De una u otra forma, todos tenemos la capacidad de movimiento con variables en el grado de habilidad. Esto en sí, es suficiente para acercarse a la danza. Inicialmente uno debe tomar consciencia del estado en él se encuentra respecto al movimiento corporal y en relación a su vivencia psicológica. De acuerdo a esto no existe una sola forma conveniente de empezar en la danza, sino que depende de estado particular en el cada uno se encuentra respecto al movimiento”, concluyen.

 

(*)

La Tecnicatura Superior en Artes Comunitarias del Movimiento, a dictarse a partir del próximo marzo 2015 en el Instituto Superior de Ciencias de la Salud, es una carrera que tiene por protagonista la idea de formar profesionales especialistas en trabajar el movimiento como canal de comunicación y cambio, con una perspectiva y proyección comunitaria, es decir, pensar la danza como una metodología de transformación individual y social.

Sus creadores son Carolina Fontenla, Magali Canosa, Roberto Tamburrini, Edgar Narváez y Elena Tato.

La Tecnicatura resuelve un nexo particular en la transformación social a partir de la potencia artística del movimiento, que implica focalizar en perseguir la salud integral de las personas: a nivel psíquico, físico y social. Se trata, entonces, también de utilizar la potencia del arte del movimiento para lograr una re-elaboración de las dinámicas al interior de las personas y también entre ellas.